jueves, 4 de marzo de 2010

Falla de comunicaciones esenciales.

Falla de comunicaciones esenciales.

La falta de un sistema oficial de comunicaciones capaz de conectar eficazmente a las autoridades gubernamentales, municipales, militares y policiales en caso de emergencia se ha evidenciado con caracteres trágicos tras el reciente terremoto, y ha agravado enormemente sus consecuencias, con costos que pudieron ser evitables en cuanto a vidas y sufrimientos humanos —además de derivaciones en cuanto a seguridad y orden públicos, así como pérdidas materiales.

El país ha asistido con estupor a la realidad de que, pese a los prodigiosos avances tecnológicos en esta materia, Chile cuenta hoy, para estos efectos, con un sistema de comunicaciones peor que el puesto a prueba por desastres anteriores. De allí que no se haya sabido reaccionar ante la inminencia de un maremoto —en circunstancias que necesariamente habrán de esclarecerse en su hora—, o que se evidenciara la incomunicación total con zonas completas del territorio ante una emergencia. Así, durante dos días no se supo prácticamente nada de la realidad del borde costero de las dos regiones más afectadas, o del archipiélago de Juan Fernández. Se invocan diversas razones —como la adopción por Carabineros de un moderno nuevo sistema que no preveía la hipótesis de una emergencia mayor, según se informa en esta misma edición—, pero el balance manifiesto es que nuestras instituciones gubernamentales, militares y policiales no disponen hoy de redes de comunicación sofisticadas y capaces de resistir las catástrofes que periódicamente nos golpean, pese a que, sin duda alguna, el país podría haber asumido ese costo hace ya muchos años.

El colapso de las comunicaciones privadas es muy grave y lamentable, pero no esencial, como sí lo es el de aquellas que constituyen el nervio central del gobierno nacional. Sin ellas, la labor de prevención, orientación, decisión y conducción que por definición compete a las autoridades desemboca en las desordenadas improvisaciones y descoordinaciones observadas en estos días. El gobierno central no tenía contacto funcional con los regionales, ni éstos con sus dependencias respectivas, lo que impidió la asistencia intra e interregional. El comandante en jefe de la Fuerza Aérea ha afirmado que dos horas después del terremoto tenía esa institución sus aviones listos para despegar, pero no recibió la orden ni los implementos para repartir ayuda, porque no se sabía a quién ni con qué ayudar.

Para poder actuar con aceptable eficiencia en las primeras 24 horas, la autoridad central necesita disponer en ellas de un cuadro general de lo ocurrido, que en este caso apenas comenzó a advertirse en el doble de ese lapso, durante el cual voces oficiales y hasta diplomáticas minimizaron el alcance de lo ocurrido. Eso recién llegó a dimensionarse en toda su enormidad al tercer día y aun después, y en no menor medida por la labor de los medios de comunicación.

Sin más dilación, urge apremiantemente revisar en el más alto nivel y del modo más severo todo el aparato de comunicaciones del gobierno central y de sus servicios dependientes fundamentales, de los gobiernos regionales, de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, y aun de los siempre postergados municipios. Dicho aparato fue aquí puesto a prueba, y no la resistió. Esta vergonzosa experiencia no puede repetirse jamás.

(Editorial tomado de Diario El Mercurio)

viernes, 12 de febrero de 2010

Un comentario para meditar....

Habemus gabinete,

por Eugenio Guzmán.

Finalmente Piñera dio a conocer su gabinete, y ciertamente sus miembros exhiben currículos y experiencia a toda prueba. En efecto, se trata de personas cuyo desempeño en el sector privado es notable. No obstante, aún quedan ajustes por hacer. En los próximos días cada uno deberá conformar el equipo de expertos en políticas públicas que les ayudarán en la tarea de llevar a cabo los cambios que demanda la aplicación de su programa. ¿Cuál es el perfil de dichos expertos? Muy simple: son quienes tienen la experiencia y conocimientos técnicos y comprensión de las reglas básicas de funcionamiento del sistema político, vale decir, quienes entienden la lógica de lo que técnica y políticamente es posible desarrollar. Sin ellos, difícilmente el gabinete podrá llevar a buen puerto las decisiones de la Presidencia.

