viernes, 29 de enero de 2010

APRENDER DE CHILE Y DE SU EXITOSO MODELO ECONÓMICO.


APRENDER DE CHILE

Y

DE SU EXITOSO MODELO ECONÓMICO.

Veo en pantalla de televisión las primeras cifras oficiales que revelan el triunfo de la derecha en Chile. El gobierno socialista acaba de confesar que su derrota es irreversible. Legítimamente, la derecha empieza a festejar. ¡Oh, que horror! -pensarán algunos- dice ¡“derecha”!. Se trata de un término que espanta a mediocres despistados y a tibios malintencionados. Se suavizan los efectos si se le sustituye por “centro-derecha” o si se le contrasta con una eventual o imaginaria “ultra-derecha”. En fin, es un problema de rótulos manipulados por la izquierda que nubla la visión e impide discernir los contenidos que debieran ser definidos clara y previamente.

Por mi parte, rechazaría el término si por “derecha” se entendiera fascismo, nazifascismo o similar. En cambio, acepto y asumo el calificativo de derechista para designar una posición ideológica defensora de la libertad, del derecho de propiedad, del principio de subsidiariedad, de la familia como institución, de valores tradicionales, etc.

Más de un periodista con fisonomía triste y voz apesadumbrada va confirmando la derrota socialista. Lo hacen casi como si diese una noticia necrológica, aunque se esfuerzan por disimular. Son los papagayos rojos que desearían no tener que dar esta noticia y se esfuerzan por minimizar su alcance.

Atendiendo a los contenidos, ¿con qué ideas, principios y experiencias se asocian estos resultados, tanto dentro como fuera de Chile?

Salta a la vista, como primerísima idea asociada, el exitoso modelo económico chileno instaurado gracias al gobierno del Gral. Pinochet. En efecto, después de la trágica experiencia socialista y procastrista de Allende, con su secuela de miseria y opresión, se logró restaurar los más sanos principios, se recuperó la vigencia del derecho de propiedad y de la libre iniciativa.

Todavía hoy, el común de los chilenos es consciente que todo lo bueno del sistema, lejos de debérselo a los gobiernos de izquierda “moderada”, lo heredan de Pinochet. Saben bien los chilenos -y debiera saberlo el mundo entero- que ese modelo ha permitido a Chile convertirse en ejemplar líder de la región, insertarse en el mundo globalizado y mejorar sustancialmente la calidad de vida de los habitantes.

Desde Pinochet, en medio del orden y de la estabilidad, florecen la prosperidad y el progreso. La economía de mercado, sólida y victoriosa, lleva a Chile a ingresar este año a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), organismo conformado por las primeras treinta economías en el mundo.

Pinochet es el típico nombre que divide radicalmente las aguas. No deja de verse una gigantesca hipocresía en quienes abundan en calificativos agraviantes contra Pinochet y son benévolos con Fidel Castro, Chávez y sus compinches. Se muestran muy indignados con Pinochet –que luego de rescatar a Chile, entregó el poder voluntariamente- y son unas tímidas señoritas para referirse al más antiguo, inescrupuloso y sanguinario dictador vitalicio que convirtió a Cuba en una cárcel inhumana.


Usted, lector, ¿cree que los militantes de izquierda son sinceros demócratas contrarios a los gobiernos de fuerza? Le aseguro que no. Ellos han sido y son favorables a los gobiernos dictatoriales siempre que respondan a su mismo signo ideológico. Por ello, aplaudieron y aplauden a las brutales dictaduras comunistas padecidas durante décadas en Europa Oriental y ahora siguen aplaudiendo al régimen tiránico de Fidel Castro y a las otras dictaduras comunistas menos conocidas por el silencio que impone la casi totalidad de los medios de comunicación.

¿Cree que son auténticos cuando dicen ser defensores de los DDHH? Aquí también, como respuesta, corresponde otro categórico NO porque lo que hacen, en realidad, es usar hipócritamente el tema "derechos humanos" para atacar a los gobiernos anticomunistas.

