viernes, 31 de julio de 2009

Dos excelentes comentarios....



A ratos, desconcertante,
por Leonidas Montes.

Dos situaciones recientes nos han mostrado una Concertación desconcertante. Primero fueron las reacciones ante el indulto propuesto por la Iglesia. Michelle Bachelet, quien vivió la tortura y encarna la reconciliación, dijo que estaría dispuesta a evaluar la situación de algunos uniformados. Pero rápidamente emergieron los desmentidos. Los mismos que acogieron a Honecker, y que aún adoran la figura de Fidel Castro, argumentaron que por ningún motivo debía perdonarse a los miembros de las Fuerzas Armadas. Cuando se habla de la transición, la Concertación tiene una posición ambigua. Pero si se trata de la reconciliación, es simplemente implacable.

Las Fuerzas Armadas y Carabineros son un buen ejemplo de aquellas instituciones que reflejan nuestra dignidad republicana. No en vano son las dos que más confianza inspiran en la ciudadanía. Han actuado con dignidad. Y en algunas ocasiones, con dignidad estoica. Sólo recuerde cuando comenzó el episodio de los pingüinos. Nuestra Presidenta apareció, junto a un destacado periodista, increpando a Carabineros de Chile. Si hasta Sebastián Bowen, la joven promesa de Frei, fue víctima de un ataque de paranoia por culpa de Carabineros. Y aunque ya estamos acostumbrados a los paros en el sector público, ¿ha visto usted a carabineros o a miembros de las Fuerzas Armadas exigiendo mejoras salariales en un paro? Pero indultar a miembros de las Fuerzas Armadas, eso sí que no. Cómo se le puede ocurrir.

Después de 20 años en el poder, la Concertación ha perdido gran parte de su autoridad moral. Cuando el senador Flores decidió dejarla, atreviéndose incluso a apoyar al candidato Piñera, se rasgaron pomposas vestiduras. ¡Si Flores también había estado en Dawson!, exclamaban los incrédulos. Se convirtió en el Judas de la Concertación. Algunos hicieron pucheros. Otros derramaron lágrimas. Flores había perdido sus principios morales. Pero claro, murmuraban algunos frunciendo el ceño, el senador Flores era un caso especial. En vez de seguir el exilio en Cuba o Alemania Oriental, terminó, imagínese usted, en los Estados Unidos. En la cuna del sucio capitalismo. Y, vaya sorpresa, se esforzó, trabajó y en su carrera le fue muy bien. Tal vez fue demasiado exitoso y no le debe nada a nadie. Algunos próceres simplemente no toleran la independencia.

El segundo hecho que ha sido desconcertante es la campaña de Frei. Han atacado y despreciado a Marco Enríquez-Ominami. Aunque ya no es Marquito, su discurso sobre la competencia continúa capitalizando a costa de la Concertación. Y la última arremetida contra Piñera parece una maquinación comunicacional bananera. Si el mismísimo Tombolini tenía guardada la grabación para el momento propicio. Y La Nación —el diario del Gobierno— a ratos nos recuerda al Granma defendiendo los 50 años de la gloriosa revolución.

Un caso análogo al de Piñera, durante la crisis bancaria del 82, fue el de Carlos Massad. Pero el fervor de la campaña pareciera afectar incluso a las grandes mentes. El ex presidente del Banco Central reaccionó aclarando diferencias. El “dio la cara” y cuando lo fueron a buscar, él se había “ido a trabajar con su esposa”. En esos días habría “aprovechado de escribir un libro”. Incluso nos aclaró que él “no dejó a su mujer en casa”. En medio de esta chambonada comunicacional tuvo que hablar el ex Presidente Aylwin. Massad se desdijo. Y, entretanto, Frei sigue perdiendo, mal asesorado, esa virtud de la sensatez que Aylwin tuvo que recordarnos.

Frei ha liderado una campaña ruda. Pero en política el destino suele estar cargado de ironías. Si Enríquez-Ominami pasa a segunda vuelta —una posibilidad cada vez más plausible—, Eduardo Frei pasará a la historia como el candidato que propició el cambio.



El mal menor,
por Juan Carlos Altamirano.

Los amantes de la naturaleza y los que pensamos que el cuidado medioambiental es una prioridad no podemos quedarnos indiferentes sobre el futuro de la central termoeléctrica Campiche. Como es de conocimiento público, la construcción de ésta debió ser paralizada luego de que la Corte de Apelaciones de Valparaíso declaró ilegal su emplazamiento en la localidad de Ventanas, en Puchuncaví. El caso es indudablemente insólito y penoso.

Por un lado, tenemos la negligencia de la Conama, por haber autorizado la construcción de dos centrales en una «Zona de restricción primaria de riesgo para el asentamiento humano». Esta zona, denominada ZR2, fue creada mediante un decreto supremo en 1987. El objetivo era impedir el asentamiento de nuevas “industrias peligrosas e insalubres”, en un lugar que ya estaba saturado de polución. Precisamente en ese espacio se levantó la central Campiche. Con justa razón, entonces, la Corte de Apelaciones de Valparaíso consideró que se estaba violando “la garantía constitucional de las personas a vivir en un medio ambiente libre de contaminación”.

La autorización de esta construcción y su posterior paralización tuvieron como consecuencia que más de 600 trabajadores perdieran su fuente laboral. A esta situación, lamentable, hay que agregar la pérdida millonaria que afecta a la empresa AES Gener. En definitiva, los costos de esta negligencia son enormes. Cabe preguntarse entonces quién se hace responsable. Imagino que debería ser el Estado.
No obstante lo anterior, si el proyecto continúa, el elevado impacto medioambiental y los efectos en la salud de la población serán mucho peores. Debemos recordar que se trata de una planta que emplea la combustión del carbón para generar energía eléctrica. A pesar de los filtros que utilizan, estas plantas emiten gran cantidad de partículas, dióxido de carbono, óxidos de azufre y hollines ácidos. En otras palabras, las centrales termoeléctricas son tremendamente contaminantes.

Hoy en día, a simple vista, por la polución que provoca la refinería de Ventanas se puede observar la bruma de esmog que se desplaza desde Quintero, pasando por Maitencillo, hasta más allá de Zapallar. Imaginemos entonces el nivel de contaminación que habrá con dos centrales nuevas. Sencillamente será inaceptable, y la responsabilidad estatal será aún mayor si el Gobierno interviene en el fallo de la Corte de Valparaíso.

Estamos hablando de una parte importante del litoral central, donde hay varios balnearios. Es una zona densamente poblada. Se han invertido millones de dólares en desarrollo inmobiliario para veraneantes. Con gran esfuerzo, estas familias han logrado adquirir una casa o departamento para ir a descansar y arrancar de la contaminación santiaguina. Además, este desarrollo es la fuente principal de trabajo en la región, como también del crecimiento comercial. Pues bien, si este proyecto continúa adelante, el futuro se ve bastante gris.

Tenemos claro que el país necesita más fuentes de energía para mantener e incrementar el desarrollo. Sin embargo, hay otras alternativas menos contaminantes que las centrales termoeléctricas. Me refiero al uso de la energía hidroeléctrica y eólica. Si bien es lamentable tener que intervenir los ríos del extremo sur para cubrir la demanda eléctrica, mucho peor es permitir que se sigan construyendo plantas altamente contaminantes bajo nuestras propias narices.

Por último, sería apropiado conocer los planteamientos que tienen al respecto los diferentes candidatos a la Presidencia, pues para muchos chilenos son estas decisiones las que marcan la diferencia al momento de votar. Así de simple.

Acount