Los seres humanos no hemos encontrado todavía una forma segura de proteger nuestra riqueza, en el sentido de ser capaces de atesorarla garantizando que ésta no pierda valor en el tiempo. A raíz de la crisis financiera mundial y de la caída generalizada de los precios de las acciones y otros activos financieros, esta cuestión ha tomado particular relevancia en los últimos meses.
No es poca la gente que en los últimos meses ha visto esfumarse parte importante de sus ahorros. Desde los trabajadores afiliados a las AFP, hasta los dueños de las grandes fortunas de este país, han visto desaparecer entre un 30% y un 50% de sus patrimonios. Por supuesto, siempre están los “winners”. Aquellos que alardean que a ellos no les ha pasado lo que a los demás. En este caso, ellos aseguran que no han perdido nada o muy poco de la plata que tenían ahorrada.
Pero no se amargue. Probablemente su amigo winner (todos tenemos uno) ni siquiera sabe cuánto ha perdido. Por ejemplo, están aquellos que tienen su plata en los llamados fondos mutuos garantizados. Bueno, en la mayoría de ellos la garantía cubre sólo el capital nominal descontado de las comisiones, que son bastante suculentas. Es decir, con la inflación de casi diez por ciento que hemos tenido en el último año, y comisiones de administración que en su mayoría oscilan entre 4% y 6% al año, le aseguro que como mínimo la pérdida patrimonial de los aportantes de dichos fondos debe andar entre 13% y 15% en los últimos doce meses.
Están también los visionarios, que vieron venir la crisis y vendieron las acciones antes que cayeran. Pregúnteles a ellos si también le apuntaron a que el tipo de cambio subiría 40% en cinco meses. De lo contrario, su patrimonio se podrá haber salvado de la caída en la bolsa, pero medido en dólares igual vale 40% menos que cuando el tipo de cambio era de 430 pesos. Los winners conservadores o incrédulos, aquellos que pregonan que la única forma segura de inversión es el oro, están muy de moda en estos días a raíz de la quiebra de Lehman Brothers y la desconfianza que esta situación ha creado sobre todo el sistema financiero. Pero de más está decir que el oro no paga intereses y que a través de los años ha mostrado ser un refugio sólo parcial contra la inflación. Es cierto que en los últimos dos o tres años el oro ha sido una buena inversión, pero en los últimos diez, veinte o treinta años, mantener oro ha sido una forma segura de erosionar su riqueza. Incluso en medio de esta crisis financiera el precio del oro en los últimos tres meses ha descendido cerca de 30%. En una categoría similar a la anterior podríamos ubicar a los winners ecológicos, aquellos para los que la tierra es la única forma de inversión segura.
En Chile son también abundantes las personas que señalan enfáticamente que el único modo seguro de ahorrar es manteniendo dólares; si es en billetes, tanto mejor. A éstos los podríamos denominar los winners ochenteros. Los denomino así porque su estrategia de inversión está muy marcada por la devaluación de principios de los ochenta. En ese entonces por algunos años el tipo de cambio estuvo fijo en 39 pesos y las autoridades aseguraban que permanecería así para siempre. Al poco tiempo a raíz de la crisis de la deuda externa que sacudió a toda Latinoamérica, el tipo de cambio había subido por sobre los cien pesos. Quienes nunca creyeron en el tipo de cambio fijo y mantuvieron sus dólares durante el período de fijación cambiaria hicieron grandes ganancias y trasformaron la tenencia de dólares en una especie de religión. Y quienes creyeron en el tipo de cambio fijo hicieron grandes pérdidas y también adhirieron al mismo credo.
Pero el peor de todos los winners es el agnóstico. Este es el que no cree en ningún activo en particular, pero asegura que es capaz de comprar barato y vender caro toda clase de activos. Usted se dará cuenta de las inmensas fortunas que se podrían lograr en un plazo muy corto si alguien de verdad tuviera dicha habilidad. Así que si tiene un amigo que cree estar en esta categoría, pero no tiene yate, ni se moviliza en helicóptero, ni veranea en una villa en Toscaza, no le crea.
La verdad es que podríamos seguir por mucho rato con esta clasificación y hasta escribir un libro con ella. Pero para efectos de esta columna me gustaría terminar aquí tal como empecé. No se ha inventado una forma práctica de asegurar que nuestros ahorros estén libres de todo riesgo. La mejor prueba de ello es que en medio de una de las mayores crisis económicas de la historia de EE.UU., los bonos emitidos por el Tesoro de ese país han sido el refugio preferido de los inversionistas de todo el mundo. Mientras no descubramos una fórmula para inmunizar, o blindar como diría nuestro ministro de Hacienda, nuestro patrimonio, la vieja fórmula de no poner todos los huevos en una misma canasta sigue siendo para mí la forma más segura de ahorrar.