viernes, 30 de enero de 2009

Tres comentarios de excepción

Ejemplos silenciosos
Gonzalo Rojas Sánchez

Ya no es una moda pasajera; desgraciadamente se está convirtiendo en tendencia.

Ciertos columnistas han hecho de la crítica a determinados grupos de creyentes un tópico acostumbrado en sus planteamientos. Para reafirmar el valor de sus propias actividades en el mundo asistencial, educativo o pastoral, pareciera que les sirve de contraste un bulto informe que han creado a su pinta: esos creyentes burgueses, de golpe en pecho, insensibles a la pobreza, aunque ricos en doctrinas inútiles que esgrimen para ajusticiar a quienes desprecian.

Pero las personas que esos columnistas describen, no son así; esas personas no son esas personas.

Eclesiásticos o agnósticos, esos columnistas tendrían que contestarnos con sinceridad estas interrogantes:

¿Conocen la conciencia de esas personas a través de conversaciones personales en que ellas les han revelado vidas tan mediocres e hipócritas? Si es así, hay obligación de guardar silencio y ayudarlas a mejorar; y si no es así, ¿cómo se atreven a juzgarlos?

¿Controlan las 24 horas del día de esas personas, las vigilan y tabulan como para enterarse de cada una de sus acciones y poder sacar conclusiones válidas sobre su actuación completa? Si es así, hay que dar a conocer esa información tan valiosa para la sociología chilena y mostrar las fuentes; y si no es así, ¿cómo aventuran una conclusión tan seria?

¿Aceptan la diversidad de acentos en la acción personal, la diversidad de estilos y espiritualidades, o aspiran a una uniformidad por ellos controlada? Si es la primera opción, vayan diciéndolo con claridad: queremos creyentes y ciudadanos un, dos, tres, todos iguales; si no es así, vayan cultivando algo más de respeto por la legítima libertad.

Lo curioso es que las personas aquéllas, las tan criticadas y denostadas, no parecen enojarse ni protestar, no parecen desanimarse ni desconcertarse. Seguro que perdonan y siguen adelante.
Pero alguien tiene que decir que efectivamente se comportan así y que muchos de ellos son calladamente ejemplares.

El añorado héroe.
Por Juan Carlos Altamirano

A nadie le cabe duda de que el nuevo Presidente de Estados Unidos es un verdadero líder. Pero ¿son los países los que, en determinadas circunstancias, generan al líder carismático llamado a hacer los cambios, o es el propio líder quien crea las condiciones para que el país se abra a ellos? En el caso de Estados Unidos, pareciera que se dieron las dos cosas.

Obama demostró ser un líder innato desde su juventud. Sin embargo, hay muchos políticos que han poseído el don del liderazgo; pocos han generado el nivel de adhesión y los cambios de mentalidad que él logró. ¿Por qué, entonces, el nuevo Presidente consiguió en corto tiempo romper los moldes tradicionales de la política norteamericana y vencer siglos de prejuicios? ¿Cómo logra interpelar a gran parte de la población mundial?

A mi juicio, la respuesta no está en la gran capacidad que mostraron Obama y su equipo para manejar los medios de comunicación. Esta gracia la han realizado otros presidentes. Incluso, el uso de internet para ganar adherentes y levantar fondos fue una innovación del equipo de Al Gore en su campaña presidencial. Son otros los factores determinantes.

De partida, el líder carismático tiene capacidad oratoria. Y a pesar de los grandes avances de las comunicaciones y la publicidad, algo tan elemental y antiguo como es la retórica continúa siendo un recurso esencial para interpelar a las personas, movilizarlas y ganarse su adhesión.

Además, el líder carismático encarna una historia épica. Obama representa el camino del héroe clásico en un mundo que necesita desesperadamente creer en la llegada de un «salvador». Según Campbell, famoso mitólogo norteamericano, el héroe no es sólo el hombre que muere por una causa justa. “Es el hombre o mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones”. Nos identificamos con el héroe, pues él representa el hombre común, al ser humano imperfecto, que es capaz de transformarse, enfrentar sus propias debilidades y temores, para crecer como persona y conseguir su objetivo mayor. Esta superación lo transforma en un personaje único, admirable y seductor. Y en su larga travesía, no sólo debe superar trabas y lograr metas; debe, además, adquirir experiencia y sabiduría, para conducir a su pueblo a la salvación.

Precisamente, la biografía de Obama contiene todos estos ingredientes épicos.
A su vez, la figura heroica corresponde a un “estereotipo universal, presente en todas las civilizaciones, incluso en nuestra cultura materialista y racionalista”. Es por ello que mujeres y hombres de los rincones más apartados se sienten interpelados por Obama.

Todo pueblo —inconscientemente— añora la llegada del héroe que los sacará de la desgracia. En este sentido, no era suficiente el liderazgo de Obama y la existencia de la tradición democrática norteamericana para conquistar la Presidencia. Si Bush no hubiera arrastrado a EE.UU. a una de las peores crisis de su historia, lo más probable es que no tendrían un Presidente negro.

