Desde 1986, Chile creció con evidente vigor, algo que se mantuvo hasta 1998. Eso ocurrió a partir de los cambios de los años 80, luego de la crisis mundial de la deuda.
Como es natural, esta crisis fue denunciada en Chile como algo único y propio -otro fracaso de la dictadura-, hasta que la historia mostró que la década de 1980 debía finalmente reconocerse como "perdida para América Latina" -aunque no para Chile.
El fuerte crecimiento nacional entre 1977 y 1981 -ignorado sistemáticamente por la izquierda- entró en crisis con el alza del petróleo de los años 80.
La sabiduría del gobierno de Aylwin, completamente continuista en lo económico, duró hasta la recesión "básicamente criolla" de fines de los 90, de la que nunca nos liberamos. Es así como en los últimos 12 años, poco más o menos, todo se mediocrizó, hasta hoy. Es verdad que ya no se cometen los errores monumentales de antes, pero los de ahora ahí están: tenemos un crecimiento que es entre la mitad y poco más (o menos) que el de los buenos años de antes de la crisis del petróleo y de la deuda, que junto a la crisis política de los inicios de los años 70 nos hicieran puré. Hoy no estamos para un puré, pero el olor a papa cocida y desabrida ya se percibe. ¿Qué pasó? ¡El clásico socialismo demagógico, pues compañero!
Por supuesto que tenemos problemas y, quizás, el más importante sea el pésimo uso de los impuestos y los recursos fiscales. Yo creo que esto es lo que ha reducido la tasa de crecimiento del producto y del empleo. ¿Qué habría pasado con esos miles de millones si no se los hubiera dilapidado en el Transanlagos o en los ferrocarriles estatales? ¿Qué puede estar ocurriendo con los enormes recursos de Enap, en el tradicional ambiente de administración pobre? ¿O con las platas públicas de decenas de empresas del Estado, mientras suben y suben los aportes que nos sacan de los bolsillos año a año?
Las platas para la educación y la salud se multiplican por tres y por cuatro, pero ¿hay algún mejoramiento en calidad y cantidad?
Y nadie protesta, porque "nosotros", los distinguidos académicos, intelectuales y políticos, somos los primeros de la lista en esta elegante repartición.
Hay quienes dicen que Bachelet es la culpable, porque no sabe nada de economía y no se mete. Le importarían otras cosas más modernas y valóricas. Creo que nada de eso: ella es "popular", pero sabe bien lo que está haciendo. Es como Ricardo Lagos, que también supo en qué malgastar nuestra plata: Ferrocarriles del Sur, Transantiago, puente de Chacao, MOP-Gate y tantas otras inversiones estatales. Todo esto viene ocurriendo hace largo tiempo, pero lo que parece haberse agudizado en los últimos años es lo olímpico de las decisiones políticas, en particular algunas como los "sobres brujos". ¿Y qué pasó? ¡Nada!
Espero tener salud para denunciar las desapariciones de platas públicas en los últimos años. Habría que obligarlos a devolver, al menos, la mitad de ellas. ¿Qué tal si los excesos de platas fiscales, como los del cobre de ahora o los de la segunda mitad de los años 60, se repartieran instantáneamente entre todos los chilenos, en vez de arrojarlos en agujeros negros, como es lo clásico? En una de ésas, sin trabajar más -algo que preocuparía a los estatistas-, seríamos ricos.
Un golpe demoledor a los Kirchner
Karin Ebensperger
Desde que el Senado argentino rechazó el proyecto que aumentaba las retenciones a las exportaciones, algo de fondo cambió en Argentina. El gobierno sin contrapeso al que estaban acostumbrados los Kirchner y su estrategia del todo o nada sufrieron una gran derrota. El destino de Cristina Fernández y su marido depende ahora de su capacidad para cambiar el modo de gobernar.
Partiendo por el impuesto a las exportaciones, que se conoce como retenciones, algo muy difícil de explicar fuera de Argentina. La mayoría de los países modernos considera necesario estimular las exportaciones, pero Argentina lo hace al revés.
En 2002, el entonces Presidente Eduardo Duhalde aplicó este impuesto a los granos en una situación límite, en que la deuda externa y el caos político llevaron al Ejecutivo a obtener esos fondos para cubrir las necesidades mínimas de los sectores más postergados. Y buena parte del sector agroindustrial colaboró en aras del bien común.
