El gobierno norteamericano anuncio un plan de salvataje de las instituciones financieras que consiste básicamente en reemplazar en el balance de los bancos, activos cuyo valor hoy día es muy difícil de calcular, por bonos del tesoro. Es decir, el gobierno se hace cargo del problema de las deudas “tóxicas” y, como contraparte, permite limpiar el balance de las instituciones financieras. La idea fundamental detrás del plan es restituir la confianza entre los bancos.
Se entiende que parte importante del problema actual no son las pérdidas producidas por la crisis sub-prime, sino que la dificultad para identificar la cuantía de dichas pérdidas en los balances de las instituciones financieras. De manera que si el gobierno norteamericano puede ayudar a restaurar la confianza, puede también contribuir a solucionar gran parte del problema.
Como el gobierno de EE.UU. es percibido, todavía, como una institución sólida, los bonos del tesoro son un activo confiable de precio conocido, de manera que, al sustituir créditos de valor indeterminado por bonos del tesoro en los activos de los bancos, la incertidumbre debiera disminuir significativamente y el mercado de préstamos debiera comenzar a fluir nuevamente.
El monto estimado de la compra de activos por parte del gobierno de Estados Unidos hasta ahora es de US$ 700 mil millones. Eso no significa que la pérdida para los contribuyentes norteamericanos sea de esa magnitud. Como el gobierno se queda con los activos de los bancos, el monto final de las pérdidas es desconocido y dependerá de cuánta plata se pueda recuperar de dichos créditos.
La reacción de algunos, sobre todo de las bolsas mundiales la semana pasada, respecto de la intervención, asume que, cual hada madrina, el gobierno de EE.UU. tocó el mercado financiero con su varita mágica y solucionó todos los problemas. Lamentablemente, esa antigua premisa de la física que nos enseñan a todos en el colegio, “nada se pierde, todo se transforma”, no es aplicable a la economía. Los hombres somos capaces de crear y destruir riqueza, no sólo de traspasarla de unas manos a otras.
El desarrollo del mercado financiero ha permitido crear bienestar adicional para millones de personas en el mundo, los problemas que está enfrentando esta industria en la actualidad tienen la capacidad de hacernos más pobres a todos. Una cosa es ayudar a restaurar la confianza de manera de evitar el colapso del mercado de capitales, otra muy distinta es que los problemas que comenzaron con las hipotecas sub-prime, y que se han expandido al sistema financiero global, no vayan a tener repercusiones en el resto de la economía. La base de capital de los bancos está muy mermada y, por lo mismo, las posibilidades que tienen estos de otorgar créditos para consumo e inversión también lo están.
Adicionalmente, las expectativas de los consumidores y empresarios están muy bajas en todo el mundo, de manera que la probabilidad de que ellos decidan emprender nuevos proyectos o expandir su gasto, aunque alguien estuviera dispuesto a prestarles la plata, es también baja. Todo indica que la economía mundial crecerá el próximo año a un ritmo sustancialmente menor al que lo ha hecho en los últimos años, incluso menos al de este año. Las repercusiones de esta desaceleración en el crecimiento se van a hacer sentir en todo el planeta, no sólo en EE.UU. o los países desarrollados. Las películas de hadas siempre tienen un final feliz, en el mundo real lamentablemente no siempre es así.
Margarita María Errázuriz
Después de varios días de celebración de las Fiestas Patrias, éste puede ser el momento para pensar en el aporte que en la actualidad estamos haciendo a la generación de una cultura nacional y a nuestra identidad como país. Cuesta explicarse la emoción y el sentimiento patriótico de estos días desvinculados de nuestro compromiso actual como chilenos.
Mis ganas de entender qué estamos aportando a nuestra unidad como país surgen luego de celebrar y gozar estas fiestas en medio del recuerdo de tradiciones y costumbres llenas de riqueza, las que tan bien expresa esa copla: “Mi abuela bailó sirilla, mi abuelo el fandango doble. Mi tía la pericona y mi padrino el redoble...”. Tanta historia me llama a reflexionar sobre qué nos anima ahora como sociedad, qué estamos agregando al carácter chileno. El alma de Chile se forja día a día, es un continuo que nos lleva del pasado al presente, y de nosotros quedará un legado; más de una frase se dirá de nuestra época.
La modernidad no le hace ningún favor al espíritu patrio. Por un lado, las tradiciones pierden significado con el pasar del tiempo, lo que creemos moderno nos trae otras inquietudes, y, por otro, la política, que tiene la función de ordenar nuestra vida ciudadana y proyectarnos al futuro —por tanto, es el eje central en torno al cual se constituye país—, nos llena de conflictos.
Nuestras tradiciones se remontan a un mundo rural tan lejano a nuestro presente urbano, que, especialmente para los más jóvenes, es difícil reconocerse en ellas. Por algo en las fondas, luego de las primeras cuecas, la salsa y la cumbia están a la orden del día. Por mi parte, tengo la impresión de que en esas épocas nuestro ancho y largo territorio era vital en cuanto a amor patrio se refiere. Hemos conocido las costumbres de todos los rincones de Chile a través de tonadas y bailes que expresan con fuerza ese sentimiento.
