martes, 8 de diciembre de 2009

Salmón 2.0: El riesgo de no aprender la lección, por Alejandro Ferreiro.


Salmón 2.0: El riesgo de no aprender la lección,

por Alejandro Ferreiro.

Por mandato del Consejo Nacional de Innovación, la prestigiosa consultora Boston Consulting Group (BCG) identificó en 2006 los sectores productivos más promisorios del país. Considerando el potencial de crecimiento y nuestras ventajas competitivas, el estudio concluyó que la acuicultura era entonces, y con distancia, el sector con mejores perspectivas. Dicho análisis destacaba algunas tendencias estructurales que no pierden validez pese a los demoledores efectos del virus ISA sobre la salmonicultura. Recordemos: la demanda por productos del mar crecerá a tasas muy superiores a la expansión esperada de la pesca extractiva. La sobreexplotación de las biomasas y las imprescindibles restricciones a la extracción que se imponen en todo el mundo obligarán cultivar todo el incremento futuro de una demanda que crecerá con fuerza dada la preferencia por productos marinos que tienen los crecientes patrones de consumo alimenticio saludable. Y en ese contexto, las características oceanográficas de los miles de kilómetros de borde costero del sur de Chile ofrecen óptimos espacios de desarrollo que ningún otro lugar del mundo logra replicar.

El estudio del BCG ya ponía entonces el acento en la necesidad de desarrollar una capacidad de planificación, fiscalización y monitoreo sanitario estatal que, ya entonces, no se condecía con el nivel de desarrollo e impacto de la actividad, ni menos con sus potencialidades. En este sector, y con meridiana claridad, se hacía evidente que el desarrollo del sector privado requería un fortalecimiento equivalente del Estado.

La historia posterior es conocida: fallaron Estado y mercado. El primero, por su debilidad institucional. Los privados, por imprevisores y carentes de los incentivos y destrezas para coordinar respuestas frente a los primeros atisbos de la emergencia sanitaria. El mismo sector privado, que se ufanaba por haber logrado un desarrollo explosivo casi al margen de la acción estatal, sólo vino a reconocer la centralidad de la misma cuando el virus reveló dolorosamente cuán frágil e imprescindible era.

A la luz de las intactas perspectivas de futuro de la acuicultura, resulta urgente aprender las lecciones. Un Estado más fuerte y competente es esencial para conducir el desarrollo futuro del sector por la senda de la expansión social y ambientalmente sustentable.

Una parte de este desafío se aborda hoy en el Parlamento y no sin polémicas. Algunos senadores plantean la conveniencia de caducar las concesiones acuícolas cuando se sancione por tercera vez a un concesionario por infringir derechos laborales fundamentales. Aciertan esos senadores al estimar gravísimo el comportamiento laboral del empleador que reitere de esa manera su desconocimiento de los derechos laborales. Esa conducta merece sanciones graves. Pero se equivocan al sugerir que dicha sanción sea la caducidad de la concesión. Desde luego, caducar la concesión equivale a un cierre forzoso de faena que arrastrará a la cesantía a los mismos trabajadores que se busca proteger. De esa manera, los mismos trabajadores perjudicados por las infracciones laborales también lo serán, y de la peor forma, con su castigo. Por otro lado, el sector requiere certezas jurídicas y claridad en los derechos sobre las concesiones. De otra manera se hacen inviables las renegociaciones bancarias y cuantiosas inversiones que demanda la reingeniería sanitaria de la actividad. Si una salmonera enfrenta, aunque sea remotamente, el riesgo de caducidad anticipada de su concesión, su acceso al crédito —algo tan necesario como complejo en la actualidad— se hará más difícil aún.

Algunos países carecen de ventajas competitivas sobre las cuales desarrollar polos de desarrollo económico. Para ellos, todo se hace cuesta arriba. Es cierto, se puede desarrollar la agricultura en el desierto, pero para eso se requieren niveles de inversión e innovación en técnicas de irrigación y desarrollo genético de especies vegetales de bajo consumo hídrico que sólo están al alcance de muy pocas naciones. Otros países, como es el caso de Chile respecto de la acuicultura, tienen todas las ventajas otorgadas por el clima y la geografía. Para aprovecharlas, sólo se requiere contar con un marco regulatorio adecuado, establecer instituciones eficaces y emprender con responsabilidad social. La tarea no parece demasiado compleja… a menos que sean más fuertes los prejuicios, las desconfianzas y la incapacidad de aprender de una crisis que, al menos, debiera servirnos de unívoca lección.


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