martes, 30 de septiembre de 2008

Después de la tormenta...

Después de la tormenta...
Alejandro Ferreiro

Una vez aprobado por el Congreso el plan de rescate negociado intensamente durante la última semana entre la administración Bush y las bancadas demócratas y republicanas —bajo la visación directa de los candidatos Obama y Mc Cain—, los mercados financieros mundiales podrán recuperar una parte de la calma y los niveles perdidos en las últimas semanas. La recuperación de la confianza y de la liquidez en el sistema financiero acotará las restricciones en el acceso al crédito, reduciendo el efecto de la crisis en el sector real de la economía mundial.

En tal caso, sus coletazos quedarán relativamente encapsulados y sus costos radicados, en proporción por definir —ése era el eje de las negociaciones en Capitol Hill—, entre el fisco norteamericano y los dueños de los bancos de inversión, inversionistas privados e institucionales y aseguradoras que, como AIG, se expusieron más de la cuenta al riesgo de cubrir la insolvencia de los morosos de hoy.

La redacción final del plan de rescate ha tomado en cuenta la necesidad de equilibrar los diversos objetivos buscados: recuperar confianza y liquidez de los mercados, radicar principalmente las pérdidas en quienes incurrieron en los respectivos riesgos, y acotar los costos para los contribuyentes norteamericanos y la economía mundial. Los políticos en Washington parecen haberse sobrepuesto a la dinámica de la campaña electoral y, pese al riesgo que supone apoyar un plan impopular a cinco semanas de las elecciones, han llegado transversalmente a un acuerdo rápido, previsiblemente eficaz, completo y políticamente digerible para todos.

Pero aunque el control de daños resulte eficaz, una cosa es cierta: al próximo presidente norteamericano le será imposible esquivar la presión y necesidad de proponer reformas regulatorias al sistema financiero. Probablemente, sus ya agotados estrategas y asesores de campaña estarán ahora identificando las bases de las propuestas de cambio regulatorio que serán ventiladas en el próximo mes de campaña.

La regulación, que casi siempre nace cuando se evidencia el fracaso de la autorregulación, es, a menudo, hija de una crisis. Pero cuando la fuerza de una presión pública enardecida termina por imponer una respuesta regulatoria más efectista que pertinente, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Es imposible no recordar la Ley Sarbannes Oxley, aprobada con extraordinaria rapidez en julio de 2002, luego de la caída de Enron y días después de la quiebra de la empresa de telecomunicaciones Worldcom. Al igual que hoy, se hacía evidente entonces la necesidad de mejorar la regulación. Entonces, el foco estuvo en las funciones de auditoría, contabilidad y en el reforzamiento de la responsabilidad de los directores respecto del ambiente de control existente en las empresas listadas en bolsa. Si bien nadie dudaba en 2002 de la necesidad de “hacer algo”, es bastante menos claro que lo hecho haya sido lo óptimo. Muchas empresas norteamericanas soportan hoy los altos costos de aplicación de esa ley, y las empresas emergentes del mundo prefieren hoy listarse y levantar capital en Europa, especialmente en Londres, antes que incursionar en el NYSE.

El futuro presidente de Estados Unidos no tiene por qué apurarse. En enero de 2009 habrá decantado con más claridad lo que verdaderamente falló y cuáles son las respuestas pertinentes. En la agenda, probablemente, estará la conveniencia de avanzar hacia una regulación financiera integrada y a nivel federal —hoy los seguros son regulados y supervisados a nivel de cada estado—. Los derivados, hoy fuertemente desregulados, son candidatos a mayores controles. Las exigencias de capital de los bancos muy difícilmente podrán soslayarse en el futuro con cargo a los seguros de crédito que hoy han mostrado su colapso. En fin, incluso, es posible que el FMI renueve su disposición a convertirse en un regulador financiero a nivel global. En suma, las lecciones de la crisis de Wall Street inducen a pensar en una agenda regulatoria ambiciosa y determinante para el futuro de los mercados financieros. Así como una crisis global nos afecta a todos, las reacciones regulatorias resueltas en Washington tienen necesariamente un efecto extraterritorial.

Las elecciones en EE.UU. vienen en buen momento. Si bien fuerzan a apresurar las ideas programáticas fundamentales de lo que Obama o McCain piensen hacer al respecto, le dan al futuro presidente casi cuatro meses para elaborar propuestas necesariamente complejas, para luego contar con la fortaleza política del recién asumido para buscar su aprobación en el Congreso. Las evaluaciones críticas de la aplicación de la ley Sarbannes Oxley ayudarán a prevenir una reacción legal desproporcionada y contraproducente. Con todo, la magnitud de la crisis financiera y su impacto en los contribuyentes obligarán a revisar con prolijidad las causas profundas de lo ocurrido y a buscar soluciones inteligentes y eficaces. Ello puede llevar, incluso, a una nueva institucionalidad de regulación y supervisión a nivel global que aspire a superar las inconsistencias y limitaciones de los reguladores nacionales.

Después de la tormenta, entonces, vendrá la regulación.

lunes, 29 de septiembre de 2008

Tres comentarios para revisar

De codicias, irresponsabilidades y despilfarros
Gonzalo Rojas Sánchez

Cuando en unos años más TVN elabore otra de sus geniales encuestas, esta vez sobre el más importante discurso de la Historia de Chile, las palabras 2008 de la Presidenta Bachelet en Naciones Unidas derrotarán en estrecha llegada a la arenga de Prat sobre la cubierta de la Esmeralda. Pobre don Arturo, será segundo de nuevo.

Palabras de la Presidenta en Nueva York: un hito en la historia del desacierto verbal. Por eso mismo, en perfecta consonancia con la reciente victoria allendista, en un futuro cercano aquellas sonadas afirmaciones obtendrán el premio mayor. Y todos los niños chilenos deberán leer, como parte de los planes de estudio de la Neo Escuela Nacional Concertada, esas admoniciones que para la ciudad y el mundo, urbi et orbi, pronunciara la estadista ante la asamblea general.

Pero para que los creativos de TVN monten esa nueva falacia, faltan todavía unos años. Hoy, el problema es para la Presidenta, quien quizás sin reparar en que las noticias también llegan al país de modo instantáneo, olvidó que discurseaba no sólo orbi, sino urbi, para Chile, para Santiago, para la gente de acá.

Porque al hablar, se puede carecer de la elemental capacidad de comunicar (Frei), se pueden cometer, uno tras otro, los errores al improvisar (Vidal), se puede usar un tono verbal tan seguro como arrogante aunque se hable de alcantarillado (Lagos), se puede agredir con cada vocablo y en cada gesto facial (Pizarro). Y casi todo eso se comprende y motiva respuestas irónicas o chis-peantes; al fin de cuentas mueve el ambiente, e incluso, se perdona. Defectos que los llaman.

Mas ¿se puede escribir un discurso dando lecciones al mundo, oh, desde la tribuna más global, oh, y olvidando el desastre que se ha provocado en el propio país, en la propia ciudad? Sí, se puede escribir ese discurso (o, al menos, leerlo), pero no hay que quejarse después de la dura crítica. Nada de femicidios políticos, ¿ya?

Porque la Presidenta ha dicho que con los planes de rescate a la crisis financiera se podría haber solucionado el flagelo del hambre sobre el planeta... y los santiaguinos cambiaban automáticamente planeta por Transantiago (cuando estas líneas estén en manos del lector, con toda seguridad Libertad y Desarrollo habrá recalculado ya, en hospitales o casas que nunca se construirán, en subsidios o pensiones que jamás se otorgarán, el despilfarro del Transantiago).

A eso agregaba Bachelet en Nueva York que los afectados por la crisis terminarán siendo los más pobres del mundo. Por cierto, ella está convencida que eso no ha pasado con el transporte público en el país que habita, porque sus asesores han logrado convencerla de que los realmente afectados por el caos de recorridos y la carencia de buses son los jóvenes universitarios, segmento A del barrio alto, ya que ahora deben gastar más tiempo en coordinar el uso de los diversos autos familiares. Que la pobreza dura ha vuelto a aumentar en Chile, es un dato que no se quiere manejar en palacio.

¿Y cómo explicaba la Presidenta el origen de la crisis? Ha sido causada, decía con la mirada puesta en el horizonte y los pies en las nubes, por la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos, lo que unido a la desidia política de otros tantos, nos tiene en una gran incertidumbre.

En Chile, por cierto, nadie de la Concertación ha codiciado nunca jamás: ni el poder, ni el dinero, ni los cargos, ni los pitutenshaft en empresas privadas a la salida de los cargos... De codicias (y de estafas) los hombres y mujeres de esa coalición, los actores de estos cuatro gobiernos, se sienten libres, sin mancha. Por ellos habló la Presidenta, en el nombre de la pureza del colectivo concertacionista. Pero el ciudadano que sigue de cerca uno que otro proceso judicial, una que otra renuncia funcionaria, una que otra conciliación pendiente, no sonríe, brama.

Y en cuanto a irresponsabilidades y desidias políticas, el chileno se pregunta: ¿Están el Gobierno y la Concertación en campaña para solucionar la grave crisis nacional? Respuesta: sí, en campaña electoral para retener el poder.

No, no ha sido sólo Fernando Carvallo quien ha dicho con desparpajo en medio de las duras críticas: "La gente me tiene sin cuidado". También, entre líneas, lo ha insinuado la Presidenta... y nada menos que a las puertas del 5 de octubre.

Veinte años atrás, se decía que iba a ganar la gente. Hoy, la evidencia es otra. Qué despilfarro.

Crisis norteamericana
Karin Ebensperger

Hay muchas teorías de por qué la economía tiene ciclos y no crece de manera continua. Los altibajos periódicos se vienen dando desde épocas bíblicas, y el sueño del faraón, de las vacas gordas y flacas, es un anuncio de los ciclos económicos.

Igual resulta sorprendente que quienes se suponían expertos, como Alan Greenspan, ni siquiera atisbaran lo que se venía, o al menos él no lo previera mientras estaba a cargo de la Reserva Federal. Si bien las crisis son siempre algo diferentes de la anterior, en esencia el mecanismo es el mismo. Pero muchos especialistas están tan concentrados en la economía, que no se interesan en la historia, ni siquiera en la reciente, y por eso creen -y a algunos les interesa que nosotros creamos- en la ilusión de que por fin se ha logrado el crecimiento continuo. Los desequilibrios de la economía norteamericana que ahora todos critican eran subestimados hace sólo unas semanas.

Hace un tiempo que EE.UU. viene dependiendo de los préstamos extranjeros. Su déficit en cuenta corriente ha seguido expandiéndose, y el 50 por ciento de la deuda federal se encuentra en manos externas. China es su principal acreedor. El más elemental sentido común debería haber hecho prender luces rojas.

La diferencia con crisis anteriores no es de grado, sino de naturaleza. Hoy el mercado es global y las soberanías nacionales son limitadas, incluso para EE.UU. Es un hecho que el terremoto financiero es planetario y que la recuperación será complicada, por la incertidumbre a nivel internacional sobre los precios de productos tan importantes como los alimentos y el petróleo. Además, una década de bajas tasas de interés estimuló inversiones en áreas cuya viabilidad ahora está en duda. Costará largo tiempo reconstruir un sistema internacional de crédito creíble.

