Con temeraria precipitación calificó de “mujeriego” a Domingo Faustino Sarmiento un crítico periodista que ha llevado –según él- la rotativa, al Maipo donde concreta un programa inusual hasta ahora. La imprudente afirmación la hizo en forma “descolgada” puesto que su libreto apunta a temas de actualidad y no al desarrollo de un tema histórico. Sólo se le puede atribuir a la moda de algunos revisionistas que confunden panfleto con investigación histórica, haciendo que el mal ejemplo cunda con afirmaciones a las que hacemos referencia y cometiendo en los últimos tiempos una llamativa imprudencia y un desprecio precipitado por las figuras centrales que intervinieron a favor del progreso institucional, económico y moral de la nación y en los esfuerzos por la independencia y la organización de nuestro país. Algunos tuvieron una formación extra universitaria y otros, como Sarmiento, una formación extraescolar. Y aclaro esto porque en forma peyorativa se dijo también que “Sarmiento nunca fue a la escuela”.
Sarmiento, como Mitre, Estrada fueron ejemplos como autodidactas y tuvieron un claro sentido del esfuerzo, con formación propia, que les permitió elevarse espiritualmente y contribuir con verdadera autoridad intelectual y moral a las exigencias más urgentes de la vida nacional.
En cuanto a la afirmación de “mujeriego”, se deba, tal vez, a que Sarmiento se enamoró de la hija del abogado y político argentino Dalmacio Vélez Sárfield, autor del Código Civil de Argentina de 1869. Esta joven a quien Sarmiento le escribió cartas con alusiones sentimentales se llamó Aurelia Vélez. Sarmiento se casó con Benita Martínez Pastoriza, viuda de Fidel Castro Calvo, madre de un niño que Sarmiento adoptó como hijo propio, lo educó y lo formó en el valor y el amor a la patria. Precísamente siendo jovencito participó en la guerra de nuestro país con el Paraguay donde murió luchando por su terruño.
Varias mujeres notables, entre ellas, Mary Mann y su esposo; Juana Manso; las maestras norteamericanas… lo ayudaron en su ciclópea obra de educación, a punto tal, que Sarmiento reconociera que fue la mujer la que más le puso el hombro a su lucha por la educación. Cosa muy distinta a considerarlo un mujeriego.
No es mi propósito aclarar punto por punto la furia de epítetos que se le dedica gratuitamente por desconocimiento o ignorancia a hombres de la talla de nuestro protagonista.
Precísamente al prócer a quien le tiran dardos, se preocupó en vida por una nación organizada; aunque su misión como realización inaplazable era dejar atrás las montoneras acaudilladas, a las que había que oponerles una comunidad orgánica, con el imperio de instituciones democráticas y leyes civilizadoras. Esas leyes e instituciones gestaron verdaderos poderes morales y sociales que contribuyó al desenvolvimiento nacional. Transformó así costumbres y hábitos que ayudaron al progreso material y moral de la República que acababa de constituirse.
Sarmiento expuso una visión de nuestra vida pampeana y las causas de su atraso: el desierto, la ignorancia y el despotismo. A esos males los combatió sin descanso. A la vez, que trabajaba para solucionarlos, tal el caso del enorme desierto habitada con la inmigración; a la incultura le aportaba la educación; al despotismo, la libertad. Todo esto planteado en Civilización y Barbarie.
No obstante provocó enconadas agresiones contra su persona, pero también recibió encendidas muestras de admiración. Para Sarmiento poblar el desierto con la inmigración era vigorizar el espíritu nacional; civilizar era afirmar el imperio de la ley; abrir las puertas y los ríos al comercio era favorecer la libre expansión de las fuerzas económicas. Pero la esencia de esa lucha concretada en obras había que enriquecerla con la educación de las masas. Para hacer realidad tanto empeño su obra de educación comienza con la escuela primaria, familiarizando la vida con un ambiente de libertad y deber.