Ahora bien, se puede señalar que, entre otras tareas, hay dos que deberán ser abordadas con prioridad. La primera tiene que ver con los cambios que se introduzcan a la organización y funciones de los ministerios. Un ejemplo pintoresco, pero aterrador y del que poco se sabe, es la ANI (Agencia Nacional de Inteligencia), creada por los gobiernos de la Concertación, la que al parecer es una especie de CIA, que no se entiende su función de “inteligencia” y que se erige como monumento de la guerra fría y amenaza a la vida privada de las personas, cuyos funcionarios pueden terminar jugando a los espías. En un ámbito muy distinto, son dignos de análisis casos de organismos como Conaf, que requieren reformas y una parte de cuyas funciones pueden ser perfectamente desarrolladas por instituciones privadas o agencias.

Una segunda tarea tiene que ver con los partidos. El logro de Piñera fue conformar un gabinete de mayoría independiente y cuyos miembros de partido tienen altos grados de autonomía. Ello, ciertamente, no dejará indiferente a parte de la dirigencia, en especial al presidente de RN, cuya insistencia en el tema de un gabinete político ha sido sistemática, y cuya fuerza radica en que el partido presenta estructuras débiles, en contraste con su liderazgo personal que —al mejor estilo de estanciero— es manejado con mano de hierro. Pero también en la UDI es probable que exista cierta inquietud; después de todo, la no incorporación de personas como Rodrigo Alvarez parece un desacierto, no sólo por su experiencia política, sino por su trayectoria académica, que hubiese sido de gran utilidad. Todo lo anterior demanda un cuidadoso tratamiento...



viernes, 29 de enero de 2010

APRENDER DE CHILE Y DE SU EXITOSO MODELO ECONÓMICO.


APRENDER DE CHILE

Y

DE SU EXITOSO MODELO ECONÓMICO.

Veo en pantalla de televisión las primeras cifras oficiales que revelan el triunfo de la derecha en Chile. El gobierno socialista acaba de confesar que su derrota es irreversible. Legítimamente, la derecha empieza a festejar. ¡Oh, que horror! -pensarán algunos- dice ¡“derecha”!. Se trata de un término que espanta a mediocres despistados y a tibios malintencionados. Se suavizan los efectos si se le sustituye por “centro-derecha” o si se le contrasta con una eventual o imaginaria “ultra-derecha”. En fin, es un problema de rótulos manipulados por la izquierda que nubla la visión e impide discernir los contenidos que debieran ser definidos clara y previamente.

Por mi parte, rechazaría el término si por “derecha” se entendiera fascismo, nazifascismo o similar. En cambio, acepto y asumo el calificativo de derechista para designar una posición ideológica defensora de la libertad, del derecho de propiedad, del principio de subsidiariedad, de la familia como institución, de valores tradicionales, etc.

Más de un periodista con fisonomía triste y voz apesadumbrada va confirmando la derrota socialista. Lo hacen casi como si diese una noticia necrológica, aunque se esfuerzan por disimular. Son los papagayos rojos que desearían no tener que dar esta noticia y se esfuerzan por minimizar su alcance.

Atendiendo a los contenidos, ¿con qué ideas, principios y experiencias se asocian estos resultados, tanto dentro como fuera de Chile?

Salta a la vista, como primerísima idea asociada, el exitoso modelo económico chileno instaurado gracias al gobierno del Gral. Pinochet. En efecto, después de la trágica experiencia socialista y procastrista de Allende, con su secuela de miseria y opresión, se logró restaurar los más sanos principios, se recuperó la vigencia del derecho de propiedad y de la libre iniciativa.

Todavía hoy, el común de los chilenos es consciente que todo lo bueno del sistema, lejos de debérselo a los gobiernos de izquierda “moderada”, lo heredan de Pinochet. Saben bien los chilenos -y debiera saberlo el mundo entero- que ese modelo ha permitido a Chile convertirse en ejemplar líder de la región, insertarse en el mundo globalizado y mejorar sustancialmente la calidad de vida de los habitantes.

Desde Pinochet, en medio del orden y de la estabilidad, florecen la prosperidad y el progreso. La economía de mercado, sólida y victoriosa, lleva a Chile a ingresar este año a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), organismo conformado por las primeras treinta economías en el mundo.

