Recientemente han salido a la luz pública nuevas irregularidades con algunos planes de empleo dependientes del Ministerio del Trabajo. También se cuestionan supuestas anomalías en el uso de fondos de la División de Organizaciones Sociales (DOS), entidad dependiente del Ministerio Secretaría General de Gobierno. Como ya hemos perdido la capacidad de sorprendernos, son sólo algunos miles de millones de pesos.
Ya sabíamos de algunos problemillas con unos fondos para el sida en la DOS. Esta división es dirigida por el historiador Francisco Estévez. En su currículo destaca su participación en la ONG Fundación Ideas. En esa organización, Estévez saltó a la fama asumiendo la defensa de los grafiteros que, como ciudadanos chilenos, expresaron su inquietud artística pintando un monumento inca en Cusco. Un verdadero ejemplo para nuestros jóvenes. Imagino que esto habrá sido un antecedente a la hora de evaluar lo que serían las futuras responsabilidades del director Estévez en el Ministerio Secretaría General de Gobierno. Precisamente uno de los cuatro objetivos de la DOS es “facilitar la expresión de necesidades ciudadanas”. Al parecer, los chiquillos necesitaban expresarse.
El viernes pasado el ministro Vidal, ante las denuncias respecto del caso DOS, haciendo gala de su papel de rottweiler de La Moneda, volvió a ladrar: “El Gobierno está hasta más arriba de la coronilla de ineptitudes e ineficiencia, por eso les coloqué el caso de mi ministerio. O me responden a las tres de la tarde del lunes o se van”. Aunque me temo que algunos casos no necesariamente son “ineptitudes e ineficiencias”, muchos chilenos no podríamos estar más de acuerdo con el diagnóstico del vocero Vidal.
El día lunes el ministro, cumpliendo con su promesa, citó a la prensa. Eran las tres de la tarde. Había expectación en La Moneda. Vidal sube al podio e inicia el round: “Yo les dije el viernes que hoy iba a responder”. Nos cuenta, con tono asertivo, que le envió un oficio al contralor el día viernes, a las 20:00. Enseguida agrega: “He hablado hoy con el contralor, me ha dicho informalmente que acusó recibo del oficio, que me mandará respuesta positiva”. Cuesta imaginar al contralor prometiendo una “respuesta positiva”. Ahora es el turno de los periodistas. Frente a las primeras cuatro preguntas, Vidal siempre inicia sus respuestas con un “yo creo…”. En la quinta pregunta, consultado por la calidad de las explicaciones de Estévez, contesta: “Para mí es un avance”.
En las intervenciones del vocero de gobierno la primera persona singular aparece reiteradamente. Su protagonismo ha sido demasiado notorio. En vez de hablar de la posición del gobierno, habla de su posición. Esta estrategia no es una buena señal de gobernabilidad. A lo menos refleja cierta descoordinación interna del gabinete. De hecho, ese mismo lunes, Vidal desmintió a José Pablo Arellano y al día siguiente aparecieron los ministros de Interior y Defensa apoyándolo. Sólo imagine los entretelones internos a causa de la visita de Pérez Yoma y Velasco a la casa del candidato Piñera.
Y cuando se aprobó la Ley General de Educación, Vidal, presa una vez más de su incontinencia verbal, declaró: “creo que es re bueno [sic] para el país derogar una ley que se hizo, ¿saben cuándo? El 10 de marzo de 1990, 24 horas antes de que el «caballero» se fuera de aquí ... es súper positivo [sic] que una ley de Pinochet pueda ser derogada con los votos de los pinochetistas, estupendo”. Imagino que todo ministro algo sabe de la historia de su cargo. En el año 1976 se le otorga la calidad de ministerio a la Secretaría General de Gobierno. Vidal es ministro gracias al Decreto Ley 1.385 de la Junta Militar. No vaya alguien a concluir que sería “re bueno para el país que otra ley del caballero sea derogada”. Así no tendríamos un ministro vocero
Los economistas dieron en llamar "flotación sucia" a ese recurso por el cual el Estado mediante políticas monetarias dirigistas, interviene en el mercado de divisas para establecer el precio de las monedas.
El término, tal vez surge como contraposición al de la flotación limpia en el que el valor de las monedas se determina como consecuencia del libre juego de la oferta y demanda.
En nuestro país las políticas intervencionistas gozan de gran apoyo popular no solo en la sociedad sino también en los ámbitos académicos, como así también en la base ideológica de la partidocracia local. El afán por controlarlo todo, fundamentalmente las variables económicas, también ha triunfado en esto del mercado de divisas.
Nuestro país regresó a esto de la flotación sucia desde que se retiro abruptamente del nefasto régimen de convertibilidad con el que convivimos por años. Ese sistema proponía otra forma de dirigismo estatal estableciendo un tipo de cambio fijo.
