jueves, 18 de septiembre de 2008

Comentarios de tres patriotas insignes.

Y los pillaron otra vez...
Hermógenes Pérez de Arce

Ustedes saben que una de las misiones que la Providencia me tiene asignadas en la tierra, y no la menos importante, es decir verdades que nadie se atreve a decir. Y pago las consecuencias. Hace un par de años, cuando extremistas maltrataron a carabineros y la Presidenta les dio una feroz reprimenda a estos últimos por repelerlos, una ingenua productora de TV me invitó a ser entrevistado en su canal. Cuando el entrevistador me preguntó qué opinaba de lo acontecido y yo respondí, con toda naturalidad, que no me extrañaba en lo más mínimo, porque la Presidenta había pertenecido o sido muy próxima a los principales grupos extremistas, el MIR y el FPMR, de los cuales proceden los encapuchados que hoy agreden a los carabineros, entonces hasta mis oídos captaron cómo le gritaban a mi interrogador, por la línea interna, que "sacara a ese tipo (yo) de ahí", cosa que éste hizo cortés pero inmediatamente.

Por eso, cuando ahora me preguntan qué opino sobre la ninguna acción del Gobierno, tras recibir información de que en su seno mismo trabajaba alguien vinculado a las FARC, respondo de igual manera, si bien algo temeroso de que me echen de dondequiera que esté.

Pues FARC chilenas, es decir, las FARCH, eran todos los grupos armados organizados y pertrechados bajo la UP para sustituir por la fuerza el régimen democrático, como lo denunciaron en su tiempo, entre otros, los senadores Patricio Aylwin y Eduardo Frei. Este último había vuelto muy impresionado de Europa, donde un gobernante democrático le había advertido: "Cuando el comunismo agarra, no suelta" (citado en su carta a Mariano Rumor). Y todos los partidos de la UP que hoy nos gobiernan tenían grupos armados, además de los del PC y del MIR. El PS, el MAPU y la Izquierda Cristiana los tenían, como detallara el ex jefe socialista Altamirano a Patricia Politzer, en un momento de candidez del cual, supongo, se habrá arrepentido muchas veces. Y si los radicales no repartían armas, probablemente era por carecer de militantes a quienes entregárselas, desde que la facción de Bossay, mayoritaria, se había pasado a las filas de los demócratas y convocó junto con ellos a los militares a salvar al país.

Los izquierdistas y ex miristas que tienen edad suficiente y que están hoy en altos cargos en La Moneda, en el Congreso y en los partidos políticos, tienen, pues, rastros de "los fierros" en sus ma-nos (nunca me ha gustado hablar de sangre). Han cambiado pro forma, pero lo que les gusta, en el fondo, es lo de las FARC, lo de Chávez, lo de Evo, lo de Fidel, lo de Correa. Y no nombro a Lugo, porque todavía lo tengo en observación.

Por eso hay tanta inconsecuencia en que la Presidenta Bachelet, que encabeza pro tempore a la Unasur, llame a defender a Evo en nombre de una "irrestricta" democracia, cuando éste declara en todos los tonos su admiración por Fidel, y si para algo usa su mayoría es para hacer lo mismo que en su tiempo Hitler hizo con la suya: perpetuarse en el poder y aplastar a sus adversarios.

Ahora el Gobierno procura distraer la atención de la opinión pública y la gravedad de sus nexos con las FARC con un volador de luces. Dice que quienes denunciaron tales nexos cayeron en una "operación de inteligencia colombiana". Pero el actual jefe de inteligencia chileno, que hace un cuarto de siglo era abogado de terroristas y estuvo preso por ayudarlos, ha empezado a entregar a la fiscalía local los mismos antecedentes proporcionados por dicha "operación de inteligencia". ¿También ha caído en ella? ¡Por favor! Lo que sucede es que sólo les queda entregarlos porque, otra vez, como en el caso de los "sobres con billetes", los pillaron.

Tres tendencias, tres cambios
Gonzalo Rojas Sánchez

Buenos días éstos para pensar en el Chile del Bicentenario, en el que probablemente se habrán consolidado las nuevas mentalidades y tendencias que ya hace más de 30 años comenzaron a asomarse. Será ésa la mejor demostración de cuánto y cómo cambió el país después de 1973.

Por una parte, habrá quedado claro que se pasó del estatismo a la responsabilidad personal. El tránsito de aquellos períodos de las planificaciones globales de los años 64 (Frei) 70 (Allende) y 75 (Pinochet) que pretendían generar toda una nación de nuevo, desde cero y en todos los campos (Góngora) se habrá completado, consolidando el pequeño negocio, la iniciativa personal; atrás habrá quedado la mentalidad de "el Gobierno dicta el rumbo y yo me adapto en lo que puedo," que era propia de los chilenos hasta muy entrados los años 80, y habrá sido reemplazada por un "yo busco caminos nuevos, creo, invento, arriesgo y si es necesario, vuelvo al gobierno mediante lobby", mentalidad que comenzó a surgir tímidamente en los 50, luchó por mantenerse en los 60, se asomó al triunfo a finales de los 70 y pareció consolidarse en los 80; también en la cultura se habrá marcado una diferenciación significativa entre el Estado y los particulares. La gran ventaja de esta tendencia está en el incentivo a la creatividad, pero su gran restricción puede estar en el olvido de la pobreza.