A los factores económicos negativos se agrega la complicada imagen política de EE.UU., por la forma arrogante en que el Presidente Bush y sus colaboradores han actuado en el exterior. Geenspan y Bush tienen mucha responsabilidad en el descrédito que está sufriendo el sistema de libre mercado que, aún con los defectos que estamos observando cuando se distorsiona, sigue siendo el modelo que permite crecimiento.

Eso no quiere decir que el capitalismo sea, por definición, benévolo o solidario. Y que no tenga, como toda obra humana, defectos. Pero parece ser superior a otros sistemas, y en él se han inspirado las reformas de China y Rusia tras el colapso de la ex URSS.

Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones, planteó que las leyes del mercado y el trabajo compartido deben conducir hacia un fin último, que es "el fin social", no hacia la especulación y la concentración del capital. Parece que Greenspan y muchos en Wall Street nunca lo leyeron...

¿La transición a la democracia ha sido exitosa?
Álvaro Góngora E., Director Escuela de Historia,Universidad Finis Terrae

Corrientemente se escucha, en círculos políticos sobre todo, que "nuestra transición a la democracia ha sido exitosa". Esa es la manida frase, que se repite incluso en algunos ámbitos académicos. Me parece interesante analizar mejor la situación ante el panorama electoral que se avecina.

¿Cómo se entiende el concepto? El significado propio de la sociopolítica supone una situación previa no democrática -por lo general, asumida como "autoritaria"- que cambia en dirección de prácticas e institucionalidad democráticas.

Esta definición -la clásica, por lo demás- nos debería hacer pensar, sobre todo conociendo nuestro accidentado proceso histórico.

Cabría preguntarse, por ejemplo, cuán perfecta era nuestra democracia en años previos a 1973. Alguien podría señalar, con muy buenos argumentos conocidos, que el sistema se había vulnerado severamente, que no era estrictamente legal, agregando que se trataba de una "situación no democrática". Consecuentemente, lo que sucedió después correspondería exactamente a la transición, y podría indicar como hitos demarcatorios el discurso de Augusto Pinochet en "Chacarillas" o cuando se promulgó la Constitución de 1980, que estableció un itinerario. Conste que me refiero a esta dimensión del proceso aislándolo de cualquier otra implicancia.

Otra posición propondría que el inicio de ella se sitúa en el momento en que se produjo el entonces llamado "restablecimiento" de la democracia. En estricto rigor, cuando Pinochet transfiere el mando político a Patricio Aylwin. Así vemos que el tema del comienzo del proceso es posible que admita discusión.

Ahora vamos al término del mismo. Sobre este asunto hay grandes discrepancias y varias personalidades se han atribuido el haber sido artífices del "punto final".

El 11 de marzo de 1990, en circunstancias en que Aylwin juraba como Presidente de la República, Pinochet declaró: "Hemos concluido una jornada exitosa", queriendo señalar que la transición había terminado. Año y medio después, Aylwin sostuvo por su parte: "Realmente, a mi juicio, la transición ya está hecha. En Chile vivimos en democracia". No obstante, entre agosto y septiembre de 2005, luego que se votaran en el Congreso las llamadas "reformas duras", Ricardo Lagos, al sustituir en la Constitución la firma de Pinochet por la de él, otorgándole el significado de "nueva" Constitución -tema muy discutido-, señaló: "Marca el término definitivo de la transición. Comenzaron los gobiernos democráticos. Ahora podemos decir que la transición en Chile ha concluido. Ahora tenemos un cuerpo constitucional que está acorde con la tradición histórica de Chile".

¿Es cierto? ¿La ciudadanía, los chilenos todos, hemos asumido verdaderamente las prácticas y la institucionalidad democráticas? ¿Ellas están efectivamente asimiladas y podemos asegurar que disponemos de una "mentalidad" democrática?

Quiero plantear otro punto de vista. Pienso que la transición aún está incompleta y no se puede afirmar que ella ha sido auténticamente exitosa. Porque desde 1990 a la fecha sólo ha gobernado una sola coalición de partidos políticos, no ha habido alternancia y no sabemos qué ocurrirá con las prácticas y las instituciones democráticas cuando la Concertación pase a la oposición y gobierne la Alianza Democrática. Esa incertidumbre a veces surge cuando se escuchan entre militantes concertacionistas ciertas declaraciones francamente intolerantes, como que "la derecha no puede gobernar, que es incapaz o que gobernará para los poderes económicos, etcétera". También surge cuando se observan actitudes que rayan en la obsesión por aferrarse al poder, sin importar el costo. Tengo en mente el caso español, y cabe poca duda de que ese proceso de transición está consolidado.

Hace aproximadamente un año, este mismo diario publicó una entrevista a Edgardo Boeninger donde sostuvo: "A la corta o a la larga, uno no concibe una democracia en que la oposición esté condenada per sécula a estar fuera del gobierno". Sobre ese punto valdría la pena reflexionar.

sábado, 27 de septiembre de 2008

La república también se equivoca...


La república también se equivoca.

El Gobierno de Estados Unidos tomó el control de los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac, en el que, parece ser, el mayor rescate federal de su historia. Los argumentos abundaron, pero la versión oficial dice que intentan evitar turbulencias en los mercados financieros mundiales.

El Tesoro ya asumió miles de millones de dólares y va por más buscando el respaldo legislativo para sumar cientos de miles de millones para redoblar la apuesta. La Reserva Federal actúa en sintonía y paradójicamente los Bancos Centrales, de varios países importantes, se encuentran alineando acciones para "sostener" el andamiaje prefabricado de este presente

Es una determinación polémica que se ha instalado en los ámbitos internacionales y sobre la que algunos analistas siguen opinando, lamentablemente, con un lente sesgado. Quieren justificar lo que es una equivocada decisión, apelando a sus loables intenciones y a las trágicas consecuencias, que suponen, se derivarían de su omisión.

Es increíble que sigan gozando de prestigio profesional algunos de estos que opinan según quienes toman las definiciones. Critican asimilables cuestiones de menor relevancia en América Latina porque provienen de presidentes populistas y demagogos, muchas veces de dudoso ejercicio democrático. Como contrapartida, validan estas decisiones, por el solo hecho de provenir de la mayor escuela republicana del globo. Grotesco error, que habla bastante mal de sus cualidades profesionales y mucho más aun de su escala de valores.

A no confundirse, las decisiones son acertadas o equivocadas, no según quien las toma. Tampoco según la circunstancial legalidad que le confiere el funcionamiento de las instituciones. El prisma de los valores, de las creencias, de las convicciones, no puede verse empañado por las preferencias emocionales.

Las repúblicas democráticas también cometen desaciertos. La tentación del intervencionismo no es monopolio del subdesarrollo. El planeta se ha puesto muy sensible frente al ciudadano medio que exige garantías fuera del mundo real.

La certeza paso a ser un valor para esta sociedad moderna que ya no tolera turbulencia alguna, desconociendo las implicancias positivas que muchas veces se derivan de ellas. Aparecen entonces los "Mesías de turno", esos que creen que con la "oportuna" intervención del Estado le devuelven serenidad a los mercados.

Los mercados no precisan serenarse, sino solo de transparencia y reglas claras. Reaccionan duramente, como en esta circunstancia, solo cuando las condiciones se vieron modificadas ANTES en forma artificial, manipuladas por los mismos que hoy aparecen como protectores.

El Estado americano cimentó las bases del nacimiento de estos engendros hipotecarios cuando en 1938, en el marco del New Deal, Fannie Mae fue fundada por el presidente Franklin Roosevelt. Décadas después, paso a manos privadas, con mecanismos que recuerdan las más reprochables y mal llamadas "privatizaciones" latinoamericanas.

En ese origen rodeado de regulaciones y en la activa participación y preponderancia del intervencionismo monetario norteamericano hay que buscar las explicaciones para este cimbronazo. Cuando se le mete mano artificialmente a la economía, particularmente a la moneda, utilizándola como forma de regular el nivel de actividad económica, para "saltearnos" crisis, invariablemente, solo las postergamos para que cuando aparezca sea temible.

Los analistas decidieron bautizar a esta movida como "rescate". Otros mas sutiles hablan de "intervención", o hasta del status jurídico de "tutela". Pero todo esto sucede porque se trata de EEUU. En América Latina lo llamarían "estatización" o "nacionalización". En definitiva, recurrieron a eufemismos lingüísticos que intentan edulcorar con palabras decisiones, a todas luces, cuestionables.

Toda la cuestión se ampara en la necesidad de evitar una CRISIS MAYOR. El problema es que el costo de esa crisis la paga el ciudadano medio, el contribuyente de esa nación, al financiar con sus impuestos al Estado. Dudosa decisión moral la que se plantea.

El candidato presidencial republicano McCain, consideró que la toma de control federal de los gigantes es un paso en la dirección correcta. El candidato presidencial demócrata Obama, dijo que la medida del Gobierno era necesaria para evitar una profundización de la crisis económica. El presidente Bush alegó que la quiebra de las hipotecarias, implicaría un "riesgo inaceptable" para la mayor economía del planeta.

La intervención del gobierno de los EEUU en las mayores agencias hipotecarias del país "ayudará a sustentar los mercados", afirmó en una declaración el director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss Kahn.

En definitiva, nada más que otra versión del pensamiento único en materia económica. Lo que el socialismo llama "establishment" no es más que un grupo de burócratas conservadores que hacen un culto del status quo, ante una sociedad que tolera cada vez menos ver modificada su vida cotidiana y valida estas intervenciones creyendo en sus bondades, y empujando a la política en esa línea. Hasta que punto será esto así que hasta los populistas líderes latinos, amantes del intervencionismo estatal no solo han festejado la decisión, sino que hasta pretenden mostrarse como modelos por sus experiencias latinas.

Esta retórica justificación de la intervención del Estado esconde profundas mentiras y no ayuda a enderezar la ya retorcida mentalidad económica de nuestros dirigentes políticos. Muy por el contrario, se constituye en un PESIMO antecedente y otorga "un cheque en blanco" a los populistas y demagogos del mundo entero, especialmente a los latinos. Si la "Republica ejemplar" lo hace, que dejamos para el resto, podría inferir cualquiera con bastante realismo.

La intervención estatal en Estados Unidos lo único que hizo fue privilegiar a los menos y castigar a los más, en lo que ya es un clásico del intervencionismo económico. Los beneficiados fueron una vez mas los poderosos, los que hacen lobby, los que asumieron riesgos desmedidos, fundamentalmente el mercado financiero. La gente, no recibe protección alguna de esta manera. Muy por el contrario, paga la fiesta.

Si realmente funcionara el mercado, SIN intervención estatal, esas hipotecas jamás hubieran existido. Negociarlas en un marco de IMPOSIBILIDAD de rescate, hubiera sido no solo un acto de irresponsabilidad, sino inviable por las pérdidas que se derivarían de ellas.