Pinochet es el típico nombre que divide radicalmente las aguas. No deja de verse una gigantesca hipocresía en quienes abundan en calificativos agraviantes contra Pinochet y son benévolos con Fidel Castro, Chávez y sus compinches. Se muestran muy indignados con Pinochet –que luego de rescatar a Chile, entregó el poder voluntariamente- y son unas tímidas señoritas para referirse al más antiguo, inescrupuloso y sanguinario dictador vitalicio que convirtió a Cuba en una cárcel inhumana.


Usted, lector, ¿cree que los militantes de izquierda son sinceros demócratas contrarios a los gobiernos de fuerza? Le aseguro que no. Ellos han sido y son favorables a los gobiernos dictatoriales siempre que respondan a su mismo signo ideológico. Por ello, aplaudieron y aplauden a las brutales dictaduras comunistas padecidas durante décadas en Europa Oriental y ahora siguen aplaudiendo al régimen tiránico de Fidel Castro y a las otras dictaduras comunistas menos conocidas por el silencio que impone la casi totalidad de los medios de comunicación.

¿Cree que son auténticos cuando dicen ser defensores de los DDHH? Aquí también, como respuesta, corresponde otro categórico NO porque lo que hacen, en realidad, es usar hipócritamente el tema "derechos humanos" para atacar a los gobiernos anticomunistas.

Darle crédito a un militante del marxileninismo en su discurso a favor de los derechos humanos y en contra de las dictaduras, sería como confiar en la prédica de un narcotraficante contra el consumo de drogas.

Es tan sincero el militante marxista hablando de democracia y derechos humanos como un pirómano que niega su tendencia patológica a provocar incendios.

Uno de los ingredientes más nocivos de la actual campaña propagandística de la izquierda es imponer arbitraria e injustamente límites temporales caprichosos a la historia. Para esa propaganda todo comienza con los pronunciamientos militares como si nada hubiese existido antes. En realidad, el protagonismo militar fue consecuencia directa de las acciones violentas de la propia izquierda de las que poco o nada dicen.

Hoy, fieles a la doctrina y a la praxis de la violencia revolucionaria, la izquierda ve con buenos ojos las acciones narcoterroristas y guerrilleras en diversos países. Basta observar las complicidades de la izquierda con las FARC de Colombia, con la organización terrorista ETA; etc., etc. En igual sentido, hay que observar la actual pertenencia al "Foro de San Pablo", junto con organizaciones guerrilleras y con el denominado Movimiento "Sin Tierra" de tan pérfidos fines y métodos.

Pinochet símbolo del exitoso modelo económico y del anticomunismo

Por efecto de su manipulación propagandística, la izquierda transformó a Pinochet en "la figura más representativa" de la lucha anticomunista y de los gobiernos militares anticomunistas de Iberoamérica. Dicen que en "en él se resume la más enérgica acción anticomunista en esta región”. Focalizan esa acción en el plano de las decisiones políticas en general y en el de las operaciones militares en particular.

Conociendo la doctrina a la que adhieren los militantes de izquierda y analizando su prédica, queda claro que el odio revolucionario que le tienen a Pinochet responde no sólo a las enérgicas acciones en el plano militar sino al hecho de haber posibilitado que Chile haya sido escenario del exitoso modelo económico. La izquierda sabe que todo observador medianamente informado reconoce que Chile ha sido el único país que llevó adelante y con innegable éxito una auténtica apertura de su economía. De hecho, a diferencia de los otros gobiernos militares, el de Chile fue el único capaz de poner freno a la excesiva intervención estatal en la economía. De allí, los frutos obtenidos por el crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida de los habitantes.

Es tan enorme el prestigio del modelo chileno y la adhesión de la sociedad al mismo que la concertación socialista se vio obligada a simular su continuidad. Fingió aceptar el modelo mientras que, lenta y solapadamente, lo torpedeaba a través de políticas públicas que se construyen sobre la base de mayores impuestos y mayores regulaciones, todas al alero de un Estado más grande e influyente en la vida de las personas.