Darle crédito a un militante del marxileninismo en su discurso a favor de los derechos humanos y en contra de las dictaduras, sería como confiar en la prédica de un narcotraficante contra el consumo de drogas.

Es tan sincero el militante marxista hablando de democracia y derechos humanos como un pirómano que niega su tendencia patológica a provocar incendios.

Uno de los ingredientes más nocivos de la actual campaña propagandística de la izquierda es imponer arbitraria e injustamente límites temporales caprichosos a la historia. Para esa propaganda todo comienza con los pronunciamientos militares como si nada hubiese existido antes. En realidad, el protagonismo militar fue consecuencia directa de las acciones violentas de la propia izquierda de las que poco o nada dicen.

Hoy, fieles a la doctrina y a la praxis de la violencia revolucionaria, la izquierda ve con buenos ojos las acciones narcoterroristas y guerrilleras en diversos países. Basta observar las complicidades de la izquierda con las FARC de Colombia, con la organización terrorista ETA; etc., etc. En igual sentido, hay que observar la actual pertenencia al "Foro de San Pablo", junto con organizaciones guerrilleras y con el denominado Movimiento "Sin Tierra" de tan pérfidos fines y métodos.

Pinochet símbolo del exitoso modelo económico y del anticomunismo

Por efecto de su manipulación propagandística, la izquierda transformó a Pinochet en "la figura más representativa" de la lucha anticomunista y de los gobiernos militares anticomunistas de Iberoamérica. Dicen que en "en él se resume la más enérgica acción anticomunista en esta región”. Focalizan esa acción en el plano de las decisiones políticas en general y en el de las operaciones militares en particular.

Conociendo la doctrina a la que adhieren los militantes de izquierda y analizando su prédica, queda claro que el odio revolucionario que le tienen a Pinochet responde no sólo a las enérgicas acciones en el plano militar sino al hecho de haber posibilitado que Chile haya sido escenario del exitoso modelo económico. La izquierda sabe que todo observador medianamente informado reconoce que Chile ha sido el único país que llevó adelante y con innegable éxito una auténtica apertura de su economía. De hecho, a diferencia de los otros gobiernos militares, el de Chile fue el único capaz de poner freno a la excesiva intervención estatal en la economía. De allí, los frutos obtenidos por el crecimiento económico y la mejora de la calidad de vida de los habitantes.

Es tan enorme el prestigio del modelo chileno y la adhesión de la sociedad al mismo que la concertación socialista se vio obligada a simular su continuidad. Fingió aceptar el modelo mientras que, lenta y solapadamente, lo torpedeaba a través de políticas públicas que se construyen sobre la base de mayores impuestos y mayores regulaciones, todas al alero de un Estado más grande e influyente en la vida de las personas.

Esas políticas públicas malgastaron enorme cantidad de recursos y han fracasado estrepitosamente. Ejemplo elocuente de ello en Chile es el sistema de transporte público de Santiago–Transantiago que tuvo gigantescas pérdidas y causó molestias a muchas personas modestas. La Empresa de Ferrocarriles del Estado anunció un millonario plan de modernización y hoy el tren no funciona, se dilapidaron los recursos y sus directivos están procesados judicialmente por faltas a la probidad. Como puede verse, la izquierda, además de cínica, mentirosa, hipócrita, oportunista y demagógica- es también corrupta.

Tema trillado en el discurso de la izquierda de Chile y de los demás países es el de la desigualdad. Más allá de la discutible consideración acerca de qué o cuál igualdad y de si ella constituye o no un bien y un fin deseable en sí mismo, cabe señalar que no es la igualdad la que condujo al desarrollo, sino a la inversa: gracias al crecimiento económico, se multiplican las oportunidades y se acortan las brechas de desigualdad. Cuando aparecen desigualdades desproporcionadas e ilegítimas ello se debe a las trabas que enfrentan los grupos emergentes, que les impide aprovechar los beneficios del crecimiento económico.

