viernes, 13 de febrero de 2009

Dos analisis de gran calidad, "Cuba" y "No todo es culpa de Vidal"


Cuba
Ignacio Walker

Cuba es una dictadura. Qué duda cabe. China y Vietnam también lo son. Sin embargo, a nadie se le ocurre por estas tierras exigir reuniones con los disidentes chinos o vietnamitas, y qué duda cabe que los hay. Lo que impera es una cierta lógica de “realpolitik”, con fuerte énfasis en los temas comerciales, y alguna preocupación por los temas ineludibles de la paz y la seguridad a nivel internacional.

¿Por qué es otra la lógica que impera en relación con un viaje como el que realiza en estos días la Presidenta Bachelet a Cuba? La razón es muy simple: Cuba está en nuestro barrio, o vecindario, y destiñe con todas las tendencias que imperan en el mundo: una nueva conciencia ética y jurídica acerca del valor de los derechos humanos, frente a los cuales la “razón de Estado” y el principio de “no intervención” ya no son aceptables como “argumentos” para violarlos; una ola democratizadora sin precedentes en la historia de la humanidad; el libre comercio y la apertura económica, entre otras megatendencias. Nada de eso existe en Cuba: se trata de una dictadura cerrada y oprobiosa, que viola sistemáticamente los derechos humanos, al interior de una economía controlada por el Estado.

Y es que este tipo de situaciones ya no son aceptables en un sistema interamericano que abarca 34 estados que van desde Canadá hasta la Patagonia y que celebran, periódicamente, elecciones libres y democráticas. Incluso países como Venezuela, Bolivia y Ecuador, que innumerables veces están en el borde de muchas de las buenas prácticas democráticas, celebran elecciones en forma periódica, con grados no despreciables de libertad de expresión y de asociación.

Dicho lo anterior, ha hecho bien la Presidenta Bachelet en ir a Cuba, en visita oficial. Chile tiene relaciones bilaterales normales con dicho país. Una visita oficial no significa aceptar o cohonestar el régimen político, o la ideología, imperantes en el país anfitrión. Se trata de un reconocimiento de que, a pesar de todo, hay intereses comunes entre Chile y Cuba. La agenda a tratar es la que resulta posible en el marco de las actuales relaciones bilaterales.

La democracia cristiana, mi partido, ha hecho bien en expresar su solidaridad con los disidentes cubanos, exigiendo la liberación de los mismos. Las relaciones internacionales no lo son sólo entre los estados. Hay todo un campo de posibilidades abiertas para los partidos, los parlamentos y el sinnúmero de expresiones de la sociedad civil. Todo auténtico demócrata, que cree en el valor de la libertad, solidarizará con los disidentes cubanos y condenará, de la manera más enérgica, el régimen imperante.

Sin embargo, es exagerada la prohibición para que sus militantes se sumen a la comitiva oficial. Son tan profundas las diferencias entre la democracia cristiana y el comunismo que aquélla nunca ha necesitado recurrir al anticomunismo. No es necesario. Los ejemplos son abrumadores, partiendo por la brillante intervención de Radomiro Tomic, a nombre de la Falange Nacional, en el Parlamento de la República, mostrando nuestra oposición a la Ley de Defensa de la Democracia –lo que les valió a los viejos “falangistas” ser acusados por un obispo de la época de “enemigos de Cristo”.

Hay otra razón de peso para no persistir en este tipo de actitudes. El embargo vigente durante 50 años por parte de los Estados Unidos ha sido un fracaso completo. Pero, seamos claros, también ha fracasado el aislamiento de Cuba en la región, rémora de la Guerra Fría. Hay que levantar el embargo, que provee de una excusa o pretexto al régimen cubano para oprimir aún más a su pueblo, y hay que reintegrar, de manera paulatina, inteligente y decidida, a Cuba al sistema interamericano. Una Cuba aislada, de América Latina, del mundo, de la comunidad de democracias, es caldo de cultivo para los afanes dictatoriales del régimen imperante. Más temprano que tarde el régimen cubano cederá a las nuevas tendencias globales y, para que eso sea lo más pacífico posible, hay que tender puentes y crear un escenario que facilite la tan ansiada transición a la democracia en dicho país del Caribe y de América Latina.