Esas políticas públicas malgastaron enorme cantidad de recursos y han fracasado estrepitosamente. Ejemplo elocuente de ello en Chile es el sistema de transporte público de Santiago–Transantiago que tuvo gigantescas pérdidas y causó molestias a muchas personas modestas. La Empresa de Ferrocarriles del Estado anunció un millonario plan de modernización y hoy el tren no funciona, se dilapidaron los recursos y sus directivos están procesados judicialmente por faltas a la probidad. Como puede verse, la izquierda, además de cínica, mentirosa, hipócrita, oportunista y demagógica- es también corrupta.

Tema trillado en el discurso de la izquierda de Chile y de los demás países es el de la desigualdad. Más allá de la discutible consideración acerca de qué o cuál igualdad y de si ella constituye o no un bien y un fin deseable en sí mismo, cabe señalar que no es la igualdad la que condujo al desarrollo, sino a la inversa: gracias al crecimiento económico, se multiplican las oportunidades y se acortan las brechas de desigualdad. Cuando aparecen desigualdades desproporcionadas e ilegítimas ello se debe a las trabas que enfrentan los grupos emergentes, que les impide aprovechar los beneficios del crecimiento económico.

Ante el sonsonete de la igualdad -condimentado con el verso de “la justicia y la solidaridad”- hay que aclarar que se está confundiendo igualdad con justicia. La injusticia no está dada por la desigualdad (esta última es natural en cualquier sociedad libre) sino más bien en las diferencias consagradas por enmarañadas regulaciones que impiden a los sectores de menores recursos acceder a mejores oportunidades de todo tipo.

A través de su discurso sensiblero y demagógico, dice la izquierda, en todas partes, que “el estado debe corregir las desigualdades e imponer la igualdad”. Lo cierto es que si se pretende disminuir desigualdades no a través de mayores oportunidades sino mediante un Estado más grande, sin duda resultará a costa de la libertad. Tal como demostró Milton Friedman, recogiendo la más variada experiencia histórica, “una sociedad que coloque a la igualdad por encima de la libertad, terminará sin libertad y sin igualdad".

Kerensky-Frei y la Democracia Cristiana

Digno de estudio es el nefasto papel cumplido –antes y después de Allende- por la Democracia Cristiana chilena. Le sirvió de caballo de Troya al comunismo, preparó el camino para el acceso de Allende al gobierno, provoca la caída de barreras ideológicas, promueve todo tipo de componendas con los comunistas y se une servilmente a ellos.

Adelanto que mis desconfianzas sobre el futuro de Chile tienen que ver con la nefasta influencia de la mentalidad democristiana que ha contaminado a buena parte de la dirigencia política (el propio Piñera proviene de una familia democristiana).

* * * * *

Ante la coalición de marxistas, democristianos y filomarxistas, la derecha ha sabido acordar (que no es fusionarse) para dar batalla electoral. Desde 1990 hasta ahora, la izquierda presenta un candidato a la presidencia, mientras que la derecha presentaba dos. En estas recientes elecciones, la derecha ha presentado un solo candidato, mientras que los otros tres eran candidatos surgidos de la coalición de izquierdas.

La derecha se organizó en torno a los partidos Unión Democrática Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN). La UDI, fundada por destacadas figuras del régimen militar, viene logrando un éxito fenomenal. Se convirtió en los últimos años en el partido más popular de Chile. Pasó del 9% de votos a más del 25% y los dos presidentes de las cámaras legislativas pertenecen a UDI.

Conclusiones

De la experiencia chilena toda (incluidos el oprobioso régimen socialista de Allende, el exitoso modelo desde Pinochet y la concertación socialista reciente) surge que:

· Las recetas dirigistas y populistas generan pobreza y coartan las libertades.

· Los altos impuestos provocan la caída de la inversión y, por tanto, de la producción y de los puestos de trabajo

· La excesiva intervención estatal, con su maraña de regulaciones, impide el desarrollo. La confianza interpersonal y la propia responsabilidad individual se erosionan cuando entre los individuos se entromete un intermediario impersonal y prepotente como el Estado. Las relaciones dejan de ser libres, de persona a persona y pasan a ser persona-Estado-persona.

· El modelo de economía de mercado ha sido el que logró generar mayor crecimiento. (No existe país alguno que haya salido del subdesarrollo sin haber permitido que las personas decidan libremente los bienes que deben ser producidos).

