Sin título, no enseñarás ,
por Gonzalo Rojas Sánchez.
Fue en el Metro, en la línea 5. El sujeto iba sentado, leyendo un informe; a su lado, el pasajero de pie, curioso, le chupó toda la información que estaba disponible en el papel impreso: iniciativas del Colegio de Profesores para finales del año 2008. En el texto figuraban decenas de actividades, pero ni una sola de las consignadas se refería a lo propiamente educativo. Todas eran "gremiales", es decir, movilizaciones políticas.
El tipo era, claramente, un dirigente del Colegio de Profesores.
Quizás estuvo en la tribuna parlamentaria pocos días atrás presionando para que esos salvajes incivilizados que son los profesionales chilenos se alejen de las aulas a las que voluntariamente quieren acceder para mejorar el aprendizaje de los niños cautivos del Colegio.
Porque mientras el PC pide el fin a la exclusión en el Congreso, busca practicarla en uno de sus reductos favoritos y mejor consolidados, las salas de clases.
Miles de profesores chilenos, serios, esforzados, trabajadores, aguantan resignados que los represente esa cúpula de iluminados -oscurantista, más bien- que sabe perfectamente lo que le conviene al Colegio para perpetuar sus privilegios, justamente en detrimento de los genuinos maestros. Y la primera necesidad del Colegio es el aislamiento: no contaminarse por motivo alguno con otras realidades profesionales; no vaya a ser que al contacto con personas de otras formaciones, decenas de miles de profesores comprueben que pueden salir de sus variadas indigencias, que pueden aspirar a más.
Vamos a ser dramáticamente claros, aunque duela.
Todos los profesores chilenos necesitan mejorar su lenguaje y su presentación personal. El contacto con abogados y médicos, con arquitectos e ingenieros, con psicólogas y sociólogos, traería enormes beneficios en el desarrollo humano de los maestros. No más profes sshhilenos, descamisados y garabateros, que puedan sentirse a sus anchas... Porque ahora los van a comparar. Y no es cuestión de pesos, es de relaciones.
A muchos les vendría de maravilla tener en su departamento a un tipo que pueda hablar con gran seguridad de biología o de historia o de filosofía. Para los maestros, sería un lujo de capacitación en el día a día. Pero para el Colegio, esa presencia de profesionales serios se constituiría en un riesgo: esos entrometidos desvirtuarían cuanto lugar común, cuanta frase hecha, cuanto eslogan amarxistado se ha abierto paso en la nueva dogmática docente.
No se trata de orientación ideológica, sino simplemente de calidad de la enseñanza. Porque ¿habría muchos profesionales de la Historia que insistiesen en enseñar sandeces como que los españoles cometieron genocidio en Chile, o que el siglo XX comienza un 11 de septiembre de 1973? ¿O filósofos que enseñaran a Nietzsche sin ponderar sus riesgos para el adolescente? ¿O biólogos que difundieran sin matices nuestra supuesta igualdad con los primates?
Claro, con profesionales rigurosos, se pone pesada la pista para el coleguita del curso paralelo, acostumbrado a repetir banalidades de almanaque y falsedades de cartilla.
Y para rematar lo anterior, la autoestima. ¿Habrá grupo humano al que le cueste más ponderar positivamente sus propios méritos que a los profesores? El problema es que si llegan a su lado miles de profesionales que sí se sienten realizados, los maestros pueden entrar en crisis. Mejor es mantenerlos en su autocompasión que verlos incentivados al mejoramiento, piensan en el Colegio.
Un estremecimiento final recorre a sus dirigentes: ¿Y si, además, los profesionales decidieran hacer cursos y se titularan? Ah, no, ahí sí que sería la debacle total. Esto hay que impedirlo de raíz.
Nota de la Redacción:
Esta columna ha sido tomada de Diario El Mercurio porque la consideramos un aporte para la mejoría de un magisterio educacional que en manos de los rojos ha desdibujado la labor formativa de los maestros para con las generaciones que deben tomar el poder como relevos.
Cipayos y corifeos zurdos se han tirado sobre las columnas de este brillante historiador, periodista y abogado, nos imaginamos tratando de acallarlo por el mismo metodo que usaron para aburrir a Hermógemnes Perez de Arce, esperamos que Don Gonzalo no ceda, la lucha que queda por dar es inmensa.