Nuestros economistas, siempre han tenido especial devoción por esta forma de controlar la economía. Son patológicamente desconfiados del mercado. Pretenden manejar esta variable, que entienden, estratégica. Incluso, ampulosamente, llaman "política cambiaria", y hasta "política económica" a esto de determinar el valor de las divisas.
Es que manipular el valor de la moneda propia y por lo tanto su valor relativo expresado en otras monedas extranjeras siempre ha sido el recurso más fácil para intentar resolver cuestiones de fondo. Es el camino mas corto. No precisamente el adecuado.
Muchos argentinos compraron la idea de que un "dólar alto" nos hace competitivos, convirtiéndonos rápidamente en exportadores, con una balanza comercial favorable que permite ingresar divisas.
Suena mágico. Es como ponerse tacos para poder mirar desde un lugar mas elevado. Dólar alto y de pronto somos eficientes, competitivos. Vaya falacia. No lo somos, solo hemos creado escenarios artificiales que consiguen efectos tan inexistentes como efímeros en base a una deformación de la realidad.
Uno de los mayores daños que genera, es que ni bien creemos que somos competitivos, asumimos que ese "dólar alto" es derecho adquirido, que no debemos mejorar nada de nuestras estructuras de costos, que tenemos una productividad extraordinaria, cuando en realidad no solo no lo es, sino que descansa en esta artificial herramienta.
La intervención estatal en el mercado cambiario, como en cualquier otro, no hace más que distorsionar el sistema de precios y quitarnos la brújula, los parámetros de una mejor asignación de recursos.
Los supuestos efectos bondadosos parecen evidentes, pero es el mismo gobierno quien se ocupa de minimizar la inmensa cantidad de efectos negativos que en forma más que proporcional debe pagar la sociedad como precio para lograr tener en pie esa mentira.
El final es predecible. Ningún artificio económico se puede sostener indefinidamente. Cae por su propio peso. Además el resto de las variables se ocupan de encontrar mecanismos de sinceramiento automático, que lamentablemente, y aunque no se deseen sus efectos, hacen daño a su paso.
El gobierno, apelando a su originalidad, poniendo el sello propio de nuestra ya prestigiosa capacidad creativa, ha encontrado nuevas formas de explotar al máximo esta maquina de destrucción que ha sido y es la política cambiaria.
En estas semanas, se ha convertido en la nueva herramienta de sometimiento a los que piensan diferente. El campo asiste hoy a la caída libre del precio de la divisa norteamericana expresada en pesos. Nueva forma de amedrentar y mostrar quien tiene la manija. Otra muestra más de la provocadora e impune detentación de poder.
En alguna oficina publica se esta decidiendo hasta cuando se dejara caer el dólar y cuando se retomara la senda del precio que precisan para que sus números mágicos cierren y la caja oficial este suficientemente satisfecha.
Han "hecho caja" durante algún tiempo, han ahorrado artificialmente y se pueden tomar un respiro. Entienden que algo de manipulación cambiaria es la medicina que le falta al campo para terminar de arrodillarse, aceptando su derrota en esta confrontación.
Hay que decirlo con todas las letras. Esta forma de manejar la economía conlleva una cuota de inmoralidad superlativa. No ahora, sino siempre. El fantasma de la corrupción merodea toda la escena. Alguien decide el precio de una mercadería, en este caso el dólar. Esa persona, o conjunto de ellas, sentados en algún despacho, atribuyéndose un poder que la Constitución no les confiere en párrafo alguno, deciden no solo sobre el destino de cada uno de nosotros, sino también, sobre las fortunas de muchos individuos.
Es que aquel que sabe cuando va a bajar y cuando va a subir, el que decide el valor de la divisa, es como el que sabe el número del billete ganador de la lotería. Solo debe saber cuando comprarlo y ese dato lo tiene al alcance de la mano, porque el mismo lo define.
Demasiado poder concentrado en pocas manos. Mas de lo que los constituyentes previeron para nuestros gobernantes. Creemos ingenuamente que detrás de las famosas políticas activas, de los "siempre dispuestos" defensores del rol del Estado, existen solo bien intencionados hombres. El poder no debe estar concentrado en pocas manos. Decía Lord Acton "El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente"
El Estado no solo no puede intervenir en la economía porque genera inevitablemente un daño superior al que pretende evitar. Su participación como presunto mejor administrador de los recursos solo muestra más ineficiencia que la que supone corregir.
No solo no puede, sino que no debe intervenir. Su participación es espuria. Solo logra corrupción, esa que no existiría de no mediar su arbitraria intervención.
La historia argentina esta plagada de este recurso técnico de la flotación sucia. Esta vez no solo se la ha utilizado como tal, sino además como moderna herramienta para amedrentar. Encima sigue merodeando el fantasma de la corrupción, sospecha que se sustenta en que alguien ya sabe hasta cuando va a bajar y sabe cuando y hasta cuanto volverá a subir. Después de todo el nombre de flotación sucia le queda bastante bien. Solo se puede decir que esta vez es "demasiado" sucia.
Alberto Medina Méndez
Corrientes – Corrientes - Argentina
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