viernes, 31 de julio de 2009
Dos excelentes comentarios....
jueves, 30 de julio de 2009
Con sorpresa nos hemos enterado por la prensa de que el Gobierno está muy pronto a cerrar una compra de helicópteros en Rusia. Se trata del modelo MI-17V5, del que se pretenden adquirir cinco unidades. Es un helicóptero que puede transportar más de 30 pasajeros o 4.000 kilogramos de carga, y su alcance supera los 900 kilómetros. Según la poca información conocida, la adquisición sería para el Ministerio del Interior, aunque los operaría la FACh. Se ha dicho que se cancelarían con los fondos de la Ley Reservada del Cobre, que controla Defensa.
Sería inaceptable que estos cálculos no existieran, por lo que asumiremos que existen y, dado eso, estimamos fundamental que se conozcan. Pero hay otro problema: si las naves son para Interior (pues sí se sabe que no es una iniciativa de la FACh, ni desarrollar estas capacidades está en sus planes actuales), no se pueden financiar con los recursos de la Ley del Cobre. Sería ilegal, por lo cual obviamente la autoridad no lo hará; entonces, ¿cómo se cancelarán si no están considerados en la Ley de Presupuestos?
Una de las cosas que diferencian a los países exitosos es la calidad de sus instituciones. Hasta ahora esta operación no refuerza la percepción de objetividad técnica y racionalidad social de la decisión.
(*) Comision de Defensa Instututo Libertad.
miércoles, 29 de julio de 2009
MEO culpa , por Joaquín Fermandois.
Muchos no terminan de absorber el sorpresivo ingreso de Marco Enríquez-Ominami a la carrera presidencial, incluyendo una respetable posición en las encuestas. Todavía es temprano para saber si la justa electoral lo confirmará como estrella ascendente, o tendrá un techo desde el cual sólo mostrará limitaciones. Suceda lo que suceda, ha “desordenado” el panorama electoral. La Concertación ha salido más terremoteada que la candidatura de Piñera. Era obvio que éste no iba a mantener su ventaja que llevaba el año pasado, aunque ha colaborado en su limitación el deterioro de horizonte político de la centroderecha, de lo cual ella sólo debe culparse a sí misma. Enríquez-Ominami acertó en una primera vuelta de la rueda de la fortuna.
En segundo lugar, la aparición de Enríquez tiene que ver con la traslación del estilo y metodología de la era de la imagen, desde la pantalla a la política. Política moderna y prensa han ido siempre juntas. Cuando la televisión (de la que internet es un derivado para este asunto) dominó la atención pública y comenzó la dinámica al parecer imparable de “telenovelar” la realidad, se dio inicio también a la tendencia a hacer de la política un reality show. ¿Hasta qué punto aniquila eso el debate público? El medio se devora al mensaje, parafraseando un dicho de McLuhan que estaba de moda hace 40 años. Nadie puede ignorar impunemente a la imagen, como lo hicieron Richard Nixon en 1960 ante John Kennedy (perdió por un pelo), y Jorge Alessandri en 1970 (perdió por un pelo). Su falta de preparación ante la pantalla chica los derrotó. Ronald Reagan fue un político consumado al integrar la técnica de la imagen en las campañas, y tuvo éxito en muchos sentidos, no sólo en lo electoral. A pesar de ello, ante una persona que era toda simpatía e imagen, pero con poca sustancia que se le pueda extraer, uno duda si a su manera no representaba una devaluación de la política. Truman, Eisenhower, Kennedy y Lyndon Johnson se nos presentan como personalidades más recias, con un lenguaje más creíble. Por algo Reagan había sido actor; no era una “farándula”, pero las cosas se dirigían hacia allá. Berlusconi es un extremo.
Marco Enríquez-Ominami parece constituir una réplica del surco abierto por Reagan en este lejano país, tan integrado al mundo. Existe un aire de madurez insuficiente en torno a su presentación, aunque quizás preludie una carrera, o un nuevo tipo de hacer política. ¿La culpa? Es un hijo de su época.
lunes, 27 de julio de 2009
Dos excelentes comentarios....
VAN QUEDANDO MUY CLAROS, GOLPE Y CONTRAGOLPE, por Luis Fernández Cuervo.
sábado, 25 de julio de 2009
OEA hoy: donde manda Chávez, por Sergio Melnick.
viernes, 24 de julio de 2009
Los problemas de fondo, por María Cecilia Cifuentes.