Ante el sonsonete de la igualdad -condimentado con el verso de “la justicia y la solidaridad”- hay que aclarar que se está confundiendo igualdad con justicia. La injusticia no está dada por la desigualdad (esta última es natural en cualquier sociedad libre) sino más bien en las diferencias consagradas por enmarañadas regulaciones que impiden a los sectores de menores recursos acceder a mejores oportunidades de todo tipo.

A través de su discurso sensiblero y demagógico, dice la izquierda, en todas partes, que “el estado debe corregir las desigualdades e imponer la igualdad”. Lo cierto es que si se pretende disminuir desigualdades no a través de mayores oportunidades sino mediante un Estado más grande, sin duda resultará a costa de la libertad. Tal como demostró Milton Friedman, recogiendo la más variada experiencia histórica, “una sociedad que coloque a la igualdad por encima de la libertad, terminará sin libertad y sin igualdad".

Kerensky-Frei y la Democracia Cristiana

Digno de estudio es el nefasto papel cumplido –antes y después de Allende- por la Democracia Cristiana chilena. Le sirvió de caballo de Troya al comunismo, preparó el camino para el acceso de Allende al gobierno, provoca la caída de barreras ideológicas, promueve todo tipo de componendas con los comunistas y se une servilmente a ellos.

Adelanto que mis desconfianzas sobre el futuro de Chile tienen que ver con la nefasta influencia de la mentalidad democristiana que ha contaminado a buena parte de la dirigencia política (el propio Piñera proviene de una familia democristiana).

* * * * *

Ante la coalición de marxistas, democristianos y filomarxistas, la derecha ha sabido acordar (que no es fusionarse) para dar batalla electoral. Desde 1990 hasta ahora, la izquierda presenta un candidato a la presidencia, mientras que la derecha presentaba dos. En estas recientes elecciones, la derecha ha presentado un solo candidato, mientras que los otros tres eran candidatos surgidos de la coalición de izquierdas.

La derecha se organizó en torno a los partidos Unión Democrática Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN). La UDI, fundada por destacadas figuras del régimen militar, viene logrando un éxito fenomenal. Se convirtió en los últimos años en el partido más popular de Chile. Pasó del 9% de votos a más del 25% y los dos presidentes de las cámaras legislativas pertenecen a UDI.

Conclusiones

De la experiencia chilena toda (incluidos el oprobioso régimen socialista de Allende, el exitoso modelo desde Pinochet y la concertación socialista reciente) surge que:

· Las recetas dirigistas y populistas generan pobreza y coartan las libertades.

· Los altos impuestos provocan la caída de la inversión y, por tanto, de la producción y de los puestos de trabajo

· La excesiva intervención estatal, con su maraña de regulaciones, impide el desarrollo. La confianza interpersonal y la propia responsabilidad individual se erosionan cuando entre los individuos se entromete un intermediario impersonal y prepotente como el Estado. Las relaciones dejan de ser libres, de persona a persona y pasan a ser persona-Estado-persona.

· El modelo de economía de mercado ha sido el que logró generar mayor crecimiento. (No existe país alguno que haya salido del subdesarrollo sin haber permitido que las personas decidan libremente los bienes que deben ser producidos).

· Ampliar y garantizar la libertad económica, abriéndose al mundo (no encerrándose en bloques regionales como el nefasto engendro mercosuriano) aumenta significativamente el ingreso per cápita y asegura el éxito en todos los ámbitos. Para reducir la pobreza hay que permitir más libertad y abrir la economía de par en par, apartándose de todo criterio proteccionista.

· El menor tamaño del Estado, la menor carga tributaria y la desregulación permiten el crecimiento y la mejora de la calidad de vida de los habitantes.

Ejemplo nítido de la aplicación de sanos principios es la reforma previsional chilena que no sólo aceleró el crecimiento de la economía, aumentó la tasa de ahorro y el empleo, sino también generó un sistema que financiará a las personas cuando hayan dejado de trabajar. Esto que ahora es evidente y garantizado era algo que en el pasado no existía o que la inflación se encargaba de que no se cumpliera. El mercado de capitales en Chile se ha desarrollado extraordinariamente, más de 40 veces en volúmenes de transacción desde 1981 hasta ahora. Con los fondos de pensiones se financian las viviendas de los trabajadores, buena parte de las concesiones y de la obra pública.

