Chile-Bolivia: Más «verdades verdaderas»
Gonzalo Vial
La semana pasada, comenté la acusación contra Chile formulada por Fidel Castro (y que corearon aquí algunos de sus admiradores), según la cual habríamos sido los chilenos —o nuestros «oligarcas»— los responsables e iniciadores de la guerra con Bolivia, el año 1879. Hice ver que fue Bolivia la culpable de esa guerra, y que Chile no la deseaba, ni lo preveía, y que por ello no estaba preparado para ella. Y que hicimos lo posible y lo imposible para que no ocurriera, y después para buscarle una salida honorable, la cual no prosperó por el empecinamiento boliviano. Advertí también que —desde entonces y hasta hoy— la política chilena respecto de Bolivia, y a su mar y territorio perdidos como consecuencia de la guerra que provocó, ha sido de nuestro país como tal, y no de su «oligarquía», ya que ésta hace setenta años que no nos gobierna.
Ahora quiero abordar la noción de que Chile (olvidándonos de los «oligarcas») le quitó a Bolivia —utilizando la fuerza de su victoria— el terreno y litoral cedidos por la paz de 1904, después de poseerlos veinte años conforme a la “tregua indefinida” de 1884. Esta tregua exigía un aviso de un año para que cualquiera de los dos países reiniciara la guerra. Y mientras no sucediera así, la parte de Bolivia que ocupábamos estaría sujeta “al régimen político y administrativo que establece la ley chilena”. Una virtual soberanía.
Caben sobre esto tres preguntas claves, cuyas respuestas, en conjunto, iluminan la «verdadera verdad» del mar que reivindica Bolivia. Aspiración digna y legítima (creo) del país del altiplano. Y que, siempre en mi criterio, resuelta positivamente beneficiaría no sólo a Bolivia, sino también a Chile. Pero no un DERECHO que tengan los vecinos.
Las preguntas referidas son: 1. ¿Por qué hubo veinte años de «tregua» hasta la paz de 1904? 2. Esta paz, ¿fue impuesta a Bolivia usando Chile la fuerza? 3. ¿Ha negado Chile a Bolivia, siempre, una razonable salida al mar?
Respuestas:
1. La larga tregua se debió a que tanto Chile como Bolivia planeaban que la segunda recibiese del primero, en compensación por el territorio ocupado —el cual así devendría definitivamente chileno—, las provincias peruanas de Tacna y Arica. Estábamos seguros de que en definitiva serían nuestras, por el plebiscito convenido al respecto con Perú, y cuya fecha máxima de celebración era 1893.
Llegó y pasó esa fecha sin plebiscito, pero Bolivia y Chile persistían en el propósito que expliqué, y lo solemnizaron con el Tratado de 18 de mayo de 1895, que veremos de inmediato.
¿Hicimos fuerza en la paz con Bolivia?
2. En 1904, la «fuerza» militar de Chile sobre Bolivia era teórica, ilusoria. ¿Ibamos a reanudar la guerra con un aviso previo de un año, para luego subir al altiplano buscando una victoria que impusiera la entrega jurídica de territorios que ya legítimamente administrábamos y gobernábamos como nuestros? La idea de que los soldados bolivianos, defendiendo su patria, fuesen fácilmente derrotables, era falsa, como lo comprobarían algunos años después los paraguayos en la Guerra del Chaco.
La auténtica «fuerza» de Chile la daba la posesión por veinte años de un territorio cuyas industrias y población ERAN ABRUMADORAMENTE CHILENAS, Y DESDE ANTES DE 1879.
Ya entonces, una vez ocupados esos territorios, Chile no podía devolverlos sin entregarlos, con su población, a la posible revancha y venganza bolivianas. No había gobernante nuestro que pudiese siquiera sugerirlo sin ser aplastado por la opinión pública.
Esta composición de lugar de 1879 era, por supuesto, la misma y centuplicada en 1904.
Fue Bolivia la que gestionó secretamente una paz sin mar, a partir de 1902. Se llegó (1903/904), siempre de modo reservado, a un texto de acuerdo prácticamente completo, que aprobaron el canciller (Claudio Pinilla) y el Presidente (José Manuel Pando) de Bolivia. Pero luego cambió el gobierno de nuestro vecino, y el NUEVO Mandatario (Ismael Montes) y el NUEVO canciller (Eliodoro Villazón) igualmente expresaron su conformidad, coronada por la ratificación parlamentaria.