Las encuestas de opinión pública evidencian que la delincuencia, el desempleo y la mala calidad de la educación son los principales problemas que enfrenta nuestro país. Una primera mirada indicaría que es difícil superar estos desafíos, ya que en los últimos diez años la delincuencia ha aumentado, la tasa de desempleo ha permanecido alta y la calidad de la educación, a pesar de un importante aumento de recursos, sigue estancada.
Existe una estrecha relación entre estos tres problemas, por lo cual, si se enfrentan en forma simultánea, los avances serán evidentes. ¿Por qué la situación de empleo en Chile es mala, y por qué la principal apuesta, casi segura, de los analistas frente a la crisis actual fue que el desempleo iba a superar el 10%? Parte de la respuesta se encuentra en la legislación laboral, que segmenta el mercado del trabajo en dos grupos, aquellos favorecidos por las regulaciones y que logran tener contratos indefinidos y mayor estabilidad, que en general corresponden a los segmentos medios y altos, y aquellos que trabajan en condiciones precarias, con contratos temporales, o sin contrato, y que frente a situaciones de menor actividad pierden su fuente laboral. Ellos corresponden en general a los de menor capacitación, jóvenes, mujeres y personas de escasos recursos. Su situación se ve afectada por la mala calidad de la educación que recibieron, y por las escasas posibilidades de capacitarse trabajando (el “aprender haciendo”), ya que les es difícil acceder al mercado laboral formal. Frente a una situación de pobreza y falta de trabajo, la delincuencia es un camino tentador, considerando además la baja probabilidad de un castigo significativo. Las cifras de desempleo y de edad de delincuencia evidencian esta realidad. De hecho, el desempleo de jóvenes entre 15 y 19 años es de 30,5%. Es evidente que son estos mismos jóvenes los que
Hay que preocuparse de la calidad de la educación; no sólo de la entrega de conocimientos útiles, sino también de la formación de virtudes. La mejoría en la calidad de la educación es un proceso de largo aliento. Mientras tanto se debe facilitar la entrada de estos grupos vulnerables al mercado laboral, no sólo para que tengan ingresos y dejen de delinquir, sino también para que puedan adquirir capital humano a través
(*) Economista, Universidad de los Andes.
miércoles, 22 de julio de 2009
¿Indulto o insulto?, por Gonzalo Rojas Sánchez.
El indulto: una institución siempre controvertida, que a pesar de sus contornos jurídico-formales, devela el fondo del corazón humano. Frente al indulto, ante cada una de las situaciones en que se lo propone y discute, los actores públicos desnudan el alma. Es que se trata de perdonar nada menos que al rival, al adversario o, para algunos, al enemigo.
Guzmán alegó en esa oportunidad que no correspondía modificar la Constitución otorgando facultades al Presidente para indultar a aquellos terroristas, porque constituían el grupo más peligroso de la sociedad, una amenaza vigente que ponía en peligro la seguridad de las personas y la paz social.
No hubo una palabra en su discurso que condenase definitivamente el pasado de esos criminales, por sangriento que hubiese sido. Seguro que en su corazón había perdonado el gran mal que le habían hecho a Chile. Por eso, toda su argumentación contraria al indulto se refería al futuro inmediato, al riesgo próximo y evidente, a la imprudencia de la medida hacia adelante. Indultarlos podía ser una adecuada medida de misericordia, pero era un riesgo muy grande para el bien común.
Tenía toda la razón. Menos de 10 días después, era asesinado por un comando terrorista.
Casi 20 años más tarde, la Presidenta Bachelet enfrenta con debilidad una entrevista radial, vacila frente a la posibilidad de un indulto que pueda incluir a miembros de las Fuerzas Armadas en retiro y... se arma la zafacoca en la izquierda.
Teillier, desde la ortodoxia comunista, recuerda que los que han cometido delitos de lesa humanidad no tienen derecho al indulto (y mantiene así viva la relación funcional entre derecho y revolución); Enríquez-Ominami niega el indulto a quienes participaron en los que califica como crímenes atroces (y trata de borrar toda la genealogía personal con dos palabras); y Bitar matiza afirmando que quienes fueron castigados, fueron castigados, por lo que el indulto en esas circunstancias no va (y gracias a esta sutileza, postula a una cátedra de lógica avanzada, para su cesantía post Concertación).