La impunidad ofrecida por la tácita presencia del Estado en momentos de crisis, ha funcionado como el garante automático para que todo finalmente fracase como ya queda a la vista.

EEUU es un ejemplo de democracia. Ya nadie puede negarlo. Exhibe una continuidad republicana inigualable. Pero hace años transita un camino de deterioro, fundamentalmente en lo económico, aceptando la participación estatal en cuestiones que ya deberían haber sido superadas. Esta recorriendo un sendero peligroso, abandonando los principios que la convirtieron genuinamente en uno de los países más serios del planeta. Odiado y amado, es testigo de la dualidad que el mundo le propone. Muchos millones de ciudadanos del mundo desean vivir allí. Los capitales del globo buscan refugio en su moneda y sus instituciones, por el respeto a la propiedad privada que las mismas preservan. Todo eso se contrapone con el rechazo que provocan su actitud gendarme, cierta cuota de soberbia paternalista y su cuestionable política internacional.

Los analistas debieran aprender que no pueden seguir sesgando tan temerariamente su mirada, porque la república también se equivoca.

Alberto Medina Méndez
Corrientes – Corrientes - Argentina

viernes, 26 de septiembre de 2008

Dos excelentes comentarios

En busca de la generación perdida
Leonidas Montes

En la DC compiten distintas facciones. Hay chascones, guatones, freístas, alvearistas y gutistas. En una de esas crisis de poder incluso aparecieron los cascos azules. Y de la banda de colorines muchos emprendieron la retirada. Las facciones internas siguen siendo causa de innumerables pugnas. Próceres del partido firman cartas llamando al diálogo y al respeto. El mismísimo Gabriel Valdés S., ese aristócrata de la DC en el sentido más amplio de la palabra, anticipó el fin del partido.

Claramente, la DC vive una lenta y gradual agonía. Y los príncipes, ese grupo de jóvenes notables, permanecen tras bambalinas. El problema es que estos jóvenes, políticamente más contemplativos que activos, ya no son tan jóvenes.

Recientemente surgió un curioso debate sobre una lista de eventuales inscritos en la DC. Para quienes apoyan la candidatura de Frei, se intentaría lubricar la maquinaria partidaria para favorecer la candidatura de Alvear.

El listado de eventuales inscritos en la DC parece sacado de Macondo. Unos 5 mil no estarían inscritos en los registros electorales. Otros 4 mil habrían muerto. Consultado sobre esto último, el senador Pizarro nos explica que estos listados “vienen armándose desde hace 10 a 12 años”. Y como las listas “nunca han estado bien actualizadas… aparece gente fallecida”. Una sugerencia es que el partido actualice a sus empleados. A estas alturas un breve curso en el uso de planillas Excel sería recomendable para mantener las listas al día.

Y una reflexión: como tantos potenciales militantes DC mueren en el proceso de inscripción, es muy posible que el promedio de edad del padrón electoral del partido sea elevado. Quizá hoy la DC es un partido de jubilados.

En esa misma entrevista el senador Pizarro acusa a Piñera de ser “un individualista que no tiene cabida en el humanismo cristiano, que se caracteriza por lo contrario: solidaridad, trabajar en equipo”... ¡Qué gran ejemplo de humanismo cristiano nos ha dado últimamente la DC! Acto seguido, reclama que en Piñera “prima el liberalismo”. Qué terrible anatema. Me atrevo a sugerir que una cuota de liberalismo, bien entendido por supuesto, le habría hecho bastante bien a la DC.

Resulta lamentable lo que sucede allí. Es un partido muy relevante para nuestro sistema político. Tiene una gran tradición desde sus orígenes. Pero se dan el lujo de establecer pactos con el PC. Ante esto, ¿qué habrían dicho los fundadores de la Falange? Ateos con cristianos y autoritarios con demócratas. Electoralmente, Marx y Maritain jamás serán vencidos.

La DC vive una crisis de identidad. Es un partido con rumbo incierto. Ha envejecido y no atrae a jóvenes. Por si fuera poco, seducido por razones de sobrevivencia electoral, juega con sus principios fundacionales.

Y lo más triste es que la DC tiene un grupo de jóvenes con empuje, buenas ideas y principios. Una generación de profesionales competentes que se va perdiendo. Tienen alrededor de cuarenta años. No logran sacar de sus espaldas el peso de los próceres de siempre. Esa generación que es hija de la dictadura hoy es víctima de su propio partido. Los que no quieren soltar la teta no les han dado la cabida que merecen. Muchas veces simplemente los han desechado. Pero los príncipes no han tenido los cojones para asumir el liderazgo. Deben seguir el ejemplo de José Antonio Kast y no esperar a ser abuelos.

Nos cuentan los griegos que Diógenes se levantaba al amanecer en Atenas, cuna de la democracia, buscando con su lámpara a un hombre justo y honesto. No necesitamos madrugar para encontrar nuevas figuras para la DC. La generación perdida está a la vista: Ignacio y Patricio Walker, Claudio Orrego, Alberto Undurraga, Alejandro Ferreiro, Clemente Pérez, Guillermo Larraín, Jorge Navarrete, Alberto Etchegaray, entre otros. Pero no se han atrevido.

Año Santo Paulino
Luis Eugenio Silva


El papa Benedicto XVI convocó a un año santo paulino, que se inició el 28 de junio y durará hasta la misma fecha del 2009. El motivo es la celebración del bimilenario de su nacimiento, que, al parecer de los historiadores, fue entre el año 7/8 de la era cristiana.

Pablo, autor directo o indirecto de 14 cartas que forman parte del Nuevo Testamento, fue un judío culto de la diáspora, nacido en el seno de una familia hebrea que había conseguido la ciudadanía romana.

Un año santo tiene muchos objetivos, que se realizan en todas las diócesis del mundo, que han de organizar los actos afines: conferencias, diálogos ecuménicos, peregrinaciones, momentos de reflexión y oración y difusión de su pensamiento y doctrina que se encierra en su epistolario, el cual dirigió a las comunidades de Roma, Corinto, Tesalónica, Gálatas, Efeso, Colosas, más a sus discípulos Timoteo, Tito y Filemón. Tres viajes apostólicos, más uno a Roma y probablemente una ida a España, constituyeron en 14 años sus itinerarios evangelizadores.

Después de una vida centrada en la tradición estricta de fariseo, educado en Tarso Jerusalén, a los pies del sabio Gamaliel, fue un celoso perseguidor de los cristianos. Camino hacia Damasco, una luz y la voz de Cristo lo ciega y convierte. Recibido y acogido por el cristiano Ananías en Damasco, que lo instruye en la fe, es bautizado y empieza su trabajo como apóstol.

No sabemos si conoció a Cristo, pero su conversión lo hizo sentirse apóstol por gracia de Dios, y así será tenido por la comunidad de los apóstoles por Cristo elegidos.

Evangelizador, misionero, escritor, fue el primer teólogo cristiano, gracias a que, al pertenecer a la cultura griega helenística, y siendo judío, reflexionó sobre el misterio de Cristo, muerto y resucitado, salvación para todo el mundo.

Cuando experimentó el rechazo de los judeo cristianos, vio que su misión estaba en el grupo de los helenistas y a ellos se dedicó.

Uno de los grandes problemas que enfrentó fue el de la exigencia que los cristianos venidos del judaísmo querían poner a los nuevos creyentes que procedían la gentilidad, o sea que no tenían la cultura y tradición religiosa judía. Pretendían que para ser cristiano, antes había que ser judío, o asimilar las tradiciones judías, en particular la circuncisión, que resultaba repugnante para los no judíos.

Pablo se opuso a estas exigencias y declaró que la ley judía no era obligatoria para los nuevos creyentes. De este modo abría el Evangelio a toda la humanidad sin ponerle cortapisas.

Cuando San Pedro vacilaba entre las presiones de los judeo cristianos y los cristianos venidos de la gentilidad, por causa de las exigencias que se les querría poner, Pablo se enfrentó con él y con Santiago apóstol, que era el jefe de la comunidad de Jerusalén.

Entre los Evangelios, que narran la irrupción del reinado de Dios, y las cartas paulinas que hablan de la justificación, hay continuidad. Pablo no inventa el cristianismo, como algunos críticos lo afirman, sino que expresa, de un modo diferente, pero que transmite la médula evangélica, que en Jesús se realizó la justificación y la redención de la humanidad.

Pablo poseía un temperamento fuerte, vehemente, apasionado. No era fácil estar junto a él, ya que lo consumía la pasión evangelizadora. “Ay de mí si no evangelizo”, afirmó.

Pablo es una de las columnas que fundamentaron la iglesia de Roma, que no fue fundada ni por él ni por San Pedro, pero que ambos estuvieron en la urbe y la evangelizaron. Ambos sufrirán el martirio, uno crucificado cerca del jardín de Calígula, en lo que hoy es el Vaticano, y Pablo en la vía Ostiense, decapitado.

Las cartas que escribió a las comunidades dan pistas de solución a los problemas que vivían y a la vez doctrina. Si bien han pasado XXI siglos, su pensamiento sigue vigente en este mundo que requiere del testimonio del creyente que se hace vida y ejemplo hasta el dar la misma vida.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Dos comentarios de chilenos de verdad.

Los dueños de Chile en acción
Hermógenes Pérez de Arce

Ya me resultaba imposible de soportar que la televisión estatal, bajo la apariencia de una votación popular, hubiera designado al peor Presidente de la historia del país como el "más grande chileno de todos los tiempos". Todavía estaba insuficientemente repuesto del shock, cuando abro el diario y me encuentro con que la señora Bachelet va a condecorar al individuo que más daño hizo al país en los años 70 (con la única posible excepción del mismo Salvador Allende): al autor de la Enmienda Kennedy, el senador estadounidense Ted Kennedy. Le impondrá la Orden al Mérito en el grado de Gran Cruz.

Es que, simplemente, no puede ser. Cuando nuestro país se encontraba ante una triple amenaza externa inminente, y sabiéndose que siempre nos habíamos pertrechado para nuestra defensa en los Estados Unidos, Kennedy discurrió una "enmienda" o disposición obligatoria que impidiera a su gobierno vendernos armamentos.

Su iniciativa dejó a Chile en la mayor indefensión frente a potenciales e inminentes agresores externos. Pues estuvimos a pocas horas de ser atacados, en una guerra cuyas consecuencias pudieron ser devastadoras. Y ahora vamos a condecorar al propio sujeto que les prestó un servicio invaluable a las potencias que amenazaban a Chile.

En la antigua Constitución, esa prestación de servicios al enemigo era causal suficiente de pérdida de la nacionalidad para el chileno que incurriera en ella, aparte de tipificar claramente una traición a la Patria. Y ahora resulta que vamos a premiar al extranjero que, con gran aplauso de quienes entonces y siempre antepusieron sus afanes totalitarios por sobre el interés nacional, se alió con el potencial enemigo en el momento más crítico de la amenaza de éste.

