martes, 6 de octubre de 2009

Dos comentarios de lujo....


Huella ecológica: surge el ciudadano responsable,
por Karin Ebensperger.

Hace 40 años, Milton Friedman escribió que la principala responsabilidad moral de una empresa es aumentar sus ganancias, porque así crece la economía beneficiando a todos. Soy muy partidaria de la economía de mercado, y comparto con Von Hayek y Adam Smith que los individuos son el motor del desarrollo y el Estado debe ser subsidiario, pequeño y eficiente. Pero la frase de Friedman nunca me ha gustado. La encuentro soberbia e implacable. Y se ha prestado para desprestigiar injustamente a esforzados empresarios. Esa frase de Friedman llevada al extremo permite que surjan los Madoff, los usureros en Wall Street y los abusadores que se coluden y desvirtúan la economía basada en la libertad.

Hoy ya no se discute que la responsabilidad social debe ser parte de la ecuación y que, además, es rentable. Las personas crecientemente están eligiendo productos e inversiones asociados a una elaboración responsable con el entorno humano y medioambiental. Estamos asistiendo a un lento cambio de estilo de vida, que probablemente va a ser muy significativo cuando sea observado con perspectiva histórica. Se trata del surgimiento del consumidor responsable, y de la medición de nuestra huella de carbono. Todo producto humano, sea un chocolate o un tractor, tiene un impacto sobre el medio ambiente, el que se mide según la forma en que fue producido, el tipo de energía empleada en su desarrollo y transporte, la cantidad de agua ocupada, y los desechos y emisiones contaminantes asociados a él.

Es un asunto que está modificando en forma muy sutil las actitudes personales, y va a tener un enorme efecto en las estructuras económicas, en la política y en la sociedad. Tendremos que empezar a entender conceptos como la "hectárea global", que es la unidad para medir la "cantidad de planeta" necesaria para regenerar lo consumido por una persona. Es la huella de carbono personal.

El consumo responsable es más que una moda, es una necesidad, y va a llegar a ser un asunto ético, porque ya nadie podrá argumentar ignorancia en relación con su propia huella de carbono. La tendencia en la educación de los niños, sobre todo en países que en esto llevan la delantera como los nórdicos, es ir integrando una cultura de consumo responsable y solidaria, y patrones de conducta para una vida sustentable.

La crisis económica ha traído la polémica sobre aumentar el Estado, cuando lo que interesa es su eficiencia, la que por definición es sin grasa y sin exceso de burócratas.

Pero ésa es una discusión de los políticos. Lo cierto es que una vez más la sociedad civil, es decir, todos los que no están en el Estado, son los que realmente van cambiando las cosas para mejor. Es el equilibrio natural, la sabiduría popular por así llamarla, que reacciona para bien y busca soluciones espontáneas. Esa sociedad civil les está exigiendo al Estado, a los políticos y a las empresas cuidar a las personas y al medio ambiente.


La pesadilla de Bolívar,
por Roberto Ampuero.

¿No será que América Latina ya no existe?, pregunta el destacado novelista mexicano Jorge Volpi en su reciente ensayo sobre la región, titulado “El insomnio de Bolívar”, que pronto arribará a Chile.

A juicio del escritor, con quien estuve recientemente en Colombia, los signos de descomposición de lo que hace 200 años constituyó el sueño de Simón Bolívar son alarmantes. “Todo aquello que alguna vez caracterizó a la región, que la hizo homogénea y reconocible, se esfuma de forma irreparable”, puntualiza en su libro. Agrega que las principales características de América Latina prácticamente desaparecieron en estos años: las dictaduras (con la excepción cubana), las guerrillas (con la excepción colombiana), el realismo mágico y el exotismo forzoso, y, además, el mundo nos ignora por completo después de los ataques terroristas del 2001.

Volpi se plantea qué habría que hacer para volver a “ser alguien” en el planeta, y no halla respuesta. América Latina habría caído en un círculo vicioso: pasó del fin de las dictaduras o regímenes autoritarios a una “penosa... transición a la democracia”, después al desencanto generalizado que causan “democracias imaginarias”, y posteriormente a la “parálisis, preservación de la injusticia, resurrección de los mismos políticos de siempre, más desencanto y, en un punto extremo, indiferencia”, un caldo de cultivo ideal para el surgimiento del populismo y “caudillos democráticos” como Chávez, Uribe, Morales, Correa u Ortega, que hoy se presentan como salvadores de sus respectivas patrias.

Sostiene el autor que “nada de lo que distinguió a América Latina en el siglo XX queda en pie” y que lo único que los latinoamericanos compartimos hoy en forma exclusiva es “la lengua, las tradiciones católicas, el derecho romano, unas cuantas costumbres de incierto origen indígena o africano, y el recelo, ahora transformado en chistes y gracejadas, hacia España y Estados Unidos”. Para Volpi, en la región no existen democracias reales, sino imaginarias, imperan desigualdades sociales extremas, las repúblicas son fallidas, los partidos están desprestigiados por la corrupción, un puñado de empresarios controla las economías, y las izquierdas tampoco logran desde el poder mejorar la situación de la gente.

El libro recuerda que 10 por ciento de la población latinoamericana vive fuera de su lugar de origen, lo que en México se eleva a 20 por ciento y en República Dominicana a 30 por ciento, un exilio sin parangón. A su juicio, México ya no forma parte de América Latina, sino de América del Norte, junto a EE.UU. y Canadá, y el sur caerá en la órbita brasileña.

Pese a que comparto casi todos los planteamientos del libro, el que me causa insomnio es el de la necesidad de borrar la frontera entre Estados Unidos y México para garantizar una prosperidad generalizada. Me temo que una medida semejante causaría el colapso de la superpotencia y su transformación en Tercer Mundo. Y sospecho que con ello nuestra región sería la gran perdedora: moriría su sueño migratorio, los políticos latinoamericanos no tendrían a quién culpar de todos los males, y desaparecería el territorio desde el cual se envían cada año multimillonarias remesas que alivian la vida de los más pobres y apuntalan nuestras economías.

Con maestría, Volpi sugiere que el sueño de Bolívar se convirtió en pesadilla.

Acount