Vidal: a zapadores
Por Gonzalo Rojas Sánchez.
Puede ser una de las tres frases más reiteradas por los uniformados en los últimos años: "A la Alianza no le interesan los temas de Defensa". La repiten los militares en activo (en sordina) y la utilizan quejumbrosamente los oficiales en retiro (sin restricciones, ni de tono ni de volumen). Con la notable excepción de un Jorge Ulloa -y, quizás, de algún otro político aliancista-, es efectivo que a los opositores los asuntos de cuarteles y de fierros, de estrategias y de ascensos, los han tenido bien sin cuidado. Claro, si se entra a buscar las causas, no faltará quien afirme que mejor no involucrarse con los militares, porque son tema del pasado. Eso ya quedó clarito con la reforma constitucional que afectó la inamovilidad de los comandantes en jefe (a propósito: ¿qué dicen los grupos Tantauco sobre Defensa?).
Por eso mismo, a la Alianza le ha importado mucho que Vidal salga del megáfono, pero le ha interesado muy poco que invada Defensa. El ministro, que antes fue cadete, ya pasó por las labores de infantería. Le gustaban las trincheras: él mismo lo declaró, orgulloso. El fragor del combate -balas van, balas vienen- lo estimulaba. Herido con frecuencia, recibió varias veces cuidados maternales de la Presidenta; recuperado, volvía a la primera fila. Y métale bala.
Pero ahora llega el momento de trabajar en una tarea especial: la de los zapadores. Ellos son los soldados encargados de trabajar en obras de excavación: le abren trincheras a la infantería. Perfecto para un Vidal que en el Gobierno o en la televisión, en la universidad o en su partido, siempre ha concebido la vida pública como una guerra de posiciones. Lo aprendió casi 40 años atrás, cuando militaba en los grupos de autodefensa del Partido Nacional.
Éste es un buen año para la zapa; en realidad, es el único, el último que le queda, o sea que tiene que ser un buen año para la zapa.
Primero, los nuevos comandantes en jefe. A mediados de junio, la Armada; en marzo, junto con el cambio de gobierno, el Ejército. Ambas tareas serán motivo de un acucioso estudio por parte de Vidal. Por cierto que ésa es su tarea, pero también es efectivo que ya se conocen sus criterios sobre el Estado: todo para la izquierda.
Después, el análisis de la estructura del mando. Mucho mejor, para hacer zapa, un modelo a la española, con comandancias más coordinadas (debilitadas) en un estado mayor conjunto que ramas institucionales fuertes y con personalidad propia.
A la pasada, una miradita a los planes de formación de las escuelas matrices y de las academias de guerra porque, ya se sabe, no hay "progre" que mire con simpatía eso de los grandes diseños estratégicos (militarismo, militarismo, claman), y todos prefieren fuerzas solidarias con sus pueblos (necesitamos el Ejército de los chilenos, anuncian).
Y, por cierto, los temas sensibles (o sea, las cuestiones que te dan el dos por ciento que necesitas para ganar la próxima elección): homosexuales en los regimientos, templos para el culto sin denominación, vida afectiva y sexual sin limitaciones para los uniformados. Ya pues, que los milicos son muy anticuados.
¿Y sobre las platas? No, ahí sí que no. El ministro bien sabe que hubo un tiempo en el que, durante nuestro servicio militar, lanzábamos piñas por granadas, y un soldado estaba encargado de los efectos especiales: ¡puuuuuum!, tenía que gritar. Es que no había un peso bajo Frei Montalva.
Desde la Concertación, a la que sí le han interesado los temas de Defensa, se han escrito miles de páginas sobre estas materias. Mientras juega con sus mil 700 soldaditos de plomo, Vidal podrá preguntarse cómo hacer más modernas a las Fuerzas Armadas de Chile. Sí, mo-de-r-nas: modificarlas, debilitando reservas nacionales.
Primero, los nuevos comandantes en jefe. A mediados de junio, la Armada; en marzo, junto con el cambio de gobierno, el Ejército. Serán motivo de acucioso estudio por Vidal.