Es que acá la izquierda ha llegado a tal extremo de control del poder, que puede hacer cualquier cosa. Ya no sólo en el ámbito del Gobierno, cuyos monstruosos disparates sufrimos crónicamente. A los anteriores se suman dilapidaciones sin límite y sin término, ya bien conocidas por la opinión pública. A ellas se añaden en estos días las evidencias de otro proyecto fracasado, el del Centro de Justicia, "el edificio público más grande del país", inaugurado por la Concertación con bombos y platillos a un costo multimillonario. Pero el edificio no puede funcionar cabalmente, por fallas estructurales irremediables. Éstas obligan al Poder Judicial a arrendar otros inmuebles, con enorme perjuicio económico, para albergar a los tribunales orales y de garantía. ¡Miles de millones despilfarrados!

Elija el aspecto que usted quiera. ¿Le preocupa la salud, por ejemplo? Echémosle un vistazo: los ciudadanos, por una parte, han pagado, vía impuestos, ingentes sumas para multiplicar por más de tres veces, en estos 18 años, el gasto público en salud. Ya alcanza a los cuatro billones de pesos anuales. ¿Y cuál es el resultado? Nos lo resume un senador gobiernista, Girardi, quien declara: en 1985 (bajo el Gobierno Militar) había tres camas hospitalarias por cada mil habitantes; en 2006 había sólo 2,3 camas ("La Segunda", 16.09.08). Han multiplicado el gasto y disminuido las camas. Es decir, el pueblo paga más, pero lo atienden peor.

¿Y ellos, los dueños del país? Ellos no sufren. Están felices. Al revés de los santiaguinos, se movilizan de manera cada vez más cómoda. La Presidenta hasta tiene un avión nuevo. Lo recorrió completo antes de partir a condecorar a Kennedy. Uno de los salones tiene "cuatro butacas clase ejecutiva, con una mesa al medio". Al lado hay un cómodo gabinete de trabajo. "Y tiene la cocina más grande", comentó ella.

¿Anarquistas en Chile?
Gonzalo Rojas Sánchez

Los anarquistas clásicos fueron -no podía ser de otro modo dada su opción de vida- tipos inclasificables. Todo intento por someterlos a categorías ha fracasado y quienes mejor los han estudiado -Woodcock, Kedward, Brenan- terminan por reconocer que es mejor analizarlos individualmente, conocerlos a cada uno con sus cadaunadas.

Proudhon, Bakunin, Kropotkin, mundos diversos en la teoría anarquista; Malatesta, Ravachol, Durruti, opciones diferentes en la acción ácrata; anarquismo comunal, anarquismo de acción, anarcosindicalismo, modos contradictorios entre sí del gran proyecto antipoder.
Lindo tema para los investigadores y también apasionante materia para los observadores de la realidad chilena. Sí, porque cada una de esas tendencias se asoma hoy en la vida pública nacional. Hay que saber reconocerlas.

"Lee a Bakunin", grita un grafitti en el centro de Santiago, como si hubiera alguien a quien pudiera sonarle el apellido del enorme gordo ruso y al ver su nombre, pudiera sentirse llamado a profundizar en su conocimiento. Lo más probable es que los lectores del letrero piensen que se trata, más bien, de un comic neogótico.

Pero lo interesante es que un tipo (sí, uno, y eso le basta al anarquismo) se ha dado el trabajo de usar el spray para difundir a su ídolo. Y, con toda seguridad, ese sujeto está pensando (o ya ejecutando) sus próximos pasos. Porque así son algunos anarquistas: unas pequeñas pulgas molestosas que espontánea e imprevisiblemente pican y sacan ronchas, o chupan y dejan heridas abiertas. Basta uno.

O las portadas del periódico aquél, casi todas antiautoridad, antiestado, antipoder, antimoral, antireligión, anti, anti. Al interior de sus páginas, conviven varios tipos metidos en una empresa caótica en su imagen, en su lenguaje, en sus propósitos, en sus medios, pero perfectamente integrable por el observador en una de las líneas del desarrollo conceptual del anarquismo. Y el periódico ése, se vende mucho y se lee mucho.

Ah y ciertas asambleas universitarias, ésas las del diálogo perpetuo, ésas las de una continua rearticulación de posiciones, ésas las que caída la tarde devienen en amor libre y barra libre, como lo practicaban los anarquistas clásicos, especialmente los hispánicos aquéllos de los años 30, hombres y mujeres de verborrea y sexualidad incontinentes.
Y vaya uno a saber cuáles otras manifestaciones aún no descubiertas. Porque cuando en una sociedad las estructuras facilitan el aburguesamiento y la corrupción, cuando las costumbres devienen en mediocridad y conformismo, por cierto aparecen los santos que procuran remecerlas.

Pero también actúan, y a veces con terrible eficacia, los muy variados anarquistas.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Una visión valórica y otra internacional

Memoria de Jaime Eyzaguirre
Gonzalo Vial

Un 18 de septiembre lluvioso como el recién pasado, pero hace cuarenta años, sus discípulos y amigos supimos que la noche anterior había muerto Jaime Eyzaguirre en un accidente de automóvil. Muchos rasgos suyos, inolvidables, son imposibles de describir de modo que los entiendan quienes no lo conocieron, y puedan asimilar nuestra congoja de entonces. ¿Cómo recrear, por ejemplo, su personalidad de profesor en acción... el tono de voz, los gestos, la elocuencia, el sesgo irónico, el perfecto y acabado desarrollo del tema, y la riqueza del conocimiento que respaldaba lo que decía? ¿Cómo olvidar la fascinación —de apoyo o rechazo, pero siempre fascinación— que despertaba en los alumnos, la manera que tenían de abordarlo y rodearlo al terminar la clase, de interrogarlo, de discutirle, de seguirlo —sin interrumpir la conversación— por los corredores de la universidad, y luego Alameda y Providencia arriba, hasta su misma austera casa de calle Seminario?

Todo eso se fue... “verdura de las eras”. También su maravillosa calidez humana, el afecto “personalizado” hacia los alumnos que se le acercaban, y la preocupación positiva ante los problemas innumerables —espirituales, la mayor parte— que los afligían. También el pozo de sabiduría que era su persona. Creemos en la vida eterna, cuando pensamos que una sabiduría así —como la de Mario Góngora, arrollado por una motocicleta al salir de la universidad— no pudo, no puede desaparecer repentina, violenta y totalmente... y para siempre. Pero en lo inmediato... sí, se fue.

¿Qué nos queda, entonces, de Jaime Eyzaguirre?

1. Primero, naturalmente, su obra histórica. Vivíamos a la sombra de los grandes historiógrafos del XIX —Barros Arana, el decisivo—, cuyo árido positivismo y odio generacional contra España y la Iglesia habían hecho de nuestro pasado algo tan minucioso y exacto en el detalle como incomprensible (por falso) en el conjunto. Alberto Edwards, Encina y Eyzaguirre escaparon de ese marco de hierro. Mas el primero no abordó la “Colonia”. Y el río majestuoso de la obra del segundo arrastraba aún algo del esterilizante positivismo decimonónico. Sólo Eyzaguirre creó una Historia de Chile global e inteligible, al reivindicar el papel jugado en ella por la Fe y la Madre Patria. ¿Exagerando un tanto sus bondades? Quizás, pero —también quizás— era necesario para reponer las cosas en su justo centro.

La misteriosa Providencia no quiso que don Jaime concluyera el segundo tomo de su historia general del país, culminando y resumiendo su pensamiento sobre ella.

2. Luego, la belleza del estilo. Oscilaba entre la sequedad (no fomedad) vasca y castellana, y la exuberancia y elocuencia andaluzas. Las últimas nos parecían aquellos años, incluso a sus discípulos, un poco amaneradas, “cursis”. Pero hasta hoy mismo sorprende el eco que en los jóvenes hallan “Hispanoamérica del dolor” o “Fisonomía histórica de Chile”. Sólo los historiadores creen todavía que deben aburrir a sus lectores, y que es pecado grave entretenerlos como Vicuña Mackenna o Encina.

3. Final pero principalmente, su religiosidad católica.

Este es un tema, por supuesto, que sólo los católicos podemos entender en plenitud. Pero sin considerarlo, es imposible acercarse a la personalidad de Jaime Eyzaguirre. No vivía para investigar, escribir ni enseñar (aunque todo esto lo hiciera tan brillantemente), vivía para salvarse y salvar a los demás. Era la causa de que arrastrara tan fenomenalmente a los jóvenes: entre los grandes laicos de su tiempo, sólo él (salvo error u omisión, según se suele decir) les tenía “palabras de vida eterna”. Impresionaba a muchachos creyentes y no creyentes que quisiera para ellos, con tal vehemencia, tan suprema felicidad.

Mucha recogía él mismo de su fe: el gozo con la oración, la misa, los sacramentos, la liturgia, el arte cristiano, la paz interior del monasterio benedictino de Las Condes. Pero también ponía en práctica aspectos no tan “simpáticos” de las creencias católicas. Por ejemplo:

-La pobreza cristiana. Vivió en ella y con ella la vida entera, sin ostentación pero deliberadamente. Lo inspiraba el comentario irónico de León Bloy, la profundidad de cuya obra —menos virulenta que su forma— inspiró la juventud de Eyzaguirre. Bloy había observado que la pobreza era “consejo” y no “precepto” evangélico, según los teólogos, pero que la diferencia entre ambos consistía en que el primero molestaba, y el segundo no tanto. Rechazó don Jaime embajadas y otros cargos honoríficos y de rentas considerables, pero que lo hubieran alejado de la juventud que discretamente evangelizaba.

-La humildad. Sus convicciones, tan fuertes en todo orden de cosas, solían arrastrarlo a la polémica, y ésta al abuso escrito o verbal contra alguien. Inmediatamente le sobrevenían el arrepentimiento y la necesidad de dar excusas al ofendido. Venciendo su orgullo, las daba. En las memorias de Monseñor Fidel Araneda, cuenta éste las disculpas que recibió de Eyzaguirre por un maltrato que le había hecho alrededor de la Academia de la Lengua, de la cual ambos formaban parte. Es un testimonio interesante porque don Fidel, sacerdote, no entendió lo que movía a Eyzaguirre.

-La obediencia a la jerarquía de la Iglesia. Nunca dijo una palabra pública contra ninguna autoridad de la Iglesia, ni contra sus decisiones ni declaraciones, aunque no compartiera éstas ni aquéllas.

El caso más doloroso para él ocurrió en 1940, cuando la Conferencia Episcopal prohibió se enseñara el “milenarismo”... la venida de Jesucristo en gloria y majestad, a gobernar la tierra en el final de los tiempos. Eyzaguirre era intensamente milenarista, y su revista Estudios había publicado artículos favorables a esta doctrina. Jamás volvieron a hacerlo, ni la publicación ni su dueño. Don Jaime silenció de tal modo, aun en privado, lo que pensaba al respecto, que este columnista, por ejemplo —que le fue bastante próximo durante veinte años—, nunca supo si continuaba adhiriendo al milenarismo, que no se hallaba derechamente condenado.

