viernes, 9 de enero de 2009

Gonzalo Rojas Sánchez, dos artículos excelentes.

Cuba: te hemos fallado.
Gonzalo Rojas Sánchez

El agobio por las cosas no hechas, sí esos nervios que se experimentan por los deberes no cumplidos, suelen referirse a las menudas obligaciones de la vida diaria. Encargos retrasados, correos no contestados, personas no visitadas, prácticas de fe no concretadas, libros no terminados.

Omisiones.

El problema está en que, como son tantas las que inundan con su marea nuestra conciencia -y la mayoría son pequeñas cosas- parece que copan nuestra capacidad de agobio y la consiguiente reacción correctora. Porque finalmente, corregimos cosas, ¿no? A la larga, terminamos lo que había quedado a medias, ¿no?

Sí, lo hacemos.

Pero en ese proceso de tirar los pequeños agobios a la basura, quedan ocultas otras omisiones más cósmicas o, al menos, continentales.

Por cierto que nunca debe olvidarse la certera advertencia de Thibon, quien afirmaba que sobre la tumba de las responsabilidades personales florecen las responsabilidades universales. No, no se trata de vivir con el alma en vilo pensando qué podría haber hecho yo para evitar la muerte de tres niños por un Tifón cerca de Macao.

Es algo más cercano, son algunos mucho más próximos. Es Cuba.

Viene entonces la letanía que tantos podríamos suscribir:

Me acuso de:

-No haber escrito nunca nada para denunciar el castrismo

-No haber hecho donativo alguno a los que luchan por la libertad del pueblo cubano

-No haber rezado por los cristianos cubanos y sus pastores

-No haber leído los libros que me permitieran conocer mejor ese drama

-No haberme quedado con los datos de ese taxista cubano que había combatido en Angola y que vive en Santiago

-No haber participado nunca en una manifestación anticastrista

-No haber difundido las obras de Humberto Fontova

-No haber respaldado los blogs de los exiliados

-No haber dado a conocer la vida y la muerte heroica de tantos perseguidos

-No haber denunciado más veces, muchas más, los vínculos estrechos de la izquierda chilena con el marxismo cubano

-No haber entendido a fondo que Chile y Cuba iban a encontrarse en el pozo de la historia, de no haber sido por el Once de septiembre de 1973.

¿Usted tiene algunas de estas omisiones en su conciencia? ¿Otras parecidas?



Caldillo de congrio, sin Hermógenes
Gonzalo Rojas

Con un caldillo de congrio celebraron los comunistas la llegada del 2009. Aunque la convocatoria era para la prensa, Hermógenes no fue invitado.

Una pena, porque para dialogar con los comunistas es imprescindible la ironía, esa vía media entre lo completamente banal y lo absolutamente serio, según dijera Alvaro D'Ors. Y Hermógenes es poseedor de la ironía total. Por eso, él sabe calar como nadie la completa naturaleza del discurso comunista, a veces marcado por la proclama incendiaria, otras expresado por el amistoso salud con el blanco necesario para acompañar un caldillo.

Porque así son los comunistas, totalmente graves o completamente frívolos. Nunca irónicos. Siempre dobles, nunca con la vía media. Cuando hablan, son absolutamente banales: van del eslogan al lugar común, de la frase hecha a la consigna manoseada. En ese círculo se mueven. Pero cuando actúan, son completamente graves: o te defiendes o te trituran. Así los entendió siempre Hermógenes, así los enfrentó en todos los dobles planos en los que se mueven los rojos aquellos.

Sin la ironía, ese imprescindible bisturí para hacerles cirugía, es imposible comprenderlos. Por eso, o se los demoniza exageradamente (cuando en realidad son sólo unos pobres diablos) o se los minimiza en su gravedad (a pesar de que no dejan de ser malulos con ganas). Sólo con la ironía se puede entender que toda la vida de los comunistas, toda su historia, no ha sido más que... una ironía completa.

"En el mar tormentoso de Chile vive el rosado congrio, gigante anguila de nevada carne", escribía Neruda al comenzar su Caldillo. Nada más certero para describir a su propio PC: un rosado congrio que es, en realidad, roja carne de gigante anguila disimulada con plácida nieve.
Eso los ha caracterizado en Chile desde que nacieron y, por cierto, siguen siendo así en este 2009, al que reciben ilusionados. Porque, al mismo tiempo que lloran su exclusión, amenazan con presiones; y mientras más despechados se muestran, mayor protagonismo anuncian.

Entonces, cuando se les ve tan seguros de la relevancia que tendrán en los próximos meses, ¿es que tiene fundamento esa ilusión comunista o el conjunto de sus anuncios es simple bravata, más propia de Santiago a Mil que de la noble política?

Mirado el año en su contexto internacional, más le valdría al congrio navegar en aguas profundas y ni asomar la cabeza por la superficie. En estos días, quedan en evidencia los 50 años de la tiranía castrista (llamarla "revolución cubana" es una ofensa a ese pobre pueblo); en abril, se conmemorarán los 70 de la estrepitosa derrota comunista en la guerra civil de España y, último ingrediente del caldillo, en noviembre habrá fiesta para celebrar los 20 años de la revuelta juvenil que derribó ese muro de piedra y odio con el que habían cercado a gran parte de Europa. El 2009 es un mal año para el comunismo en el mundo.

Pero en esta loca geografía la cosa es distinta, porque en Chile la anguila sabe moverse con eficacia y pocos reconocen la maldad de sus descargas eléctricas. Por eso, el PC tiene en jaque a la Concertación y, en particular, a la Democracia Cristiana. Los comunistas hablan banalmente de exclusión, pero están perfectamente integrados en el sistema, ya que con menos del 10 por ciento de los votos volverán a importar tanto o más que el 90 por ciento restante de los electores. Como fue con Lagos, como sucedió con Bachelet. Y a pesar de la banalidad de sus propuestas, muy grave será el peso de sus votos. Vaya exclusión, qué irónico.

Entonces, debe seguir habiendo voces que le digan a la derecha y al centro de qué está realmente hecho el caldillo.

Acount