lunes, 8 de septiembre de 2008

Tres excelentes comentarios

En su corazón, ya renunció
Gonzalo Rojas Sánchez.
Un gobierno que tropieza con sus propias torpezas, como le ha sucedido a la administración Bachelet con el Transantiago, ya no es un pato cojo: simplemente está postrado, no puede seguir caminando.

Ha fracasado visiblemente, sostenidamente, gravemente. Ha fracasado en el plano humano (humillación de la población), en el plano técnico (diseño e implementación), en el plano económico (financiamiento), en el plano jurídico (medios inconstitucionales) y en el plano político (negociación para otra forma de financiamiento).

Y todo eso le ha sucedido en el contexto de aquel eslogan laguista tantas veces repetido, a coro y por solistas: los gobiernos de la Concertación son los más exitosos de la historia de Chile.

¿Cabe entonces la petición de renuncia ante tamaño fracaso? ¿Procede un golpe de Estado blando, negándose la oposición a todo lo que proponga el Gobierno, sea lo que sea? No, ni una cosa ni la otra, porque no le convienen a Chile... ni a la oposición tampoco.

Años atrás, un político de la Alianza, por imperativo de su conciencia y en virtud de su nobleza, salvó la continuidad del gobierno de Lagos, cuando muchos habrían preferido que lo empujara al vertedero, depósito al que naturalmente debía desplazarse tanta putrefacta corrupción.

Lagos exhibía un liderazgo que facilitaba ese tipo de acuerdos, porque la grandeza de su orquestación mantenía a buena parte de los chilenos aún convencidos de su categoría como estadista. Y aunque se haya comprobado después que su vitrina estaba llena de cartones y de plásticos, en ese momento, la fuerza que Lagos podía invocar a su favor inducía a razonar así: si Lagos cae, es el caos; si Lagos deja a la Concertación en el suelo y al país aplastado por la rampante corrupción, no hay Alianza que pueda rescatarlo. Era Lagos o el caos.

Lagos no cayó, pero el caos vino igual.

Y vino sobre ruedas, muy rápido, cruzando toda la realidad del gobierno de Bachelet: llegó en febrero de 2007. Hoy, se vista de militar (apelar a la disciplina), baile por el feliz final de agosto (ocultar los grises con la llegada de la primavera) o eventualmente solicite prestada la magia de algún circo de paso (sugerir que la Concertación sale siempre bien parada), la Presidenta Bachelet simplemente no puede desligarse de una realidad: es el caos, es el fracaso. No hay campañas de imagen que puedan recomponer su deterioro final.

Si hasta los mismos buses de la discordia desplazan unos afiches publicitarios que, aunque referidos a otros asuntos, les gritan a los santiaguinos (y a los chilenos todos, perjudicados también de rebote) cuán ridícula es la posición gubernamental, cuán esquizofrénica es su autopercepción. En unos letreros se lee: "Chile se la ganó; Chile valora tu vida"; y otros afirman: "Cuídate: la riqueza de Chile eres tú". Cientos de personas, miles, ven pasar desde sus paraderos, desde su esperaderos (Warnken), esas grotescas afirmaciones. No sonríen, obviamente.

Ni los más duros de sus críticos sugerirían que corresponde que la Presidenta renuncie, pero, qué duda cabe, su liderazgo está convertido hoy en una suma de tres simpatías, dos frasecillas y una que otra mirada melancólica. Es que ya renunció, desde el fondo de su corazón, ya renunció, afirmaba un aliancista pocos días atrás. Porque, decía, en toda actividad humana hay un punto de no retorno, y hasta la más ingenua o mediocre personalidad logra percatarse: ya no más de esto, no se pudo, hasta aquí no más llegamos. Podrá maquillarse de nuevo, mañana o el martes, pero ya no da para más.

Años atrás, Jackie Stewart comentaba que cuando en la Fórmula 1 veía la bandera amarilla de peligro, su primera reacción era apretar el acelerador a fondo, para acercarse lo más posible al de adelante y alejarse otro poco de los restantes competidores.

