sábado, 29 de agosto de 2009

Diez preguntas para la comisión de cancilleres que visita Honduras en nombre de la OEA.


La Unión Cívica Democrática, organización que representa a la sociedad civil de Honduras, recibió a los cancilleres de la OEA, quienes visitan ese país, con diez polémicas preguntas, que ponen en entredicho las verdaderas intenciones de la organización regional


Diez preguntas para la comisión de cancilleres que visita Honduras en nombre de la OEA.
¿Por que la OEA.......?
1. RECHAZA la sucesión constitucional en Honduras, pero AVALA el fraude electoral en Nicaragua y la reeleccion indefinida de Chávez?

2. PREDICA la no injerencia en los asuntos internos de las naciones, a la vez que INTERFIERE en los procesos constitucionales y democráticos de la República de Honduras?

3. CRITICA los cuerpos de seguridad hondureños, pero IGNORA la feroz represión que existe en Venezuela contra la oposición?

4. PRETENDE ser campeón del imperio de la ley, cuando IGNORA la Constitución de Honduras, la cual fue violada repetidamente por Zelaya?

5. CRITICA la presunta represión mediática en Honduras, pero CALLA ante el cierre masivo de emisoras radiales en Venezuela, y CALLA ante la amenaza del gobierno de Ecuador de hacer lo mismo?

6. PREDICA la defensa de la democracia, cuando PERMITE que gobiernos supuestamente democráticos apoyen el tráfico de drogas, el cual tanto daño hace a las verdaderas democracias?

7. CONDENA la operación Fénix, llevada a cabo por el gobierno de Colombia en contra de un grupo terrorista, pero NO CUESTIONA el hecho que lanzacohetes vendidos a Venezuela terminaron en manos de las FARC?

8. PRETENDE apoyar una solución a través de mediación, pero PRESIONA para que se acepten términos impuestos y no negociados?

9. CUESTIONA las medidas de seguridad del gobierno de Honduras, pero IGNORA los repetidos llamados de Zelaya a la insurrección y a la violencia que ha resultado en perdidas de vida?

10. PROCLAMA solidaridad con el pueblo hondureño, pero SE REHUSA A ESCUCHAR a los sectores mayoritarios de la sociedad hondureña, que rechazan categóricamente a un líder corrupto y fracasado, quien repetidamente ha demostrado que valora sus propios intereses más que los de su pueblo?

En nombre de la sociedad civil de Honduras, la Unión Cívica Democrática (UCD) le solicita a los honorables cancilleres que nos visitan que le den una explicación pública al pueblo hondureño para cada una de estas preguntas. Que dichas explicaciones sirvan para que todos los ciudadanos del continente americano entiendan las motivaciones que impulsan al órgano que los representa.

Unión Cívica Democrática
http://www.ucdhonduras.com/
Tegucigalpa, Honduras, 23 de agosto de 2009.

viernes, 28 de agosto de 2009

Los mapuches, el iceberg y los camiones, por Leonidas Montes.


Los mapuches, el iceberg y los camiones,
por Leonidas Montes.

Aunque Chile tiene una gran deuda con la cultura mapuche, claramente hay grupos organizados que perjudican la noble causa de este pueblo. Hemos sido testigos de casas destruidas, infiltrados terroristas, predios atacados, escuelas incendiadas, fiscales baleados, tala ilegal de bosques, carreteras con tráfico interrumpido, etc. Existen atisbos de una crisis del Estado de Derecho en la Araucanía... ¡Si esta crisis incluso llegó hasta el Congreso! Se lanzaron papeles en el hemiciclo que, arrugados por un par de garabatos, volaron de vuelta. Tal es la magnitud del problema que se acaba de anunciar una nueva política indígena a cargo del ministro Viera-Gallo.

Desde la perspectiva de las políticas públicas hemos priorizado los subsidios y la restitución de tierras. En los últimos 20 años, el Estado ha entregado 650 mil hectáreas a los mapuches (para que se haga una idea, Tompkins tiene unas 500 mil hectáreas). Y se han invertido cuantiosos recursos a través de la Conadi. Estas políticas paternalistas no han dado resultados. Además, han derivado en claros incentivos perversos. Ya han aparecido denuncias de irregularidades en los subsidios y compras de predios. La política de compras —pagar para evitar conflictos— ha sido un buen incentivo para aumentar la violencia y los precios. Sin embargo, la ministra Carolina Tohá, entre compungida y sorprendida, nos mostraba un gráfico revelador. Como para no creerlo. Imagínese Ud. que los precios de las tierras en la Araucanía han subido un 300%. Todo esto sería responsabilidad del capitalismo y los viles especuladores.

La exhaustiva encuesta que realizó el CEP en 2006 muestra que los mapuches vinculan su cultura principalmente al lenguaje y al apellido. El Estado, en cambio, se ha enfocado principalmente en el tema de la propiedad de las tierras. Esta estrategia pone el foco en lo rural, donde hoy vive sólo un 30% de los mapuches. La mayoría —el 70%— está en las ciudades. Pese a todos los esfuerzos, la migración de mapuches a zonas urbanas aumenta año a año. Así como nuestros jóvenes dejan los colegios municipales para cambiarse a particulares subvencionados, muchos mapuches dejan las zonas rurales y parten a las ciudades. En ambos casos, y esto es muy humano, se buscan mejores oportunidades.

Un reciente estudio muestra que la Región de la Araucanía es la más rezagada en términos de PIB per cápita. También presenta la mayor desigualdad y los mayores índices de pobreza. La población mapuche posee bajos niveles de escolaridad, altas fluctuaciones en sus tasas de participación en el mercado del trabajo y un alto nivel de informalidad laboral. Y son los resultados más bajos del país en el Simce. Los 250 mil mapuches que viven en la IX Región son en general pequeños propietarios, pero la productividad de sus predios es muy baja.

Algunos piensan que la firma de convenio 169 con la OIT será la solución. Sin entrar a discutir su contenido, el sentido común nos exige preguntarnos por qué países tan conscientes de los asuntos étnicos, como son Nueva Zelandia, Australia y Canadá, no firmaron dicho convenio. El problema es muy profundo y no se soluciona traspasando más terrenos ni firmando convenios.

Pasa el tiempo y vemos cada vez más violencia y pocas posibilidades para el desarrollo social y económico del pueblo mapuche. El ministro Viera- Gallo, en el seminario “Derechos culturales” —organizado por la UAI—, realizó una excelente exposición del tema. Se preguntaba por qué Chile llevó un iceberg a Sevilla. Al lado, en cambio, Nueva Zelandia estaba representada por los maoríes. Y un destacado experto en el tema contaba que un dirigente indígena del norte le había preguntado “¿por qué cree usted que aquí no quemamos camiones?”. La respuesta fue contundente: “porque los camiones son nuestros”. Ambos tienen un punto.

martes, 25 de agosto de 2009

Araucanía: construcción de un conflicto, por Joaquín Fermandois.


Araucanía: construcción de un conflicto,
por Joaquín Fermandois.