La triple mirada izquierdista es básicamente retrógrada: el pasado (su parcial mirada del pasado, como si nada hubiesen tenido que ver en los acontecimientos que califican) está fijo, determina por completo sus posiciones, cierra totalmente una visión de futuro.
Por cierto, ninguno de ellos califica a esos uniformados hoy condenados como peligros para la sociedad; Teillier, Enríquez-Ominami y Bitar (y todos los demás que oyeron con pavor la vacilación de la Presidenta) saben perfectamente que no corren peligro alguno, que ni dentro de 10 días, ni de 100, ni de mil, comando alguno los privará de la vida.
Pero no es el porvenir lo que los mueve. La suya no es una mirada de futuro, de prudencia, de bien común; es el simple eco de las furias vengativas que aún no logran aplacar y que, estimuladas por un lapsus, acuden en masa y desbocadas, ma- nifestándose en sus declaraciones y gestos. La sola posibilidad de un indulto es, para sus corazones, simplemente un insulto.
Por contraste, los asesinos de Jaime Guzmán recibieron muy pronto el perdón de la familia, de los amigos del senador, de los discípulos del profesor. Y si hoy hubiera uno solo de aquellos en prisión, seguro que Andrés Chadwick, Juan Antonio Coloma y Pablo Longueira pedirían un indulto reconciliador, confiados en que quizás ya sería prudente reintegrarlos a la normalidad social.
La diferencia se explica porque el indulto es facultad del corazón.
Una especie en extinción, por Gonzalo Vial.
El debate parlamentario sobre la píldora del día después gira alrededor de dos puntos principales:
a) Si ese fármaco puede tener efectos abortivos, y
b) Si en caso de darse la posibilidad abortiva que indica la letra a), cabe que el Estado, sin violar la Constitución y por la vía administrativa: 1. autorice el expendio de la píldora; 2. más complejo todavía, la reparta él mismo a través de sus organismos de salud o municipales, y 3. algo todavía de mayor complicación jurídica, haga el reparto de modo gratuito y secreto.
En todo esto, la Iglesia ha expresado una opinión razonada, y la ha difundido utilizando los medios a su alcance.
Por supuesto, se puede discrepar de ella.
Sin embargo, al plantear, respecto de la materia de la letra b), Nº 2, la infracción a la Carta Fundamental que implicaba ese reparto, la Iglesia ha tenido en definitiva mucho respaldo: el de la Corte Suprema, la vez que se pronunció derechamente sobre el punto; el del Tribunal Constitucional, y el de la Contraloría (regulando la correcta aplicación del fallo de Tribunal). Es decir, han ratificado la tesis católica todos los máximos controles de la legalidad y de la constitucionalidad que existen en Chile... y actuando éstos sin solicitud ni intervención de la Iglesia.
Los obispos no han obligado ni presionado a nadie. Desde luego, por la sencilla razón de que no tienen medio alguno de hacerlo. Sólo se han dirigido a la razón y la conciencia de todos, y especialmente (como era natural) de sus fieles. Ni siquiera han insinuado la posibilidad de excomunión expresa contra los católicos que desobedezcan su magisterio, a fin de no enturbiar el debate razonado y racional.
Sin embargo, la actitud clara, firme y prudente de la Iglesia Chilena no ha merecido al rector-columnista de El Mercurio una refutación de igual carácter, sino un estallido de ira absolutamente incomprensible. El 5 de junio, calificó aquella actitud de “osadía conservadora y clerical”. También, de pretensión de otorgar al punto de vista católico “fuerza coactiva mediante la ley”, “fuerza de ley”. Y de conferir a la autoridad “poder para guiar las decisiones de todos los ciudadanos”, sustituyendo y suplantando su autonomía —“en esos momentos cruciales de la vida humana”— por lo que resuelva “un puñado de tutores”, violando su “intimidad”, etc., etc.
Observará el lector que la tirada que he resumido carece de sentido común. Si el punto de vista de la Iglesia se tradujera en una ley (el supuesto que irrita al rector-columnista), los adversarios de la misma —él incluido, y actuando en la democracia con la cual se llenan la boca— podrían intentar invalidarla por inconstitucional. Y si no lo obtuviesen... pues, deberían acatar esa ley, por mala que les pareciera, tal como los católicos hemos debido acatar la ley de divorcio, aunque la encontremos inicua.
Por lo demás, la Iglesia no ha pedido ninguna ley. La ley la ha propuesto el Gobierno, en la misma línea del rector-columnista. Si el Congreso la aprobase distinta, ¿ese solo hecho la invalidaría?