Fue por eso que, cercano el fin de su vida, Jaime Eyzaguirre sufrió tan intensa y dolorosamente por la tempestad que algunos sectores católicos —eclesiásticos incluidos— levantaron contra la encíclica Humanae Vitae, de Pablo VI, sobre uso de anticonceptivos. Dijeron entonces esos sectores que el fiel podía desobedecer la encíclica invocando razones personales de gravedad, y decidiendo “en conciencia” atenerse a éstas y no al documento pontificio. No era nuevo para Eyzaguirre semejante argumento: lo había combatido en Estudios los años ’30 y ’40, cuando otros católicos lo usaban para rechazar aspectos de la doctrina social de la Iglesia derivados de la encíclica Quadragesimo Anno (más débilmente, se utilizaría después, también, en materia de derechos humanos).

El mismo año de su fallecimiento, y a pocas semanas de éste, se alzó Eyzaguirre contra la campaña indicada mediante un artículo —“¿A quién obedecer en la Iglesia?”—, que reafirmaba la sujeción del católico al magisterio de la Iglesia, y mostraba como ésta y aquél no podían subsistir entregados al veredicto de cada conciencia individual. Era una forma del libre examen protestante, respetable pero incompatible con la fe católica. En el fragor de la furiosa polémica que levantó su artículo, murió súbitamente el inolvidable maestro.


Unasur como Estado-partido
Joaquín Fermandois

En las últimas semanas se ha presenciado un inquietante proceso de descalabro en la convivencia y en la frágil institucionalidad de América del Sur. La crisis de Bolivia amenaza con un estallido, en una atmósfera que nos recuerda al Chile de 1972 y 1973. Quizás se apacigüe, aunque ahora sólo tenemos certidumbre de la inseguridad.

Se ha añadido a ella la presencia de Chávez, que aspira a un liderato regional con el fin de determinar no sólo las políticas exteriores de la región hacia EE.UU., sino que pretende también inspirar fórmulas políticas homogéneas a lo largo del continente, siguiendo los lineamientos de su "revolución bolivariana", con mucho ingrediente de teleserie. Premunido de un histrionismo pocas veces alcanzado, que recuerda a la era de los caudillos hispanoamericanos de la primera mitad del siglo XIX, lanza estentóreas bravatas antiestadounidenses, en la estela de la antigua tradición latinoamericana desde el 1900: culpar al imperialismo de todos los males de nuestra América.

Observando su diatriba, este caudillo resulta a veces patético. Un ex oficial, joven combatiente elevado al poder por un tipo de crisis institucional que está caracterizando a América Latina después de la Guerra Fría; con la verborrea, aunque sin la oratoria más articulada de un Castro; allí, de pie, arengando a las masas con ademanes de un matón de La Vega. Es la quintaesencia de su estrategia política, más próxima a Mussolini que a Perón. Las cosas no terminan ahí, ya que esgrime un poder significativo, habiéndose enseñoreado casi completamente de Venezuela, que en Sudamérica posee un poder considerable.

Como en el caso de muchos caudillos, ese poder crece por la audacia y la provocación, y son pocos los que están dispuestos a hacerle frente. A semejanza de la época de la Guerra Fría, se han creado fórmulas dirigidas por émulos en otros países, y quizás no hemos visto todavía el fin de este proceso de expansión. Las antiguas ideas de no intervención y de solidaridad latinoamericana -para no hablar de la "Declaración de Santiago", de la OEA, acerca de la "cláusula democrática"- han quedado hechas trizas. Se crean estados que son a la vez partidos con un proyecto de transformación, cuyo programa -palabras sobre palabras- constituye una completa nebulosa, pasaporte al aventurerismo.

Por cierto, esto apunta a debilidades sustanciales de la historia latinoamericana. Son un síntoma de sus carencias como civilizaciones políticas y como sociedad civil, y constituyen también un obstáculo inexpugnable contra cualquier intento de consolidar un proceso lento y sistemático -como es inevitable- de mejoramiento de las condiciones de la sociedad. De todas maneras, por el camino de Chávez, ningún país, ninguna sociedad humana ha creado las bases de una democracia desarrollada moderna ni ha otorgado a sus habitantes beneficios perdurables en el largo plazo.

Entretanto, seguir el camino de la novel Unasur, antes de que madure -para colmo, quizás liderada por Néstor Kirchner-, indiferente a los compromisos internacionales, es entregar el peso de la influencia al camino de Chávez, que no ha sido el del Chile de la Concertación. Y, como coronación, se arrojan al basurero la OEA, el TIAR y las regulaciones tradicionales con las cuales Chile ha construido sus relaciones vecinales y continentales. Con Chávez y los que lo siguen, habrá que olvidar un basamento de la política chilena, el "respeto a los tratados". Por el contrario, a partir de los resguardos ya asentados, se podrá desarrollar una política de coordinación y cooperación entre los países latinoamericanos.

martes, 23 de septiembre de 2008

Política, Economía, valores

La varita mágica
José Ramón Valente

El gobierno norteamericano anuncio un plan de salvataje de las instituciones financieras que consiste básicamente en reemplazar en el balance de los bancos, activos cuyo valor hoy día es muy difícil de calcular, por bonos del tesoro. Es decir, el gobierno se hace cargo del problema de las deudas “tóxicas” y, como contraparte, permite limpiar el balance de las instituciones financieras. La idea fundamental detrás del plan es restituir la confianza entre los bancos.

Se entiende que parte importante del problema actual no son las pérdidas producidas por la crisis sub-prime, sino que la dificultad para identificar la cuantía de dichas pérdidas en los balances de las instituciones financieras. De manera que si el gobierno norteamericano puede ayudar a restaurar la confianza, puede también contribuir a solucionar gran parte del problema.

Como el gobierno de EE.UU. es percibido, todavía, como una institución sólida, los bonos del tesoro son un activo confiable de precio conocido, de manera que, al sustituir créditos de valor indeterminado por bonos del tesoro en los activos de los bancos, la incertidumbre debiera disminuir significativamente y el mercado de préstamos debiera comenzar a fluir nuevamente.

El monto estimado de la compra de activos por parte del gobierno de Estados Unidos hasta ahora es de US$ 700 mil millones. Eso no significa que la pérdida para los contribuyentes norteamericanos sea de esa magnitud. Como el gobierno se queda con los activos de los bancos, el monto final de las pérdidas es desconocido y dependerá de cuánta plata se pueda recuperar de dichos créditos.

La reacción de algunos, sobre todo de las bolsas mundiales la semana pasada, respecto de la intervención, asume que, cual hada madrina, el gobierno de EE.UU. tocó el mercado financiero con su varita mágica y solucionó todos los problemas. Lamentablemente, esa antigua premisa de la física que nos enseñan a todos en el colegio, “nada se pierde, todo se transforma”, no es aplicable a la economía. Los hombres somos capaces de crear y destruir riqueza, no sólo de traspasarla de unas manos a otras.

El desarrollo del mercado financiero ha permitido crear bienestar adicional para millones de personas en el mundo, los problemas que está enfrentando esta industria en la actualidad tienen la capacidad de hacernos más pobres a todos. Una cosa es ayudar a restaurar la confianza de manera de evitar el colapso del mercado de capitales, otra muy distinta es que los problemas que comenzaron con las hipotecas sub-prime, y que se han expandido al sistema financiero global, no vayan a tener repercusiones en el resto de la economía. La base de capital de los bancos está muy mermada y, por lo mismo, las posibilidades que tienen estos de otorgar créditos para consumo e inversión también lo están.

Adicionalmente, las expectativas de los consumidores y empresarios están muy bajas en todo el mundo, de manera que la probabilidad de que ellos decidan emprender nuevos proyectos o expandir su gasto, aunque alguien estuviera dispuesto a prestarles la plata, es también baja. Todo indica que la economía mundial crecerá el próximo año a un ritmo sustancialmente menor al que lo ha hecho en los últimos años, incluso menos al de este año. Las repercusiones de esta desaceleración en el crecimiento se van a hacer sentir en todo el planeta, no sólo en EE.UU. o los países desarrollados. Las películas de hadas siempre tienen un final feliz, en el mundo real lamentablemente no siempre es así.

Celebración y compromiso
Margarita María Errázuriz

Después de varios días de celebración de las Fiestas Patrias, éste puede ser el momento para pensar en el aporte que en la actualidad estamos haciendo a la generación de una cultura nacional y a nuestra identidad como país. Cuesta explicarse la emoción y el sentimiento patriótico de estos días desvinculados de nuestro compromiso actual como chilenos.

Mis ganas de entender qué estamos aportando a nuestra unidad como país surgen luego de celebrar y gozar estas fiestas en medio del recuerdo de tradiciones y costumbres llenas de riqueza, las que tan bien expresa esa copla: “Mi abuela bailó sirilla, mi abuelo el fandango doble. Mi tía la pericona y mi padrino el redoble...”. Tanta historia me llama a reflexionar sobre qué nos anima ahora como sociedad, qué estamos agregando al carácter chileno. El alma de Chile se forja día a día, es un continuo que nos lleva del pasado al presente, y de nosotros quedará un legado; más de una frase se dirá de nuestra época.

La modernidad no le hace ningún favor al espíritu patrio. Por un lado, las tradiciones pierden significado con el pasar del tiempo, lo que creemos moderno nos trae otras inquietudes, y, por otro, la política, que tiene la función de ordenar nuestra vida ciudadana y proyectarnos al futuro —por tanto, es el eje central en torno al cual se constituye país—, nos llena de conflictos.

Nuestras tradiciones se remontan a un mundo rural tan lejano a nuestro presente urbano, que, especialmente para los más jóvenes, es difícil reconocerse en ellas. Por algo en las fondas, luego de las primeras cuecas, la salsa y la cumbia están a la orden del día. Por mi parte, tengo la impresión de que en esas épocas nuestro ancho y largo territorio era vital en cuanto a amor patrio se refiere. Hemos conocido las costumbres de todos los rincones de Chile a través de tonadas y bailes que expresan con fuerza ese sentimiento.

Por otra parte, entre el individualismo y la globalización, el país como referente para las personas es el jamón del sándwich. La mirada privilegia los intereses personales y se siente atraída por el acontecer mundial. Con frecuencia se oye decir “somos ciudadanos del mundo”. En esas condiciones, las personas se centran en lo privado y a tientas buscan sumarse a una visión global, que todavía les es ajena.

Tampoco fortalecen el alma de Chile nuestros conflictos con la política. Nuestras relaciones con esta actividad nos hacen perder de vista los intereses nacionales. Me atrevo a afirmar que hoy la pertenencia se define más por la identidad con las coaliciones políticas que con el país, en desmedro de una postura que privilegie un carácter unitario. Para muchos, importa más el resultado obtenido por su coalición que el beneficio de Chile. Para otros tantos, no tiene sentido vincularse con su actividad debido a que estiman que la política no es capaz de resolverles sus problemas o porque sienten rechazo frente a la permanente confrontación de sus actores. Tanto la identidad con las coaliciones como el rechazo a la política no ayudan a fortalecer el espíritu patrio.