Chile está en peligro, más ahora que bajo Lagos. Y, por cierto, menos hoy que bajo un futuro Lagos. La Alianza, consciente de esa bandera amarilla, se puede mover entre la posibilidad de salir una vez más al rescate del gobierno o la alternativa de apretar el acelerador.
Si escoge esta última, la que en estas circunstancias parece la única conveniente, tiene por delante dos carreras: la municipal y la presidencial-parlamentaria. Para ganar ambas, debe convencer a los chilenos de que el esquema concertacionista fracasó, que produjo en las calles de la capital el caos más notorio y notable en muchos años; que si alguien "valora tu vida" y te quiere convencer de que "la riqueza de Chile eres tú", esas personas no están en la Concertación.

Sarmiento, un ícono de la educación y la cultura
Nélida Rebollo de Montes (*)

Intelectuales y todo aquel que tiene vinculación e inquietudes con la cultura han lamentado públicamente el equívoco en la elección de los íconos que hizo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para que representen a nuestro país en la Feria del Libro de Frankfurt (Alemania).

Con la designación de Carlos Gardel, Eva Perón, el guerrillero Ernesto Guevara y Diego Maradona no sólo escapa a la esencia de la Feria citada, sino que se margina la figura del escritor en un ámbito que le corresponde, específicamente por tratarse de un acontecimiento editorial.

Tras esa opinión viene a mi memoria Domingo Faustino Sarmiento, que bien podría haber sido elegido como auténtico ícono de la educación y la literatura.

Como escritor, la Academia Argentina de Letras lo ha ratificado como uno de los grandes autores. En efecto, es en Chile donde descubre su vocación literaria y periodística cuando publica en el Mercurio de Valparaíso, el 11 de febrero de 1841, con seudónimo, el artículo que le abrió las puertas del periodismo chileno y que el crítico literario Menvielle no creyó que su autor fuera un argentino. No tardó entonces en sentir intensamente el periodismo como expresión y arma de lucha.

Tenía entonces treinta años llenos de virilidad. Ya era un hombre sazonado por los años, el estudio y la reflexión como él mismo reconoció. Equipado de una apreciable cultura que él se forjó con la lectura ininterrumpida, inició su campaña de prensa, la que fue convirtiéndose en una batalla permanente e infatigable.

Su ardor en la lucha por la alfabetización y el progreso vigorizaron sus argumentos reveladores de un talento que no tuvo límites y que darían vida y mensajes a su "Facundo" y a "Recuerdos de Provincia" que aún conservan en la valoración de la posterioridad el calificativo de bellos y geniales documentos de la época.

Sin conocer la Pampa, ni la vida gauchesca ha pintado en "Facundo", con un realismo genial el magnífico paisaje de la vida bárbara de sus habitantes. Grandes escritores han opinado que nadie después de Sarmiento podría descubrir la Pampa, con colores más intensos y con luces más vivas, considerada su descripción como un inmenso lienzo pintado por Courbet.

La calidad de sus escritos le permitió ingresar en los más exigentes ámbitos de las letras de París. Tan así es que se hizo célebre el comentario siguiente: “Para penetrar en los círculos intelectuales de París es necesario ser autor o rey”. Ofreció su escrito a una revista prestigiosa de la capital de Francia y Mister de Mazade, uno de los redactores, dijo más tarde respecto a Sarmiento que: “Era una de las obras excepcionales de la nueva América, considerando que el esplendor de su estilo estaba a la altura del vigor de su pensamiento”. Sarmiento había conquistado a la célebre Revista "Revue des Deux Mondes". Allí conoció a Michelet, Lamartine, Blanc, Julio Janin y tantos otros.

En Barcelona tuvo la sorpresa de encontrar a Merimee leyendo a su "Facundo" y otro grande de la Literatura, Lessep, le hizo saber a Sarmiento que tenía gran curiosidad por conocerlo. Sin embargo su ascenso literario-periodístico no le hace olvidar a su país, a su amada Argentina.