Chile es uno de los pocos países del mundo que tiene resuelta la crisis del envejecimiento de la población gracias a esa reforma pionera que encabezó José Piñera durante el gobierno de Pinochet. Las críticas de falta de cobertura que algunos le hacen, son culpa de la regulación del mercado del trabajo y no del sistema de AFP. Malo es el médico que ante un paciente con dolores de cabeza decide cortársela sin siquiera hacer un diagnóstico que le indique dónde está el origen del problema. Hay que corregir los defectos que se han ido acumulando en el mercado del trabajo, verdadero origen del problema del ahorro de los trabajadores, y no destruir un pilar del progreso chileno. El sistema de pensiones en Chile ha sido extraordinariamente exitoso y se está exportando al mundo. Ya ha sido utilizado por más de veinte países y contempla a cien millones de personas. En los últimos años, gobernantes de las más variadas naciones han visitado Chile para estudiar y aprender el sistema con el fin de implementarlo en sus respectivos países.

* * * * *

En abril de 1975, Milton Friedman -enseguida de su visita a Chile- escribió una magnífica carta personal al Presidente Pinochet (quienes deseen tener este valioso documento pueden solicitarlo que se lo enviaremos) recomendando medidas para rescatar la economía luego del desastre provocado por el régimen socialista de Allende.

Combatir la inflación, reducir el déficit fiscal disminuyendo el gasto público, fortalecer el sector privado, abrirse al mundo, fueron pilares básicos de un sistema saludable. Chile transitó así la senda correcta y logró el milagro: despegó hacia un crecimiento económico sostenido que proveyó una prosperidad ampliamente compartida.

Ahora, con mayor claridad y contundencia, contrarrestando la embestida castrochavista en el continente, Chile puede y debe servir de ejemplo, mostrándole a toda América y al mundo que no es el populismo sino la libertad económica la que permite a la sociedad superar la pobreza y darle a cada persona una vida digna.-

Alexander Torres Mega

Flashes@adinet.com.uy

jueves, 21 de enero de 2010

Algunos No Aprenden (O No Quieren Aprender, por Rodrigo Lema González.



La indiscutible victoria de Sebastián Piñera en las elecciones presidenciales de ayer no sólo desató la alegría de una cantidad importante de chilenos, que vieron la posibilidad de oxigenar definitivamente a una política de la Edad Media. Desgraciadamente, también despertó la tristeza no sólo de quienes apoyaron la candidatura de Eduardo Frei -lo que es comprensible-, y lo que es peor, la ira de ciertos sectores de la sociedad que están empecinados en negarle la sal, el agua y hasta el aire al futuro gobierno. Las señales más evidentes de esto se han dado en el mismo Facebook -donde se han formado numerosos grupos para este propósito- y en las ediciones electrónicas de medios como La Nación, en la que se ve que algunos no pueden creer que se les haya muerto la gallina de los huevos de oro -basta leer los comentarios en las noticias alusivas para darse cuenta-.

Curiosamente, hay muchos jóvenes de mi edad entre estos individuos, y políticamente podemos situarlos en el sector autodenominado "progresista", que más parece contagiado de todas las prácticas por las que la Concertación fue desalojada del poder: sectarismo, intolerancia, revanchismo y resentimiento. Lo inexplicable es que, desde Bachelet para abajo, todos los oficialistas le desearon lo mejor a Piñera cuando asuma en marzo, y aseguraron que harán una oposición constructiva. Pero parece que algunos no escucharon el mensaje, o simplemente les rebotó. Y articulando furia, se han quedado con esta lamentable postura.