Teniendo presente aquello que debilita nuestra identificación con el país, un breve recuento de nuestros logros subraya valores que nos fortalecen. Son muchos los hechos singulares que podemos mostrar: la transición de la dictadura a la democracia, sin confrontación, y el haber sido capaces de seguir avanzando en lo económico a partir de lo logrado por el gobierno militar, lo que habla de una sabiduría que nos tiene que enorgullecer; la disminución de la pobreza en tiempos relativamente breves y los trabajos voluntarios de los jóvenes, que son modelos de solidaridad que se replican en la región. Estos avances destacan nuestra capacidad de acción y los valores que nos mueven.

Tal vez tenga que transcurrir más tiempo para expresar estos alcances en ideas fuerza que adquieran una particular connotación nacional y puedan ser parte de nuestras celebraciones. Pero ciertamente con ellos estamos expresando nuestro espíritu y enriqueciendo nuestra identidad nacional; nos llaman a un mayor compromiso patrio.

Sarah y Trig
Joaquín García-Huidobro Correa.


Yo no sé si Sarah Palin será la próxima Vicepresidenta de los EE.UU. Si llega a serlo, ignoro si lo hará bien. Sin embargo, con lo que ha sucedido en estos días ya basta para sacar algunas conclusiones, como, por ejemplo, el hecho de que una persona normal pueda hacer cosas significativas sin dejar de ser normal. Cuando uno ve tanta gente que sacrifica la familia para progresar en la política, la empresa o el arte, lo de Palin tiene mérito.

Pero hay otro hecho que merece ser considerado. Como se sabe, Trig, su hijo menor, padece de síndrome de Down. ¿Es esto algo tan extraordinario? Todos tenemos estos niños en nuestras familias y las de nuestros amigos; sin embargo, en el llamado Primer Mundo estos pequeños son una especie en extinción, que, a diferencia de ballenas y huemules, no está protegida por la ley.

La combinación entre diagnóstico prenatal y leyes de aborto ha resultado letal. De hecho, cada vez es menos frecuente toparse con niños Down en las calles de determinados países económicamente desarrollados (en España sólo nace un 5% de ellos). Quienes ordenan su muerte están convencidos de que no hay otra salida, pues ésas son vidas que no merecen ser vividas y a los padres y médicos les corresponde el penoso deber de ponerles fin. A veces se nos olvida que, aunque los nazis fueron derrotados en el campo de batalla, dejaron muchas herencias perversas, entre ellas la idea de “vidas sin valor”. ¿“Sin valor” los niños Down? No es lo que piensan mis amigos y parientes que tienen a una de esas personas en su familia. Pasado el impacto inicial, ellos han comenzado a descubrir que la llegada de un niño Down genera un cambio importante. Un cambio positivo.

Cada familia es distinta, pero, en términos amplios, podría decirse que se produce una creciente humanización: los hijos se vuelven más solidarios, aprenden a escuchar y a tener más paciencia, pues uno de ellos va a un ritmo distinto; los maridos se dan cuenta de que el trabajo, aunque importante, no es todo; las mujeres perciben que quizá eran un poco frívolas.

Los niños Down tienen la sorprendente virtud de sacar a luz lo mejor de los que están a su alrededor. Nos recuerdan que lo que hace al hombre no son factores externos, como su valoración en el mercado o sus aptitudes intelectuales, que el hombre no tiene precio, sino dignidad, y que esa dignidad es inseparable del hecho de pertenecer a la especie humana.

En el 60o aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, Sarah y Trig nos recuerdan una idea que está en el artículo 6 y que constituye su fundamento: todos tienen el derecho a ser reconocidos como personas por la ley.


(*) Director de Estudios de la Universidad de Los Andes, Doctor en Filosofía de la Universidad de Navarra y Abogado con estudios en Chile y el exterior.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Tres notas importantes

Deteriorado carácter nacional
Gonzalo Rojas Sánchez

Cargante tema el del carácter nacional. Cargante, porque se lo suele tratar a partir de encuestas que muestran tendencias en evolución (y entonces se queda en pura sociología estructural) y cargante también, porque si se lo analiza en ejemplos del día a día más cercano y grotesco, abre una vez más las heridas de nuestras carencias.

Tradicionalmente, han sido las escuelas matrices de las Fuerzas Armadas uno de los mejores ámbitos de formación del carácter. Pero ¿es carácter lo que manifestaba aquel cadete que de uniforme, a voz en cuello y a garabato limpio hablaba por celular en un bus interurbano repleto, planificando su carrete de las próximas horas, nada sano, por cierto?

En la concepción mistraliana, el colegio era el lugar en que los dedos del modelador debían ser a la vez firmes, suaves y amorosos para forjar la personalidad del alumno. ¿Fue manifestación de un carácter bien modelado el musical lanzamiento del jarro con agua?

Para Alberto Hurtado, el cometido de la familia era formar seres humanos en todo el sentido de la palabra, capacitándolos especialmente para constituir nuevos hogares. ¿Logran hoy expresar un carácter en proceso de maduración hacia la constitución de una familia, esos miles de pokemones y pelolais, de emos y punks, deshilachados e insustanciales?

Duele comprobarlo, pero se palpa en el ambiente: pocos están dispuestos a formar hoy el carácter de las personas bajo su responsabilidad. Pocos, muy pocos, aunque los hay.

Magnífica fue la reacción del empresario aquel que le advirtió por dos veces a un joven profesional a su cargo que ¡no bostezara de modo grotesco en reuniones importantes!... porque si no se concentraba, le iba a terminar el contrato; a la tercera, simplemente lo llamó y procedió al finiquito. El despedido, obviamente, no podía creerlo: nadie, nunca, jamás, le había formado el carácter.

Excelente fue la actitud de la profesora universitaria ésa que, ante la notificación de viaje al extranjero que le manifestaba el alumno de primer año, a una semana del Dieciocho, amablemente le comunicó que debía optar entre esas playas y este 1,0 en la prueba que quería cambiar de fecha. La cara de consternación del implicado reflejaba su banalidad frente a los compromisos.

Notable fue el padre de familia que, ante las reiteradas faltas de puntualidad de su hijo de 18 años respecto de los horarios convenidos de llegada nocturna, cariñosamente le manifestó que por cada hora de atraso, se esfumaba el 10% de la mesada. El jovenzuelo está ahora en menos 20%, pero va aprendiendo.

¿Son sólo gestos aislados, de extraños bichos chilensis? No, son actitudes que quizás se multiplican entre muchas personas anónimas y que así buscan imitar las vidas de dos compatriotas de carácter fuerte que recordamos por estos días, de ésos que nunca se conformaron con su propio modo de ser y que se esforzaron siempre por modificar para bien las tendencias que percibían en sí mismos y en otros: Miguel Kast y Jaime Eyzaguirre.

De la muerte de Kast se cumplieron 25 años el dieciocho recién pasado. Para Miguel siempre había una nueva tarea de bien público que emprender o alguna antigua que retomar; siempre de inmediato; y siempre donde se le necesitara, comentaba Jaime Guzmán en su funeral. Carácter de economista creativo, de conductor de jóvenes.

Y del fallecimiento de Jaime Eyzaguirre conmemorábamos 40 años justo el día antes, el 17. Jaime Eyzaguirre era generoso, sí, pero también podía ser muy violento y agresivo; podía ser cariñoso y afectivo, pero también podía ser sarcástico y cruelmente irónico; no cabe duda de que era caritativo y que el mandamiento del amor al prójimo constituía para él el supremo deber moral; pero en la polémica con algún opositor podía ser implacable y muchas veces procuraba, con pasión, no sólo refutar al otro sino destrozarlo y hundirlo. Él mismo tenía conciencia de sus reacciones paradojales y hacía un máximo esfuerzo por encontrar el equilibrio interno y la armonía del alma, escribía Ricardo Krebs sobre su amigo. Carácter de historiador convencido, de profesor comprometido.

De estructuras y tendencias, de porcentajes y de gráficos parece vivir el análisis de nuestro carácter nacional. Más valdría, quizás, que todas esas miradas se fundaran más bien en las biografías de mujeres y de hombres ejemplares que, desde sus propias imperfecciones, supieron modificar, dominar, conducir y entregar generosamente su personalidad.

La crisis estadounidense
Karin Ebensperger

No se entiende que mientras China e India están creciendo como nunca antes, Estados Unidos esté viviendo tamaña crisis financiera. Las autoridades estadounidenses aceptaron hasta más allá de lo razonable que el sistema financiero de ese país estuviera distorsionado por los especuladores y que las reglas del fair play y la transparencia mínima fueran alteradas hasta ese punto.

El economista chileno en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), Ricardo Caballero, dice que Washington no envió una señal clara para "evitar ataques especulativos de los short sellers, inversionistas que venden acciones que no tienen y que luego ganan cuando cae el precio de ellas, que se pasean por Wall Street buscando a su próxima víctima", los que ganan mientras pierden los millones de trabajadores y jubilados con cuyo esfuerzo los especuladores se hacen sus pasadas.

Hace casi tres años escribí en esta misma columna ("Proyecciones", 27-12-2005) que mientras el factor chino había disparado los precios de las materias primas, era probable que en el futuro próximo quedara clara la creciente inestabilidad financiera de Estados Unidos.

China con sus ventas masivas acumula divisas, porque su economía no es orientada al consumo sino a consolidar sus cambios internos a través del ahorro; y presta dinero indirectamente a EE.UU. a través de la compra de bonos y otras inversiones.

Dicho de otro modo, Beijing necesita que los norteamericanos consuman para mantener el crecimiento de su propia economía; así, los habitantes de China, que ganan unas 40 veces menos que un estadounidense promedio, están subsidiando a EE.UU., con imprevisibles consecuencias.

Y preguntaba en esa columna del 2005, ¿cuánto tiempo puede Washington aumentar su deuda y su enorme déficit, disimulado entre otros factores por el consumo chino? Bueno, al menos hoy la debacle financiera se sinceró, y sólo falta saber cuánto afectará a la "economía real", que es el eufemismo que usan los economistas para referirse a los que verdaderamente trabajan y producen, a los que con su esfuerzo sostienen a los especuladores financieros que sentados en sus torres de marfil le ponen precios ficticios al trabajo de los demás, los de la "economía real", nombre que ratifica que la otra es irreal.
Alexis de Tocqueville (1805-1859), quien escribió "La democracia en América", un referente en la historia de EE.UU., hablaba de la base moral de ese pueblo, sobre la cual se construyó su democracia, basada en la igualdad de condiciones por la libertad. Me pregunto si eso se cumple hoy en día, si el sistema le garantiza al pequeño y honrado contribuyente las mismas condiciones que al especulador de Wall Street. Si es justo que discrecionalmente el sistema rescate a los "grandes", y deje a los chicos a su suerte.

