Los días y los temas,
por Gonzalo Vial
Qué fácil es ser carabinero! Efectivamente, esta profesión —además de exenta de riesgos, generosamente pagada, y beneficiaria de horarios cortos y cómodos— goza de aliento público y de facilidades innumerables a la hora de reprimir o prevenir el delito. Veamos dos casos:
PRIMERO. «Día del joven combatiente», 29 de marzo. Las conmemoraciones usuales: «cadenazos» contra el tendido eléctrico, dejando poblaciones a oscuras; cortes de tránsito mediante fogatas; balas y piedras contra carabineros; saqueo de un comercio, etc. Dos delincuentes hacen fuego sobre un vehículo policial, cerrada ya la noche. Algunos carabineros persiguen a los hechores, que huyen por un pasaje, en Pudahuel sur. Los uniformados disparan balines de goma. Una niñita, impactada, pierde la visión de un ojo.
Todo se centra en esta desgracia y la comprensible ira de los padres. Juicio penal, sumario interno, el supuesto autor del disparo amenazado de perder su carrera.
(Ya sucedió en una ciudad del norte, pocos años atrás. Conteniendo, también de noche, a universitarios que protestaban quizás por qué —ni ellos mismos lo sabrían, es probable—, se equivocó un carabinero raso y proporcionó a su superior, que disparaba, proyectiles verdaderos y no de goma. Murió un manifestante. El oficial fue a la cárcel y debió dejar las filas).
Nadie pregunta por qué la autoridad permite, ya hace veinte años, que Villa Francia y también ahora otros sectores, como Pudahuel sur, un día preciso y determinado, no tengan ley, sean un Lejano Oeste donde imperen la violencia, la destrucción y el robo. Nadie explica de qué manera Carabineros podría afrontar este motín urbano, sin que existiera el riesgo posible y aun probable de desgracias como la ocurrida. Nadie investiga ni persigue el uso impune de armas de fuego contra Carabineros... a nadie le alarma, siquiera. Nadie explica qué hacía una niñita todavía levantada a esa hora, sola, en plena calle, precisamente durante tan conocida noche de furia. Pero hay algo cierto e inamovible: que si alguien será castigado por el último «Día del joven combatiente», será un carabinero.
SEGUNDO. Una mujer es asaltada y robada de noche. Un carabinero de franco, en su propio automóvil y con su arma particular, recoge a la víctima y persigue el vehículo de los criminales.
Intercepta un auto que sería el de éstos según la víctima. Bajándose arma en mano, conmina a la conductora y a su copiloto, también mujer, a que se identifiquen. Rehúsan. Luego la asaltada señala que no son ellas las culpables. El carabinero se excusa... ¿y aquí no ha pasado nada, salvo los méritos de un carabinero que hace caso omiso de su franco para arriesgar la vida persiguiendo un delito y protegiendo a la víctima? ¡Qué ocurrencia! La silenciosa copiloto era la fiscal de la Zona Sur. Denunció al carabinero por «amenazas con arma de fuego». Lo hizo la madrugada de los acontecimientos, 6 de abril, y no terminó el MISMO DIA y ya el carabinero estaba imputado por el Ministerio Público, y detenido sin derecho a libertad por haber sido «flagrante» (!) su «delito» (El Mercurio, 7 de abril).
¡Qué celeridad! ¡Cuánto la envidiarán las víctimas particulares que esperan semanas y meses —así el comerciante de San Bernardo asaltado en veintiún ocasiones, de quien ha informado recientemente la prensa— que los fiscales les den signos de existir! ¡Cómo se reirán los delincuentes VERDADEROS reiterados, cogidos con las manos en la masa, aun confesos, que salen de las audiencias de imputación libres cual pájaros!
El parte policial agrega que la víctima del asalto estaba ebria. ¡Cómo! ¿Y no quedó detenida? Fue lo único que faltó en esta tragicomedia. El policía encausado, por su parte, declaró que a él le habían dicho, y así lo pensaba, que era «carabinero las 24 horas». ¿Ve? No debería creer todo lo que le dicen.
La perfecta ignorancia. Un sacerdote, columnista de la revista Sábado, 5 de abril, critica a quienes “han usado la crisis como excusa perfecta para «reducir personal» sin necesidad de hacerlo, manteniendo ellos sus holgados sueldos”. Naturalmente, el lector desprevenido creerá que dichos sujetos tan malos obtienen algún beneficio al reducir personal en tiempo de crisis. Y es lógico suponerlo, ya que lo dice un columnista serio, eclesiástico por añadidura.
Pero no hay tal: reducir, despedir personal, cuesta al empresario lo mismo, exista o no exista la “excusa perfecta” de la crisis. A saber, le cuesta la indemnización señalada por la ley, y que es idéntica con o sin crisis .
En tiempos de ésta, como los actuales, se contrae la demanda de lo que el empresario produce —un 3,9% para el conjunto de nuestra economía el mes de febrero, el último conocido—, y por lo tanto necesita menos trabajadores... y despide. Con ello no se ahorra ningún gasto, al contrario, el pago de las indemnizaciones incrementa transitoriamente el desembolso. Pero así —en el mejor de los casos— el empresario equilibra costos e ingresos, no pierde capital y puede mantener la empresa y el empleo de quienes no son despedidos, incluidas las ganancias propias. Pero también, durante la crisis, las ve reducidas (si no desaparecen), y los ejecutivos sufren la rebaja de sus “holgados” sueldos. ¿No habrá leído u oído hablar el columnista, de estos hechos?