Su lucha apasionada tenía motivaciones claras y afectivas: veía en el progreso (síntesis de trabajo y cultura) el destino argentino. Para él la tarea principal era educar y crear nuevos hábitos, es decir, civilizar.
Jamás dejó de batallar por la educación, inicialmente desde Chile, en los días del destierro, continuaría luego en su Patria con una doble finalidad, moral y política y en toda América.
En la escuela continuaba con la transformación social inclinada a dar estructura y desenvolvimiento a la naciente nación democrática. Se sintió vocero de la Revolución liberal de Mayo. Entendía que al pueblo había que capacitarlo para el ejercicio de las instituciones republicanas y de la democracia.
“Educar al Soberano” fue la formula infaltable en su cruzada civilizadora digna de la historia de nuestro continente. Su lucha en más de treinta años fue en favor de la cultura del pueblo, creadora del espíritu nacional como consta en su libro Educación Popular (1849). ¿No merece este ejemplo de Sarmiento un poco de respeto?.
Sarmiento pensaba en el porvenir del país y poseía la certeza que la tranquilidad, la libertad y la riqueza dependían de la educación en acción combinada del Estado y los ciudadanos.
Sarmiento tiene un lugar ganado con gran esfuerzo en la historia de nuestra formación nacional. Su influencia en la educación, a la que aportó sus más grandes afanes, preparó a los hombres que más tarde se cultivaron para las tareas directivas del país en los múltiples aspectos de su vida histórica. Precisamente de la escuela, a la que dedicó gran parte de su vida, surgieron hombres de todas las clases sociales que a través de los estudios adquirieron las ideas y la maduración espiritual necesaria para orientar las luchas a favor del progreso institucional, económico y moral de la Nación. También en los esfuerzos de la organización del país.
Este hombre dinámico, jamás se detuvo ante la incomprensión y los obstáculos porque la fe impulsaba su empresa de levantar al pueblo, enseñarle a trabajar, a conocer la verdad, a vivir con dignidad y luchar por la libertad. La escuela pública para él era la institución educativa de la democracia; el crisol donde se encuentran y conviven para formarse como hombres los hijos de familias pobres y ricas sin que ello incida como elemento de discriminación.
La idea de democratizar la sociedad mediante la educación común, igual y abierta para todos fue una de las mejores herencias que de él recibimos porque enseñó a despertar intereses cívicos, amor al trabajo y mantener la virtud de la honradez.
Nos ha legado una herencia de pensamiento y acción; un abnegado sentimiento de patriotismo volcado en un programa de vida y en una misión cumplida sin reposo durante más de medio siglo de su vida activa. Nos ha dejado innumerables inquietudes de la educación al servicio de un vivo sentido de responsabilidad. Hizo realidad el principio de que "Gobernar es educar" y “Educar es gobernar”. Tuvo de la realidad argentina una visión clara y un ímpetu desbordante. Soñó y trabajó para la realización de la grandeza argentina y de los ideales americanos y siempre estuvo incorporado al histórico esfuerzo de construir la viva nación argentina.
En el destierro no cultivó el odio, ni la revancha, ni la calumnia. Elaboró, en cambio, su destino de civilizador. Hizo realidad su convicción de que la educación es un derecho de los pueblos y un deber del Estado y enseñó que el progreso se logra con el aumento de las fuerzas de producción. Fue un hombre, no un ídolo. Un hombre que también se equivocó hiriendo, por su afán de realizarlo todo, respetables tradiciones e intereses. Pero amó como pocos a su patria y a ella le ofrendó todas las formas de su magisterio en el esfuerzo por constituir el país, asegurar la libertad y el orden. No explotó su pobreza para sembrar el odio y la codicia. Su pobreza le permitió elevarse con portentosa voluntad, templando su alma y preparando su espíritu para el gran triunfo que le dio el poderío de su influencia moral.
(*)Nélida Rebollo de Montes, es una laureada profesora y periodista de la República Argentina, que casi todas las semanas nos deleita con su pluma de extrema claridad e impecable documentación. La escritora tiene además una sólida columna en la Revista Plural de Radio La Red.