· Ampliar y garantizar la libertad económica, abriéndose al mundo (no encerrándose en bloques regionales como el nefasto engendro mercosuriano) aumenta significativamente el ingreso per cápita y asegura el éxito en todos los ámbitos. Para reducir la pobreza hay que permitir más libertad y abrir la economía de par en par, apartándose de todo criterio proteccionista.

· El menor tamaño del Estado, la menor carga tributaria y la desregulación permiten el crecimiento y la mejora de la calidad de vida de los habitantes.

Ejemplo nítido de la aplicación de sanos principios es la reforma previsional chilena que no sólo aceleró el crecimiento de la economía, aumentó la tasa de ahorro y el empleo, sino también generó un sistema que financiará a las personas cuando hayan dejado de trabajar. Esto que ahora es evidente y garantizado era algo que en el pasado no existía o que la inflación se encargaba de que no se cumpliera. El mercado de capitales en Chile se ha desarrollado extraordinariamente, más de 40 veces en volúmenes de transacción desde 1981 hasta ahora. Con los fondos de pensiones se financian las viviendas de los trabajadores, buena parte de las concesiones y de la obra pública.

Chile es uno de los pocos países del mundo que tiene resuelta la crisis del envejecimiento de la población gracias a esa reforma pionera que encabezó José Piñera durante el gobierno de Pinochet. Las críticas de falta de cobertura que algunos le hacen, son culpa de la regulación del mercado del trabajo y no del sistema de AFP. Malo es el médico que ante un paciente con dolores de cabeza decide cortársela sin siquiera hacer un diagnóstico que le indique dónde está el origen del problema. Hay que corregir los defectos que se han ido acumulando en el mercado del trabajo, verdadero origen del problema del ahorro de los trabajadores, y no destruir un pilar del progreso chileno. El sistema de pensiones en Chile ha sido extraordinariamente exitoso y se está exportando al mundo. Ya ha sido utilizado por más de veinte países y contempla a cien millones de personas. En los últimos años, gobernantes de las más variadas naciones han visitado Chile para estudiar y aprender el sistema con el fin de implementarlo en sus respectivos países.

* * * * *

En abril de 1975, Milton Friedman -enseguida de su visita a Chile- escribió una magnífica carta personal al Presidente Pinochet (quienes deseen tener este valioso documento pueden solicitarlo que se lo enviaremos) recomendando medidas para rescatar la economía luego del desastre provocado por el régimen socialista de Allende.

Combatir la inflación, reducir el déficit fiscal disminuyendo el gasto público, fortalecer el sector privado, abrirse al mundo, fueron pilares básicos de un sistema saludable. Chile transitó así la senda correcta y logró el milagro: despegó hacia un crecimiento económico sostenido que proveyó una prosperidad ampliamente compartida.

Ahora, con mayor claridad y contundencia, contrarrestando la embestida castrochavista en el continente, Chile puede y debe servir de ejemplo, mostrándole a toda América y al mundo que no es el populismo sino la libertad económica la que permite a la sociedad superar la pobreza y darle a cada persona una vida digna.-

Alexander Torres Mega

Flashes@adinet.com.uy

jueves, 21 de enero de 2010

Algunos No Aprenden (O No Quieren Aprender, por Rodrigo Lema González.



La indiscutible victoria de Sebastián Piñera en las elecciones presidenciales de ayer no sólo desató la alegría de una cantidad importante de chilenos, que vieron la posibilidad de oxigenar definitivamente a una política de la Edad Media. Desgraciadamente, también despertó la tristeza no sólo de quienes apoyaron la candidatura de Eduardo Frei -lo que es comprensible-, y lo que es peor, la ira de ciertos sectores de la sociedad que están empecinados en negarle la sal, el agua y hasta el aire al futuro gobierno. Las señales más evidentes de esto se han dado en el mismo Facebook -donde se han formado numerosos grupos para este propósito- y en las ediciones electrónicas de medios como La Nación, en la que se ve que algunos no pueden creer que se les haya muerto la gallina de los huevos de oro -basta leer los comentarios en las noticias alusivas para darse cuenta-.