Todo ello se sabe sin necesidad de estudiar economía: sólo requiere un conocimiento básico de cómo trabajan las empresas. Pero este conocimiento mínimo no es usual entre los sacerdotes.
Golpe bajo. La misma columna, respecto de los mismos malvados, dice que “se les desinfló la soberbia que los hacía proclamar al Estado como un estorbo y... CRITICARLO PORQUE AHORRABA EXCEDENTES EN VEZ DE GASTARLOS”.
Esta ya es una directa intervención político-electoral, inadecuada en un miembro del clero, contra el candidato de la Concertación a la Presidencia, y ex Mandatario, quien tuvo la “soberbia” de decir y repetir precisamente eso, agregando el argumento de que el ahorro estatal implicaba el peligro de en definitiva dejarle aquellos dineros “a la Derecha”.
Cosas raras que se leen por ahí. Editorializa El Mercurio el 3 de abril sobre nuestro sistema escolar: “Se deben pedir a éste resultados mucho mejores, AUN CON INSUFICIENCIA DE RECURSOS”.
Difícil de entender una afirmación así. En Chile ya casi nadie deja de reconocer que la enseñanza gratuita —la que educa al 90% de nuestros niños y jóvenes— se financia mediante una subvención LA MITAD O MENOS DE LA MINIMA NECESARIA, con prohibición de cobrar nada más por impartirla. ¿De qué modo lograría “resultados mucho mejores”? Si el fisco contrata pavimentar un camino por la mitad de lo que realmente cuesta hacerlo, los resultados serán malos y... ¿podrían ser buenos?
Asimetría. El brillante autor de «Nuestros años verde olivo», habla el 26 de marzo de la “asimetría” inicial entre quienes (la izquierda) “respaldaron la recuperación de la democracia” y quienes (la derecha) “justificaron la represión”. Este reparto de papeles —«jovencitos» y «villanos»— en la película del regreso a la democracia puede ser aceptado o rechazado. Pero lo que verdaderamente le falta es un actor principalísimo: las Fuerzas Armadas. Pues no cabe discutir que ellas, en la Constitución de 1980, aceptaron un itinerario detallado, con fechas e hitos precisos, para volver al gobierno civil y la democracia plena, y que cumplieron ese itinerario sin cambiarle una coma. ¿Alguien les reconocerá ese mérito, antes de que lo haga la Historia?
Informe OCDE/Banco Mundial sobre enseñanza superior. Ha despertado emoción y generales alabanzas. Merece de inmediato —antes de que este columnista pueda comentarlo con mayor detenimiento—, dos prevenciones:
A) Su origen. Los organismos que lo emiten han sido muy negativos para nuestra educación, por su invariable e ignorante obsecuencia con las políticas de gobierno al respecto.
A la OCDE, por ejemplo, pertenece otro grueso informe o «revisión» de nuestras «políticas públicas», datado de 2003, y que es una vergüenza. Ocho «expertos» internacionales concluyeron entonces, según la Secretaría General de la OCDE, que desde 1990 Chile había sido “líder” de América Latina en el “mejoramiento de la calidad” de la enseñanza, generando un “significativo progreso” en el área. ¿Cómo? Mediante “una nueva estructura y contenidos curriculares”, “mejores textos escolares”, “actualización de la formación inicial docente”, etc. Maravillas éstas, y otras parecidas que omito, o completamente imaginarias, o de una realidad diminuta. Parecía que los expertos hubiesen visitado otro país.
¿Por qué sucedió esto? Simplemente porque los «expertos» se alimentaron casi en exclusiva de papeles que les proporcionó el ministerio. Su trabajo de terreno fue no pobre, sino indigente: visitaron un total de trece ¡TRECE! establecimientos básicos y medios. Así, “revisaron las políticas educacionales de Chile”.
Terminaban recomendándonos paciencia, porque estas panaceas demoraban en madurar... Llevaban entonces trece años “verdes”, y no han cambiado nada los cinco nuevos corridos.
El Banco Mundial, por su parte, ha financiado con préstamos (que tendremos, por supuesto, algún día que pagar) que suman decenas sino centenares de millones de dólares, «programas» del Ministerio de Educación que no han surtido NINGUN efecto, como las «novecientas escuelas» o P-900, los MECE y otros .
B) Su proposición «estrella». A saber, DUPLICAR el gasto público en educación superior. Esta es la causa de los aplausos recibidos... y que vienen, por supuesto, de quienes se beneficiarían con semejante maná. Sólo difieren en cómo repartirlo...
Acabamos de ver que el gasto público en educación básica y media es LA MITAD DEL MINIMO NECESARIO. Que el 90% de los niños y jóvenes chilenos debiera contentarse con estas migajas, al paso que los privilegiados de la educación superior doblaran sus recursos, sería —escuetamente— una inmoralidad, y es deber de todos rechazarla sin apelación.