Pero los Kirchner tienen las arcas llenas por los precios extraordinarios de los alimentos en el mercado mundial. Sin embargo, a medida que aumentaban esos ingresos, crecía la voracidad del Estado kirchnerista.
Las retenciones perdieron su sentido original y hoy sirven para disimular la inflación real. La ira del campo fue irrefrenable frente a un gobierno que se quedaba con una diferencia enorme respecto de lo acordado, y dirigía las retenciones a grandes industrias y al clientelismo, en vez de a los pequeños productores como decían los discursos oficiales.
La inmensa protesta pública que triplicó la escuálida convocatoria paralela que organizó el propio gobierno, y la derrota política en el Congreso, fue un golpe muy significativo desde el punto de vista sociológico. Porque logró unir a la gente del campo y a los ciudadanos sin hectáreas contra el estilo Kirchner.
Hubo un rechazo de fondo al argumento de que las retenciones son para mejorar la distribución, porque en la práctica hay mayor concentración de la riqueza, aumento de la pobreza y expansión del clientelismo. La renuncia del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, es sintomática, pero aún quedan en el régimen personajes como Julio de Vido, uno de los símbolos del poder discrecional. Con o sin ellos, el kirchnerismo, tal como se lo conoce, ese que no acepta la palabra apaciguar o conciliar o reconocer el sentir de la sociedad, ha sufrido un golpe demoledor.
El establishment mediático
Sergio Paz
El caso Música Sepúlveda —la chica del jarrazo— no sólo me sorprende el nombre, sino también el modo en que los medios lo abordaron. Si estás en tu casa quedas para adentro y dices: ¿De dónde salió esta loca? ¿Tan mal está la educación en Chile? O, por el contrario, celebras la ocurrencia: "Por fin, un poco de justicia". Si el Estado reprime las manifestaciones estudiantiles con algo más que agua, ¿por qué, al menos por un segundo, no puede ser al revés? Claro que, estés del lado en que estés, no es más que simple opinología de box spring justo antes de apagar la luz. El punto es que paralelamente escuchas a los "expertos" y entonces, en vez de entregar nuevos elementos al debate, repiten frases hechas o, peor aún, sólo dicen lo políticamente correcto. De pronto nos vemos rodeados de "comunicadores mamá". Asegurados que no piensan por sí mismos, sino que piensan por lo que tienen que decir. Y así poder renovar el stock de corbatas del próximo mes. Da lata decirlo, pero en Chile la media se comió a la media, a los medios de comunicación. La conciencia crítica perdió. Había que cuidar la pega.
¿Otro ejemplo? El capítulo del alcohol y la droga en Chile, de "La Liga", en Mega. Yo, al menos, no lo podía creer. Pablo Mackenna y Rafa Cavada (dos vampiros de la piscola, la roncola o la whiscola, no sé sus preferencias) se sorprenden con el alto consumo de alcohol en Chile. Incomprensible. ¿Qué hacen Mackenna y Cavada pregonando sobre el abuso del alcohol? Más encima con una narración en off que parecía escrita por un periodista que acaba de terminar su práctica en el Conace. ¿Es ese el periodismo urbano, incisivo, argentino-chilenizado que nos quieren hacer pasar por cool? "Fuck the media" decían los grafitis en París. "No jodan", digo yo. ¿Qué hace Mariana Loyola haciendo alcotest? ¿Qué hace Javiera Contador (con todo el respeto que le tengo) preguntándose por el flagelo de la droga, sin obtener respuestas muy distintas a las que le darían a "Policías en acción", "Aquí en vivo", "En la mira" y toda esa colección de programas que han ido construyendo, junto al lumperío, la nueva vida social de este país?
Una semana atrás, en el blog donde algunos se animan a comentar esta columna, un señor, con toda razón, escribió que por qué no me retiraba, que ya estaba viejo para esto. Y la verdad es que lo pienso. No creo que lo haga, pero lo pienso. Especialmente por eso de anquilosarse, cosa que se acentúa cuando, en la TV, ves gente de tu edad que se convirtió en eso que no querías: en parte del establishment. Y no hablo de lo establecido (que me encanta), sino de tener miedo a pensar, a expresarse, en forma libre e independiente. Una lástima: la media envejeció. Incluso se vendió.
Cierro: María Música se condoreó. Pero la realidad nunca es tan simple como para escuchar una guaracha donde suena una sinfonía.