Algunas muestras de sus "argumentos" han sido calificar de "idiotas", "vendidos" y otros epítetos de grueso calibre que no reproduciré aquí a los 3.582.800 electores que votaron por el candidato de la Coalición por el Cambio. Sin ir más lejos, les daré un ejemplo. Ayer, cuando Patricio Rosende terminó de dar el primer cómputo -60% de las mesas escrutadas-, uno de mis contactos en Twitter, lanzó una frase muy chilena, que comienza con "P" y termina en "A". Cuando le hice un reply animándolo a aceptar la derrota de Frei, me respondió que "dejara tranquilo a quienes amamos la democracia", etiquetándome automáticamente como antidemócrata.

Me quedé para adentro. Eso equivalía a tachar al 51.61% de los votantes como algo que no eran. Sabía que no estaba feliz, pero no era motivo para que reaccionara así. No sólo fue una falta de respeto, sino que una actitud que no corresponde a una persona civilizada. Una parte de la nobleza humana es saber aceptar cuando pierdes.

La elección fue 100% transparente, sin retrasos ni actos anormales. Hasta los medios extranjeros destacaron la madurez cívica de nuestro país. Señores "progresistas", si tanto defienden la democracia, deben aceptar la decisión que la población tomó, aunque no sea de su gusto. De lo contrario, sólo demuestran ser unos sciatnache -"intolerantes" en Calarneano- de falso discurso. Y desgraciadamente, esta clase de personas no son las que necesitamos para progresar.

martes, 19 de enero de 2010

Dos comentarios para un triunfo histórico.....

Cambio, futuro y unidad

Cristina Bitar.

Son casi las dos de la madrugada y recién me siento a escribir esta columna, porque no he parado de celebrar el triunfo de Sebastián Piñera. El es ya el próximo Presidente de Chile. Es un hecho histórico. Después de 20 años, la Concertación deja el poder y se cierra un ciclo en Chile. Para muchos, éste es el verdadero fin de la transición: las heridas se han cerrado, el pasado ha quedado atrás y el Chile del Sí y el No es un recuerdo lejano. De hecho, la centroderecha llega al gobierno liderada precisamente por alguien que votó No en 1988.

La democracia es sabia. Nuestro país necesita un cambio; la Concertación, que por 20 años ha gobernado, perdió su frescura, su vitalidad y su capacidad de interpretar a un nuevo Chile. Pero eso es un proceso normal, ocurre a todos los grupos políticos del mundo. No podemos olvidar que, durante cuatro períodos presidenciales, esa Concertación convocó a la mayoría del país; tuvo la madurez de conservar un modelo de desarrollo basado en la economía social de mercado; tuvo la inteligencia para buscar acuerdos, y ayer tuvo la grandeza de reconocer su derrota, sin demorar un minuto el recuento de los votos. La Presidenta Bachelet llamó al Presidente electo, lo saludó y le deseó lo mejor; el senador Eduardo Frei concurrió al hotel Crowne Plaza, y con su familia reconoció su derrota y abrazó al ganador. La Concertación ha sido un grupo político positivo para Chile: merece el respeto de todos y nuestra democracia es un ejemplo para el mundo.

Legítimamente, el nuevo gobierno pondrá nuevos énfasis. Seguramente combatirá la delincuencia con otra visión, promoverá el desarrollo económico con un empeño diferente, y la pequeña y mediana empresa puede esperar políticas que fomenten el emprendimiento. Un equipo nuevo significa nueva mística, un nuevo impulso y seguramente nueva generación. Qué bien le hará esto a Chile. Pero también será un gobierno de continuidad: las políticas sociales se mantendrán y se profundizarán, la red social se afianzará, el aparato del Estado continuará trabajando con un equipo de funcionarios públicos profesionales, que seguirán tranquilamente en sus tareas. Ese es el signo de la madurez que ha alcanzado Chile. Probablemente en el futuro no tendremos gobiernos de 20 años, la alternancia será la norma, las campañas del terror ya serán cosa del pasado.

