miércoles, 5 de agosto de 2009

Los dos problemas mapuches, por Gonzalo Vial.

Los dos problemas mapuches,
por Gonzalo Vial.

Hay dos «problemas mapuches»: el puntual y aparente, que vivimos estos días, y el profundo y verdadero, que permanece intocado y sin resolver.

1. El problema de hoy, el que acapara los titulares de la prensa y la televisión, se debe a la actitud suicida de los gobiernos últimos: premiar a aquellas comunidades indígenas que ejercen violencia contra los predios a cuya posesión aspiran y contra sus actuales dueños.

El premio ha consistido, uniformemente, en adquirir el Estado esos predios, vía la Conadi, y hacer obsequio gratuito de ellos a las comunidades violentistas.

Durante los años recientes, esta política se ha aplicado en la Araucanía a numerosos casos. Dos ejemplos:

1.1. La Hacienda Lleu Lleu. Corrida una década de constantes ataques incendiarios —más de cincuenta en total—, con destrucción de maquinarias y edificios, el inmueble termina vendido a la Conadi, que lo traspasa de inmediato a presumibles «palos blancos», indígenas parientes de los perseguidos judicialmente por la agresiones referidas. Todos se relacionan con la CAM (Coordinadora Arauco Malleco), el buque-madre de la agitación mapuche.

Este «final feliz» no ha bastado para pacificar la zona de Lleu Lleu, pues subsisten otras propiedades, cercanas a la hacienda y al lago de igual nombre —inmuebles más pequeños, de veraneo—, que los mismos indígenas codician. Sus dueños, hasta el año que corre, han sido también víctimas del fuego, perdiendo las viviendas respectivas. Es el método para «convencerlos» de que asimismo vendan a la Conadi... y ésta pueda regalarlos a los incendiarios.

1.2. El Fundo Alaska, de la Forestal Mininco. Tras incontables atentados, ocupaciones, robos de madera, etc., la propietaria lo traspasó a la Conadi, la cual hizo obsequio instantáneo de él a la Comunidad Indígena Temucuicui, de la cual provenían los hechores... y que se relaciona también con los disturbios de hoy.

Ahora bien, no se necesitaba ser brujo para prever que tan satisfactorios resultados de la violencia la estimularían a extenderse e intensificarse.

Era la consecuencia inevitable de la política de la Conadi, y lo que vemos en estos días constituye su clímax, su culminación, y se dirige contra los pocos propietarios que rehúsan «llegar a acuerdo» con la Conadi... vale decir, en el hecho, ceder ante quienes los agreden. Son los Luchsinger, los Urban, que defienden obstinada y desesperadamente lo suyo.

2. Pero no ha sido la recién explicada la única consecuencia torcida de la política de Conadi. En efecto:

2.1. Utilizando un resquicio legal —la facultad que le dio una ley, la Nº19.682, de hacer «aportes» sin contrapartida (es decir, sin objetivo específico) a las comunidades indígenas—, dicha institución ha beneficiado con ellos a las que NO ejercen la violencia: 7 mil millones de pesos en un año.

Vale decir, regalos de tierra por cometer delitos, regalos de dinero por no cometerlos. Una simetría perfecta.

2.2. Algunas forestales han buscado la paz con los indígenas, por un camino original: regalar predios a sus líderes (¡cómo corre la generosidad en la Araucanía!). Uno de éstos, con toda clase de vínculos internacionales, incluso en las Naciones Unidas, recibió de una de esas empresas, gratuitamente, un predio con 34.6 hectáreas de pinos, avaluadas en 50 millones de pesos.

2.3. Por otra parte —caso del fundo El Notro, adquirido por Conadi en 640 millones de pesos a un particular y traspasado a comunidades indígenas— los beneficiarios de la entidad estatal suelen entregar su explotación a terceros, a veces (el caso referido) a los mismos ex dueños. Arrendar sería ilegal, dice Conadi, pero misteriosamente celebrar una «mediería» —forma de arrendamiento— no... Contra siete vicios, siete virtudes.

3. Como decíamos al comienzo, el problema mapuche más aparente y específico, el provocado por la política de Conadi, ha hecho crisis estos días de la manera que se podía fácilmente prever. Redoblamiento de la violencia indígena, enfocada hacia los agricultores de la Araucanía que rehúsan abandonar la defensa de sus predios (Luchsinger, Urban)... Nuevos y continuados ataques contra ellos y los inmuebles que les pertenecen, y contra buses, maquinarias forestales, etc... Enfrentamientos con Carabineros... Uso de armas de fuego por la parte indígena.