En contraste, probablemente se seguirá mostrando una alarmante tendencia a superar la austeridad como virtud, por una afán de consumo y ostentación. Quizás en 2010 se recuerden con nostalgia esos tiempos en que el interés se centraba en los contenidos, algo que era propio de los 60 y 70 (¿para qué tener algo?), lo que se expresaba en viajes culturales, compras de libros y vida social muy conversada, y se mirará con cierta perplejidad la preferencia por las formas que comenzó a ser lo típico de mediados de los 80 en adelante (¿a quién impresiono con esto?), lo que se expresó en conocidos viajes de negocios y en espectaculares viajes de descanso, en compras de suntuarios y en vida social de eventos. A esas alturas, quizás ya no impresione que la transición que se dio en los 80 desde el crédito para inversión y propiedad en la casa y en el auto único, haya terminado en el crédito para consumo centrado en bienes reemplazables en lapsos breves. Quienes defiendan esta tendencia hablarán a su favor como signo de la ruptura de la mediocridad, pero muchos mirarán su presencia como una señal de la opresión que los medios pueden causar sobre los fines.

Y como tendencia complementaria, cabe consignar el paso en el Chile contemporáneo de la aceptación de una moral objetiva al relativismo moral. Algunos ejemplos lo muestran muy nítidamente: por una parte, se ha transitado desde la familia conceptual y fácticamente normales (ambos padres viviendo juntos y pluralidad de hijos) a las uniones de todo tipo y circunstancia asimilables a familia (segundas y terceras nupcias, concubinato, uno con uno y una con una, uno solo, uno con animales, etc.); por otra parte, se ha pasado de la probidad funcionaria y profesional, como un orgullo nacional y ejercida con sobriedad y sin mayores quejas, lo que era propio de los 60, a las relaciones turbias, éticamente reprochables e incluso delictuales, muchas veces acompañadas de quejas virulentas sobre los niveles de sueldos, lo que ha sido propio de los años 80 en adelante. Paralelamente se ha producido la ruptura de las relaciones entre religión y moral: muchos creyentes sólo rezan, pero no buscan la coherencia en sus vidas.

Externamente, esta tendencia relativizante se ha expresado en un desprestigio de las formas. La ventaja de esta nueva mentalidad está en la claridad del lenguaje público, casi sin eufemismos, pero su restricción ha venido consistiendo en la deformación de lo natural.

Si tiene un tiempito en estos días de cueca y chicha, échele una mirada a estos puntos y saque conclusiones personales.

Populismo y retórica latinoamericana
Hernán Felipe Errázuriz

Los presidentes Evo Morales y Hugo Chávez han estado siempre resueltos a eternizarse en el poder y apoyarse mutuamente. No es novedad. El futuro de sus pueblos poco les importa. Lo primero es la ideología. Ahora radicalizan sus relaciones con EE.UU., con el retiro de dos embajadores, distinguidos y profesionales. Ambos sirvieron en Chile en otros cargos y fueron apreciados.

En un primer momento, con las expulsiones aumentarán su popularidad; es lo que buscan. Permanece el recuerdo de intromisiones de EE.UU. Por lo demás, es correcto sostener que la declaración de persona non grata está contemplada en el artículo 9° de la Convención de Viena, que no requiere expresión de causa y es una facultad discrecional de todo Jefe de Estado. Lo que no puede estipular ese tratado son las consecuencias del aislamiento. Era probable que Morales retrocediera, lo ha hecho antes. Recientemente, mientras vituperaba a EE.UU., le solicitaba ayuda financiera y privilegios aduaneros. La vuelta atrás no fue posible: quedó encajonado, luego de la solidaridad de Chávez y por la respuesta estadounidense, que también declaró non gratos a los emisarios de Venezuela y Bolivia.

Para perpetuarse, Morales y Chávez han dictado constituciones; concentrado el poder; instado a la violencia; se han apropiado de empresas privadas y celebrado alianzas con los regímenes más totalitarios. Es la agenda del socialismo del siglo XXI. Ambos atraviesan por fuertes oposiciones internas. Bolivia, en el umbral de una guerra civil, y Chávez, acosado por investigaciones de apoyos al terrorismo de las FARC, documentado en correos electrónicos que han causado estragos hasta en La Moneda. Además, el juicio seguido en Miami sobre origen y destino de un maletín con 800 mil dólares es una incomodidad para las relaciones de Chávez y Kirchner con Norteamérica.

La diplomacia también puede ser un instrumento del populismo. Lo ha sido en América Latina. Bolivia fue el caso más pintoresco. El Presidente Melgarejo expulsó al representante del Imperio Británico y lo humilló obligándolo a montar un burro. Se dice que la reina Victoria, advertida de que su flota no podía bombardear el altiplano, decidió borrar a Bolivia de su mapa. Lo más probable es que EE.UU. opte por algo parecido, por un tiempo.

Ahora vienen la retórica y las ambigüedades latinoamericanas. Las de la OEA son un clásico. Debutará la Unasur, y seguiremos absteniéndonos de calificar a las FARC como grupo terrorista, mientras postulamos al premio Nobel de la Paz a Ingrid Betancourt, víctima de ese terrorismo.

Aún es tiempo para tomar distancia de dos mandatarios impredecibles.


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