lunes, 17 de agosto de 2009

Dos comentarios excepcionales.....


¡Cuidado, Marco
Juan Carlos Eichholz.

"Dime con quién andas y te diré quién eres". ¿Qué podríamos concluir si aplicáramos este dicho popular a Eduardo Frei? Probablemente tendríamos que afirmar que el candidato oficialista se está pareciendo cada vez más a un camaleón; esto es, que va cambiando su identidad, o al menos su colorido, cada vez con más frecuencia, dependiendo de con quién esté, o de quién lo presione más.

No es raro que eso ocurra cuando los grupos que lo apoyan tienen agendas y miradas programáticas tan distintas. Desde luego, hay diferencias importantes entre Océanos Azules, el comando y los partidos concertacionistas. Pero también las hay dentro del propio comando, y para qué decir entre los partidos. Ya hemos sabido de las disputas entre Halpern y Burgos, o entre Burgos y Auth, o entre Gómez y Saa, y para qué seguir. Que sí al tema tributario, que no; que sí a la energía nuclear, que no; que sí a Aisén, que no; que sí a la agenda progresista, que no.
Hablar de autoflagelantes y autocomplacientes ya quedó corto, porque hoy las facciones son de muchos más tipos. Y Frei al medio, tratando de tener un discurso coherente y claro, pero debiendo ceder a las distintas presiones, por instinto de sobrevivencia, pero quedando inmovilizado, preso de otros, como una marioneta.

Hasta ahí, el juego clásico de la política -y no sólo de ella-, particularmente cuando el candidato está debilitado. Sólo que en este caso se da un componente que lo hace más peligroso: Guido Girardi. Una vez más, el senador PPD vuelve a la primera línea de la política, demostrando que no sólo es un luchador con aguante, sino que, además, ostenta un enorme poder. Porque parece que ningún golpe le hace mella y, cual mono porfiado, vuelve a levantarse. No bastó el abuso en contra de un carabinero que intentó pasarle un parte en 1996, ni las 24 mil cartas de campaña financiadas por la Cámara en 2002, ni su turbia participación en el caso Spiniak conminando a un menor a declarar falsedades deleznables en 2003, ni las facturas falsas de Publicam en 2007, ni otro abuso de poder en contra de dos carabineros por el que fue reprendido oficialmente por sus propios pares en 2008. No, nada de esto ha sido suficiente.

Es que Girardi resulta ser de aquellos hombres que ve la política como un gran tablero de ajedrez, en el que hay que ir moviendo piezas para cercar al rival, paso a paso, sin prisa, pero sin pausa. Un tablero en el que los peones son claves, porque tienen derecho a voto y permiten manejar los partidos, si se los retribuye bien. Un tablero en el que no sólo hay que eliminar a los blancos, sino que demanda ahogar a los grises del propio equipo. Un tablero, en fin, en que lo único que termina importando es eliminar a los otros más que buscar el bienestar de todos. Antes que confiar, Girardi desconfía; antes que potenciar a otros, los usa; antes que dialogar, amenaza; antes que hacer el trabajo serio, busca el efecto comunicacional; antes que desarrollar ideas, Girardi desarrolla redes de poder.

Con renovados bríos, ha vuelto a la carga, oficialmente apoyando a Frei, pero poniendo un pie en la candidatura de ME-O. Porque, al final del día, Girardi ve ante sus ojos la gran oportunidad de comerse una de las piezas más importantes del tablero y a la que más ganas le tiene: la DC. Con un Frei debilitado, está en posición de imponerle una agenda mucho más de izquierda, o progresista como la llama él. Si aquél resulta electo, Girardi tiene asegurado un peso fuerte en el gobierno. Si pierde en segunda vuelta, podrá decir que es el fin de la DC, pues fue su candidato el que condujo a la Concertación a la derrota. Y si Frei pierde en primera vuelta, miel sobre hojuelas, porque entonces será Girardi quien se ponga al frente de la que él mismo llamará "nueva Concertación", apoyando a ME-O.

Pero cuidado, Marco, porque la pregunta ya no será "dime con quién andas y te diré quién eres", sino que mutará peligrosamente hacia "dime quién te abraza y te diré quién es tu amo".

Dos caras de La Moneda,
por Hernán Felipe Errázuriz.,

Afectuoso recibimiento se le brindó al depuesto presidente Manuel Zelaya: honores, recorrido especial por el Palacio de la Moneda y un banquete con presidentes de los Poderes del Estado y de los partidos políticos. Allí explicó que es víctima de una asonada militar. Por cierto que calló haber intentado forzar su reelección, ignoró su destitución por el Congreso y la Corte Suprema de Honduras, silenció estar procesado por abuso de poder y omitió su responsabilidad por la crisis que desencadenó. A la salida de palacio, fue vitoreado por un minúsculo grupo encabezado por el senador Navarro.

Más tarde, realizó diversas actividades proselitistas. Al día siguiente, recibió la cortesía del erario nacional que asumió sus cuentas de hotel, se embarcó en el avión prestado por Hugo Chávez y prosiguió su gira en búsqueda de apoyo para reasumir la Presidencia de Honduras por los restantes tres meses. Lleva casi dos meses en este intento y aún no logra sumar a ningún referente o disidente importante en su país.

Días antes, el Presidente Uribe, de Colombia, hostigado por los aliados de Zelaya, visitó La Moneda. Dirigentes comunistas pidieron que se le declarara persona non grata y los mismos que vitorearon a Zelaya lo abuchearon a la salida del palacio. En su estadía de pocas horas, sobriamente, logró revertir las reservas oficiales sobre las negociaciones de Colombia con Estados Unidos, para compartir instalaciones que permitan controlar el narcotráfico. Es proba- ble que en la reunión presidencial el Mandatario colombiano se haya referido a las intervenciones que recibe de Chávez y al terrorismo de las FARC, a la participación de esa organización en secuestros, asesinatos, narcotráfico, financiamientos a campañas políticas en otros países, y a la tenencia de misiles antiaéreos anteriormente venezolanos. Seguramente, Uribe prefirió omitir los nexos de las FARC con Chile.

Nuevamente la retórica de la diplomacia se estrella con la realidad: Uribe, Mandatario legítimo y en ejercicio, con altísima popularidad en su país, el segundo más poblado de la región, con territorio y economía superior más de 10 veces a los de Honduras y un socio comercial de Chile 60 veces mayor que Honduras, asediado por el socialismo del siglo XXI, no pide otra cosa que el respeto a la soberanía de Colombia. Zelaya, en cambio, deambula por el continente para presionar la intervención extranjera en los asuntos internos hondureños. Su cometido no es de extrañar, porque, al igual que todos los aliados de Chávez, practica esa intromisión, y lo hizo en Chile, sin que nadie reaccionara.

Acount