Cómo perder una elección, por Gonzalo Vial.
La Derecha o Centro/Derecha hoy se llama Alianza. El nombre antiguo no le gusta mucho, pero son la misma cosa. Su avance político desde el siglo pasado ha sido enorme. Nunca excedió entonces el tercio de los votantes: hoy se acerca a la mitad. Y su adversaria, la Concertación (Izquierda + Democracia Cristiana), ha bajado sus votos correlativamente: de dos tercios a la mitad.
De otra parte, hasta los años ’50 la Derecha era manejada por la vieja aristocracia: hoy no es así, pues ésta murió aquella misma década, al abandonar su endogamia y su voluntad de poder.
Pero en la renovada casa de la Derecha —la Alianza— penan los vicios políticos que otrora la perjudicaron, a saber:
Un bipartidismo —ayer, conservadores y liberales; actualmente, UDI y RN—
de rivalidad tan marcada como inexplicable, pues carecían y carecen de diferencia apreciable en sus ideas.
Las pasiones personalistas y los odios y amores consecuentes, tan intensos como fugaces.
Los últimos días hemos asistido a episodios de distinto tipo y volumen, que marcan la persistencia de estos vicios.
Los dos partidos tienen un común candidato presidencial, pero:
A) Dentro de la UDI —y desde su exterior, por parte de simpatizantes— algunos sostienen y difunden que ni el candidato ni el partido al cual pertenece, RN, compartirían el «ideario» de la UDI.
Mas a la verdad, reitero, las diferencias son mínimas.
Incluso no son muy grandes entre la Alianza como conjunto, y el enemigo común, el concertacionismo. UDI y RN han llegado con éste a acuerdos doctrinarios que la Derecha de ayer no hubiera soñado. Por ejemplo, en maltratar la libertad de enseñanza. Y en aprobar la Ley de Divorcio; ninguna de las colectividades aliancistas tuvo postura oficial a este último respecto.
Luego, para ambas, era un tema de menor importancia, y sus parlamentarios podían votarlo como se les diera la gana. Y lo hicieron. Un senador de RN, destrabando el empate suscitado, permitió que se aprobara y rija hoy la iniquidad histórica del divorcio por repudio... la disolución del vínculo COMO DERECHO LEGAL concedido a quien ha abandonado cónyuge e hijos, con el solo requisito de cumplirse tres años de esta desvergüenza. Y otro senador, también renovacionista, votó favorablemente el divorcio, creyendo la seguridad previa que le dio la Concertación en orden a que habría una eficaz Ley de Familia... compromiso cuyo cumplimiento todos podemos presenciar.
A la verdad, ni la Alianza ni la Concertación tienen una doctrina definida, circunstancia común en conglomerados tan numerosos. Sus diferencias son sólo de estilos y matices.
Si al interior de la primera y de sus socios, ni la libertad de enseñanza ni el divorcio causaron en su momento el menor oleaje —lo que es un hecho, bueno o malo—, ¿por qué pretender que exista una «doctrina» de la UDI que se haga fuego con la del candidato aliancista?
He leído también que éste no calzaría con el carácter «popular» de la UDI, pero debe ser una broma.
B) Mas la disputa «doctrinaria» no es sino la hoja de parra de la auténtica (según lo que aparece) diferencia UDI/RN: la eventualidad de que la segunda, aprovechando la circunstancia de ser militante suyo el candidato presidencial de ambas, fagocite a la primera, quitándole votos y parlamentarios.
Por eso, habiendo acordado los dos partidos —ya tiempo atrás— hacerse «competencia abierta» en cada circunscripción, de todos modos aquélla provoca urticaria en la UDI si su parlamentario ya instalado, o el reemplazante que la colectividad le propone, y cuyo historial político —además— prestigia a ésta, es susceptible de derrota por el candidato paralelo de RN. Se quiere, en tal caso, que el franco competidor no sea un don nadie, aporte votos... pero sin chance de desplazar al compañero de lista.
El descrito fue el conflicto de Providencia, detonador de la guerra estallada entre UDI y RN,
C)Ahora bien, esta diferencia no sería nada de extraordinaria, y podría zanjarse en conversaciones y acuerdos discretos. Pero los socios de la Alianza la han materializado en público, a toda orquesta, con una completa falta de cortesía interpartidaria, y exhibición de rencores presentes y pretéritos, amenazando —aunque se diga que no... que cómo se le ocurre— a la combinación misma y la chance de su candidato, que YA NO PUEDE ser sino el que es... Aun más, intentan involucrarlo en la disputa, para aumentar el perjuicio.
¡Y todo por una, una sola diputación!
Son los personalismos, pasionalismos, exhibicionismos, orgullos y resquemores luciferinos de la antigua Derecha, que en el pasado tanto daño le hicieron. Pero, esta vez, sin que intervengan (salvo excepciones) los antiguos aristócratas, que se sentían dueños del país —con lo cual justificaban cualquier exceso o desplante—, sino sus más modestos sucesores de clase media...