¡AY, LOS DERECHOS HUMANOS!
Luis Fernández Cuervo (*)

Ese “ay” incluido en el título también podría cambiarse por un “oh” de sorpresa, un “ah” de admiración ante lo increíble, un “uff” de desprecio, o una sonora carcajada; depende del humor con que se miren como se viven hoy esos tan cacareados derechos.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 10 de diciembre de 1948, fue acogida con universal aceptación, viéndola como un importante hito jurídico mundial. Sin grandes contratiempos fue suscrita por una enorme mayoría de gobiernos. Estaba basada en un concepto del ser humano y en unos principios de Ética y de Justicia muy universales y profundos. Si se vivieran sus artículos, siempre y por todos, contribuirían a un gran progreso mundial en humanidad, en paz y en felicidad.

Pero desde 1948, han corrido muchos años. Ahora releer sus artículos y echar un vistazo a lo que pasa, en lo cercano o en lo lejano, ¿es motivo de celebración?

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos… (artículo 1°) ¿Acaso hemos progresado en ese respeto fundamental a la dignidad, igualdad y libertad de todos nosotros? La esclavitud, por ejemplo, no sólo subsiste en su forma antigua, sino que aumenta, en América y en Europa, bajo la forma moderna de “trata de blancas” -la prostitución forzosa-.

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona” (art. 2°) Sí, claro, derecho a la vida, incluso de los no nacidos, siempre que sea un país donde no se ha logrado todavía imponer el peor de los falsos derechos: el derecho al aborto, la impunidad para el asesinato de seres humanos máximamente inocentes e indefensos. A favor de esa monstruosidad trabajan fuerzas poderosas internacionales.

Ya señalé en mis dos últimos artículos el caso de Chile, ejemplo extremo, pero no único, de cómo algunos de esos derechos se entienden ahora por la opinión pública mundial, por los tribunales de muchos países y para la mismísima Amnistía Internacional. Son derechos sólo para los terroristas, asesinos y secuestradores, siempre que sean de izquierdas. Los derechos humanos, como dijo alguien, se han transformado en los izquierchos inhumanos.

Si ampliamos nuestro examen hasta llegar al “honorable” (¿?) recinto de la ONU, encontramos una farsa cínica, una burla al más elemental sentido de la justicia cuando se elige como presidente del Comité Asesor del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ¡a un funcionario cubano! y para dos de sus tres vicepresidentes, a representantes de los gobiernos de Egipto y de Rusia. ¿Todos ellos campeones en la defensa de los Derechos Humanos?

Pero la ONU, ya se sabe. Es una institución donde gran parte de sus organismos trabajan en contra de las personas. Un ejemplo es la guerra contra la natalidad de su Fondo de Población. Pero hay mucho más. Ahora se prepara un documento maligno sobre falsos derechos de los jóvenes para que lo firmen -¿libremente o bajo coacción?- todos los presidentes latinoamericanos. ¿Cuándo veremos una ONU integrada por gente realmente honesta y honrada? ¿Cuándo se hará limpieza en ella de tanto incompetente, sinvergüenza o malvado?

Pero si vamos a otros países y organismos… Veamos Gran Bretaña por ejemplo. Dos hermanas solteras de 90 y 92 años, que siempre han vivido juntas y que han dedicado su vida cuidar a sus padres y a dos de sus tías, pidieron a la justicia británica gozar de la misma exención de impuestos de sucesión que tiene el miembro no fallecido de un matrimonio o de una unión civil de homosexuales. El tribunal inglés no les dio la razón. Entonces recurrieron al Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo, que también dictaminó en contra de ellas. A lo que una de las hermanas comentó: “Si hubiéramos sido lesbianas tendríamos todos los derechos del mundo; pero como sólo somos hermanas, parece que no tenemos ningún derecho.”

La falta de verdadera justicia y de sentido común con que se aplican los Derechos Humanos avanza: ya se ha propuesto en varios países proteger los derechos de los animales. El gobierno socialista español, siempre pionero en los derechos disparatados, se prepara ahora para ganar, dentro de ese tipo de aberraciones jurídicas, un récord que merecería ser registrado por el Guiness: quiere ser el primero que legalice el Proyecto Gran Simio.

Espero darles detalles de ese Proyecto en mi próximo artículo.

(*)Luis Fernández Cuervo es un destacado Médico y un importante periodista.

jueves, 18 de septiembre de 2008

Comentarios de tres patriotas insignes.

Y los pillaron otra vez...
Hermógenes Pérez de Arce

Ustedes saben que una de las misiones que la Providencia me tiene asignadas en la tierra, y no la menos importante, es decir verdades que nadie se atreve a decir. Y pago las consecuencias. Hace un par de años, cuando extremistas maltrataron a carabineros y la Presidenta les dio una feroz reprimenda a estos últimos por repelerlos, una ingenua productora de TV me invitó a ser entrevistado en su canal. Cuando el entrevistador me preguntó qué opinaba de lo acontecido y yo respondí, con toda naturalidad, que no me extrañaba en lo más mínimo, porque la Presidenta había pertenecido o sido muy próxima a los principales grupos extremistas, el MIR y el FPMR, de los cuales proceden los encapuchados que hoy agreden a los carabineros, entonces hasta mis oídos captaron cómo le gritaban a mi interrogador, por la línea interna, que "sacara a ese tipo (yo) de ahí", cosa que éste hizo cortés pero inmediatamente.

Por eso, cuando ahora me preguntan qué opino sobre la ninguna acción del Gobierno, tras recibir información de que en su seno mismo trabajaba alguien vinculado a las FARC, respondo de igual manera, si bien algo temeroso de que me echen de dondequiera que esté.

Pues FARC chilenas, es decir, las FARCH, eran todos los grupos armados organizados y pertrechados bajo la UP para sustituir por la fuerza el régimen democrático, como lo denunciaron en su tiempo, entre otros, los senadores Patricio Aylwin y Eduardo Frei. Este último había vuelto muy impresionado de Europa, donde un gobernante democrático le había advertido: "Cuando el comunismo agarra, no suelta" (citado en su carta a Mariano Rumor). Y todos los partidos de la UP que hoy nos gobiernan tenían grupos armados, además de los del PC y del MIR. El PS, el MAPU y la Izquierda Cristiana los tenían, como detallara el ex jefe socialista Altamirano a Patricia Politzer, en un momento de candidez del cual, supongo, se habrá arrepentido muchas veces. Y si los radicales no repartían armas, probablemente era por carecer de militantes a quienes entregárselas, desde que la facción de Bossay, mayoritaria, se había pasado a las filas de los demócratas y convocó junto con ellos a los militares a salvar al país.

Los izquierdistas y ex miristas que tienen edad suficiente y que están hoy en altos cargos en La Moneda, en el Congreso y en los partidos políticos, tienen, pues, rastros de "los fierros" en sus ma-nos (nunca me ha gustado hablar de sangre). Han cambiado pro forma, pero lo que les gusta, en el fondo, es lo de las FARC, lo de Chávez, lo de Evo, lo de Fidel, lo de Correa. Y no nombro a Lugo, porque todavía lo tengo en observación.

Por eso hay tanta inconsecuencia en que la Presidenta Bachelet, que encabeza pro tempore a la Unasur, llame a defender a Evo en nombre de una "irrestricta" democracia, cuando éste declara en todos los tonos su admiración por Fidel, y si para algo usa su mayoría es para hacer lo mismo que en su tiempo Hitler hizo con la suya: perpetuarse en el poder y aplastar a sus adversarios.

Ahora el Gobierno procura distraer la atención de la opinión pública y la gravedad de sus nexos con las FARC con un volador de luces. Dice que quienes denunciaron tales nexos cayeron en una "operación de inteligencia colombiana". Pero el actual jefe de inteligencia chileno, que hace un cuarto de siglo era abogado de terroristas y estuvo preso por ayudarlos, ha empezado a entregar a la fiscalía local los mismos antecedentes proporcionados por dicha "operación de inteligencia". ¿También ha caído en ella? ¡Por favor! Lo que sucede es que sólo les queda entregarlos porque, otra vez, como en el caso de los "sobres con billetes", los pillaron.

Tres tendencias, tres cambios
Gonzalo Rojas Sánchez

Buenos días éstos para pensar en el Chile del Bicentenario, en el que probablemente se habrán consolidado las nuevas mentalidades y tendencias que ya hace más de 30 años comenzaron a asomarse. Será ésa la mejor demostración de cuánto y cómo cambió el país después de 1973.

Por una parte, habrá quedado claro que se pasó del estatismo a la responsabilidad personal. El tránsito de aquellos períodos de las planificaciones globales de los años 64 (Frei) 70 (Allende) y 75 (Pinochet) que pretendían generar toda una nación de nuevo, desde cero y en todos los campos (Góngora) se habrá completado, consolidando el pequeño negocio, la iniciativa personal; atrás habrá quedado la mentalidad de "el Gobierno dicta el rumbo y yo me adapto en lo que puedo," que era propia de los chilenos hasta muy entrados los años 80, y habrá sido reemplazada por un "yo busco caminos nuevos, creo, invento, arriesgo y si es necesario, vuelvo al gobierno mediante lobby", mentalidad que comenzó a surgir tímidamente en los 50, luchó por mantenerse en los 60, se asomó al triunfo a finales de los 70 y pareció consolidarse en los 80; también en la cultura se habrá marcado una diferenciación significativa entre el Estado y los particulares. La gran ventaja de esta tendencia está en el incentivo a la creatividad, pero su gran restricción puede estar en el olvido de la pobreza.

En contraste, probablemente se seguirá mostrando una alarmante tendencia a superar la austeridad como virtud, por una afán de consumo y ostentación. Quizás en 2010 se recuerden con nostalgia esos tiempos en que el interés se centraba en los contenidos, algo que era propio de los 60 y 70 (¿para qué tener algo?), lo que se expresaba en viajes culturales, compras de libros y vida social muy conversada, y se mirará con cierta perplejidad la preferencia por las formas que comenzó a ser lo típico de mediados de los 80 en adelante (¿a quién impresiono con esto?), lo que se expresó en conocidos viajes de negocios y en espectaculares viajes de descanso, en compras de suntuarios y en vida social de eventos. A esas alturas, quizás ya no impresione que la transición que se dio en los 80 desde el crédito para inversión y propiedad en la casa y en el auto único, haya terminado en el crédito para consumo centrado en bienes reemplazables en lapsos breves. Quienes defiendan esta tendencia hablarán a su favor como signo de la ruptura de la mediocridad, pero muchos mirarán su presencia como una señal de la opresión que los medios pueden causar sobre los fines.

Y como tendencia complementaria, cabe consignar el paso en el Chile contemporáneo de la aceptación de una moral objetiva al relativismo moral. Algunos ejemplos lo muestran muy nítidamente: por una parte, se ha transitado desde la familia conceptual y fácticamente normales (ambos padres viviendo juntos y pluralidad de hijos) a las uniones de todo tipo y circunstancia asimilables a familia (segundas y terceras nupcias, concubinato, uno con uno y una con una, uno solo, uno con animales, etc.); por otra parte, se ha pasado de la probidad funcionaria y profesional, como un orgullo nacional y ejercida con sobriedad y sin mayores quejas, lo que era propio de los 60, a las relaciones turbias, éticamente reprochables e incluso delictuales, muchas veces acompañadas de quejas virulentas sobre los niveles de sueldos, lo que ha sido propio de los años 80 en adelante. Paralelamente se ha producido la ruptura de las relaciones entre religión y moral: muchos creyentes sólo rezan, pero no buscan la coherencia en sus vidas.