Escuché al Presidente electo Sebastián Piñera con alegría y emoción. No hubo en su discurso del triunfo una palabra que no fuera de reconocimiento y generosidad para quienes no votaron por él. Se comprometió con todos a trabajar por los más necesitados, por la tercera edad, por la clase media, por los jóvenes. Llamó a la oposición a ser fuerte, pero constructiva; llamó a sus partidarios a trabajar sin descanso; invitó a los mejores a sumarse, sin importar su color político.

Con Sebastián Piñera se viene un cambio profundo, qué duda cabe, y el futuro se muestra abierto como una página en blanco. Pero a diferencia de tantas otras veces, éste es un futuro de cambio y unidad. Esta es la gran promesa de Sebastián Piñera y, si la cumple, entrará a la historia por la puerta ancha. Piñera nos invita a enterrar para siempre las divisiones: le ha dado un sentido al cambio que no lo convierte en exclusión. Este no es un cambio de un grupo de personas por otras. En televisión escuché a alguien decir que ahora “nos toca a nosotros”. Esa persona está profundamente equivocada. Se viene un cambio en las prioridades: allí donde había desgaste, habrá renovación; donde había máquinas políticas, habrá entusiasmo y mística. Pero lo bueno se mantendrá y se profundizará.

Viva el cambio, bienvenido el futuro. Ha llegado la hora de la unidad, de la mano de un gran líder, de nuestro Presidente electo: Sebastián Piñera.


Un triunfo holgado

David Gallager.

Hemos tenido una jornada emocionante. Se ha dado un hito en la historia del país. A pesar de la intervención electoral, y a pesar de las leyes enviadas en los últimos días al Congreso, con una premura tan infantil que tiene que haber ultrajado el sentir republicano de la ciudadanía, Piñera ganó con holgura. Nos habían dicho que habría un "empate técnico". Lo dijo la Presidenta Bachelet, después de la publicación de una tardía encuesta. Un "estudio" hecho por La Moneda incluso indicaba que Frei ganaba por nariz. Tal vez fue mejor el suspenso que se dio: contribuyó a que el día fuera aún más memorable. Electoralmente, el más memorable desde el plebiscito.

La holgura del triunfo de Piñera es especialmente oportuna porque la rabia de algunos oficialistas frente a una inminente pérdida de poder empezó a ser alarmante. Ellos parecían creerse los cortesanos de una monarquía absoluta, con el derecho de ejercer el poder para siempre. Hacía falta que el pueblo hiciera ver que es suya, y sólo suya, la soberanía.

Con el triunfo de Piñera queda vindicada la forma magistral en que él ha reformulado la centroderecha chilena, para convertirla en una nueva mayoría política y cultural. A esa nueva mayoría ojalá se sumen, ahora, muchos más. Es lo que debería ocurrir, porque esta nueva mayoría nos convoca a todos, sin exclusión. No está constituida en contra de nadie. No necesita enemigos, no necesita un mundo ajeno a ella para nutrirse. Es una nueva mayoría de mirada universal, construida nada más que para lograr un país más próspero, más abierto y más libre. Ése es el gran logro de Piñera.

Su triunfo, además, rompe un mito, repetido al infinito, de que Chile es "un país de izquierda". Frei perdió por creérselo. Perdió por no entender que Chile no es ya ni de izquierda ni de derecha. No es encapsulable en categorías binarias, porque es un país heterogéneo, diverso, múltiple, de gente libre. Eso lo entendía la Concertación antes, con su arco iris, y por eso ganaba. Ahora es la Coalición por el Cambio la que lo entiende, gracias a Piñera y su estrella multicolor.

Desde que se anunció el resultado me han llamado amigos de otros países latinoamericanos, aliviados de que en Chile se dé alternancia. Nos ven como el referente a seguir, si la región ha de superar de una vez la pobreza y la demagogia. Por eso la jornada de ayer fue un hito en la historia no sólo de Chile, sino en la de América Latina entera.



miércoles, 13 de enero de 2010

La decisión de ME-O, por Eugenio Guzmán.