Joaquín Fermandois.jpg

La sociedad humana es y será siempre compleja, henchida de problemas y fracturas potenciales. Escogemos entre reparar sus grietas o profundizarlas. La fe en la revolución se revistió de esta última característica (el advertising a veces es lo mismo, más sigiloso). Si en un lugar determinado no están dadas las cosas para una revolución, hay que “crear las condiciones”. Se organiza un grupo abnegado, dispuesto a cualquier medida que atemorice. Impulsa la violencia razonada, nada de tonta muchas veces, cuyo propósito es ir provocando, para que aparezca más visible la violencia “represora”, hasta que el público se muestre más indignado con la “violencia institucionalizada”, y no con los que manejan los hilos que la originan. Una vieja historia. Esta fase puede durar mucho tiempo. Pol Pot (Khmer Rojo) y Abimael Guzmán (Sendero Luminoso) trabajaron por años con paciencia y rigor en crear las condiciones. El primero comenzó con lanzas de bambú, en un remoto rincón de la selva. Era parte de un proceso de “mentalización”, que tiene la mayor importancia operativa, para disciplinar el estado de ánimo de sus “luchadores” acerca de la justicia de su causa, lo correcto de los métodos y el valor de la estrategia de largo plazo. Ésta es la base de la guerra de guerrillas, en algunos textos perfumada como “conflicto de baja intensidad”, casi siempre sazonada con simple terrorismo.

Pues bien, esto es lo que en potencia tenemos en la Araucanía, con insospechadas proyecciones en el tiempo y en el espacio. Para colmo, como no es un tema puramente chileno, sino que parte de una atención global —y una moda—, que es la razón de por qué existe acá con la virulencia que contemplamos, nos la tendremos que haber con un conflicto internacional. Después de la intervención de la OTAN en Kosovo en 1999, esto es de temer por sus consecuencias de largo plazo.

¿Se exagera el grado de militarización del conflicto? Hay un falso dilema entre soluciones políticas y de seguridad. El problema tiene al menos otros dos aspectos. Uno de ellos es político-cultural, o la incorporación subjetiva de los descendientes de indígenas, con sus propios rasgos, a la comunidad nacional, en su inmensa mayoría mestizos, como lo ha señalado Sergio Villalobos. Para ello debe surgir dentro del mundo de origen mapuche un liderato que supere el marco avaro de la reivindicación. El otro es el socio-económico, para lo cual se han dado suficientes razones acerca del tema de la pobreza. Entre otros cuellos de botella, al igual que con la reforma agraria, hay que entender que el puro reparto de tierra no sólo no soluciona nada, sino que agrava las cosas.

Los tres aspectos (seguridad, cultura y política, pobreza) no están relacionados por una cadena de causa-efecto, aunque ciertamente se potencian entre sí. Lo que le ha otorgado el rostro de “conflicto” es precisamente el carácter de “construcción” (como les place decir a los teóricos de las minorías) de un enfrentamiento, como “agudización de las contradicciones” en la tradición del leninismo.

Ello da fuerza a líderes que sólo prosperan en esa atmósfera, y moviliza a jóvenes ardorosos y sacrificados, lo que no le da nobleza ni sensatez a su causa —pero es lo que esta táctica hace creer—. Como se ha visto tantas veces, este camino no les trae ningún bien a los grupos concretos, en su vida cotidiana de hombres y de mujeres, aunque crea seudohéroes y lleva a una ruina económica segura a una región del país. Le acuna un conflicto interno y externo a Chile.

Sólo una creatividad política que no ha existido nos podría librar del atolladero al que al parecer nos encaminamos inexorablemente.

miércoles, 19 de agosto de 2009

¿Iglesia “devaluada”?, por Gonzalo Vial.





¿Iglesia “devaluada”?,
por Gonzalo Vial.

Una encuesta de marcas (!) e instituciones indica un “importante deterioro en la imagen de la Iglesia chilena”. Ha provocado varios análisis, la mayor parte venidos de personas que —por respetables motivos— están incómodos con la Iglesia.

Todas dicen cosas parecidas. Por ejemplo, un conocido y reputado experto estadístico, en la revista Sábado del 8 de agosto, cree que está “fallando... el diálogo de la Iglesia con su pueblo”, por la “excesiva concentración” que su “discurso oficial” pone “en los temas de la moral sexual”. Ejemplo: “la fatigosa discusión de la píldora del día después y el aborto terapéutico”. Echa de menos “una voz de ayuda y guía para los conflictos de las familias en un país en que dos de cada tres niños nacen fuera del matrimonio tradicional... ¿Qué ofrece la Iglesia a esta mayoría de seres «irregulares»...?”. Halla sin embargo el analista “señales recientes al interior de la Iglesia (que) dan esperanzas sobre el futuro”. Una, la encíclica papal Caritas in Veritate. Otra, “la voz de importantes autoridades eclesiales, como la del cardenal Carlo María Martini”, pidiendo reformar “la enseñanza tradicional sobre el control de la natalidad, el celibato, la relación de la Iglesia con las familias divorciadas”.

Las apreciaciones anteriores muestran, creo, desconocimiento de lo que la Iglesia cree ser su naturaleza, su papel y su mensaje. Obviamente, esto solamente obliga y es oponible a los católicos. Pero los demás no pueden pedir que —para complacerlos— la Iglesia se comporte fuera de esa convicción, que dura ya veinte siglos.

El punto de partida de la Iglesia es la divinidad de Cristo, y que éste vino a salvarnos a través de su encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección. «Salvarnos» consiste en que lleguemos a compartir la vida de Dios, lo cual exige del hombre seguir a Cristo. Y seguir a Cristo no significa encandilarnos emocional o sentimentalmente con él —aunque puede suceder y no es negativo en sí mismo—, sino obedecer sus mandamientos, seguir el modelo de conducta humana que plantea en el Nuevo Testamento. ¿A qué fin, si no, lo hubiera formulado Cristo? ¿Sería indiferente cumplirlo o no, para entrar con él a la vida divina?

Ahora bien, Cristo ya no nos acompaña físicamente, y desde que nos dejó se necesitaba —como se sigue necesitando hoy— alguien con potestad para declarar y aplicar esos mandamientos suyos en los nuevos tiempos y a las nuevas circunstancias. Cristo no habló, v.gr., de globalización, ecología, desarrollo sustentable, bioética, etc. —¿cómo podría haberlo hecho?—, pero su mensaje conductual se aplica a dichos temas, tan contemporáneos, porque vale para TODA conducta del hombre.

La entidad con MAGISTERIO para declarar y explicitar el mensaje de Cristo hasta que vuelva fue efectivamente fundada por El, quien le confirió esa atribución, según señalan los libros neotestamentarios. Es la Iglesia Católica de hoy, cuya continuidad con la de Cristo resulta históricamente indiscutible. Por lo demás, las otras religiones cristianas no reivindican el magisterio ni aceptan exista ninguno.

El Concilio Vaticano I, el siglo XIX, definió los precisos requisitos y procederes para dejar establecido QUIENES , COMO y EN QUE MATERIAS (exclusivamente de fe y de moral), dentro de la Iglesia, podían ejercer el magisterio suyo, que para los católicos es el de Cristo.

Esta larga digresión resulta indispensable para entender que el «discurso oficial» de la Iglesia no se guía por encuestas, ni por el favor mayoritario de un momento, ni por opiniones particulares —aunque sean “importantes”—, sino por el magisterio que a ella y sólo a ella toca, y que ha declarado acorde a sus propias reglas.

En la Historia, no son pocas las veces que los fieles, de hecho, se han apartado masiva o cuando menos significativamente del magisterio de la Iglesia, y ella —sin embargo— no ha podido dejar de proclamarlo. Porque, según entendía, un silencio suyo hubiera negado el mensaje de Cristo. Habría sido fácil y en apariencia exitoso no tocar ciertas llagas... pero era moralmente imposible para la Iglesia. Algunos ejemplos:

1.Durante medio siglo, desde León XIII (Rerum Novarum) hasta Pío XI (Quadragesimo Anno), la Iglesia difundió su «doctrina social», el mensaje de Cristo aplicado al funcionamiento de la sociedad, y en particular a las relaciones de empleadores y trabajadores, y derechos de estos últimos. Los pontífices siguientes continuarían haciéndolo.

