miércoles, 15 de julio de 2009

Ineficiencia del Estado chileno, por Gonzalo Vial.

Ineficiencia del Estado chileno,
por Gonzalo Vial.

La Presidenta, si mal no recuerdo, proclamaba como lema: «Más y mejor Estado».


Uno de los candidatos a sucederla, ex mandatario él mismo, le corrige ahora la plana, y señala simplemente: «Más Estado».


Es la eterna disputa. Unos creen que el Estado debe ser subsidiario, es decir: dedicarse únicamente a las funciones de bien social indispensables que los particulares no puedan o no quieran realizar. Y otros aspiran a que monopolice, o bien ejecute paralelamente a los privados, cuántas actividades parezcan de conveniencia, determinadas de un modo pragmático.


Pero esta discusión es prematura si hablamos de Chile. Pues nuestro Estado es tan ineficaz, tan inefectivo, en lo técnico y profesional, que hoy lo que corresponde —para evitar catástrofes— es encomendarle los menos quehaceres posibles... únicamente aquellos que los particulares NO PUEDAN emprender, v.gr., la fuerza armada, la policía, la justicia.


Pensemos, por ejemplo, en el Hospital de Talca. Hace años que se suceden en él, sin tregua, las embarradas más espantosas. Recién nacidos que mueren al contaminarse su alimentación con aguas servidas. Otro, emasculado por una supuesta y falsa «indeterminación sexual». Otros que el Hospital identifica erróneamente, de modo que los reciben madres equivocadas. El último caso, hace apenas semanas, una niñita muerta por la inyección de una droga que no correspondía.


Etc.,etc... Pero el Estado/Ministerio de Salud no ha podido arreglar el problema... el problema de UN hospital. ¡Ni siquiera aguijoneado por la utilidad política de hacerlo!


En seguida, el mismo candidato que anuncia «más Estado» asegura que, elegido Presidente, «intervendrá» los MIL establecimientos municipales de peor calidad.


Pero...¿quién lo va a hacer, quién los va a intervenir, en la práctica? ¿El Ministerio de Educación? ¿El mismo que todavía no puede cuadrar sus cuentas del año 2004, desorden impresentable por el cual salieron el SEREMI de Santiago y una ministra, pero que sigue sin esclarecerse? ¿El mismo ministerio que acaba de reconocer el fracaso de su proyecto «Liceos Prioritarios»? Se trataba de mejorar el SIMCE de 121 establecimientos que lo tenían por los suelos, en tres años y con el apoyo de 21 universidades. Sólo subieron 28, y ninguno más de 7 puntos. El resto DISMINUYO (El Mercurio,14 de junio). ¿Qué pasará cuando se «intervengan» mil escuelas y liceos?


Mas estos ejemplos son «peccata minuta» —como diría otro ex supremo mandatario, hoy a cargo de prevenir el calentamiento global— al lado del desastre sufrido apenas ayer, y todavía en curso, por los «grandes proyectos» de planificación estatal e interministerial. Proyectos que movían y mueven centenares de millones de dólares. Que afectaban y afectan a vastos sectores de la población. Y que estudiaron, planificaron y pusieron en marcha quienes —es de suponer— eran nuestros mejores cerebros funcionarios, con (además) todas las asesorías necesarias, y del mayor nivel imaginable aquí. A saber:


—ENAP. Se le comisionó para manejar, el año 2008, las compras de petróleo que requería el país, en el volátil mecado exterior de este producto. Perdió 1.000 millones de dólares.


—EFE (Ferrocarriles). Extenso y complejo plan para modernizar la empresa, su material rodante, líneas, estaciones, etc. y restablecer el tráfico de pasajeros al sur. Debacle catastrófica y total del proyecto entero. Pérdida, otros 1.000 millones de dólares.


—TRANSANTIAGO. El Estado eliminó a las «micros amarillas», que no le costaban un centavo, y las reemplazó por un sistema único para todo el Gran Santiago. Un sistema en que el Estado determina el número total de buses que circulan, su reparto entre los diversos recorridos, cuáles son ellos y cómo los manejan los concesionarios, el contrato con éstos y sus tarifas y demás condiciones, los paraderos, la regulación computarizada de los flujos de vehículos, las rutas exclusivas, etc.,etc. NADA resultó derecho, y el funcionamiento del Transantiago, un descalabro y colosal sufrimiento e indignidad para los usuarios, que persisten hoy (en menor escala, pero todavía inadmisible). Los déficit mensuales del sistema crecen. Está claro que necesitará un gigante subsidio permanente (las «micros amarillas» no tenían ninguno). Y la pérdida acumulada excede ya de la repetitiva cifra clave :1.000 millones de dólares.


