La columna anterior terminaba con este párrafo: “Mientras tanto, sigue funcionando al máximo la «máquina» que entrena para dar la PSU. Merece otra columna entender cómo funciona y por qué impide cualquier mejoría de la prueba”.
1. El fundamento y razón de la máquina. Reside en que el programa oficial y obligatorio del Estado para la enseñanza media, bautizado como «Contenidos Mínimos Obligatorios», es imposible de enseñar por profesores normales a alumnos normales en establecimientos normales y en años normales de educación de ese nivel. ¿Por qué? Porque se halla inflado hasta lo inverosímil con toda clase de materias prescindibles, o superfluas, o aun ridículas. Así, ningún CMO se pasa bien, en ningún año, y muchos CMO ni siquiera se pasan. PERO CUALQUIERA DE ESOS CMO MAL PASADOS O NO PASADOS PUEDE DAR ORIGEN A UNA PREGUNTA DE LA PSU.
Luego, el estudiante debe «adivinar» de cuáles CMO van a salir dichas preguntas, y estudiarlos exclusivamente, pues estudiarlos TODOS es imposible. Y también es imposible que el estudiante en cuestión «adivine» él mismo una cosa así, tan decisiva para su futuro. Adivinan los «expertos».
Los «expertos» son personas que predicen los campos de donde vendrán las preguntas de la PSU, o los tipos de preguntas probables, o incluso las preguntas mismas. ¿De dónde, este don profético? De analizar pruebas anteriores, de conocer la mentalidad de quienes discurren anualmente las preguntas, de sondear a estos mismos con algún grado de confianza y/o amistad... en fin, las posibilidades de iluminación para los «expertos» son infinitas: por eso son «expertos».
Ellos manejan los «preuniversitarios». Algunos de éstos son internos de los establecimientos escolares más poderosos, otros externos, de mayor o menor fama (y precio), según los respectivos poderes adivinatorios. Algunos, empresas gigantescas; otros, llaneros solitarios. Se llega al extremo de que hay preuniversitarios filiales de las universidades o relacionados con éstas, comprendida aquélla en cuyo seno se confecciona la PSU, la cual además VENDE materiales relacionados con la prueba que ella misma decidirá y tomará... Hay además «manuales» (carísimos) para preparar la prueba, también relacionados con las universidades. Y todo esto es un río de dinero, de negociazos, negocios y negocitos, que fluye majestuosamente de los bolsillos capaces de pagar por estas visiones proféticas de la PSU que se acerca... Porque, eso sí, TODOS los preuniversitarios y sus «productos» son, de una u otra manera, pagados.
El tráfico de preparar la PSU ha remplazado completamente el cuarto año medio, y a parte del tercero. Ya hay colegios que comienzan la «adivinación» desde años aún anteriores... ¡incluso desde el primero de ese nivel!
2. No tocar el negocio. Es por esta red de intereses creados que la PSU no puede ser tocada ni con el pétalo de una rosa. Nada debe alterar el arcano de sus materias y preguntas. Nadie sabe quiénes proponen y/o deciden las preguntas, ni cómo se calibra su competencia y ética. Nadie evalúa externamente la prueba, e internamente —en el organismo que la prepara— los evaluadores son... los mismos que la confeccionan. Ha habido una sola evaluación externa, hace algunos años, pero ésta ha sido mantenida en el más riguroso e inamovible secreto (una señal de «transparencia», sin duda), hasta el punto que académicos destacados que han querido conocerla han debido pedirlo a los tribunales...
3. Un facsímil de muestra. Este año han sido publicados facsímiles de PSU reales y (en lo que puedo entender de ellos), verdaderamente me producen espanto. Por ejemplo, la prueba de «lenguaje y comunicación» (ex castellano) que reprodujo El Mercurio, algún día de mayo. Está llena de pedanterías lingüísticas. Las preguntas exigen saber si los fragmentos literarios presentados a los infelices alumnos son míticos, maravillosos, oníricos, legendarios, cotidianos, dialógicos, expositivos, persuasivos, argumentativos, acotaciones, analógicos, estereotipos, hipérbatones, epítetos, hipérboles, intertextuales, parodias, etc., etc.
¿Para qué sirve este río de pedanterías? ¿Qué aplicación práctica van a tener en la vida del alumno? ¿Cómo, aun, le servirían para apreciar la belleza literaria? ¿Cuántos minutos se demorará en olvidar la sarta completa, una vez rendida la PSU?