En Chile, un sector importante de patrones católicos, imbuido de liberalismo, resistió sordamente, los años ’30 y ’40 del siglo pasado, la «novedad» de las primeras encíclicas sociales. Cuando el arzobispo de Santiago, José María Caro, recordó, citando Quadragesimo Anno, el derecho de los campesinos a sindicalizarse, fue criticado enérgicamente por ese sector (1939). Y de hecho no habría aquí sindicatos campesinos sino en 1967.

Mas no sólo los patrones resistían la doctrina social de la Iglesia. La Izquierda la acusaba de «amarilla», «apatronada», por defender la libertad de afiliarse o no al sindicato (fue el mayor cargo que hizo a la ASICH, del Padre Hurtado). Unicamente el sector campesino, al constituir el año 1967 sus sindicatos, tuvo libre afiliación. No menguó ella la efectividad de éstos. Posteriormente, la presidencia Pinochet generalizó la libertad sindical (1980).

Hoy pocos la discuten. Y ningún patrón católico, el derecho a sindicarse. La Iglesia tenía razón.

2.Durante el régimen militar, la Iglesia fue inalterable y enérgica defendiendo los derechos humanos, a comenzar por el primero y más esencial, el de vida. Los católicos partidarios del régimen, en general, no fuimos suficientemente decididos para apoyar esa actitud de nuestros obispos. Incluso, no raras veces, la criticamos. Nos quedará la inquietud —si no queremos llamarla remordimiento— de nuestra desidia, y de sus graves consecuencias. Pues la Iglesia, de nuevo, tenía razón, aunque esos días pareciera protagonizar una quijotada inútil.

3. ¿Y qué decir de la recién librada y perdida batalla de la Iglesia contra la ley de divorcio?
Dijo que esa ley desvalorizaría y destruiría el matrimonio, y así está sucediendo. Desde su vigencia, las disoluciones planteadas suman más o menos el 50% de los enlaces legales ocurridos en el mismo plazo. Simultáneamente, éstos disminuyen año tras año, a la par que aumentan los hijos nacidos fuera de la institución, hasta alcanzar el porcentaje (66%), raro en el mundo, que anota el mismo artículo que comento. De modo paralelo, crecen vertiginosamente los problemas de abandono del hogar; de pensiones alimenticias míseras y de todos modos impagas; de violencia intrafamiliar por la anarquía parental; de hijos que —desprotegidos— caen en la deserción escolar, los vicios y la delincuencia. Y fracasa de un modo completo, abismante, la «justicia de familia» que (se dijo) obviaría todas estas dificultades...

Tampoco ahora los católicos fueron unánimes para apoyar y ayudar a su Iglesia.

Legisladores de esa fe no sólo votaron sino que impulsaron el divorcio, contra el mandato formal y taxativo de Cristo: “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”. Y no faltaron sacerdotes para escribir justificando aquella aberración. Objetivamente, sin embargo, fue peor, por su trascendencia, la postura de la única revista de pensamiento católico que existe en Chile: durante el último y álgido año de discusión doctrinaria y parlamentaria de la ley de divorcio, NO DIJO UNA SOLA PALABRA SOBRE EL TEMA.

Ha de haber sido amargo para la Iglesia ese abandono. Pero debía hablar, y habló. Como en los ejemplos anteriores, el tiempo le dará —ya le está dando— la razón.

El artículo de Sábado que he analizado contiene otras expresiones, arriba copiadas, que confirman el desconocimiento de lo que piensa la Iglesia. Por ejemplo:
A) El debate sobre el aborto terapéutico y la píldora del día después —dice— es “fatigoso” y de “moral sexual”. Pero en absoluto tiene que ver con ésta, sino con el DERECHO A LA VIDA, tan “fatigoso” de discutir como si se aplica los asesinatos de la DINA o la CNI.

B) La Iglesia nada reprocha ni puede reprochar a los nacidos fuera de matrimonio. En rigor, les da mayor acogida y cariño que a otros venidos al mundo en condiciones más favorables. Jamás los ha llamado “irregulares”. La “voz de ayuda y guía para los conflictos de las familias” no ha faltado ni falta a estos niños, pero sin que la Iglesia pueda silenciar que muchos de esos conflictos se relacionan con la falta de matrimonio, con el «emparejamiento» casual y frágil de sus padres, que es responsabilidad de éstos, no de los hijos.

C) La relación de la Iglesia con “las familias divorciadas” admite (supongo) mucha mejora, pero no, desgraciadamente, la que la mayor parte de ellas querría: el reconocimiento eclesial de la disolución del vínculo anterior. Pues el mandato del fundador, vimos, es claro, y el magisterio no puede desconocerlo... digan lo que digan las encuestas.


Tomado de Diario La Segunda.

martes, 18 de agosto de 2009

Un comentario que vale la pena revisar....

¿Se viene ya la primavera?
Juan Andrés Fontaine.

Así como el amarillo de los aromos cubre el campo en los meses más fríos del invierno, cuando la economía nacional se debate todavía en plena recesión, comienzan a surgir señales esperanzadoras. ¿Qué tan próxima está la primavera?, ¿cómo impulsar una reactivación económica vigorosa?

Todavía no conocemos los resultados oficiales del segundo trimestre. Pero todo indica que el producto interno bruto completó su cuarto trimestre consecutivo de caída, la que totalizaría más de 4% a lo largo del período.
Sorprendentemente, la recesión ha sido mayor a la que experimentamos en nuestra mal llamada “crisis asiática” y también a la que hoy sufre Estados Unidos, epicentro del terremoto financiero. El desempleo, en tanto, que se ubica ya sobre el 10%, es probable que alcance niveles similares a los vistos en nuestra recesión de 1999 y superiores a los que hoy se observan en muchas de las economías más afectadas por la crisis global. De manera que, contrariando las expectativas y los anuncios de nuestras entusiastas autoridades, la verdad es que el invierno económico ha sido acá inesperadamente crudo.

Sin embargo, la buena noticia es que hay síntomas que la caída de la producción y el empleo se ha detenido; que las ventas de diferentes rubros han iniciado tímido repunte. Esta vez, a diferencia de lo que nos ocurrió con la traumática crisis asiática y de lo que sucede ahora en Estados Unidos o Europa, la recesión no deja heridas graves y de larga curación. Gracias a los bajos intereses, no hay grandes daños que reparar en el estado financiero de las empresas y bancos. Gracias a los ahorros prudentes y visionariamente acumulados, la expansiva política seguida este año no ha dañado la sólida posición financiera del Fisco. Por eso, los aires primaverales han sido muy bien recibidos por los mercados. Chile tiene buenas condiciones como para levantarse con agilidad de la recesión y, bajo una conducción acertada, volver a correr.

Desde luego, la principal fuente de optimismo es el término de la gran recesión global. Gracias al Asia —con China a la cabeza— la economía mundial parece haber topado fondo ya en el trimestre pasado. Estados Unidos y Europa van algo más retrasados. Las bolsas están paulatinamente recobrando el terreno perdido. Alentados por las expectativas que despierta China, los precios de las materias primas han vuelto a encaramarse a las alturas. Todo esto configura un escenario auspicioso para Chile. Específicamente un cobre sobre dos dólares por libra anticipa un nuevo auge de inversión minera, con positivas consecuencias sobre la economía nacional. Las restantes exportaciones, aunque todavía debilitadas, serían beneficiadas por la reactivación mundial. Pero, una cosa es que el mundo deje atrás la recesión y otra que recobre el dinamismo que traía antes de la crisis. La convalecencia financiera de Estados Unidos y Europa será larga, algo que China, por sí sola, no podrá contrarrestar. Aunque hoy soplan mejores vientos, para impulsar una reactivación verdaderamente vigorosa de la economía nacional deberemos basarnos en nuestros propios esfuerzos.