Además de estos factores, el discurso propio de Obama jugó un papel crucial. El se siente llamado a unir a su pueblo tras un gran objetivo: dirigir la nación a una nueva época, pero rescatando los valores que hicieron de Estados Unidos un país ejemplar. El discurso inaugural no fue programático. Fiel a su papel heroico, ocupó la retórica del american dream para interpelar al país y al mundo entero: llamó a “levantarse y sacudirse la tierra, e iniciar la restauración de los ideales americanos”.

Llamó a “escoger la esperanza sobre el miedo, la unidad de propósitos sobre el conflicto y la discordia”. Sobre todo, interpeló los ideales de la ética protestante del espíritu capitalista, basada en el trabajo duro y el sacrificio personal: “Todo esto podemos hacerlo, lo haremos y debemos hacerlo”.

En definitiva, para unir al pueblo norteamericano tras su causa, no utilizó un «discurso cosista», de gerente. Tampoco recurrió al miedo o las campañas del terror, ni levantó el recurso fácil del enemigo común. No descalificó ni generó odios hacia los republicanos y el gobierno anterior. Al contrario: llamó a “dejar atrás los comportamientos infantiles” y “los intereses mezquinos”.

En Chile, desgraciadamente, no tenemos un líder carismático que nos reencante y nos impulse a superar nuestros problemas, divisiones y traumas. Sin embargo, es posible que surja nuestro propio Obama, en tanto estemos dispuestos a abrirnos a un cambio verdadero. Así de simple.
Felices vacaciones.


El baile de los que cobran
Por Leonidas Montes

Los avances en transparencia nos han permitido abrir las ventanas en una serie de cuartos oscuros. Bandadas de vampiros emprendieron el vuelo. Algunos aún acechan. Saben dónde atacar. Pero otros, al parecer, han dejado las marcas de sus colmillos.

Nos estamos acostumbrando a la corrupción. Y las coimas involucran montos cada vez más elevados. Si algunos roban cientos de millones, ¿por qué no puedo hacerme una pasadita poca? La corrupción se disemina. Y rápido. Aunque Chile se ha distinguido por su dignidad, vamos bajando en los índices.

Dudosas asesorías de próceres de la Concertación. El desmantelamiento de Ferrocarriles. Nuevos casos en la Policía de Investigaciones y en juzgados. Se queman grabaciones comprometedoras en la investigación del Registro Civil. Si hasta la Usach, utilizando la técnica copy-paste popularizada por el senador Navarro, recibió 400 millones del Registro Civil por un informe. Con esas fuentes alternativas de financiamiento, a la Usach le resultará más difícil seguir liderando la campaña de las universidades públicas que exigen más recursos del Estado.

En el caso de los Mirage —una negociación que bordeaba los 109 millones de dólares— se repartieron unos 15 en comisiones. Esta investigación, llevada celosamente por el ministro Astudillo, es una trama digna de ágil novela policial. A ratos escabrosa. Todo partió con el suicidio de un comisionista de armas. Se inició una investigación en Bélgica, ya que, en el lugar de los hechos, se encontró información acerca de Chile. Y una correspondencia fascinante. Aparecieron representantes, comisionistas e intermediarios locales. Uno de los contactos, que también iba en la parada, escribe desesperado: “¡Todo pasa por el ministro y por el partido! Este es el peor momento para tomar una decisión, porque el gobierno va a cambiar a todo el gabinete”.

La negociación fue rápida. Demasiado rápida. El decreto autorizando la compra se firmó diez días antes de que Aylwin terminara su mandato. El ex ministro Rojas, en una breve declaración pública, argumentó que el proceso de compra “se extendió hasta julio de 1994”. Hábilmente traspasó el problema al gobierno de Frei. El propio Presidente Aylwin salió a defenderlo. Puso sus manos al fuego por Rojas y de paso aclaró que “el hecho mismo se produjo ya en el gobierno de Frei”.

Imagínese usted, involucrar al candidato de la Concertación. Muchos están desconcertados.
Se habla de un encubierto, Marco González, quien después de un viaje acompañando a Rojas al sur de Chile, sería una “vía de penetración para constituir una segunda red de relaciones”. También aparece Bartolomé Dezerega, militante DC, cercano a Rojas. En el momento de la repartija era gerente general de TVN. En su cuenta en Miami se depositaron unos 3 millones de dólares. Un tal Conrado Ariztía sería el repartidor. Dezerega, hombre de medios, dijo que el tema “debe ser analizado en tribunales y no por la prensa”. Y en su testimonio declaró que parte de esas transferencias correspondían a asesorías profesionales que le prestó a empresas de Conrado Ariztía. También nos enteramos que su hijo, Alejandro Dezerega, era asesor del ministro Rojas. Habría sido becado para estudiar en Monterrey. Según informaciones de prensa, seguía recibiendo su sueldo como asesor del ministro mientras estudiaba. Seguramente asesoraba desde el extranjero. Esta práctica se hizo bastante habitual.

En otro capítulo de la novela, Ramón Vega, quien fuera general y comandante en Jefe de la Aviación, apareció involucrado. Muy involucrado. Su hija era casada con el holandés Van Meer. Por establecer los vínculos, su yerno habría recibido una suculenta comisión. Y se casó con la otra hija de Vega. La reacción del general fue decir que todos salgan al baile. Seguramente será una cueca ruidosa.

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