Por otra parte, entre el individualismo y la globalización, el país como referente para las personas es el jamón del sándwich. La mirada privilegia los intereses personales y se siente atraída por el acontecer mundial. Con frecuencia se oye decir “somos ciudadanos del mundo”. En esas condiciones, las personas se centran en lo privado y a tientas buscan sumarse a una visión global, que todavía les es ajena.
Tampoco fortalecen el alma de Chile nuestros conflictos con la política. Nuestras relaciones con esta actividad nos hacen perder de vista los intereses nacionales. Me atrevo a afirmar que hoy la pertenencia se define más por la identidad con las coaliciones políticas que con el país, en desmedro de una postura que privilegie un carácter unitario. Para muchos, importa más el resultado obtenido por su coalición que el beneficio de Chile. Para otros tantos, no tiene sentido vincularse con su actividad debido a que estiman que la política no es capaz de resolverles sus problemas o porque sienten rechazo frente a la permanente confrontación de sus actores. Tanto la identidad con las coaliciones como el rechazo a la política no ayudan a fortalecer el espíritu patrio.
Teniendo presente aquello que debilita nuestra identificación con el país, un breve recuento de nuestros logros subraya valores que nos fortalecen. Son muchos los hechos singulares que podemos mostrar: la transición de la dictadura a la democracia, sin confrontación, y el haber sido capaces de seguir avanzando en lo económico a partir de lo logrado por el gobierno militar, lo que habla de una sabiduría que nos tiene que enorgullecer; la disminución de la pobreza en tiempos relativamente breves y los trabajos voluntarios de los jóvenes, que son modelos de solidaridad que se replican en la región. Estos avances destacan nuestra capacidad de acción y los valores que nos mueven.
Tal vez tenga que transcurrir más tiempo para expresar estos alcances en ideas fuerza que adquieran una particular connotación nacional y puedan ser parte de nuestras celebraciones. Pero ciertamente con ellos estamos expresando nuestro espíritu y enriqueciendo nuestra identidad nacional; nos llaman a un mayor compromiso patrio.
Sarah y Trig
Joaquín García-Huidobro Correa.
Yo no sé si Sarah Palin será la próxima Vicepresidenta de los EE.UU. Si llega a serlo, ignoro si lo hará bien. Sin embargo, con lo que ha sucedido en estos días ya basta para sacar algunas conclusiones, como, por ejemplo, el hecho de que una persona normal pueda hacer cosas significativas sin dejar de ser normal. Cuando uno ve tanta gente que sacrifica la familia para progresar en la política, la empresa o el arte, lo de Palin tiene mérito.
Pero hay otro hecho que merece ser considerado. Como se sabe, Trig, su hijo menor, padece de síndrome de Down. ¿Es esto algo tan extraordinario? Todos tenemos estos niños en nuestras familias y las de nuestros amigos; sin embargo, en el llamado Primer Mundo estos pequeños son una especie en extinción, que, a diferencia de ballenas y huemules, no está protegida por la ley.
La combinación entre diagnóstico prenatal y leyes de aborto ha resultado letal. De hecho, cada vez es menos frecuente toparse con niños Down en las calles de determinados países económicamente desarrollados (en España sólo nace un 5% de ellos). Quienes ordenan su muerte están convencidos de que no hay otra salida, pues ésas son vidas que no merecen ser vividas y a los padres y médicos les corresponde el penoso deber de ponerles fin. A veces se nos olvida que, aunque los nazis fueron derrotados en el campo de batalla, dejaron muchas herencias perversas, entre ellas la idea de “vidas sin valor”. ¿“Sin valor” los niños Down? No es lo que piensan mis amigos y parientes que tienen a una de esas personas en su familia. Pasado el impacto inicial, ellos han comenzado a descubrir que la llegada de un niño Down genera un cambio importante. Un cambio positivo.
Cada familia es distinta, pero, en términos amplios, podría decirse que se produce una creciente humanización: los hijos se vuelven más solidarios, aprenden a escuchar y a tener más paciencia, pues uno de ellos va a un ritmo distinto; los maridos se dan cuenta de que el trabajo, aunque importante, no es todo; las mujeres perciben que quizá eran un poco frívolas.
Los niños Down tienen la sorprendente virtud de sacar a luz lo mejor de los que están a su alrededor. Nos recuerdan que lo que hace al hombre no son factores externos, como su valoración en el mercado o sus aptitudes intelectuales, que el hombre no tiene precio, sino dignidad, y que esa dignidad es inseparable del hecho de pertenecer a la especie humana.
En el 60o aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Sarah y Trig nos recuerdan una idea que está en el artículo 6 y que constituye su fundamento: todos tienen el derecho a ser reconocidos como personas por la ley.
(*) Director de Estudios de la Universidad de Los Andes, Doctor en Filosofía de la Universidad de Navarra y Abogado con estudios en Chile y el exterior.