Un factor crucial en la reactivación serán nuestras exportaciones. Aunque el nuevo escenario mundial las favorece, y es necesario reforzar su capacidad competitiva en variados campos, para que las exportaciones no mineras recuperen su dinamismo es insuficiente el actual valor real del dólar. Ha sido un error del gobierno financiar el déficit en moneda nacional ocasionado por el aumento del gasto y la caída en la recaudación tributaria, con sus ahorros en el exterior. A futuro, será necesario circunscribir el uso de esos fondos sólo a la estabilización de los ingresos fiscales provenientes del cobre y utilizar el endeudamiento interno de corto o largo plazo para cubrir las necesidades del presupuesto fiscal en moneda nacional.

Como es sabido, la política fiscal ha sido fuertemente expansiva durante este año. En las próximas semanas se darán a conocer los parámetros básicos para la configuración del presupuesto fiscal del próximo año. Todo parece indicar que su signo será restrictivo. Después de un incremento del 15% real en el gasto público durante este año, es probable que para el próximo se contemple sólo un aumento en torno a 3% real. Además, cabe esperar el restablecimiento del impuesto al crédito (suspendido por este año) y la normalización del sistema de pagos provisionales de impuestos por parte de las empresas (temporalmente reducidas por este año). En conjunto todos estos factores representarían un giro contractivo en la política fiscal de más de 1% del PIB.

El único modo de impedir que la desactivación del impulso fiscal resienta la marcha de la economía, es con un sector privado motivado y pujante. En ello un factor clave es la política monetaria. El Banco Central ha hecho bien en bajar drásticamente las tasas de interés e indicar su intención de mantener el impulso monetario por un tiempo prolongado. Aunque la polémica reciente pareciera sugerir lo contrario, los datos oficiales muestran que el costo del crédito de corto plazo —esto es, el principal componente del crédito bancario, el financiamiento del capital de trabajo— ha respondido bien, opera hoy con tasas promedio de interés nominal muy bajas y márgenes similares a los observados antes de la crisis. Desgraciadamente, la abrupta extinción de la inflación se ha traducido en un contraproducente incremento del costo del crédito en términos reales. Pero, es probable que ello sea pasajero. Mientras tanto, el financiamiento de largo plazo, orientado a solventar las expansiones y adquisiciones empresariales, que estuvo tan restringido a fines del año pasado, se ha normalizado rápidamente en cuanto a tasas y volúmenes gracias a nuestro amplio mercado de capitales. Cabe señalar que los intereses de largo plazo son sólo parcialmente influidos por las acciones del Banco Central, pues en ellos intervienen factores tales como las colocaciones de deuda pública, las condiciones del crédito externo y las expectativas.

Los créditos a personas, destinados a la adquisición de viviendas o bienes de consumo, han sido afectados por la incertidumbre respecto a la capacidad de pago de los deudores y mantienen condiciones de acceso o de costo todavía más restrictivas que antes de la crisis. Cabe hacer notar que el endeudamiento de los hogares en Chile se duplicó en los últimos 10 años, gracias a la ardua competencia entre entidades bancarias y no bancarias, dedicadas al crédito de consumo. La pausa que hoy se observa en la expansión crediticia hacia las personas es perfectamente normal en la presente etapa del ciclo económico.

Para una reactivación vigorosa de la demanda de consumo y de inversión por parte de las personas y las empresas hace falta algo más que crédito barato. Es necesario construir un clima de confianza en el potencial de crecimiento de la economía chilena, en las fortalezas de su modelo económico, en su capacidad de salir adelante.

lunes, 17 de agosto de 2009

Dos comentarios excepcionales.....


¡Cuidado, Marco
Juan Carlos Eichholz.

"Dime con quién andas y te diré quién eres". ¿Qué podríamos concluir si aplicáramos este dicho popular a Eduardo Frei? Probablemente tendríamos que afirmar que el candidato oficialista se está pareciendo cada vez más a un camaleón; esto es, que va cambiando su identidad, o al menos su colorido, cada vez con más frecuencia, dependiendo de con quién esté, o de quién lo presione más.

No es raro que eso ocurra cuando los grupos que lo apoyan tienen agendas y miradas programáticas tan distintas. Desde luego, hay diferencias importantes entre Océanos Azules, el comando y los partidos concertacionistas. Pero también las hay dentro del propio comando, y para qué decir entre los partidos. Ya hemos sabido de las disputas entre Halpern y Burgos, o entre Burgos y Auth, o entre Gómez y Saa, y para qué seguir. Que sí al tema tributario, que no; que sí a la energía nuclear, que no; que sí a Aisén, que no; que sí a la agenda progresista, que no.
Hablar de autoflagelantes y autocomplacientes ya quedó corto, porque hoy las facciones son de muchos más tipos. Y Frei al medio, tratando de tener un discurso coherente y claro, pero debiendo ceder a las distintas presiones, por instinto de sobrevivencia, pero quedando inmovilizado, preso de otros, como una marioneta.

Hasta ahí, el juego clásico de la política -y no sólo de ella-, particularmente cuando el candidato está debilitado. Sólo que en este caso se da un componente que lo hace más peligroso: Guido Girardi. Una vez más, el senador PPD vuelve a la primera línea de la política, demostrando que no sólo es un luchador con aguante, sino que, además, ostenta un enorme poder. Porque parece que ningún golpe le hace mella y, cual mono porfiado, vuelve a levantarse. No bastó el abuso en contra de un carabinero que intentó pasarle un parte en 1996, ni las 24 mil cartas de campaña financiadas por la Cámara en 2002, ni su turbia participación en el caso Spiniak conminando a un menor a declarar falsedades deleznables en 2003, ni las facturas falsas de Publicam en 2007, ni otro abuso de poder en contra de dos carabineros por el que fue reprendido oficialmente por sus propios pares en 2008. No, nada de esto ha sido suficiente.

Es que Girardi resulta ser de aquellos hombres que ve la política como un gran tablero de ajedrez, en el que hay que ir moviendo piezas para cercar al rival, paso a paso, sin prisa, pero sin pausa. Un tablero en el que los peones son claves, porque tienen derecho a voto y permiten manejar los partidos, si se los retribuye bien. Un tablero en el que no sólo hay que eliminar a los blancos, sino que demanda ahogar a los grises del propio equipo. Un tablero, en fin, en que lo único que termina importando es eliminar a los otros más que buscar el bienestar de todos. Antes que confiar, Girardi desconfía; antes que potenciar a otros, los usa; antes que dialogar, amenaza; antes que hacer el trabajo serio, busca el efecto comunicacional; antes que desarrollar ideas, Girardi desarrolla redes de poder.

Con renovados bríos, ha vuelto a la carga, oficialmente apoyando a Frei, pero poniendo un pie en la candidatura de ME-O. Porque, al final del día, Girardi ve ante sus ojos la gran oportunidad de comerse una de las piezas más importantes del tablero y a la que más ganas le tiene: la DC. Con un Frei debilitado, está en posición de imponerle una agenda mucho más de izquierda, o progresista como la llama él. Si aquél resulta electo, Girardi tiene asegurado un peso fuerte en el gobierno. Si pierde en segunda vuelta, podrá decir que es el fin de la DC, pues fue su candidato el que condujo a la Concertación a la derrota. Y si Frei pierde en primera vuelta, miel sobre hojuelas, porque entonces será Girardi quien se ponga al frente de la que él mismo llamará "nueva Concertación", apoyando a ME-O.