Curiosamente, hay muchos jóvenes de mi edad entre estos individuos, y políticamente podemos situarlos en el sector autodenominado "progresista", que más parece contagiado de todas las prácticas por las que la Concertación fue desalojada del poder: sectarismo, intolerancia, revanchismo y resentimiento. Lo inexplicable es que, desde Bachelet para abajo, todos los oficialistas le desearon lo mejor a Piñera cuando asuma en marzo, y aseguraron que harán una oposición constructiva. Pero parece que algunos no escucharon el mensaje, o simplemente les rebotó. Y articulando furia, se han quedado con esta lamentable postura.

Algunas muestras de sus "argumentos" han sido calificar de "idiotas", "vendidos" y otros epítetos de grueso calibre que no reproduciré aquí a los 3.582.800 electores que votaron por el candidato de la Coalición por el Cambio. Sin ir más lejos, les daré un ejemplo. Ayer, cuando Patricio Rosende terminó de dar el primer cómputo -60% de las mesas escrutadas-, uno de mis contactos en Twitter, lanzó una frase muy chilena, que comienza con "P" y termina en "A". Cuando le hice un reply animándolo a aceptar la derrota de Frei, me respondió que "dejara tranquilo a quienes amamos la democracia", etiquetándome automáticamente como antidemócrata.

Me quedé para adentro. Eso equivalía a tachar al 51.61% de los votantes como algo que no eran. Sabía que no estaba feliz, pero no era motivo para que reaccionara así. No sólo fue una falta de respeto, sino que una actitud que no corresponde a una persona civilizada. Una parte de la nobleza humana es saber aceptar cuando pierdes.

La elección fue 100% transparente, sin retrasos ni actos anormales. Hasta los medios extranjeros destacaron la madurez cívica de nuestro país. Señores "progresistas", si tanto defienden la democracia, deben aceptar la decisión que la población tomó, aunque no sea de su gusto. De lo contrario, sólo demuestran ser unos sciatnache -"intolerantes" en Calarneano- de falso discurso. Y desgraciadamente, esta clase de personas no son las que necesitamos para progresar.

martes, 19 de enero de 2010

Dos comentarios para un triunfo histórico.....

Cambio, futuro y unidad

Cristina Bitar.

Son casi las dos de la madrugada y recién me siento a escribir esta columna, porque no he parado de celebrar el triunfo de Sebastián Piñera. El es ya el próximo Presidente de Chile. Es un hecho histórico. Después de 20 años, la Concertación deja el poder y se cierra un ciclo en Chile. Para muchos, éste es el verdadero fin de la transición: las heridas se han cerrado, el pasado ha quedado atrás y el Chile del Sí y el No es un recuerdo lejano. De hecho, la centroderecha llega al gobierno liderada precisamente por alguien que votó No en 1988.

La democracia es sabia. Nuestro país necesita un cambio; la Concertación, que por 20 años ha gobernado, perdió su frescura, su vitalidad y su capacidad de interpretar a un nuevo Chile. Pero eso es un proceso normal, ocurre a todos los grupos políticos del mundo. No podemos olvidar que, durante cuatro períodos presidenciales, esa Concertación convocó a la mayoría del país; tuvo la madurez de conservar un modelo de desarrollo basado en la economía social de mercado; tuvo la inteligencia para buscar acuerdos, y ayer tuvo la grandeza de reconocer su derrota, sin demorar un minuto el recuento de los votos. La Presidenta Bachelet llamó al Presidente electo, lo saludó y le deseó lo mejor; el senador Eduardo Frei concurrió al hotel Crowne Plaza, y con su familia reconoció su derrota y abrazó al ganador. La Concertación ha sido un grupo político positivo para Chile: merece el respeto de todos y nuestra democracia es un ejemplo para el mundo.

Legítimamente, el nuevo gobierno pondrá nuevos énfasis. Seguramente combatirá la delincuencia con otra visión, promoverá el desarrollo económico con un empeño diferente, y la pequeña y mediana empresa puede esperar políticas que fomenten el emprendimiento. Un equipo nuevo significa nueva mística, un nuevo impulso y seguramente nueva generación. Qué bien le hará esto a Chile. Pero también será un gobierno de continuidad: las políticas sociales se mantendrán y se profundizarán, la red social se afianzará, el aparato del Estado continuará trabajando con un equipo de funcionarios públicos profesionales, que seguirán tranquilamente en sus tareas. Ese es el signo de la madurez que ha alcanzado Chile. Probablemente en el futuro no tendremos gobiernos de 20 años, la alternancia será la norma, las campañas del terror ya serán cosa del pasado.