El 12 de julio, nuestro comentarista vuelve a la carga... ahora contra la cabeza de la Conferencia Episcopal, por haber dicho que algunos “defendían a la Iglesia ante quienes nos arrinconaban (a los obispos) por defender los derechos humanos... (pero) hoy pretenden encerrarla en la sacristía de una fe privatizada”.
“Insólito”, dice el rector-columnista, y no sólo insólito sino “inaceptable”.
¿Por qué? Porque indicaría “la pretensión de que esos puntos de vista sean, sin más, tenidos por verdaderos”, de que se les reconozca “autoridad”. Ello, en vez de hacer la Iglesia “lo que ha venido haciendo hasta ahora: esparcir sus creencias y sus puntos de vista en la esfera de la cultura... medios de comunicación... sus innumerables colegios... seis universidades... y ...audiencias del Congreso”. No puede pretender que dichos puntos de vista “sean, sin más, tenidos por verdaderos”.
Nuevamente, afirmaciones infundadas. ¿Qué ha hecho la Iglesia sino lo que el columnista dice que puede hacer? ¿Cuándo, dónde y cómo se ha arrogado ser “autoridad” civil, o ha pretendido que la sociedad como conjunto acoja “sin más” sus principios?
¿O será que la conducta “políticamente correcta” de la Iglesia consistiría en no hacer olitas, no molestar a gobernantes y parlamentarios con campañas públicas para que se respete la Constitución, sino moverse en sordina, dejando una constancia “educada” de sus puntos de vista, pero sin que se entere nadie, sin llamar al pan pan y al vino vino, ni recurrir a la opinión? ¿Eso pidieron a la Iglesia, durante el régimen militar, los defensores de los derechos humano que no eran creyentes? ¿Les hubiera satisfecho, en ese entonces, una conducta parecida de parte de la Vicaría de la Solidaridad?
Es preciso entender que, para la Iglesia, el derecho a la vida del que está por nacer es tan inviolable y digno de defensa —aunque su atropello se realice en la “intimidad” de la madre— como el mismo derecho en el adulto víctima ilícita de la autoridad.
Pero no nos alarmemos tanto con el rector-columnista. Sus iras apocalípticas y acusaciones al vuelo suelen terminar en nada. Retrocede disimuladamente y se desdice. Lo malo es que lo hace mediante una carta posterior. Pero quizás no la lean todos los fieles de sus flamígeras columnas antecedentes.
Así ha ocurrido esta vez. La carta aparece en El Mercurio del 19 de julio. Y resulta que censura a los obispos, UNICAMENTE, “su pretensión de que ese punto de vista (el de la Iglesia) se reconozca como correcto o verdadero”. Olvídese el lector de los otros fuegos artificiales.
¡Qué cosa más rara! ¿Que podrían “pretender” los obispos? ¿Que lo que afirman no es correcto ni verdadero? ¿No “pretende” y asegura el rector-columnista ser correctas y verdaderas sus propias afirmaciones... no lo pretende igual CUALQUIERA que haga CUALQUIER afirmación?
Otra cosa es intentar IMPONER al país, sin autoridad legítima, esos puntos de vista. Pero nadie puede acusar a la Iglesia de haber hecho eso. No son “imposiciones” de ella las que han censurado la Corte Suprema, el Tribunal Constitucional y la Contraloría.
Concluyendo su carta, el rector-columnista supone que el debate sobre la píldora del día después está resuelto, en un sentido contrario al que la Iglesia sostiene. Supongo que se refiere al proyecto que aprobó la Cámara y que se halla pendiente ante el Senado. Y supongo que si el control de constitucionalidad de la ley en definitiva despachada, y/o de su aplicación administrativa, resulta negativo el rector-columnista lo aceptará (tal cual lo haremos los católicos, sin renunciar a nuestras convicciones, si resulta positivo). Y no querrá eludirlo o depreciarlo, como la vez anterior, alegando que los miembros del Tribunal Constitucional han sentenciado según sus “convicciones religiosas” y no conforme “a las reglas constitucionales”, siendo “buenos fieles” pero “malos jueces” (13 y 27 de abril). Hay que estar en las duras y en las maduras.