Pero cuidado, Marco, porque la pregunta ya no será "dime con quién andas y te diré quién eres", sino que mutará peligrosamente hacia "dime quién te abraza y te diré quién es tu amo".

Dos caras de La Moneda,
por Hernán Felipe Errázuriz.,

Afectuoso recibimiento se le brindó al depuesto presidente Manuel Zelaya: honores, recorrido especial por el Palacio de la Moneda y un banquete con presidentes de los Poderes del Estado y de los partidos políticos. Allí explicó que es víctima de una asonada militar. Por cierto que calló haber intentado forzar su reelección, ignoró su destitución por el Congreso y la Corte Suprema de Honduras, silenció estar procesado por abuso de poder y omitió su responsabilidad por la crisis que desencadenó. A la salida de palacio, fue vitoreado por un minúsculo grupo encabezado por el senador Navarro.

Más tarde, realizó diversas actividades proselitistas. Al día siguiente, recibió la cortesía del erario nacional que asumió sus cuentas de hotel, se embarcó en el avión prestado por Hugo Chávez y prosiguió su gira en búsqueda de apoyo para reasumir la Presidencia de Honduras por los restantes tres meses. Lleva casi dos meses en este intento y aún no logra sumar a ningún referente o disidente importante en su país.

Días antes, el Presidente Uribe, de Colombia, hostigado por los aliados de Zelaya, visitó La Moneda. Dirigentes comunistas pidieron que se le declarara persona non grata y los mismos que vitorearon a Zelaya lo abuchearon a la salida del palacio. En su estadía de pocas horas, sobriamente, logró revertir las reservas oficiales sobre las negociaciones de Colombia con Estados Unidos, para compartir instalaciones que permitan controlar el narcotráfico. Es proba- ble que en la reunión presidencial el Mandatario colombiano se haya referido a las intervenciones que recibe de Chávez y al terrorismo de las FARC, a la participación de esa organización en secuestros, asesinatos, narcotráfico, financiamientos a campañas políticas en otros países, y a la tenencia de misiles antiaéreos anteriormente venezolanos. Seguramente, Uribe prefirió omitir los nexos de las FARC con Chile.

Nuevamente la retórica de la diplomacia se estrella con la realidad: Uribe, Mandatario legítimo y en ejercicio, con altísima popularidad en su país, el segundo más poblado de la región, con territorio y economía superior más de 10 veces a los de Honduras y un socio comercial de Chile 60 veces mayor que Honduras, asediado por el socialismo del siglo XXI, no pide otra cosa que el respeto a la soberanía de Colombia. Zelaya, en cambio, deambula por el continente para presionar la intervención extranjera en los asuntos internos hondureños. Su cometido no es de extrañar, porque, al igual que todos los aliados de Chávez, practica esa intromisión, y lo hizo en Chile, sin que nadie reaccionara.

viernes, 14 de agosto de 2009

La imagen timorata, por Roberto Ampuero.


La imagen timorata,
por Roberto Ampuero.


Una influyente cadena de televisión estadounidense, especializada en turismo, exhibió esta semana, en horario estelar, un reportaje de una hora sobre Chile que celebró a Valparaíso, viñas de San Antonio y Colchagua, y Torres del Paine. El programa, junto con subrayar la fascinación que ejerce el puerto, conquistó con seguridad nuevos turistas norteamericanos, un logro para las empresas chilenas que lo promovieron. Sin embargo, tras verlo, uno regresa a las interrogantes clásicas: ¿qué imagen tiene Chile afuera, y qué imagen pretende proyectar en EE.UU. o Europa?

Percibo con desazón que aún no existe una imagen acotada de Chile en el estadounidense medio.

Cuando menciono el país, la mayoría lo identifica con la región, desde luego, pero subordinado a referentes mejor perfilados: México, Galápagos, Buenos Aires, Río de Janeiro. Muchos siguen asociándonos con Allende y Pinochet, algunos con la obra de Isabel Allende y Pablo Neruda, pero pocos —más bien sólo profesionales y turistas especializados— tienen noción del país relativamente moderno, estable y próspero que existe. En Alemania, que acabo de visitar, ocurre algo similar: muchos aún vinculan a Chile con golpe de Estado y exilio, pocos conocen su realidad actual. Para la mayoría en el mundo desarrollado seguimos siendo, me temo, otro miembro de la impredecible e inestable América Latina, pero uno que coloca productos de calidad en los supermercados.

No existe en América Latina una historia nacional reciente más exitosa —transición democrática con crecimiento económico y estabilidad política, reducción de la pobreza, oposición constructiva— y peor narrada que la nuestra. Afrontamos un problema con “el relato” que hacemos de nosotros mismos al mundo, algo que tal vez emerge de nuestra identidad y autopercepción. No hemos sabido convertir en imagen internacional ni lo que somos ni la modernización de los últimos 25 años, ni tampoco proyectar nuestra diversidad geográfica y cultural. Probablemente, en esto sigan perjudicándonos hasta hoy efectos de las justificadas denuncias contra el régimen militar; la morosa reconciliación verbal de la izquierda concertacionista con el libre mercado, que abrazó después del cepalismo y la utopía estatista, y los evidentes anticuerpos que a ratos crea nuestro éxito en la región.

El “latinoamericanismo” que profesamos tampoco contribuye a nuestra singularización. Costa Rica aprendió la lección: afuera se presenta como democracia ambientalista y con playa al Caribe. Evita el concepto Centroamérica, que considera complicado para atraer turistas, y pule sin complejos su excepcionalidad. Argentina proyecta Buenos Aires, fútbol, la pampa, asados y vinos, y se aplaude como europea. Y cuando México proyecta su espléndido pasado prehispánico y colonial, eclipsa la corrupción, el narcotráfico y el drama que afrontan sus periodistas. Brasil, al ritmo de samba, no olvida recalcar que es un gigante de otra categoría; pero Chile, timorato para subrayar su propia excepcionalidad, aún no levanta imagen definida. Y cuando en la campaña presidencial se insinúa que un triunfo de la centroderecha será el retorno del pinochetismo, se alimenta una visión añeja, clisé y errónea del país.

A Chile le urge proyectar imagen internacional. Los encargados deben identificar los aspectos que impulsen a las personas a cruzar continentes para disfrutarlos, y no pensar que nuestras fortalezas estriban en las semejanzas que guarden con el país del turista. La celebración de Valparaíso y el elocuente rechazo a Santiago del programa deben hacer reflexionar a quienes estiman que la modernidad de parte de Santiago es lo que encanta de Chile al turista estadounidense, como lo sugiere la premura con que los pasajeros de transatlánticos son trasladados del puerto a la capital en cuanto ponen un pie en tierra.

miércoles, 12 de agosto de 2009

23 de agosto de 1939, por Joaquín Fermandois.



23 de agosto de 1939,
por Joaquín Fermandois.