No todo es culpa de Vidal
Ernesto Silva

A partir de su última intervención veraniega en materia de desempleo, el vocero de Gobierno ha sido duramente cuestionado por economistas, políticos de oposición y políticos de la Concertación. Incluso ha polemizado por otro tema con un ocasional contradictor en La Segunda. Las críticas han sido diversas, pero se han centrado en la persona del vocero y en el estilo con que realiza su labor.

Si bien comparto muchas de las críticas y considero que él es parte del problema, la responsabilidad principal por el conflicto pertenece al gobierno de la Presidenta Bachelet, no al portavoz de palacio.

El tema central es el tono del debate y de la agenda pública, y la forma en que el Ejecutivo conduce las comunicaciones de su posición, especialmente en un año en que el Gobierno y la Concertación enfrentan el riesgo de perder el poder.

La forma de conducir las vocerías de Gobierno no es un asunto menor. El vocero tiene el rol de comunicar a la opinión pública la agenda temática del Ejecutivo y su posición frente a los temas de actualidad, y no es su rol criticar ácidamente a quien se cruce en el accionar del Gobierno.

El problema es que el Ejecutivo ha elegido otro estilo de vocería, permitiendo al portavoz utilizar su tribuna para otras cosas: atacar a la oposición, negar los errores evidentes, defender a la coalición y contestar cualquier crítica al Gobierno, sea razonable o no. El Gobierno ha permitido la instalación de un estilo de vocería agresivo, incendiario, a veces híper ventilado y con intentos innecesarios de ironía y humor.

El vocero es el encargado de traducir a la opinión pública la estrategia comunicacional del Gobierno, no la posición de la Concertación. Por lo visto en el último tiempo, el gobierno de la Presidenta Bachelet le ha permitido al ministro desarrollar un estilo personalista y confrontacional de vocería. En nuestro sistema presidencial no es razonable afirmar que los ministros se mandan solos. Puede que una, dos, o hasta tres veces el ministro se haya salido del marco de lo que le pide la autoridad, pero no es creíble sostener que se equivoca siempre o que contradice permanentemente lo indicado por su superior.

Las vocerías del secretario de Estado han hecho que el mensajero se transforme en el protagonista, relegando a un segundo plano la noticia que quiere comunicar. Cuando el lugar donde esto ocurre es el Gobierno, el problema es de mayor seriedad.

Al permitir este estilo, el Ejecutivo tiene responsabilidad en el clima de debate que está teniendo lugar en el país. El Gobierno ha estado impulsando polémicas, no debates, y eso dificulta la construcción de acuerdos y el desarrollo del debate público.

El 2009 es un año especial para Chile: crisis económica, elección presidencial y preparación del Bicentenario. Todos los actores quieren que al país le vaya bien. Además, las personas están cansadas de ver peleas políticas. Quieren acuerdo, unidad, soluciones y respuestas a sus problemas. No sólo quieren culpables, ni clasificaciones de buenos y malos.

En este escenario, las vocerías de Gobierno inciden directamente en el tono de la discusión pública. Desde el punto de vista de lo deseable, todos queremos para este año un debate propositivo, de ideas, de futuro, y no un ambiente dominado por las críticas y cuestionamientos.

Cuando las comunicaciones están centradas en lo confrontacional, se potencian las tensiones y las pasiones, y surge espacio para propuestas de corte populista, como la reciente iniciativa de permitir la intervención directa del Estado en empresas en casos de crisis.

Las formas de comunicar a la opinión pública son reflejo de estilos de hacer política. El Gobierno —a través de su vocero— está revelando un estilo confrontacional de conducir el debate público, anticipando un año difícil para los chilenos, ya no sólo en lo económico, sino también en lo político.
(Los dos artículos precedentes fueron tomados de Diario La Segunda)

Es interesante revisar la diatriba de Fidel Castro y el cuento de hadas sobre Bachelet y Allende, en http://www.prensalatina.com.mx/article.asp?ID=%7BBC479823-FE16-4FAA-AEE9-BDB1C109692B%7D&language=ES

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