Conclusión: el Estado de Chile, hoy —no en su aspecto jurídico, ni de concepto (¿debe ser subsidiario o no?), sino en su funcionamiento práctico, técnico, profesional— no está a la altura. Ni a la altura de nuevas, eventuales tareas, ni a la de aquéllas que actualmente cumple.


Hallo emblemática la foto que publica la prensa del día 5 de Julio: la Suprema Mandataria en una ceremonia pública, con sus propias manos sujetando un gigantesco parlante, para evitar que le caiga encima y la aplaste. ¡La administración pública no consigue siquiera instalar un parlante sin que amenace la vida de la Jefa del Estado!


¿Cómo podemos haber llegado a esto?


Es un tema profundo. Me limito a indicar algunas causas plausibles:


1.Una EXPANSION EXCESIVA DEL ESTADO. Lo sugiere el fuerte aumento de los funcionarios de planta, bajo contrata o a honorario, los últimos años. También la creación o anticipo de que se fundarán innumerables organismos nuevos de carácter público. Sólo en Educación tenemos recientemente constituída la Comisión Nacional de Acreditación, y avisadas una Superintendencia, una Agencia de Calidad Básica y Media, y numerosas Corporaciones Públicas que remplazarán a las municipalidades.


2. El CUOTEO. El concertacionismo lo defiende como lógico y normal. Sin embargo, es mortífero para la eficiencia administrativa. Desde luego, al seleccionar el personal más idóneo para la administración, elimina de partida a la mitad del país... la mitad no concertacionista. Pero eso no es todo. Como el cuoteo significa asignar los cargos POR PARTIDO DE GOBIERNO, el seleccionado debe no sólo pertenecer a la Concertación sino, dentro de ésta, a la colectividad a la cual corresponda el puesto respectivo. Ello dificulta aún más encontrar la persona adecuada.


Por otra parte, los partidos de gobierno tienden a nombrar en «sus» puestos públicos no tanto a personas capacitadas para desempeñarlos, como a buenos «operadores» políticos que les conquisten votos (acordémonos de Chiledeportes).


La ecuación suele ser letal: funcionario designado por cuoteo=operador político del partido que «lo nombra»=persona incompetente para la específica tarea administrativa que debiera realizar, y que de modo casi invariable sacrificará a sus finalidades partidistas.


Las normas para llenar más objetivamente los cargos «de alta dirección pública», atenúan las malas consecuencias del cuoteo. Pero se aplican a muy pocos puestos, y además el gobierno de turno puede arrastrar interminablemente su aplicación, rechazando las ternas y manteniendo «interinos» que satisfagan el compromiso con los partidos.


3.LA CORRUPCION. Está muy asociada al cuoteo

Generalmente, en las platas ilícitas que se obtienen a través de la administración pública, se utiliza la excusa, verdadera o falsa... o ambas cosas a la vez, de ser esos dineros «para el partido». Y no sólo conducen a que el sobornante obtenga resoluciones contrarias al bien público, sino al desánimo del resto de los funcionarios, que sabe perfectamente lo que ha sucedido. Nadie trabaja bien en ese clima.


A mi criterio, fue muy negativo (en este respecto) el «perdonazo» que Gobierno y Oposición —durante el sexenio anterior— extendieron a los suplementos de sueldos secretos, pagados entonces y antes a ciertos altos burócratas. Eran cancelados mediante discretos sobres de billetes, con recursos provinientes de diversos orígenes irregulares, v.gr.fondos reservados. Se temió un «juicio a la ciudad», que minara las bases del régimen democrático. Pero el efecto desmoralizador de un «perdonazo» así (incluso tributario, creo) sería, de cualquier modo, tan fuerte como inevitable


4. Finalmente, y sólo como posibilidad, es preciso contemplar la de que algunas tareas emprendidas por el Estado —v.gr., el Transantiago o la modernización de EFE— hayan sido superiores a la capacidad y experiencia de nuestros técnicos, profesionales y empresas asesoras, dentro y fuera de la administración pública. En distintas palabras, que dichas tareas hayan exigido, para tener éxito, expertos internacionales, que no se contrataron. Sus pares chilenos siempre dirán, de antemano, que «aquí lo hacemos tan bien como cualquiera». Pero no es cierto... ¿por qué había de serlo?


Por supuesto, no pretendo haber agotado el tema. Sólo subrayar su importancia, y anotar que antes de «más Estado» debemos pensar en «mejor Estado».

Acount