Este día debería ser celebrado como una jornada de luto universal. Así lo afirmó el poeta Czeslaw Milosz en su discurso de agradecimiento por el Premio Nobel de 1980. Polaco, sentía que no sólo su país había sido avasallado por los dos dictadores, Hitler y Stalin, sino que había desaparecido como país independiente otra nación a la que también consideraba su patria, Lituania. Milosz, sobreviviente del alzamiento de Varsovia de 1944, después de la guerra colaboró con el régimen comunista, porque no veía otra alternativa para la supervivencia biológica de Polonia. Es interesante leer las últimas páginas de su libro “El pensamiento cautivo” (1952), escrito en el exilio tras romper con el comunismo, por las referencias que hace a Pablo Neruda, quien no veía nada de malo y sí mucho de bueno en lo cometido por Stalin en esa parte del mundo a partir del fatídico 23 de agosto de 1939.

¿Y qué había sucedido? El pacto nazi-soviético posibilitó el estallido de la Segunda Guerra Mundial, de cuyo comienzo se conmemoran 70 años; fue el origen más concreto de la división de Europa, consultada en dicho pacto por medio de protocolos secretos; el “gulag” se potenció con millones de erradicados de los países bálticos y Polonia; el Holocausto —el hecho político-moral más significativo de la guerra— pudo ponerse en marcha; Polonia perdió el 20 por ciento de su población como consecuencia de la guerra; centenares de miles de lituanos no volvieron del destierro en el círculo polar ártico.

Por décadas, incluso en los medios académicos occidentales era de mal gusto referirse a ese pacto, a pesar de que sacaban grandes lecciones morales del conflicto. Sus víctimas no estuvieron precisamente entre las favoritas del activismo por los derechos humanos.

El pacto, ¿nos dice algo hoy? Si el mundo no se despeñó a consecuencia de este atolladero, fue por la vitalidad y el poder de las sociedades anglosajonas. Inglaterra y, más que nada, por cierto, EE.UU. eran más fuertes que el desafío totalitario. No se trata de una realidad étnica, sino de una experiencia histórica, especialmente la del mundo estadounidense. No es que sean países que estén más allá del bien y del mal, ni mucho menos. Como es común en la historia, no siempre admirables instituciones internas garantizan una conducta excelsa en lo externo. Lo que sí ofrecen es que sus dilemas son sometidos a un debate público y sus instituciones, en general, muestran equilibrio de poder. La supervivencia de la democracia liberal moderna en el mundo depende —todavía— de que se sostenga su energía en esa parte del mundo.

¿Resulta algo extraño a nosotros? En nuestros países es más que conocida la tradición antiestadounidense, ciega y sorda. Ante ello, es bueno convocar a dos testimonios de nuestra historia.

Fray Camilo Henríquez sostenía que el “gobierno británico es un medio” entre la monarquía, la democracia y la aristocracia. “Es pues un gobierno mixto en que estos tres sistemas se templan (…). Su acción y reacción establecen un equilibrio del que nace la libertad”. Vicente Huidobro, asociado muchas veces al entusiasmo revolucionario en lo político, no parece haberlo expresado de otra manera en 1947, decantada su vida y su visión de las cosas: “Creo en la sinceridad democrática de los Estados Unidos, y pienso que los anglosajones serían los más aptos para dirigir un concierto de naciones unidas si ello fuese necesario para salvar a la humanidad; porque es evidente que ellos creen en la libertad y no tratarían de ahogar al ser individual en ninguna parte”. El innovador del lenguaje, ¿se puso reaccionario? No. Más bien, a toda vanguardia le es inherente una retaguardia.

Pequeños grandes detalles, por Gonzalo Vial


Pequeños grandes detalles, por Gonzalo Vial.

La sartén le dijo a la olla. El ministro del Interior declaró que “se necesitaba una actitud «más proactiva» de los fiscales (del Ministerio Público) para investigar los delitos en el contexto del conflicto mapuche” (El Mercurio, 7 de agosto). Me perdonará el ministro —persona seria y bien intencionada—, pero esas palabras recuerdan irresistiblemente uno de los más conocidos «qué le dijo» de mi infancia: “¿Qué le dijo la sartén a la olla? Quítate, no me tiznes”.

Pues el factor clave de la delincuencia usurpadora de grupos mapuches ha sido una política continuada e invariable del actual gobierno, cuyo responsable es, justamente, el ministro del Interior. A saber, la política de comprar a través de CONADI los predios objeto de seguidillas de esos delitos, para REGALARLOS a los delincuentes (ver esta columna, la semana pasada).

Así sucedió con la Hacienda Lleu-Lleu y con el predio Alaska de la Forestal Mininco. Así estaba sucediendo respecto de los predios del agricultor Urban (en el epicentro de los últimos atentados y choque indígenas con los carabineros zonales), pero la CONADI y Urban no “llegaron a precio” (!), y recomenzaron los asaltos para ablandar al propietario... para que viera la luz. Y así se sigue pretendiendo que también vea la luz el agricultor Luchsinger que —¡hombre más porfiado!— ni siquiera acepta conversar con la pistola al pecho.

De tal modo, objetivamente, la CONADI es funcional a los delitos en cuya persecución el ministro —responsable político del Gobierno— no considera suficientemente «proactivas» a las fiscalías de la zona...

“Quítate, no me tiznes”.

¿Y por casa, cómo andamos? Gran alboroto en Argentina porque el Papa calificó como “escándalo” la pobreza de ese país. La cifra «oficial» de aquélla es 15,3% de la población, pero el propio ex presidente Kirchner confiesa que la realidad “debe andar” (!) en el 20, 22 o 23%. Es sabido que las estadísticas argentinas, sobre todo en materias políticamente sensibles, no son muy confiables.

Nosotros nos sentimos superiores, pero (si de pobreza se habla)... ¿lo somos?

El último porcentaje conocido corresponde a la encuesta CASEN 2006, que dio 13,7% de pobreza, indigencia incluida. Sin embargo, la cifra tiene un «pero» grandote. A saber, que la «canasta» de productos cuyo costo determina el límite de la indigencia (y, el doble del mismo monto, el límite de la pobreza), se estableció en 1988... el último año de Pinochet. Y no se ha puesto al día NUNCA, no obstante disponer el Estado de las encuestas para hacerlo. Es el último «enclave autoritario» del «tirano», pero durante veinte años la «democracia» no se ha decidido a actualizarlo.

Un economista de prestigio —profesor de Harvard y de la Universidad Católica— se tomó el trabajo de hacerlo utilizando los mismos datos que el Estado posee, pero no aplica (El Mercurio, 14 de octubre de 2007). ¿La pobreza chilena de 2006 —antes, pues, de la actual crisis— según ese cálculo? 29%, indigencia incluida.

Silencio de las autoridades.

El Papa, ciertamente, no ha manifestado nada sobre Chile. No era necesario. Hace VEINTITRES AÑOS su ilustre antecesor nos dijo a los chilenos específicamente, y entre ellos a los católicos, más específicamente todavía: “Los pobres no pueden esperar”. Pero siguen esperando. Son muy pacientes.

El problema no está ahí. El niño de diez años que circula por el SENAME (Servicio Nacional de Menores) y los tribunales se evade de éstos y de aquél apenas puede y comete innumerables delitos, incluso manejar un automóvil robado, ha sido la noticia cúlmine de los últimos días. Se habla de reorganizar el SENAME, de reestructurarlo, de profesionalizarlo... ¡aun, de dividirlo en dos!; de darle más y mejor personal y mayores fondos; de nuevos cambios (la enésima vez) en la justicia del rubro, y de combinarse con los organismos filantrópicos del sector privado que persiguen los mismos fines...