La primera visita en París la realizó Sarmiento para ver a San Martín. Su entrevista con el Libertador quedó grabada para siempre en su memoria. Permaneció tres meses en Francia. En ese breve tiempo descubrió la extensión de la cultura francesa, opinando que el idioma de Voltaire es el subtítulo moderno del latín. Admiraba la democracia francesa pero sin ilusiones y la observa vacilante pues el ejemplo americano lo apasionaba.

A pesar de su originalidad para interpretar Sarmiento es un producto genuino de nuestro suelo. Es uno de los constructores de la Argentina contemporánea indiscutiblemente. Es también uno de los constructores de la organización política, económica y cultural de la Argentina.

Precísamente la Argentina tuvo también otros grandes hombres: Mitre, Estrada, Belgrano que como Sarmiento fueron hombres de Estado y de vida pública tan larga y tan fecunda, pero ninguno ha tenido sobre nuestro país una influencia tan permanente, tan durable, tan profunda como Sarmiento.

Nuestro ilustre comprovinciano tuvo una inteligencia fulgurante que la supo expresar en incontables artículos periodísticos. Su personalidad contradictoria en ciertas circunstancias representa un hermoso espectáculo cuando se analizan sus calidades fundamentales que componen su personalidad. Sarmiento siempre iba de frente y con la pasión de su vida que es la verdad.

El estudio sobre su obra y su vida lo han realizado más de ochenta escritores permitiendo esta conclusión: "Nadie es más típicamente argentino; y nadie también es en nuestro país ni más humano ni más universal que Sarmiento". Su vida tiene el valor de un símbolo.

Cuando salió de París hacía descripciones magistrales del francés de su tiempo, esas crónicas y artículos tenían como destinatarios su amigo Antonino Aberastain (4 de septiembre de 1846).

Los rasgos más significativos de sus obras literarias, principalmente el "Facundo", revelan el espíritu militante; el espíritu combativo de Sarmiento. Para él tanto como escritor o periodista este ejercicio es una forma de acción con proyecciones artísticas.

En sus obras como el "Facundo"; "Viajes"; "Recuerdos de Provincia" aparece la riqueza singular de Sarmiento hombre; es decir, el hombre de acción, el educador, el estadista, el organizador, el liberal.
Sarmiento escribe como si estuviera delante del lector, da la impresión de omitir el libro o el diario. La prosa de Sarmiento trajo un soplo nuevo en la escritura y es reconocido como nuestro primer revolucionario de la lengua.

Sarmiento escritor salva muchas de sus creaciones en el calor de la prosa y en el vigor del arte... Necesita hacerse oír y cuando no tiene la palabra, la crea. Emplea neologismos que él necesita crear puesto que se vinculan a aspectos esenciales de su pensamiento y su prédica, sobre todo formas cívicas que la lengua española no tenía ni podía dar en la época.

La lengua en los temas de civismo fue en Sarmiento reflejo de un nuevo mundo y un nuevo orden en la lengua de quien podía y debía captar el momento.

El autor de "Facundo" es el fiscal que acusa y trae al juicio sus pruebas. “Me fatigo de leer infamias" -dice con todos los manuscritos que consulta.

Sarmiento escribe el "Facundo" entre otras razones para mostrar una organización política primitiva, bárbara y para convencer de la necesidad de luchar con más ahínco contra ese estado social. A la acumulación sin desperdicios de la crónica, prefiere la selección animada del relato artístico. El "Facundo" no es una novela y lo aclaro porque ahora cunde la historia de ficción. El "Facundo" es un valioso testimonio sociológico de quien tiene bien puesto los pies sobre su tiempo.
Sarmiento no es hombre de juegos sutiles en sus escritos descriptivos, narrativos, crónicas o imprecaciones. Su ironía descubre el dolor del proscrito, del hombre perseguido.