Escuché al Presidente electo Sebastián Piñera con alegría y emoción. No hubo en su discurso del triunfo una palabra que no fuera de reconocimiento y generosidad para quienes no votaron por él. Se comprometió con todos a trabajar por los más necesitados, por la tercera edad, por la clase media, por los jóvenes. Llamó a la oposición a ser fuerte, pero constructiva; llamó a sus partidarios a trabajar sin descanso; invitó a los mejores a sumarse, sin importar su color político.

Con Sebastián Piñera se viene un cambio profundo, qué duda cabe, y el futuro se muestra abierto como una página en blanco. Pero a diferencia de tantas otras veces, éste es un futuro de cambio y unidad. Esta es la gran promesa de Sebastián Piñera y, si la cumple, entrará a la historia por la puerta ancha. Piñera nos invita a enterrar para siempre las divisiones: le ha dado un sentido al cambio que no lo convierte en exclusión. Este no es un cambio de un grupo de personas por otras. En televisión escuché a alguien decir que ahora “nos toca a nosotros”. Esa persona está profundamente equivocada. Se viene un cambio en las prioridades: allí donde había desgaste, habrá renovación; donde había máquinas políticas, habrá entusiasmo y mística. Pero lo bueno se mantendrá y se profundizará.

Viva el cambio, bienvenido el futuro. Ha llegado la hora de la unidad, de la mano de un gran líder, de nuestro Presidente electo: Sebastián Piñera.


Un triunfo holgado

David Gallager.

Hemos tenido una jornada emocionante. Se ha dado un hito en la historia del país. A pesar de la intervención electoral, y a pesar de las leyes enviadas en los últimos días al Congreso, con una premura tan infantil que tiene que haber ultrajado el sentir republicano de la ciudadanía, Piñera ganó con holgura. Nos habían dicho que habría un "empate técnico". Lo dijo la Presidenta Bachelet, después de la publicación de una tardía encuesta. Un "estudio" hecho por La Moneda incluso indicaba que Frei ganaba por nariz. Tal vez fue mejor el suspenso que se dio: contribuyó a que el día fuera aún más memorable. Electoralmente, el más memorable desde el plebiscito.

La holgura del triunfo de Piñera es especialmente oportuna porque la rabia de algunos oficialistas frente a una inminente pérdida de poder empezó a ser alarmante. Ellos parecían creerse los cortesanos de una monarquía absoluta, con el derecho de ejercer el poder para siempre. Hacía falta que el pueblo hiciera ver que es suya, y sólo suya, la soberanía.

Con el triunfo de Piñera queda vindicada la forma magistral en que él ha reformulado la centroderecha chilena, para convertirla en una nueva mayoría política y cultural. A esa nueva mayoría ojalá se sumen, ahora, muchos más. Es lo que debería ocurrir, porque esta nueva mayoría nos convoca a todos, sin exclusión. No está constituida en contra de nadie. No necesita enemigos, no necesita un mundo ajeno a ella para nutrirse. Es una nueva mayoría de mirada universal, construida nada más que para lograr un país más próspero, más abierto y más libre. Ése es el gran logro de Piñera.

Su triunfo, además, rompe un mito, repetido al infinito, de que Chile es "un país de izquierda". Frei perdió por creérselo. Perdió por no entender que Chile no es ya ni de izquierda ni de derecha. No es encapsulable en categorías binarias, porque es un país heterogéneo, diverso, múltiple, de gente libre. Eso lo entendía la Concertación antes, con su arco iris, y por eso ganaba. Ahora es la Coalición por el Cambio la que lo entiende, gracias a Piñera y su estrella multicolor.

Desde que se anunció el resultado me han llamado amigos de otros países latinoamericanos, aliviados de que en Chile se dé alternancia. Nos ven como el referente a seguir, si la región ha de superar de una vez la pobreza y la demagogia. Por eso la jornada de ayer fue un hito en la historia no sólo de Chile, sino en la de América Latina entera.



Acount