Todas o algunas de las propuestas (especialmente la última) pueden ser útiles, pero que no se espere de ellas salida al problema de la niñez desamparada que cae en la corrupción —droga, alcohol, abuso sexual— y en el delito. Ese problema tiene, fundamentalmente, otra causa, que ni el mejor SENAME concebible puede resolver: el aniquilamiento de la familia popular.

Oscurece el tema —y dificulta abordarlo— la tontería «oficial» que repiten ciertos sociólogos, sicólogos y políticos, y círculos y funcionarios del neo-progresismo. A saber, que en Chile hay “varios tipos de familia”, y que la “opción” por cualquiera de ellos es libre y propia de la sacrosanta “diversidad” que el Estado debe respetar, sin privilegio para ninguno.

La verdad es que existe una sola familia, en crisis y retroceso, que es la legal: los padres unidos por el matrimonio civil, y su prole nacida dentro de éste. Las demás «parejas» sexuales resultan, atendidas sus infinitas variables, imposibles de definir y de regular; su naturaleza misma las hace inestables y cambiantes; no engendran responsabilidades recíprocas —o de hecho es imposible exigir que se cumplan— ni ofrecen a los niños a los cuales «cuidan» seguridades de crianza, educación, formación humana ni estabilidad sicológica. Semejantes características se dan en todos los sectores sociales y naturalmente admiten excepciones, pero entre los pobres (sin culpa de ellos, es claro) éstas son pocas y aterradora la extensión del mal.

El niño que ha sido centro de la noticia pertenece a una de estas seudofamilias del neo-progresismo: madre sola, padre ausente al cual su hijo ha visto pocas veces en la vida, ocho hermanos de cuatro progenitores distintos, los mayores de aquéllos mezclados en diversos tipos de delitos (La Tercera, 4 de agosto). Los neo- progresistas se felicitan porque madre y padre ejercieron una «opción de familia» dentro de la «diversidad», uniéndose y desuniéndose por su mero arbitrio, pero... ¿quién cuidó los derechos del niño que nacería y efectivamente nació de tan libertario emparejamiento? ¿Cuál ha sido SU opción? ¿Cuándo la tuvo? ¿Cuándo eligió?

Así hemos llegado a que los dos tercios de los niños que nacen en Chile no provengan de matrimonio de los padres, y a que —de esos dos tercios— un 20%, aproximadamente, no cuente siquiera con el reconocimiento de ambos progenitores.

De todo lo anterior, obviamente, no es el único responsable el Estado. Pero en veinte años ha roto por completo su antigua línea civilizadora de proteger y estimular el matrimonio legal, la «libreta».
Línea que era tan «laica» como católica... posiblemente MAS «laica» que católica. Orgullo del radicalismo, que hoy la olvida y contradice. Las normas concertacionistas sobre filiación, divorcio, esterilización, impuestos, subsidios habitacionales, etc., han ido minando por su base a la familia legal, colocándola aun EN DESVENTAJA respecto a las otras «opciones» de emparejamiento. Lo he explicado muchas veces aquí mismo, no creo necesario repetirlo. Pero el 2 de agosto un senador declara a El Mercurio algo nuevo que, de confirmarse, sería a no dudar la cereza de la torta: que los jardines infantiles de la JUNJI preferencian a los hijos nacidos fuera de matrimonio, sobre los que provienen de éste...

No extrañarse, entonces, del «Cisarro», el «Loquín», el «Cejas» y demás niños-prodigio de la delincuencia chilena; de la violencia pavorosa que suele revestir aquélla; del altísimo costo y pobre resultado de los esfuerzos para recuperar a esos niños; de los fracasos y costos cada vez mayores en este proceso, de un SENAME desbordado e impotente... Son el fruto venenoso y fatal de las «opciones» y «diversidades» que han ido ahogando progresivamente a la familia chilena y al matrimonio legal.

¿De qué se quejan? Un crítico y columnista de El Mercurio, profesor universitario durante un cuarto de siglo, se lamenta de la reglamentación asfixiante que las entidades de enseñanza superior han ido imponiendo a sus maestros (8 de agosto). Se ven éstos —dice— “arrinconados... a practicar la docencia de una única manera, vigilados para que desarrollemos nuestra actividad en el único formato aceptable”. Son esclavos del “plan”, donde “cada asignatura... cada clase... obedece a un programa detallado anticipadamente, que el profesor debe ejercer sin apartarse, idealmente, ni un milímetro: objetivos (generales y específicos), contenidos, evaluación, el célebre Syllabus (que indica, sesión por sesión, las lecturas) y la bibliografía, integran el armazón de esta planificación, que... es vivida como impostura”. Reclaman ser liberados de ella, de los “dogmatismos ideológicos”; dar cabida al “yo”, a “la subjetividad o experiencia personal del docente”; poder seguir en la enseñanza un “curso azaroso”, el cambio de rumbo que un hallazgo imprevisto justifique; no cerrar la puerta a “divagar”.

Agreguemos que estos “planes” minuciosos, estos asfixiantes corsés del espíritu, son habitualmente confeccionados por «expertos» grises; petrificados en el «último grito» de sus respectivas disciplinas... un último grito de hace veinte años; adoradores y copistas a la pata de gurúes intelectuales, generalmente extranjeros; temerosos de la originalidad y de la innovación y de los caminos no trillados. Es inimaginable una mente superior dedicada a confeccionar “planes” semejantes.

Mas no dice el columnista por qué las universidades se han tornado esclavas de la mediocridad planificadora. La respuesta: necesitan «acreditarse» conforme a la ley de 2006. Y lo necesitan, exclusivamente, para sacarle dinero al Estado, sea directamente, sea mediante los sistemas de financiamiento de los alumnos. No hay «acreditación», no hay dinero de Papá Fisco. Es el plato de lentejas que ha pagado la primogenitura intelectual de las universidades.

Pero la «acreditación», como fue legalmente impuesta ese año... obligatoria, estatal, burocrática, cerrada a todo aire fresco (particularmente de instituciones extranjeras), feudo de los mismos que deben «acreditarse» (hoy por mí, mañana por ti), es —no puede sino ser— el reino de la mediocridad planificadora. El reino del «modo único», rutinario, anticuado de enseñar una carrera o disciplina. El ataúd de nuestra enseñanza superior.

Al quejarse de que les corten las alas metiéndolos en ese ataúd, los profesores universitarios tienen razón. Y, al mismo tiempo, no la tienen. ¿Qué hicieron en su momento para frenar o modificar la «acreditación»? ¿Qué están haciendo para librarse de ella?

martes, 11 de agosto de 2009

Dos comentarios espectaculares.....



