miércoles, 13 de enero de 2010

La decisión de ME-O, por Eugenio Guzmán.

La decisión de ME-O, por Eugenio Guzmán (*)

Tal como van las cosas, la decisión de Enríquez-Ominami de apoyar o no la candidatura de Frei parece ser uno de los eventos que más expectativas genera en estos momentos, a una semana de la elección. La pregunta central, entonces, es: ¿qué es lo más conveniente a estas alturas para el candidato de primera vuelta? Y, ¿qué consecuencias se pueden seguir de dicha decisión?

Convengamos en que la posibilidad de que ME-O apoye a Piñera es impensable. La razón es obvia. Su electorado de derecha, por lo demás minoritario, es muy probable que ya esté decidido a votar por el candidato de la Alianza. Al menos, la encuesta “La Segunda”-UDD, a una semana de la elección, así lo mostraba. En el caso del electorado de izquierda, la mayoría, en un alto porcentaje hasta el momento, ya tiene decidido votar por Frei. Y si bien es posible que un porcentaje quiera abstenerse o votar nulo, a estas alturas, a menos de una semana, resulta difícil movilizarlos: finalmente, se trata de personas muy desafectadas con la Concertación y con la Alianza.

Ahora bien, haciendo algo de política ficción, es decir, lo que no fue o no será, si Enríquez-Ominami hubiese apoyado a Frei desde un principio, es probable que su impacto en la segunda vuelta hubiese sido importante, más que electoralmente, en términos del estado de ánimo. Después de todo, es un hecho político significativo. No obstante, no sucedió.

Luego, todo parece indicar que la decisión de ME-O es política más que electoral. En efecto, lo que está en juego es de qué modo puede Enríquez-Ominami articular un nuevo referente e imponerse como candidato en 2014, incluso dentro de la propia dirigencia de la Concertación, y asimismo salir fortalecido cualquiera sea el resultado de segunda vuelta. Al respecto, el que los presidentes de partidos de la Concertación, en concreto Escalona y Latorre, no renunciaran, fue una muestra de poder, de su grado de control sobre la máquina partidaria, de la imposibilidad política de un escenario como ése y, sobre todo, una afirmación de que los resultados de primera vuelta no son responsabilidad de ellos, sino de problemas estructurales que incluyen al propio candidato presidencial.

Adicionalmente, el que un grupo importante de colaboradores de ME-O ya hayan dado su apoyo a Frei supone que lo lógico es que también él debiera hacerlo; después de todo, sería un gesto que le permitiría evitar los reproches ante una eventual derrota del candidato DC. De ocurrir ésta, Enríquez-Ominami seguiría teniendo capacidad de maniobra, al menos dentro del progresismo y la izquierda. Después de todo, la situación de Escalona quedaría muy debilitada, y en el caso de Auth y Gómez, el que hicieran lo suyo respecto de ME-O los deja en una posición de ventaja. Para Escalona, una medida de defensa sería buscar nuevamente el apoyo de Bachelet, incluso proclamándola como candidata para la próxima elección, para de ese modo contrarrestar los efectos de la crítica interna y del “marquismo”.

¿Pero tendría los mismos efectos el apoyo de ME-O a Frei de ganar éste en segunda vuelta? No parece tan claro, porque el reconocimiento de la paternidad del triunfo se diluiría en todos los actores que hoy aparecen cuestionados. Además, la propia tesis de Enríquez-Ominami quedaría del todo desacreditada.

¿Y qué sucedería en un eventual triunfo de Frei si ME-O no lo hubiera apoyado? Algo muy parecido que si lo apoya, pero tal vez con una diferencia: que los padres del triunfo se sentirían con más licencia para desacreditar al ex diputado socialista.

Luego, para Enríquez-Ominami lo relevante es tomar una decisión en relación al escenario electoral más probable y no en cuanto al más amigable a la dirigencia de la Concertación, puesto que a estas alturas el que se le culpe o no del triunfo es poco relevante; no obstante, sí lo es si equivoca su apuesta sobre quién ganará en segunda vuelta.

(*) Eugenio Guzmán es el Decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad Del Desarrollo.



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