Veamos, para constancia, la sucesión de exabruptos públicos:
C.1.Se retira del Comando Estratégico de la candidatura presidencial de la Alianza el senador de mayor imagen pública y arrastre de la UDI. El comando y el candidato se enteran por los diarios... no ha habido anuncio ni discusión previa.
C.2.El senador referido dice que se va a “jugar” por que el consejo general de la UDI “aclame” a Piñera “en votación unánime”. Pero confirma que le bastaría decir “una palabra” para que no fuera así.
C.3.Agrega un largo y en el fondo tan amargo como inútil recuerdo ¡de 2005!: “La comisión política de RN, con el voto de Piñera, aprobó en forma unánime que el candidato único del sector era Joaquín Lavín. ¿Y con qué nos encontramos dos meses después? Que el consejo de RN no proclamó a Lavín, sino AL SEÑOR Sebastián Piñera” (El Mercurio, 19 de abril).
El propio candidato presidencial UDI del 2005 repetía simultáneamente el mismo recuerdo, aunque negando que su partido pudiera ahora hacerle igual jugada a RN. ¿A qué fin, entonces, evocarla en tan vidriosas circunstancias? Da miedo, porque esto de lamerse por años, secretamente, rencores «apuntados en la cacha de la huasca», ha sido también rasgo característico de las querellas intestinas de la Derecha.
C.4.La UDI ofrece, para llenar el hueco del senador que ha renunciado al Comando Estratégico, el nombre de otro senador suyo, de parecido prestigio, ex presidente del partido... Pero a las pocas horas el parlamentario así propuesto rechaza el cargo; debe —dice— concentrarse en su propia reelección. El Comando Estratégico queda completamente disminuido. ¿Por qué se publicitó el ofrecimiento antes de aceptado?
Afortunadamente para la Alianza, la «guerra de Providencia» terminó de golpe porque el candidato de RN a esa diputación tuvo la generosidad de “hacerse un lado” motu proprio, quitándole el piso a la magnificada rencilla de los dos partidos. Pero el ingrato ejemplo sigue siendo valioso.
Si la Alianza quiere elegir Presidente este año, debe acordarse de por qué no lo pudo hacer en años pasados. Acordarse, v.gr., de 1946. Nunca liberales y conservadores estuvieron tan cerca de volver a La Moneda como ese año:
Disponían de tres precandidatos de lujo: Eduardo Cruz Coke, conservador, médico y científico de fama internacional; autor de leyes sociales aplaudidas unánimemente (medicina preventiva; protección de la madre y el niño), de oratoria arrebatadora y carisma juvenil y popular. Fernando Alessandri, liberal, reputado profesor de derecho, de carácter ecuánime y sereno. Jaime Larraín, agrario, socialcristiano de derecha, discípulo del padre Vives, agricultor socialmente progresista y líder de su gremio.
Las promesas del Frente Popular, en 1938, y de las dos presidencias radicales que siguieron, no se habían cumplido. La centroizquierda de la época estaba tan desprestigiada como (quizás) el concertacionismo actual.
Un sector radical, que encabezaba el Vicepresidente de la República Alfredo Duhalde, terminaría plegándose a la Derecha.
Hubo una convención para elegir el candidato derechista. Debiera haber sido triunfal... pero terminó dando un lamentable espectáculo de odios ciegos, intransigencias absolutas y división insuperable. En definitiva, fueron a las urnas dos candidatos de derecha: el conservador Cruz Coke y el liberal Alessandri. La campaña fue un torrente de imputaciones recíprocas, convencidos ambos bandos de que competían por La Moneda.
ENTRE SI... cuando resultaba obvio que estaban regalando la Presidencia al postulante radical/comunista, Gabriel González Videla. Este, efectivamente, alcanzó la mayoría relativa de votos populares, y luego la absoluta en el Congreso Pleno. Su gabinete luciría tres ministros comunistas... los primeros de nuestra historia.
Sumados los sufragios de Cruz Coke y Alessandri, excedían los de González Videla.
Apenas dos años después, los mismos jefes conservadores que habían sido intransigentes para no aceptar sino la candidatura Cruz Coke, se volvían contra éste, en los términos más vituperativos y descalificantes, por haberse negado, como senador, a votar la Ley de Defensa de la Democracia, que ilegalizó a los comunistas. Santo insustituible y nombre intransable el ’46, Cruz Coke pasó a ser demonio maldito el ’48. Así de apasionada, irracional y autodestructiva puede ser la Derecha en los momentos decisivos de la política: una lección de ayer que vale hoy.
Nota de la Redacción:
Don Gonzalo Vial toca puntos sensibles sobre todo en lo referente a la voluntad de ganar, requisito indispensable para el triunfo, y en lo autodestructiva que puede ser la derecha en los momentos de definiciones.
Hoy, hay una diferencia, Sebastián Piñera si tiene las ganas de hacerce con la victoria, lo que puede resultar cambiando una historia de derrotas auto inferidas y de divisiones personalistas graves que demuestran el síndrome de no querer ganar.