Se cambia para seguir igual,
por Margarita María Errázuriz.
En este período previo a las elecciones son más notorias algunas de las razones por las que no nos convencen las prácticas de los partidos políticos. Tenemos más presente la ausencia de nuevos liderazgos, la permanente reelección de los políticos de siempre, la falta de ideas. A mi modo de ver, estos hechos tienen en común el sistema de designación de los candidatos, un procedimiento que se rige por criterios no escritos pero que todos damos por conocidos. No sé cuán cierto es, pero nadie duda de que la designación de los candidatos es un juego con cartas marcadas. El as lo tiene quien ya ha sido electo alguna vez.
Para tener una idea de cuánto pesa en las nominaciones de candidatos el hecho de ir a la reelección basta analizar las plantillas con los candidatos de las dos coaliciones. En el caso de la Concertación, en 14 distritos de los sesenta que hay en el país se presentan sólo personas que hoy no tienen asiento en la Cámara, que de ser electos serían parte de las caras nuevas que llegarían al Congreso. En la Alianza, en 16 distritos se repite la misma situación. Si se cotejan ambas listas, hay 4 distritos donde sólo van candidatos nuevos y 35 en los cuales los dos diputados que hoy representan a dichos distritos van nuevamente a la reelección. Vale decir, en el próximo período en más de la mitad de los distritos se espera que no haya ningún tipo de renovación. En el próximo Parlamento las caras y las ideas nuevas serán pocas; lo probable es que el clima y el aporte a la discusión no sean distintos del que conocemos.
Como si el eco de estas quejas hubiese llegado a destino, en estos días se ha vuelto a discutir un proyecto de ley que limita la reelección de los parlamentarios. Aunque ello demuestra que podría haber interés por modificar el actual orden de cosas, la propuesta en cuestión no ofrece una real renovación del Congreso ni en el corto ni en el mediano plazo.
El proyecto de ley en discusión empezaría a regir en 2010 y permite la reelección por tres períodos a los diputados y por dos a los senadores. Dicho proyecto señala que para los parlamentarios en ejercicio al momento de publicarse esta ley, su primer período comenzaría en la siguiente elección de diputados y senadores. Ello quiere decir que, de aprobarse esta iniciativa, viviremos largos dieciséis años más bajo el mismo sistema de designación de diputados. Para senadores, el plazo es aún más largo, veinte años. Las cifras que hemos visto en los periódicos estos días sobre senadores y diputados que no podrían repostularse son fantasía.
No hay duda de que los legisladores no tienen mucho interés por cambiar esta situación. Sus disposiciones parecen un subterfugio difícil de defender. La ciudadanía, las personas normales y corrientes, piensa que la esperanza o la paciencia tiene límites.
En favor de los legisladores se podría pensar que una plantilla donde la mayoría de los candidatos va por primera vez, podría asustar. Es posible que en ese caso todos sintiéramos el temor que producen los cambios drásticos. Este proceso puede ser paulatino e iniciarse ya, si se buscan soluciones con creatividad.
Puede haber muchas formas para iniciar ahora una renovación del Congreso. Por ejemplo —pensando en que lo que más interesa es la calidad del aporte de los parlamentarios—, podrían repostularse nuevamente aquellos que sean bien evaluados en aspectos tales como indicaciones presentadas y aprobadas, y la defensa o el rechazo a proyectos con fundamentos sólidos y sin descalificaciones personales. Aun así, debería haber un tope para la reelección. Entiendo que habría que esforzarse un poco para precisar los criterios de evaluación y para luego aplicarlos. Pero si algo así se lograra, imagino otra calidad en la participación y en el debate en el Parlamento.
Necesitamos más creatividad y buena voluntad para contar con nuevos líderes en la política. Hay que esperar contra toda desesperanza. A lo mejor, la discusión en el Congreso resulta más fructífera de lo que se piensa.


Tropezando dos veces con la misma piedra,
por José Ramón Valente.
La crisis económica de los años 30 fue brutal, caídas de la producción superiores al 25% y tasas de desempleo por encima del 20%. Como consecuencia de la magnitud y duración de esta crisis, bautizada como la gran depresión, se produjeron innumerables cambios en las estructuras económicas y políticas en diversos países del mundo. En particular en Latinoamérica, después de un período de inestabilidad política que dio origen a más de una treintena de cambios de gobierno en el lapso de menos de tres años, los nuevos líderes de la región concordaron tácitamente en una nueva estrategia de desarrollo económico.
La idea de que la gran depresión era una especie de pandemia económica que se había originado en la bolsa de Nueva York y expandido injustamente hacia nuestra región, aleonó a los políticos latinoamericanos a proponer una ruta independiente hacia el desarrollo. La idea central fue que nunca más los países latinoamericanos debieran verse perjudicados por las burradas económicas de los países del norte. Para ello sería necesaria una fuerte intervención del Estado en la economía creando sus propias industrias y protegiendo de la competencia externa a los productores nacionales y entregándoles financiamiento a tasas preferenciales para que pudieran producir la mayor cantidad y diversidad los bienes que de otra manera tendrían que ser importados. También sería necesario expropiar las empresas de capitales extranjeros para no depender de las decisiones de inversión de dichas empresas para desarrollar sectores estratégicos como las telecomunicaciones. Estas decisiones dieron origen a los autos Torino en Argentina y a los televisores IRT en Chile. También nacieron instituciones como Corfo y monopolios como la CTC.
Por algunos años la estrategia pareció dar buenos resultados, se crearon efectivamente nuevas empresas y el Estado creció y se transformó en una gigantesca fuente de nuevos empleos. Así, las penurias causadas por la gran depresión parecían destinadas a desaparecer mientras los políticos se congratulaban por haber encontrado una vía latinoamericana al desarrollo.
Sin embargo, a los pocos años empezó a quedar claro que lo que se había vendido como un nuevo paradigma de desarrollo económico no lo era. El modelo de sustitución de importaciones con una industrialización inducida y dirigida y un estado empresario y megalómano sólo había funcionado por un tiempo gracias al financiamiento que le significó el repudio de la deuda externa, la expropiación de compañías extranjeras y sobre todo la inflación. La inflación fue en realidad la verdadera revolución económica del período posdepresión. Esta les permitió a los gobiernos cobrar impuestos sin necesidad de pasar una ley, reducir el poder adquisitivo de la gente y al mismo tiempo crearles una falsa ilusión de riqueza y expropiar legalmente a los ahorrantes personas.
En 1969, 40 años después del estallido de la burbuja bursátil en Nueva York, Estados Unidos maravilla al mundo poniendo un hombre en la Luna. Mientras tanto en Chile, los más afortunados tenían que conformarse con una Motochi (moto made in Chile), una Citroneta o una juguera marca Yaliban. El ingreso per cápita de un estadounidense promedio era cercano a dos veces el de un chileno medio antes de la depresión del 30, cuarenta años después, el experimento de los arrogantes gobernantes latinoamericanos que creyeron ser más inteligentes que el resto del mundo había arrojado como resultado que el ingreso per cápita de un estadounidense medio era cuatro veces superior al de un chileno medio. Las desigualdades sociales seguían siendo igualmente marcadas y casi la mitad de la población vivía bajo la línea de la pobreza.
Hoy, a raíz de la crisis financiera internacional, hay quienes parecerían querer reeditar los mismos errores que sumieron a Chile y Latinoamérica en un letargo de casi 50 años después de la crisis de los años 30. No dejó de llamar mi atención que en la presentación hecha por Eduardo Frei en el CEP la semana pasada se pudieran reconocer nítidamente algunas de estas viejas ideas. Frei habló en su introducción de la necesidad de hacer cambios profundos al modelo económico que venimos implementando en Chile en los últimos 30 años como consecuencia de la crisis. Con ello me recordó la vía latinoamericana al desarrollo. También habló de crear clusters, vocablo moderno que se utiliza para referirse a las políticas industriales dirigidas por el Estado. Habló sin tapujos de más regulación y más Estado. Incluso advirtió que la mayor intervención del Estado era tan obvia y necesaria que de ser Presidente, no iba a pedir permiso sino perdón para aumentarla en la economía. Hasta se refirió a la necesidad de mirar hacia los mercados internos de los países como forma de reactivación a raíz de la caída del comercio internacional.
Puede ser que yo esté viendo fantasmas donde no los hay. Es posible que mi interpretación del críptico discurso de Eduardo Frei en el CEP sea un tanto paranoica. Pero ciertamente sería interesante escuchar de él y de sus asesores desmentir enfáticamente que su modelo de desarrollo para Chile tenga algún viso de semejanza con los aplicados entre 1940 y 1970.

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