La decisión de ME-O, por Eugenio Guzmán (*)

Tal como van las cosas, la decisión de Enríquez-Ominami de apoyar o no la candidatura de Frei parece ser uno de los eventos que más expectativas genera en estos momentos, a una semana de la elección. La pregunta central, entonces, es: ¿qué es lo más conveniente a estas alturas para el candidato de primera vuelta? Y, ¿qué consecuencias se pueden seguir de dicha decisión?

Convengamos en que la posibilidad de que ME-O apoye a Piñera es impensable. La razón es obvia. Su electorado de derecha, por lo demás minoritario, es muy probable que ya esté decidido a votar por el candidato de la Alianza. Al menos, la encuesta “La Segunda”-UDD, a una semana de la elección, así lo mostraba. En el caso del electorado de izquierda, la mayoría, en un alto porcentaje hasta el momento, ya tiene decidido votar por Frei. Y si bien es posible que un porcentaje quiera abstenerse o votar nulo, a estas alturas, a menos de una semana, resulta difícil movilizarlos: finalmente, se trata de personas muy desafectadas con la Concertación y con la Alianza.

Ahora bien, haciendo algo de política ficción, es decir, lo que no fue o no será, si Enríquez-Ominami hubiese apoyado a Frei desde un principio, es probable que su impacto en la segunda vuelta hubiese sido importante, más que electoralmente, en términos del estado de ánimo. Después de todo, es un hecho político significativo. No obstante, no sucedió.

Luego, todo parece indicar que la decisión de ME-O es política más que electoral. En efecto, lo que está en juego es de qué modo puede Enríquez-Ominami articular un nuevo referente e imponerse como candidato en 2014, incluso dentro de la propia dirigencia de la Concertación, y asimismo salir fortalecido cualquiera sea el resultado de segunda vuelta. Al respecto, el que los presidentes de partidos de la Concertación, en concreto Escalona y Latorre, no renunciaran, fue una muestra de poder, de su grado de control sobre la máquina partidaria, de la imposibilidad política de un escenario como ése y, sobre todo, una afirmación de que los resultados de primera vuelta no son responsabilidad de ellos, sino de problemas estructurales que incluyen al propio candidato presidencial.

Adicionalmente, el que un grupo importante de colaboradores de ME-O ya hayan dado su apoyo a Frei supone que lo lógico es que también él debiera hacerlo; después de todo, sería un gesto que le permitiría evitar los reproches ante una eventual derrota del candidato DC. De ocurrir ésta, Enríquez-Ominami seguiría teniendo capacidad de maniobra, al menos dentro del progresismo y la izquierda. Después de todo, la situación de Escalona quedaría muy debilitada, y en el caso de Auth y Gómez, el que hicieran lo suyo respecto de ME-O los deja en una posición de ventaja. Para Escalona, una medida de defensa sería buscar nuevamente el apoyo de Bachelet, incluso proclamándola como candidata para la próxima elección, para de ese modo contrarrestar los efectos de la crítica interna y del “marquismo”.

¿Pero tendría los mismos efectos el apoyo de ME-O a Frei de ganar éste en segunda vuelta? No parece tan claro, porque el reconocimiento de la paternidad del triunfo se diluiría en todos los actores que hoy aparecen cuestionados. Además, la propia tesis de Enríquez-Ominami quedaría del todo desacreditada.

¿Y qué sucedería en un eventual triunfo de Frei si ME-O no lo hubiera apoyado? Algo muy parecido que si lo apoya, pero tal vez con una diferencia: que los padres del triunfo se sentirían con más licencia para desacreditar al ex diputado socialista.

Luego, para Enríquez-Ominami lo relevante es tomar una decisión en relación al escenario electoral más probable y no en cuanto al más amigable a la dirigencia de la Concertación, puesto que a estas alturas el que se le culpe o no del triunfo es poco relevante; no obstante, sí lo es si equivoca su apuesta sobre quién ganará en segunda vuelta.

(*) Eugenio Guzmán es el Decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad Del Desarrollo.



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