Un último enigma: ¿por qué la irracionalidad que exhiben estas columnas rectoriales? ¿Cuál es el motivo de un apasionamiento tan desbocado? Creo hallar la respuesta observando el título de una de ellas: «FRAILES en la República» (12 de julio). El autor no puede ignorar que «frailes» no son todos los sacerdotes, sino solamente los religiosos. Pero «fraile» era la forma despreciativa y odiosa que usaban nuestros «clerófobos» del cambio de siglo, del XIX al XX, para referirse a cualquier hombre de Iglesia. En su caso, sin embargo, la disculpa era que los católicos de entonces solían corresponderles con epítetos de parecido calibre. Pero ni católicos ni agnósticos del XXI persistimos en antiguallas tales. El «clerófobo» es una especie en extinción.
lunes, 20 de julio de 2009
Democracia o el respeto al Estado de Derecho, porKarin Ebensperger.
Democracia o el respeto al Estado de Derecho,
por Karin Ebensperger.
Las elecciones son condición necesaria, pero no suficiente, de la democracia. No basta elegir a los gobiernos. Es requisito que los distintos poderes del Estado puedan mantener su autonomía sin ser sometidos por el gobernante, y que los ciudadanos sean respetados en sus libertades y garantías. Sólo hay democracia donde se respetan siempre la Constitución y el Estado de Derecho.
Este es el tema central en la discusión sobre el reciente golpe en Honduras, y también para catalogar al Presidente venezolano, Hugo Chávez. Se puede tener legitimidad de origen -si se llega al poder por la vía legal-, pero convertirse en ilegítimo de ejercicio al no respetar la Constitución.
Eso es lo que está ocurriendo en algunos países latinoamericanos. De modo sutil a veces, como en el caso de los Kirchner, quienes fueron concentrando el poder en Argentina, o en forma abierta como en la Venezuela de Chávez, en muchas de nuestras repúblicas, aunque se vota, no se ejerce cabalmente el espíritu democrático.
Con la excepción de Cuba, en todos los países de la región los gobiernos han surgido de elecciones. Pero en demasiados casos las autoridades confunden el poder con un botín para sí mismos, y alteran las leyes para perpetuarse en él. Como resultado, hay instituciones débiles e inestabilidad.
En el caso de Honduras se dan algunos de estos vicios. Hubo un golpe militar, condenable e inaceptable. Pero su origen es muy atípico, porque se basa en el Parlamento y el Poder Judicial, que pidieron deponer al Presidente Zelaya, quien se había deslegitimado y pretendía mantenerse en el poder con ayuda del venezolano Chávez. Ni un solo diputado, ni siquiera de su partido, levantó la mano para defender al Mandatario.
A pesar de los abusos de poder de Zelaya, es inaceptable que se llamara al ejército para derrocarlo, en un acto de suma inmadurez política. Debió recurrirse a la propia institucionalidad hondureña para resolver. La solución ahora es convocar cuanto antes a elecciones y restaurar la normalidad institucional.
El caso de Honduras refleja la necesidad de reflexionar sobre el doble estándar con que se ha venido evaluando a los gobiernos en la región. Se condena rápido -y correctamente- un golpe, pero nada se dice respecto de los abusos que el Presidente depuesto estaba cometiendo. Tampoco puede aceptarse más el silencio frente a gobiernos como el venezolano, democrático en su origen, pero abusivo en su ejercicio.
En la Carta Democrática de 2001, los países del continente asumieron el compromiso de denunciar las violaciones del Estado de Derecho. América Latina requiere que todas las malas prácticas sean condenadas por igual, incluidos los arbitrios de gobernantes que usan la democracia para abusar impunemente de la sociedad que los eligió.
miércoles, 15 de julio de 2009
Ineficiencia del Estado chileno, por Gonzalo Vial.
La Presidenta, si mal no recuerdo, proclamaba
Uno de los candidatos a sucederla, ex mandatario él mismo, le corrige ahora la plana, y señala simplemente: «Más Estado».
Es la eterna disputa. Unos creen que el Estado debe ser subsidiario, es decir: dedicarse únicamente a las funciones de bien social indispensables que los particulares no puedan o no quieran realizar. Y otros aspiran a que monopolice, o bien ejecute paralelamente a los privados, cuántas actividades parezcan de conveniencia, determinadas de un modo pragmático.