Este es el origen del Tratado de 1904. Largas tratativas con dos gobiernos sucesivos de Bolivia y sus respectivos presidentes. Aprobación del Congreso altiplanense. ¿Presión, fuerza chilena?
¿Por qué renunció Bolivia al mar? Persiguiendo:
A) Compensaciones materiales de todo orden que Chile asumió, y que según un entendido sumaron siete millones de libras oro. B) Abrirse a concretas inversiones extranjeras, ya habladas, que ponían como requisito un país en paz, no en el limbo de una guerra «suspendida». C) Eliminar la cláusula de la «tregua indefinida», que daba a los productos chilenos libre entrada a Bolivia, SIN CANCELAR NINGUN IMPUESTO, NI AUN LOS MUNICIPALES. Como la industria del propio altiplano pagaba éstos, la competencia chilena le era ruinosa.
¿Se equivocaron los bolivianos cuando libremente prefirieron estas ventajas a conservar su antiguo litoral? Lo saben ellos mejor que nosotros. Pero «fuerza» chilena no hubo, sino iniciativa de la otra parte, que alcanzó éxito en los términos que ésta planteaba.
No sobra añadir que la paz de 1904 tuvo un fuerte lobby contrario EN CHILE: los «oligarcas» nacionales que exportaban a Bolivia, y que con la paz perderían (y perdieron) los sobredichos beneficios tributarios.
Oportunidades perdidas... ¿por culpa de quién?
3. Dos veces ambos países convinieron un acceso marítimo para Bolivia, y las dos veces no prosperó al no conformarse el vecino con lo firmado, pidiendo NUEVOS beneficios que no lograron nuestra conformidad.
A) En el ya mencionado pacto de 1895, Chile prometió ceder Tacna y Arica a Bolivia si las recibía del Perú. Y de no recibirlas, prometió cederle la caleta de Vitor u otra análoga. De todos modos, Bolivia salía al mar.
Mas, para que su Congreso ratificase el tratado, fue planteando una serie de exigencias adicionales, aceptadas parcialmente por Chile, y cuya solución «definitiva» se plasmó mediante TRES sucesivos protocolos aclaratorios. Ellos y el tratado deberían ratificarse conjuntamente en ambos congresos. Chile lo hizo y promulgó y publicó los documentos. El Parlamento boliviano también ratificó... mas agregando una NUEVA exigencia, que naturalmente no habíamos conocido ni menos aprobado. La ratificación común quedaba incompleta, y en consecuencia inválida (1896).
¿Por qué Bolivia tiraba tanto de la cuerda, y nosotros contemporizábamos? Por el mismo motivo: el conflicto chileno/argentino alrededor de la Puna de Atacama, que podía desembocar en guerra. Ante esa eventualidad la diplomacia argentina cortejaba el apoyo de Bolivia, dándole el arma para presionarnos.
Pero en 1898 el incordio de la Puna se solucionó pacíficamente, perdimos interés en el trajinado pacto de 1895 —nunca se ratificaría debidamente— y Bolivia perdió el puerto que tuviera en la mano. Se había pasado de lista.
B) El año 1975, el Presidente Pinochet convino en principio con su colega Hugo Banzer, de Bolivia, trocarle un corredor de 3.000 kilómetros cuadrados chilenos, hasta el Pacífico, por una similar superficie boliviana, limítrofe.
Se reanudaron las relaciones diplomáticas y el acuerdo fue simbolizado en «el abrazo de Charaña» (poblado boliviano del límite) Banzer/Pinochet (ver fotografía). Bolivia salía al mar.
Pero inmediatamente hará lo mismo que el año 1895: nuevas exigencias, dilatar la concreción de lo preconvenido, etc. En septiembre de 1977, los dos países convienen retomar las conversaciones designando representantes al efecto. Chile nombra los suyos; Bolivia, no. Pinochet escribe a Banzer dos cartas conciliatorias. No hay respuesta. Marzo de 1978: Bolivia rompe relaciones diplomáticas con Chile, sin expresar causa... a la verdad, sin ninguna causa.
¿Qué había sucedido? También lo de 1895: Argentina, al filo de la guerra con Chile por las islas del Beagle, cortejaba el apoyo de Bolivia. Esta (parece) apostó a esa guerra para mejorar la oferta de Charaña... y nuevamente perdió. Hoy es su bandera lo que entonces admitió y luego no quiso tomar.
Estas conductas han sido propias y soberanas suyas. Pero que no se diga que nunca le hemos hecho ofertas serias —tan serias, que de partida las aceptó— para volver al mar.