Para Sarmiento, Facundo Quiroga es instinto; Juan Manuel de Rosas es, en cambio, hipocresía y sistema. Narra magistralmente la historia de la tiranía. Los aciertos expresivos afloran permanentemente.
La crítica sobre la obra literaria de Sarmiento adolece de la incomprensión de la lengua sarmientina. Por ejemplo, lo inmediato lo acosa, ésta es la definición del periodista, pues debe escribir sobre los sucesos imparables que acontecen y lo impresionan.
En las innumerables páginas hay una contribución riquísima a una prosa que gana en rigor, en nervio y en precisión. El apasionamiento del autor mantiene nítidos hallazgos expresivos. Sarmiento no escribió incitado por la preocupación del estilo. Estuvo lejos de los consabidos ejemplos escolares de maestría estilística. Sus escritos son casi siempre inspiración del momento. No preconizó vanidad de autor pero confesó: “Tengo una ambición literaria”.

Por razones de espacio concluyo: ¿Es posible que desde el rango gubernamental nadie conozca a sus notables en la cultura y en la literatura?


(*) La Sra. Nélida Rebollo es una connotada, además de galardonada, profesora y periodista trasandina cuyos premios, que son infinitos, no citaremos por motivo de espacio, aunque advertiremos que es poseedora de un curriculum impresionante.

Sarah Palin, la candidata con muchos hijos
Karin Ebensperger

Está será mi columna más femenina. Suelo redactar desde la cabeza, sobre el crecimiento de China o los problemas de Rusia, pero esta vez me daré el gusto de escribir desde el corazón. Porque ver a la candidata a Vicepresidenta de EE.UU., Sarah Palin, en el escenario con sus cinco hijos incluido su niño con síndrome de Down, me hizo sentir que más allá de las palabras ahí estaba la vida misma, la familia formal y la hija soltera embarazada, todos unidos por el cariño.

No sé si Sarah Palin será idónea para el cargo y espero que lo sea, porque EE.UU. enfrenta un momento económico difícil y necesita conductores con capacidad que ayuden a revertir la incertidumbre mundial. Pero si bien las crisis económicas son de alto impacto, hay otro tema aún más importante que en forma silenciosa avanzó hasta transformarse en prioridad. Se trata del absurdo de que el progreso económico esté asociado a una baja de la natalidad tan severa, que por ejemplo Europa se está deseuropeizando, pues su población está siendo reemplazada por inmigrantes debido a sus escuálidas tasas de natalidad. Los países con más bajos índices de nacimientos son curiosamente los católicos España e Italia, aun mucho más reacios a tener hijos que Inglaterra, Alemania y los países nórdicos.

Pero lo que me preocupa aún más es que Chile, "fértil provincia y señalada" como decía el poeta-soldado, tenga una tasa de natalidad de país desarrollado ¡sin serlo! Desde el año 2003, el índice natalidad está por debajo de la cifra de reemplazo. Se necesita una tasa de 2,1 niños por mujer para sólo mantener la población, y en Chile es de 1,9, la misma que en Francia, y en el Área Metropolitana es de 1,7. Los grupos que registran cifras positivas de natalidad son las mujeres solteras menores de 20 años y los más pobres de nuestra sociedad.

Tengo 5 hijos y constaté con preocupación que las isapres me cobraron más por cubrir las "cargas" mujeres; es decir, por mis 4 hijas tuve que pagar más que por mi hijo, porque -me explicaron- ellas se podrían embarazar... como si ése no fuera un tema de la sociedad, de hombres y mujeres. ¡En Chile hay una especie de impuesto al útero!

Ya es hora de que analicemos qué sociedad estamos construyendo, si invertimos más en el Transantiago que en ayudar a las mujeres que trabajan y tienen niños.

Todo esto pensaba mientras miraba a Sarah Palin con sus cinco hijos aceptando ser candidata a Vicepresidenta del país más influyente del mundo. Mi hemisferio izquierdo me dice que hay que revisar sus antecedentes profesionales, el derecho me susurra que es bueno que una mujer-madre-dueña-de-casa-profesional esté ahí. Su capacidad para dirigir aún es una incógnita, como lo es la de Obama y McCain, y no soy partidaria de la discriminación positiva para las mujeres. Pero me encanta que su maternidad no sea un obstáculo para que tenga la oportunidad de ayudar a forjar la sociedad en que crecerán los niños.

Acount