jueves, 4 de marzo de 2010

Falla de comunicaciones esenciales.

Falla de comunicaciones esenciales.

La falta de un sistema oficial de comunicaciones capaz de conectar eficazmente a las autoridades gubernamentales, municipales, militares y policiales en caso de emergencia se ha evidenciado con caracteres trágicos tras el reciente terremoto, y ha agravado enormemente sus consecuencias, con costos que pudieron ser evitables en cuanto a vidas y sufrimientos humanos —además de derivaciones en cuanto a seguridad y orden públicos, así como pérdidas materiales.

El país ha asistido con estupor a la realidad de que, pese a los prodigiosos avances tecnológicos en esta materia, Chile cuenta hoy, para estos efectos, con un sistema de comunicaciones peor que el puesto a prueba por desastres anteriores. De allí que no se haya sabido reaccionar ante la inminencia de un maremoto —en circunstancias que necesariamente habrán de esclarecerse en su hora—, o que se evidenciara la incomunicación total con zonas completas del territorio ante una emergencia. Así, durante dos días no se supo prácticamente nada de la realidad del borde costero de las dos regiones más afectadas, o del archipiélago de Juan Fernández. Se invocan diversas razones —como la adopción por Carabineros de un moderno nuevo sistema que no preveía la hipótesis de una emergencia mayor, según se informa en esta misma edición—, pero el balance manifiesto es que nuestras instituciones gubernamentales, militares y policiales no disponen hoy de redes de comunicación sofisticadas y capaces de resistir las catástrofes que periódicamente nos golpean, pese a que, sin duda alguna, el país podría haber asumido ese costo hace ya muchos años.

El colapso de las comunicaciones privadas es muy grave y lamentable, pero no esencial, como sí lo es el de aquellas que constituyen el nervio central del gobierno nacional. Sin ellas, la labor de prevención, orientación, decisión y conducción que por definición compete a las autoridades desemboca en las desordenadas improvisaciones y descoordinaciones observadas en estos días. El gobierno central no tenía contacto funcional con los regionales, ni éstos con sus dependencias respectivas, lo que impidió la asistencia intra e interregional. El comandante en jefe de la Fuerza Aérea ha afirmado que dos horas después del terremoto tenía esa institución sus aviones listos para despegar, pero no recibió la orden ni los implementos para repartir ayuda, porque no se sabía a quién ni con qué ayudar.

Para poder actuar con aceptable eficiencia en las primeras 24 horas, la autoridad central necesita disponer en ellas de un cuadro general de lo ocurrido, que en este caso apenas comenzó a advertirse en el doble de ese lapso, durante el cual voces oficiales y hasta diplomáticas minimizaron el alcance de lo ocurrido. Eso recién llegó a dimensionarse en toda su enormidad al tercer día y aun después, y en no menor medida por la labor de los medios de comunicación.

Sin más dilación, urge apremiantemente revisar en el más alto nivel y del modo más severo todo el aparato de comunicaciones del gobierno central y de sus servicios dependientes fundamentales, de los gobiernos regionales, de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, y aun de los siempre postergados municipios. Dicho aparato fue aquí puesto a prueba, y no la resistió. Esta vergonzosa experiencia no puede repetirse jamás.

(Editorial tomado de Diario El Mercurio)

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