Lo más increíble de este facsímil, y que demuestra hasta qué nivel ha caído su control interno, es la presencia vergonzosa de faltas a la sintaxis, tanto en los textos que se proponen a los alumnos, como en LAS PREGUNTAS que se les hacen alrededor de esos textos. Ejemplos:
-«UN EQUIPO de científicos de la Universidad de Princeton... EXPLORARON con telescopios...»
-«SEÑALAR la intención objetiva de los publicistas POR QUERER LLEGAR a un público privilegiado».
-«LO RIDICULO QUE PUEDEN LLEGAR A SER LAS PERSONAS...»
-«EL PERIODO transcurrido desde el Big Bang... SON las llamadas “edades oscuras”...»
Con razón la prueba ya no es de castellano. ¿No habrá algún profesor de este idioma en la Universidad de Chile que corrija gazapos tan enormes? Sólo una prueba monopólica sobre un temario ignoto e incomprensible puede hacerse con tal desprecio por quienes la rinden.
4. La perfecta inercia. La reacción debiera haber partido del responsable de la PSU... el Consejo de Rectores. Pero este organismo no hace ni hará absolutamente nada, por dos motivos:
a) Porque sigue arrogándose la representación de la enseñanza superior, aunque un 50% de los alumnos de ésta se encuentra en planteles que no pertenecen al Consejo.Y
b) Porque las universidades del Consejo son las que reciben cuantiosos aportes anuales «a fondo perdido» del fisco, para el bolsillo, sin necesidad de rendir cuentas ni de emplear esos recursos en programas específicos. Carecen, pues —hecho fatal, independiente de los méritos de quienes las dirijan— de independencia frente al Estado. El cual —vía la ministra de Educación de la época— les impuso el 2002 la PSU de una manera que entonces resumió así el respectivo titular de El Mercurio: “El límite a la autonomía, las platas fiscales. (La ministra) no está dispuesta a ceder. Dejará «amarrada» la reforma curricular (los CMO) a la nueva prueba de selección (la actual PSU), la pondrá en marcha en 2003 y el plantel que quiera aporte estatal no podrá tener otro sistema” (2 de mayo de 2002).
El Consejo sabía muy bien las falencias de la nueva prueba. Pero calló y cedió. El ministerio se dio su «gustito»... con los resultados que conocemos. Ahora el Consejo de Rectores sabe igualmente bien que la PSU ha tocado fondo, en perjuicio gravísimo de los egresados de enseñanza media pobres. Pero continúa callando.
El año 2007—anticipó entonces su presidente— sería de “profunda reforma a la educación superior” (La Segunda, 16 de marzo de 2007). No pasó nada... no pasa nada.
A fines de aquel mismo año, al conocerse los resultados de la última prueba —y el golpe directo que propinaba a los estudiantes sin recursos para pagar por «adivinarla»— editorializó El Mercurio: “Revertir la desigualdad que reflejan los resultados de la PSU es POSIBLE y APREMIANTE, pero requiere decisión política ... enfrentar los grupos de interés” (23 de diciembre). Parece que no hubo esa decisión. ¿Y qué grupos de interés serían ésos?
Las universidades del Consejo empiezan a hacer lo que se les da la gana con la PSU. La Universidad Católica afirma que el 2015 la tercera parte de sus plazas provendrá del College que funcionará a partir de 2009 (El Mercurio de ayer)... y esto, diga lo que diga aquella prueba.
El único que puede tomar una iniciativa real para poner fin al escándalo —teniendo en cuenta el estado catatónico del Consejo— es el Ministerio de Educación. Pero desde 2003 sabe que los CMO, su creatura, la raíz venenosa de la discriminación, son insensatos e imposibles de pasar íntegros. Sin embargo, nada ha hecho para corregirlos. Aun más, ahora propugna que la mitad del AFI (Aporte Fiscal Indirecto) pondere las notas de enseñanza media del alumno, y no su puntaje de PSU. ¿Qué mejor confesión de que ésta discrimina? ¿Y contra quién será? ¿Contra los alumnos de colegios pagados?
Pero la PSU, en la cual nadie cree, seguirá. No matar a la gallinita de los huevos de oro, ésa es la consigna.