Pero esta discusión es prematura si hablamos de
Pensemos, por ejemplo, en el Hospital de Talca. Hace años que se suceden en él, sin tregua, las embarradas más espantosas. Recién nacidos que mueren al contaminarse su alimentación con aguas servidas. Otro, emasculado por una supuesta y falsa «indeterminación sexual». Otros que el Hospital identifica erróneamente, de modo que los reciben madres equivocadas. El último caso, hace apenas semanas, una niñita muerta por la inyección de una droga que no correspondía.
Etc.,etc... Pero el Estado/Ministerio de Salud no ha podido arreglar el problema... el problema de UN hospital. ¡Ni siquiera aguijoneado por la utilidad política de hacerlo!
En seguida, el mismo candidato que anuncia «más Estado» asegura que, elegido Presidente, «intervendrá» los MIL establecimientos municipales de peor calidad.
Pero...¿quién lo va a hacer, quién los va a intervenir, en la práctica? ¿El Ministerio de Educación? ¿El mismo que todavía no puede cuadrar sus cuentas
Mas estos ejemplos son «peccata minuta» —
—ENAP. Se le comisionó para manejar, el año 2008, las compras de petróleo que requería el país, en el volátil mecado exterior de este producto. Perdió 1.000 millones de dólares.
—EFE (Ferrocarriles). Extenso y complejo plan para modernizar la empresa, su material rodante, líneas, estaciones, etc. y restablecer el tráfico de pasajeros al sur. Debacle catastrófica y total
—TRANSANTIAGO. El Estado eliminó a las «micros amarillas», que no le costaban un centavo, y las reemplazó por un sistema único para todo el Gran Santiago. Un sistema en que el Estado determina el número total de buses que circulan, su reparto entre los diversos recorridos, cuáles son ellos y cómo los manejan los concesionarios, el contrato con éstos y sus tarifas y demás condiciones, los paraderos, la regulación computarizada de los flujos de vehículos, las rutas exclusivas, etc.,etc. NADA resultó derecho, y el funcionamiento del Transantiago, un descalabro y colosal sufrimiento e indignidad para los usuarios, que persisten hoy (en menor escala, pero todavía inadmisible). Los déficit mensuales
Conclusión: el Estado de Chile, hoy —no en su aspecto jurídico, ni de concepto (¿debe ser subsidiario o no?), sino en su funcionamiento práctico, técnico, profesional— no está a la altura. Ni a la altura de nuevas, eventuales tareas, ni a la de aquéllas que actualmente cumple.
Hallo emblemática la foto que publica la prensa
¿Cómo podemos haber llegado a esto?
Es un tema profundo. Me limito a indicar algunas causas plausibles:
1.Una EXPANSION EXCESIVA
2. El CUOTEO. El concertacionismo lo defiende
Por otra parte, los partidos de gobierno tienden a nombrar en «sus» puestos públicos no tanto a personas capacitadas para desempeñarlos,
La ecuación suele ser letal: funcionario designado por cuoteo=operador político
Las normas para llenar más objetivamente los cargos «de alta dirección pública», atenúan las malas consecuencias
3.LA CORRUPCION. Está muy asociada al cuoteo
Generalmente, en las platas ilícitas que se obtienen a través de la administración pública, se utiliza la excusa, verdadera o falsa... o ambas cosas a la vez, de ser esos dineros «para el partido». Y no sólo conducen a que el sobornante obtenga resoluciones contrarias al bien público, sino al desánimo
A mi criterio, fue muy negativo (en este respecto) el «perdonazo» que Gobierno y Oposición —durante el sexenio anterior— extendieron a los suplementos de sueldos secretos, pagados entonces y antes a ciertos altos burócratas. Eran cancelados mediante discretos sobres de billetes, con recursos provinientes de diversos orígenes irregulares, v.gr.fondos reservados. Se temió un «juicio a la ciudad», que minara las bases
4. Finalmente, y sólo como posibilidad, es preciso contemplar la de que algunas tareas emprendidas por el Estado —v.gr., el Transantiago o la modernización de EFE— hayan sido superiores a la capacidad y experiencia de nuestros técnicos, profesionales y empresas asesoras, dentro y fuera de la administración pública. En distintas palabras, que dichas tareas hayan exigido, para tener éxito, expertos internacionales, que no se contrataron. Sus pares chilenos siempre dirán, de antemano, que «aquí lo hacemos tan bien como cualquiera». Pero no es cierto... ¿por qué había de serlo?
Por supuesto, no pretendo haber agotado el tema. Sólo subrayar su importancia, y anotar que antes de «más Estado» debemos pensar en «mejor Estado».