Ante esto, la posición del Gobierno parece haber experimentado un cambio de ciento ochenta grados. Ya no habla, como anteriormente, de casos «puntuales», de «delitos comunes» que «no alteran la tranquilidad de la Araucanía», sujetos sólo a persecución por parte de la justicia y a prevención policial. Se habla de Ley de Seguridad Interior e incluso, muy en sordina, de terrorismo y de la legislación que lo castiga...

Nada de lo que precede ha tenido resultado antes... ¿por qué habría de tenerlo ahora?

Se anuncia, igualmente, que no habrá tierra de Conadi para las comunidades violentistas.

Por desgracia, ellas no lo creen... pues la autoridad lo ha afirmado ya otras veces, Y NO LO HA CUMPLIDO. Que ahora reitere la amenaza levantando la voz, no resulta convincente

Pero (pienso) la medida podría ser eficaz dándole una forma distinta, siempre que su observancia no quedara abandonada a la discrecionalidad y buena fe del burócrata, sino que fuere obligatoria por disponerlo así un decreto o, mejor todavía, una ley.

Esta norma prohibiría a Conadi comprar tierras que hubiesen sido objeto de usurpaciones; incendio o destrucción de bosques, sementeras, maquinarias o edificios; atentados personales contra los dueños u otras manifestaciones de violencia colectiva. La prohibición duraría un número largo de años —cinco, diez—, contados desde el último hecho ilegítimo de los nombrados.

Creo que mientras no exista una regla así, todo lo demás será solamente lo que ha sido hasta hoy: «marketing» político, calmar las aguas con palabras, «chutear» el tema hacia adelante. ¿Cabrá persistir en esto indefinidamente?

Pareciera que no.

4. No hay espacio, esta vez, para desarrollar el AUTENTICO problema mapuche, muy distinto del que causa la presente alarma pública y que no es sino una manifestación, un aviso del verdadero.

Pero podemos, cuando menos, enumerar sus puntos principales:

4.1. La República tiene una «deuda histórica» con los mapuches, aunque sólo reconocerlo moleste a muchos. Esa deuda deriva de que, en la segunda mitad del Siglo XIX, usando la fuerza, los sometimos políticamente y los «integramos» a nuestro sistema económico y social. Con ello perdieron —en esos mismos ámbitos— la autonomía y el modo de vida tradicional que la Corona Española les reconociera y respetara desde el Siglo XVIII. Autonomía y modo de vida que habían permitido a la etnia una razonable tranquilidad y prosperidad dentro de su cultura.

A cambio de la «integración forzada», les prometimos beneficios que no les hemos dado. Hasta el punto que los mapuches son hoy los chilenos más pobres y más ignorantes, y los que adolecen de los peores servicios públicos, en la Araucanía y fuera de ella.

4.2. La tierra NO es el problema sino para un cuarto, a lo más un tercio, de los actuales mapuches. El resto, la inmensa mayoría, YA EMIGRO —principalmente a las grandes ciudades— y los fuegos artificiales de Conadi con los predios que adquiere, NO LO BENEFICIAN EN NADA. Lo que Conadi destina al mapuche urbano es ínfimo.

4.3. La entrega de tierras a los mapuches rurales tampoco los sacará de la miseria, porque:a) el aumento de su número a través del tiempo hace prácticamente imposible que lleguen, siquiera, a la cantidad de hectáreas por cabeza que tenían CUANDO LOS «REDUJIMOS» EN EL SIGLO XIX, y que era EL TRIPLE de la actual; b) además, los predios que poseen, y los que se les han añadido, son pobres, erosionados, y muchos de aptitud únicamente forestal; c) carecen los indígenas de preparación técnica para un trabajo agrícola tan difícil, y nadie los está capacitando al efecto; d) tampoco nadie se preocupa de discurrir cómo (si es posible) compatibilizar el avance agrícola con la propiedad colectiva de la tierra.

¿Solución? Los «huincas» no la sabemos, ni siquiera la sospechamos, porque no la hemos estudiado seriamente, a fondo, sin prejuicios, pies forzados ni ideologías. Mas, mediando nuestra ayuda y comprensión, tendrán que emerger de la propia etnia, de su cultura, grandes dotes y cualidades, empuje, paciencia y «resiliencia», de modo que Chile pueda efectivamente pagar al pueblo mapuche la «deuda histórica» que tiene con él. Hay al respecto atisbos y derroteros... pero ésa sería ya una tercera columna.

Acount