Externamente, esta tendencia relativizante se ha expresado en un desprestigio de las formas. La ventaja de esta nueva mentalidad está en la claridad del lenguaje público, casi sin eufemismos, pero su restricción ha venido consistiendo en la deformación de lo natural.

Si tiene un tiempito en estos días de cueca y chicha, échele una mirada a estos puntos y saque conclusiones personales.

Populismo y retórica latinoamericana
Hernán Felipe Errázuriz

Los presidentes Evo Morales y Hugo Chávez han estado siempre resueltos a eternizarse en el poder y apoyarse mutuamente. No es novedad. El futuro de sus pueblos poco les importa. Lo primero es la ideología. Ahora radicalizan sus relaciones con EE.UU., con el retiro de dos embajadores, distinguidos y profesionales. Ambos sirvieron en Chile en otros cargos y fueron apreciados.

En un primer momento, con las expulsiones aumentarán su popularidad; es lo que buscan. Permanece el recuerdo de intromisiones de EE.UU. Por lo demás, es correcto sostener que la declaración de persona non grata está contemplada en el artículo 9° de la Convención de Viena, que no requiere expresión de causa y es una facultad discrecional de todo Jefe de Estado. Lo que no puede estipular ese tratado son las consecuencias del aislamiento. Era probable que Morales retrocediera, lo ha hecho antes. Recientemente, mientras vituperaba a EE.UU., le solicitaba ayuda financiera y privilegios aduaneros. La vuelta atrás no fue posible: quedó encajonado, luego de la solidaridad de Chávez y por la respuesta estadounidense, que también declaró non gratos a los emisarios de Venezuela y Bolivia.

Para perpetuarse, Morales y Chávez han dictado constituciones; concentrado el poder; instado a la violencia; se han apropiado de empresas privadas y celebrado alianzas con los regímenes más totalitarios. Es la agenda del socialismo del siglo XXI. Ambos atraviesan por fuertes oposiciones internas. Bolivia, en el umbral de una guerra civil, y Chávez, acosado por investigaciones de apoyos al terrorismo de las FARC, documentado en correos electrónicos que han causado estragos hasta en La Moneda. Además, el juicio seguido en Miami sobre origen y destino de un maletín con 800 mil dólares es una incomodidad para las relaciones de Chávez y Kirchner con Norteamérica.

La diplomacia también puede ser un instrumento del populismo. Lo ha sido en América Latina. Bolivia fue el caso más pintoresco. El Presidente Melgarejo expulsó al representante del Imperio Británico y lo humilló obligándolo a montar un burro. Se dice que la reina Victoria, advertida de que su flota no podía bombardear el altiplano, decidió borrar a Bolivia de su mapa. Lo más probable es que EE.UU. opte por algo parecido, por un tiempo.

Ahora vienen la retórica y las ambigüedades latinoamericanas. Las de la OEA son un clásico. Debutará la Unasur, y seguiremos absteniéndonos de calificar a las FARC como grupo terrorista, mientras postulamos al premio Nobel de la Paz a Ingrid Betancourt, víctima de ese terrorismo.

Aún es tiempo para tomar distancia de dos mandatarios impredecibles.


miércoles, 17 de septiembre de 2008

El fantasma de septiembre, por Gonzalo Vial


El fantasma de septiembre
Gonzalo Vial

Un fantasma recorre el mes de septiembre... todos los septiembres, hace dieciocho años. Es el fantasma del 11... el 11 criollo, de 1973, no el norteamericano de las torres gemelas.

Pero el fantasma chileno del 11 ya no es el del golpe militar, sino el de Pinochet. Pinochet ha muerto, pero no exorcizamos, no podemos exorcizar su memoria. Veamos algunos hechos, grandes y pequeños, que lo demuestran:

—Un caballero a quien no conozco, pero seguramente respetable, me manda un libro que ha escrito y cuya tapa lleva la fotografía de... Pinochet. Es una colección de las cartas anónimas que el autor escribió al general el año de las protestas, completo, a razón de una misiva diaria. Lo hizo, relata, gastando enormes precauciones: manejaba los sobres con guantes de goma, para no dejar huellas digitales, y los hacía despachar por correos distintos.

Ahora bien, las cartas ahora publicadas están correctamente escritas y aunque críticas, no son injuriosas, pero... carecen de interés el 2008. No aportan nada nuevo sobre las «protestas» —más complejas que su solo nombre— ni respecto de cómo las enfrentó Pinochet, ni de Pinochet mismo... Tampoco podemos creer que el general haya leído estas cartas. Son de las que llegan por decenas si no por centenares, todo el tiempo, a cualquier gobernante, y no pasan del escritorio de un tercer secretario.

¿Por qué, entonces, las da a la luz el autor? La única explicación que se me ocurre es la ya dicha: que el fenómeno Pinochet nos sigue persiguiendo: un muerto que no dejamos morir, que continúa obsesionando al autor de los anónimos, un cuarto de siglo después de mandarlos.

—Un diputado que fue funcionario del régimen militar —refiriéndose a las relaciones inexplicadas entre un periodista de La Moneda y las FARC— formula una crítica al Gobierno.

El vocero oficial del Ejecutivo dice que no le contestará a un ex subsecretario de Pinochet.

Es un exabrupto de escolar, sí, pero además otra señal de que el fantasma de Pinochet nos continúa persiguiendo. Más importante que el mandato popular del diputado, es su subsecretaría —veinte años atrás— bajo el general. La figura de éste sigue “penando”, gigantesca: un homenaje involuntario que le rinden incluso aquellos que la juzgan maléfica.

—Igualmente significativo en cuanto a la pertinacia del fantasma de Augusto Pinochet, es la ya un poco ridícula pero invariable costumbre de culparlo por todos los problemas no resueltos de nuestra sociedad. Hace dieciocho años que nos gobiernan sus enemigos —justamente los que se concertaron para decirle “no”—, pero ellos rehúsan responder de esos problemas sin solución. He leído que Pinochet y su “micros amarillas” son la causa del Transantiago, y que dejó nuestra enseñanza pública “en el subterráneo”... por eso sería tan mala. HOY. ¡Le quitamos hasta su Constitución, la de 1980! Ahora —un tanto absurdamente, pero indicativo del terror pánico que nos causa el fantasma— es la Constitución “de Lagos” y del 2005...

—Pero el signo más patente del fenómeno que comentamos lo proporcionan los inevitables “festejos” anuales del 11 de septiembre, cuya versión 2008 terminamos de vivir.

Reaparecen tal cual, cada año y en cada población humilde, las “protestas” contra Pinochet de los años ’80. Barricadas, fogatas, luchas a piedra limpia —y últimamente a balazos— contra Carabineros, cortes de luz (fin de fiesta), saqueos y vandalismo... todo idéntico. Luego, la inevitable declaración oficial: este año, los disturbios y las víctimas han sido menos que el anterior. ¿Una mujer embarazada que recibe un tiro? ¿Un vecino malherido, hospitalizado y conectado al ventilador mecánico, castigo por desarmar la barricada cuyo humo agravaba el asma de un niño suyo?.. Bagatelas.

No creo que el mundo conozca otro país, como el nuestro, en el cual los críticos de un hecho ocurrido hace un tercio de siglo y más —críticos que hoy día y ya por veinte años han recuperado el poder—, reclamen contra aquel hecho destruyendo propiedad pública y privada, saqueando comercios y malhiriendo inocentes. Ni otro país cuyas autoridades, corrido el mismo tercio de siglo, simplemente NO PUEDAN poner término a este “vandalismo protestatario”.

Nos hemos acostumbrado a él, tal cual durante más de un siglo nos “acostumbramos” a la inflación alta y permanente.

Y la sombra del general también recorre las protestas de 11 de septiembre. ¿Por qué continúan, si ya no existe “represión” de ninguna “dictadura”? ¿No hay nada actual de qué protestar? ¿Por qué en tiempos de Pinochet eran actos patrióticos, y hoy (dice la autoridad... lo mismo que decía la de entonces) son desbordes del “lumpen” y los “delincuentes”? Los pobladores pacíficos, en la oscuridad del “cadenazo”; los comerciantes vejados, asaltados y robados: los automovilistas impotentes, que ven hechos pedazos los vidrios de sus vehículos... ¿en quién piensan?

En Pinochet, es probable. Igual que —sin conocerlo todavía— pensaban muchos el año ’73, como aquel paradigma democrático y democratacristiano de hoy, que entonces declaraba:

“Las Fuerzas Armadas chilenas son las grandes reservas morales de nuestro país, y pueden ser ellas quienes en un momento dado estén llamadas a solucionar las cosas. De eso no hay que tener tapujos, y lo demás es ser un hipócrita”.

Pero ¡ay!, inútil pensar en Pinochet, para bien o para mal. Está muerto. Su fantasma es el que nos persigue, porque no hemos sabido, como país, exorcizarlo, a fin de que descanse y descansemos. Y eso exige de nosotros, los chilenos, no de él, que ya en nada puede ayudar:

—Reconocer que el 11 de septiembre fue culpa colectiva de los civiles, que no supimos conciliar nuestras diferencias y estuvimos dispuestos a dirimirlas por la fuerza bruta, aunque derivase en guerra civil.

—Reconocer que nos sacaron de ese trance los institutos armados, cuando y como ellos solos podían hacerlo.

—Reconocer que el régimen surgido del 11 de septiembre fue, por desgracia, culpable de las más graves violaciones a los derechos humanos cometidas en nuestra historia.

—Reconocer que el mismo régimen instauró un sistema económico que ha sido y es la base de la estabilidad y relativa prosperidad imperantes.

—Reconocer que el mismo régimen nos devolvió voluntaria y pacíficamente la democracia —habiendo podido de hecho no hacerlo— el año 1990, cumpliendo al detalle y al minuto el itinerario y procedimientos prometidos por las Fuerzas Armadas diez años antes, en la Carta de 1980.

—Reconocer que esa Carta nos devolvió sustancialmente la democracia —incluida la posibilidad y mecanismos para modificarla—, en la cual el año 1973 vastos sectores políticos, fundamentalmente de izquierda, habían dejado de creer.

Únicamente el conjunto de estos “reconocimientos” podrá enterrar definitivamente a Pinochet; librarnos de su fantasma; dejar la discusión de su personalidad, méritos y errores —que será interminable— a la historia, y liberarnos para construir más y mejores consensos.
Nota de la Redacción:
Aunque no concordamos con todo lo expresado por Don Gonzalo Vial, creemos que su análisis y diagnostico son impecables, clarificando el único camino de futuro que tiene el país.

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