jueves, 2 de julio de 2009

La DC y su pacto con los comunistas....dos comentarios imperdibles

La DC y los comunistas,
por Víctor Farías

Las agencias internacionales informaron hace un tiempo que “el partido político más antiguo de Guatemala, la DC, fue clausurado después de 41 años, debido a que no alcanzó el 5% mínimo para mantener la legalidad”. El proceso que conduce a la DC chilena a un abismo semejante pasa por el problema de sus vínculos con el Partido Comunista como algo decisivo. Por eso quienes pretenden convencernos de sus fundamentos humanistas y cristianos debieran reflexionar sobre una realidad elemental, a saber, lo que los comunistas piensan realmente de ellos. De una reunión del Sexto Congreso del KOMINTERN se conservó un acta que contiene el discurso del legendario camarada Giorgi Dimitrov en el que se definía la táctica a emplear con “sectores del clero democratacristiano” y otros simpatizantes o colaboradores: “Hay que trabajar más y más con políticos que no tienen fuerza electoral, que tienen necesidad de votos y hasta de auditorio. Ellos están dispuestos a vender su alma al diablo… bon marché, y nosotros se la compramos”.

Los comunistas chilenos nunca han ocultado lo que piensan de la DC pese a todos los servicios prestados. En 1971, en un Comité Central del 26 de junio, Volodia Teitelboim hacía el más duro juicio sobre Eduardo Frei Montalva, acusándolo nada menos que de proteger activamente a los asesinos del general René Schneider. En las calles de todo Chile los comunistas vociferaban en los ’60: “¡Allá van, ésos son, los asesinos de Puerto Montt!”, aludiendo a Edmundo Pérez Zujovic y sus camaradas. Y lo que Pablo Neruda escribió en su lecho de muerte es de antología: “Frei es un hombre curioso, sumamente premeditado. Estalla a menudo con risas violentas, carcajadas estridentes que salen de un rostro preocupado, serio, vigilante de la aguja con que cose su hilo político. Es una risa súbita, que asusta un poco, como el graznido de ciertas aves nocturnas. La figura de Frei se hará cada año más sombría y su memoria tendrá que encarar algún día la responsabilidad del crimen”. Pese a todo esto y mucho más, en el año 60 Gabriel Valdés profetizaba que Cuba debía ser al poco la mayor potencia política y económica de América Latina.

Mi abuela me decía que “perdonar es de cristiano, pero olvidar es de tonto” y eso rige tanto más cuando el camaleón se convierte en tonto útil. El diablo suele ser más cruel con sus más fieles servidores.
DC: quizás sea sólo puro miedo,
por Gonzalo Rojas

Se ha concretado, al menos en los abrazos, el acuerdo parlamentario entre la Concertación y el Partido Comunista.

Quizás ya no lo parezca, pero el candidato de continuidad es efectivamente cristiano, y la dirigencia de la DC es también mayoritariamente cristiana. Además, no han faltado en la historia de ese hombre y de ese partido las declaraciones que deslindan claramente sus posturas de las comunistas. Ellos en lo suyo, nosotros en lo nuestro, han afirmado; suyo, nuestro. Obvio: hasta un alumno con 245 puntos en la PSU sabe que los marxistas descalifican no sólo a las religiones en general, sino muy particularmente a ese producto cultural específico que se llama Occidente judeo-cristiano.

Entonces, ¿por qué van a compartir la misma lista la leona y el antílope?

Siete explicaciones tiene todo pacto entre un cristiano y un marxista. Ya sea en política o en cultura, en sociedad o en economía (y para qué decir en materias de moral o de fe), cada una de esas explicaciones se basta sola para mostrar la claudicación del cristiano cuando llega a acuerdos con los comunistas, pero hay especímenes que a veces logran hacerlas confluir todas, demostrando la más notable pobreza en sus posturas.

En primer lugar, el pánico físico y moral. Hay cristianos que se mueren de pavor ante la posibilidad de que un comunista los enfrente con riesgo vital o de su prestigio. La persecución, el martirio, la discriminación, son realidades que no sólo asustan a esos cristianos, sino que reciben, desde la medianía de sus temores, unos calificativos rotundos: extremistas, fundamentalistas.

En segunda mirada, la debilidad intelectual, porque existen cristianos que desconocen la verdad de las exigencias de la doctrina que supuestamente profesan, o las han aguado tanto, que el parecido con su original es sólo semántico. Sentir la fe es lo que los mueve; fundamentarla los complica y, obviamente, sin razones quedan desvalidos para oponerse al marxismo.

Un tercer aspecto es el vacío histórico, porque ignoran -o no quieren saberlo- que el comunismo es el mayor genocida de todos los tiempos -aquí y en todas las quebradas del ají- y que hasta hoy elimina a destajo. ¿Pero no han sido los marxistas también duramente reprimidos?, alegan estos cristianos, olvidando que sus nuevos socios entraron siempre a esas luchas con una convicción rotunda: victoria o muerte.

Un cuarto aspecto es la torpeza táctica, porque los cristianos entreguistas han comprobado cien veces que sus electores moderados los abandonan, que estos pactos no compensan las aportaciones coloradas, pero perseveran en sacar mal las cuentas.

En quinto lugar, se les presenta el engaño de la reciprocidad, por- que creen que un pacto así es un pasando y pasando, como si entre los comunistas hubiese algún sentido de la justicia y del cumplimiento de los deberes. Atención, repita después de mí: sólo es moral lo que sirve a la revolución?

Una sexta razón es la simpatía encandilante con que los marxistas los arrullan, logrando que los cristianos ignoren (oh, qué mal pensados somos) que, a sus espaldas, en el PC se ríen a carcajadas de la ingenuidad de sus nuevos socios. Ya van a ver, ya van a ver, aunque por ahora sólo haya sonrisitas de complacencia.

Ah, y finalmente, lo más pobre y penoso. Si no existiera ninguna de las razones anteriores, si la especulación ya formulada no fuera más que pura teoría, bastaría otra explicación, tan evidente como rotunda: a veces, estos pactos entre cristianos y marxistas se concretan por el simple miedo a perder una elección y el poder; en algunas oportunidades, ése ha sido el cierre, el broche de tantas otras claudicaciones, pero quizás ahora sea la única razón.

Acount