lunes, 19 de enero de 2009

Obama y EE.UU.

Obama y EE.UU.
Hernán Felipe Errázuriz

A setenta y pocas horas de asumir como el 44° Presidente de los Estados Unidos, Barack H. Obama se acerca al apogeo. Más que nunca nos conmoverá con su esperado discurso inaugural. Probablemente, cargado de poesía e inspiración. Nada de estadísticas ni aspectos programáticos. En esa solemne ocasión los tecnicismos sobran.

Obama necesita inspirar, lo sabe hacer y tendrá el escenario propicio ese día. Es un gran orador, un símbolo del cambio y un buen escritor. Muchos líderes quisieran parecerse a él. Su libro, "De los sueños de mi padre", es literatura de calidad; cosa rara en un político, lo escribió él. Sus discursos de campaña son sólo comparables con los famosos de Abraham Lincoln, el de Gettysburg, brillante, de menos de 300 palabras, y el de la Casa Dividida. Este último lo pronunció desde el Capitolio de Illinois, donde el mismo Obama lanzó su candidatura presidencial, en febrero de 2007.

Terminadas sus palabras inaugurales, tendremos dificultad para escoger cuáles de todas serán las inmortales, las que no olvidaremos.

Luego, vendrán las realidades. La oratoria y retórica entonces pierde importancia. Son otras las condiciones para tomar las decisiones correctas, y muchas exceden a sus posibilidades.

Mediar en la guerra entre palestinos e israelíes; lograr la convivencia en Irak de kurdos, sunnitas y shiitas; pacificar Afganistán, entenderse con los Ayatolas, Putin, Kim Jong-il, Castro, Chávez y Morales; y fortalecer la cooperación con China, depende esencialmente de otros pueblos y principalmente de sus gobernantes.

Llevar adelante los cambios en Norteamérica es de gran complejidad, su experiencia es limitada y el poder está disperso. Para vencer intereses creados, necesita del apoyo de los políticos, muchos con agenda propia o con una divergente. Entre sus ministros destacan celebridades recelosas y poderosas, de algunas de las cuales no será fácil deshacerse si no funcionan.
Hasta hace poco, a Obama no le interesaba mayormente la economía ni la política internacional, su vocación es la acción comunitaria, de la que proviene su prioridad en la reforma de los servicios de salud. Con humildad, Obama recurrió a los que cree mejores, la mayoría veteranos de la administración Clinton, centristas, férreamente unidos.

Por su carisma, olvidamos que Obama es humano y no más que un presidente. La capacidad de Obama para cambiar a los Estados Unidos y el poder de Estados Unidos para cambiar el mundo son limitados. La admiración y esperanzas que merece el nuevo Presidente no significa creer en imposibles. Los superpoderosos son fabricaciones de Hollywood
.

Acount