lunes, 29 de septiembre de 2008

Tres comentarios para revisar

De codicias, irresponsabilidades y despilfarros
Gonzalo Rojas Sánchez

Cuando en unos años más TVN elabore otra de sus geniales encuestas, esta vez sobre el más importante discurso de la Historia de Chile, las palabras 2008 de la Presidenta Bachelet en Naciones Unidas derrotarán en estrecha llegada a la arenga de Prat sobre la cubierta de la Esmeralda. Pobre don Arturo, será segundo de nuevo.

Palabras de la Presidenta en Nueva York: un hito en la historia del desacierto verbal. Por eso mismo, en perfecta consonancia con la reciente victoria allendista, en un futuro cercano aquellas sonadas afirmaciones obtendrán el premio mayor. Y todos los niños chilenos deberán leer, como parte de los planes de estudio de la Neo Escuela Nacional Concertada, esas admoniciones que para la ciudad y el mundo, urbi et orbi, pronunciara la estadista ante la asamblea general.

Pero para que los creativos de TVN monten esa nueva falacia, faltan todavía unos años. Hoy, el problema es para la Presidenta, quien quizás sin reparar en que las noticias también llegan al país de modo instantáneo, olvidó que discurseaba no sólo orbi, sino urbi, para Chile, para Santiago, para la gente de acá.

Porque al hablar, se puede carecer de la elemental capacidad de comunicar (Frei), se pueden cometer, uno tras otro, los errores al improvisar (Vidal), se puede usar un tono verbal tan seguro como arrogante aunque se hable de alcantarillado (Lagos), se puede agredir con cada vocablo y en cada gesto facial (Pizarro). Y casi todo eso se comprende y motiva respuestas irónicas o chis-peantes; al fin de cuentas mueve el ambiente, e incluso, se perdona. Defectos que los llaman.

Mas ¿se puede escribir un discurso dando lecciones al mundo, oh, desde la tribuna más global, oh, y olvidando el desastre que se ha provocado en el propio país, en la propia ciudad? Sí, se puede escribir ese discurso (o, al menos, leerlo), pero no hay que quejarse después de la dura crítica. Nada de femicidios políticos, ¿ya?

Porque la Presidenta ha dicho que con los planes de rescate a la crisis financiera se podría haber solucionado el flagelo del hambre sobre el planeta... y los santiaguinos cambiaban automáticamente planeta por Transantiago (cuando estas líneas estén en manos del lector, con toda seguridad Libertad y Desarrollo habrá recalculado ya, en hospitales o casas que nunca se construirán, en subsidios o pensiones que jamás se otorgarán, el despilfarro del Transantiago).

A eso agregaba Bachelet en Nueva York que los afectados por la crisis terminarán siendo los más pobres del mundo. Por cierto, ella está convencida que eso no ha pasado con el transporte público en el país que habita, porque sus asesores han logrado convencerla de que los realmente afectados por el caos de recorridos y la carencia de buses son los jóvenes universitarios, segmento A del barrio alto, ya que ahora deben gastar más tiempo en coordinar el uso de los diversos autos familiares. Que la pobreza dura ha vuelto a aumentar en Chile, es un dato que no se quiere manejar en palacio.

¿Y cómo explicaba la Presidenta el origen de la crisis? Ha sido causada, decía con la mirada puesta en el horizonte y los pies en las nubes, por la codicia y la irresponsabilidad de unos pocos, lo que unido a la desidia política de otros tantos, nos tiene en una gran incertidumbre.

En Chile, por cierto, nadie de la Concertación ha codiciado nunca jamás: ni el poder, ni el dinero, ni los cargos, ni los pitutenshaft en empresas privadas a la salida de los cargos... De codicias (y de estafas) los hombres y mujeres de esa coalición, los actores de estos cuatro gobiernos, se sienten libres, sin mancha. Por ellos habló la Presidenta, en el nombre de la pureza del colectivo concertacionista. Pero el ciudadano que sigue de cerca uno que otro proceso judicial, una que otra renuncia funcionaria, una que otra conciliación pendiente, no sonríe, brama.

Y en cuanto a irresponsabilidades y desidias políticas, el chileno se pregunta: ¿Están el Gobierno y la Concertación en campaña para solucionar la grave crisis nacional? Respuesta: sí, en campaña electoral para retener el poder.

No, no ha sido sólo Fernando Carvallo quien ha dicho con desparpajo en medio de las duras críticas: "La gente me tiene sin cuidado". También, entre líneas, lo ha insinuado la Presidenta... y nada menos que a las puertas del 5 de octubre.

Veinte años atrás, se decía que iba a ganar la gente. Hoy, la evidencia es otra. Qué despilfarro.

Crisis norteamericana
Karin Ebensperger

Hay muchas teorías de por qué la economía tiene ciclos y no crece de manera continua. Los altibajos periódicos se vienen dando desde épocas bíblicas, y el sueño del faraón, de las vacas gordas y flacas, es un anuncio de los ciclos económicos.

Igual resulta sorprendente que quienes se suponían expertos, como Alan Greenspan, ni siquiera atisbaran lo que se venía, o al menos él no lo previera mientras estaba a cargo de la Reserva Federal. Si bien las crisis son siempre algo diferentes de la anterior, en esencia el mecanismo es el mismo. Pero muchos especialistas están tan concentrados en la economía, que no se interesan en la historia, ni siquiera en la reciente, y por eso creen -y a algunos les interesa que nosotros creamos- en la ilusión de que por fin se ha logrado el crecimiento continuo. Los desequilibrios de la economía norteamericana que ahora todos critican eran subestimados hace sólo unas semanas.

Hace un tiempo que EE.UU. viene dependiendo de los préstamos extranjeros. Su déficit en cuenta corriente ha seguido expandiéndose, y el 50 por ciento de la deuda federal se encuentra en manos externas. China es su principal acreedor. El más elemental sentido común debería haber hecho prender luces rojas.

La diferencia con crisis anteriores no es de grado, sino de naturaleza. Hoy el mercado es global y las soberanías nacionales son limitadas, incluso para EE.UU. Es un hecho que el terremoto financiero es planetario y que la recuperación será complicada, por la incertidumbre a nivel internacional sobre los precios de productos tan importantes como los alimentos y el petróleo. Además, una década de bajas tasas de interés estimuló inversiones en áreas cuya viabilidad ahora está en duda. Costará largo tiempo reconstruir un sistema internacional de crédito creíble.

A los factores económicos negativos se agrega la complicada imagen política de EE.UU., por la forma arrogante en que el Presidente Bush y sus colaboradores han actuado en el exterior. Geenspan y Bush tienen mucha responsabilidad en el descrédito que está sufriendo el sistema de libre mercado que, aún con los defectos que estamos observando cuando se distorsiona, sigue siendo el modelo que permite crecimiento.

Eso no quiere decir que el capitalismo sea, por definición, benévolo o solidario. Y que no tenga, como toda obra humana, defectos. Pero parece ser superior a otros sistemas, y en él se han inspirado las reformas de China y Rusia tras el colapso de la ex URSS.

Adam Smith, en La Riqueza de las Naciones, planteó que las leyes del mercado y el trabajo compartido deben conducir hacia un fin último, que es "el fin social", no hacia la especulación y la concentración del capital. Parece que Greenspan y muchos en Wall Street nunca lo leyeron...

¿La transición a la democracia ha sido exitosa?
Álvaro Góngora E., Director Escuela de Historia,Universidad Finis Terrae

Corrientemente se escucha, en círculos políticos sobre todo, que "nuestra transición a la democracia ha sido exitosa". Esa es la manida frase, que se repite incluso en algunos ámbitos académicos. Me parece interesante analizar mejor la situación ante el panorama electoral que se avecina.

¿Cómo se entiende el concepto? El significado propio de la sociopolítica supone una situación previa no democrática -por lo general, asumida como "autoritaria"- que cambia en dirección de prácticas e institucionalidad democráticas.

Esta definición -la clásica, por lo demás- nos debería hacer pensar, sobre todo conociendo nuestro accidentado proceso histórico.

Cabría preguntarse, por ejemplo, cuán perfecta era nuestra democracia en años previos a 1973. Alguien podría señalar, con muy buenos argumentos conocidos, que el sistema se había vulnerado severamente, que no era estrictamente legal, agregando que se trataba de una "situación no democrática". Consecuentemente, lo que sucedió después correspondería exactamente a la transición, y podría indicar como hitos demarcatorios el discurso de Augusto Pinochet en "Chacarillas" o cuando se promulgó la Constitución de 1980, que estableció un itinerario. Conste que me refiero a esta dimensión del proceso aislándolo de cualquier otra implicancia.

Otra posición propondría que el inicio de ella se sitúa en el momento en que se produjo el entonces llamado "restablecimiento" de la democracia. En estricto rigor, cuando Pinochet transfiere el mando político a Patricio Aylwin. Así vemos que el tema del comienzo del proceso es posible que admita discusión.

Ahora vamos al término del mismo. Sobre este asunto hay grandes discrepancias y varias personalidades se han atribuido el haber sido artífices del "punto final".

El 11 de marzo de 1990, en circunstancias en que Aylwin juraba como Presidente de la República, Pinochet declaró: "Hemos concluido una jornada exitosa", queriendo señalar que la transición había terminado. Año y medio después, Aylwin sostuvo por su parte: "Realmente, a mi juicio, la transición ya está hecha. En Chile vivimos en democracia". No obstante, entre agosto y septiembre de 2005, luego que se votaran en el Congreso las llamadas "reformas duras", Ricardo Lagos, al sustituir en la Constitución la firma de Pinochet por la de él, otorgándole el significado de "nueva" Constitución -tema muy discutido-, señaló: "Marca el término definitivo de la transición. Comenzaron los gobiernos democráticos. Ahora podemos decir que la transición en Chile ha concluido. Ahora tenemos un cuerpo constitucional que está acorde con la tradición histórica de Chile".

¿Es cierto? ¿La ciudadanía, los chilenos todos, hemos asumido verdaderamente las prácticas y la institucionalidad democráticas? ¿Ellas están efectivamente asimiladas y podemos asegurar que disponemos de una "mentalidad" democrática?

Quiero plantear otro punto de vista. Pienso que la transición aún está incompleta y no se puede afirmar que ella ha sido auténticamente exitosa. Porque desde 1990 a la fecha sólo ha gobernado una sola coalición de partidos políticos, no ha habido alternancia y no sabemos qué ocurrirá con las prácticas y las instituciones democráticas cuando la Concertación pase a la oposición y gobierne la Alianza Democrática. Esa incertidumbre a veces surge cuando se escuchan entre militantes concertacionistas ciertas declaraciones francamente intolerantes, como que "la derecha no puede gobernar, que es incapaz o que gobernará para los poderes económicos, etcétera". También surge cuando se observan actitudes que rayan en la obsesión por aferrarse al poder, sin importar el costo. Tengo en mente el caso español, y cabe poca duda de que ese proceso de transición está consolidado.

Hace aproximadamente un año, este mismo diario publicó una entrevista a Edgardo Boeninger donde sostuvo: "A la corta o a la larga, uno no concibe una democracia en que la oposición esté condenada per sécula a estar fuera del gobierno". Sobre ese punto valdría la pena reflexionar.

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