jueves, 3 de julio de 2008

Dos comentarios que desenmascaran falsedades.

Y ahora... el verdadero Allende
Hermógenes Pérez de Arce

El centenario del nacimiento de Allende se ha prestado para una re-canonización de esas que acostumbra la izquierda y que la siempre medrosa derecha acata. Hemos leído apologías delirantes, cuyos autores abusan de la catalepsia irrecuperable de los chilenos.

En realidad, silenciar piadosamente la verdad sobre Allende podría justificarse en aras de la concordia, pero la izquierda no la quiere. "Ni perdón ni olvido", dice. Hasta aplaudió el grosero salivazo sobre el féretro de quien reparó el daño inferido por aquél.

Así las cosas, los cultores del odio deben enfrentar la verdad, empezando por la de que Salvador Allende fue el peor Presidente de la historia de Chile. En lo material, legó una inflación de tres dígitos y una producción cayendo 13 meses consecutivos. Quedaba "harina para pocos días más", según sus palabras. Aparte de menoscabar el bienestar material del pueblo, destrozó nuestro tejido social, al dividirnos fratricidamente, pues carecía del sentido de la unidad nacional y no vacilaba en advertir, amenazador: "Yo no soy Presidente de todos los chilenos". Patrocinó grupos armados, para imponer su ideología matando a otros. Cohonestó el contrabando de armas y, cuando un avión cubano fue descubierto trayéndolas clandestinamente, ordenó llevarlas a la mansión presidencial, mientras hacía escarnio de la opinión pública, declarando burlesca y sucesivamente que eran "obras de arte", "artículos folklóricos" y "helados de mango".

Ha sido el único Jefe de Estado chileno, que se sepa, reclutado por una potencia externa, según consta de las revelaciones de Vassili Mitrokin, ex jefe del KGB, en su libro "The World Was Going Our Way" (Basic Books), reseñado en "FrontPageMagazine.com", el 24.01.06. Su nombre en clave era "Líder". Entregaba a los rusos información política sensible, a cambio de la cual recibió un subsidio directo de 50 mil dólares. Además el KGB pagó a otros aspirantes de izquierda, rivales de Allende, para que retiraran sus candidaturas. Del otro lado, el ex embajador norteamericano Edward Korry, en "La Segunda" del 22.10.96, detalló los sobornos a Allende a cambio de indemnizar a mineras estatizadas.

También permitió el ingreso de tropas cubanas sin autorización del Senado, como lo exigía la Constitución. Ello consta de la confesión del general cubano Patricio De la Guardia, citada en la p. 291 del libro "Vindicación de Cuba 1989" (Editorial Política, La Habana). Los cubanos cambiaron esa página en ediciones posteriores a la de 1989.

Cuando era Presidente del Se-nado, Allende posaba como demócrata, mientras usaba su inmuni-dad para contrabandear armas cubanas a Bolivia, según reveló el gue-rrillero "Benigno" en sus "Memorias de un soldado cubano" (Tusquets, 1997, p. 202).

En cuanto gobernante, incluso toleró las torturas a opositores pacíficos, como lo denunciaron los diputados democráticos al convocar a las Fuerzas Armadas en 1973. Allende nada hizo ante los apremios denunciados por un político, publicados en la primera página de este diario, en enero de 1972, culpando al subdirector (comunista) de Investigaciones.

Como un autorretrato suyo quedó su amenaza al dueño de "Clarín", por no seguir sus dictados: "Te hago matar, culpo al imperialismo, te declaro héroe nacional, te rindo honores de general en el cementerio y hablo en tus funerales. Ya lo sabes". Tras huir el amenazado, Allende adquirió el diario.

En estos días la TV estatal, culminando la insania nacional, se apresta a consagrarlo "Gran Chileno de Todos los Tiempos". ¿Cómo quedamos los demás? Juzgue usted: España no nos deja entrar ni siquiera con los papeles en regla.

Una, dos, diez biografías
Gonzalo Rojas Sánchez

Biografías, eso es lo que necesitamos las personas para humanizarnos (y la gracia de Dios, por cierto).

Por eso, a pesar de todos los sesgos y pillerías del concurso sobre los Grandes chilenos, a pesar de la grosera manipulación de imágenes que se ha querido difundir, bienvenidos sean esos diez rostros impresos en el Metro. Hay que mirarlos detenidamente a los ojos, a cada uno; hay que procurar meterse por ahí -el fondo de ojos muestra tantas cosas, dicen los iriólogos- y aparecerá el Chile concreto que se encarnó en cada personaje.

Lautaro, sin odio, sin ideología, sin financiamiento europeo de sofisticadas ONG; sorprendido por la aparición hispánica, dotado de liderazgo natural, portador de un sentido innato de la legítima defensa; pre chileno, eso sí; después de él, tanta cruza e integración, tanto aprendizaje mutuo y una que otra desfiguración de su persona para instrumentalizarlo burdamente, a él, hombre transparente y natural.

José Miguel Carrera, audaz, consciente de su apariencia atrayente y de su capacidad de organización; listo, creativo, pero desparramado y a veces rebelde e imprudente; gestor de notables avances institucionales.

Manuel Rodríguez, vivaracho, enamorado de su patria, desprendido de su propia vida por un ideal auténticamente valioso; no un guerrillero latinoamericanista, sino un nacionalista; desfigurado por los internacionalistas de la revolución; banalizado, criminalizado.

Arturo Prat, marido, padre, marino, comandante, abogado, héroe, estatua en mil pueblos, imagen en todos los niños; el abordaje de lo imposible, de lo que se logra sólo con la conciencia del deber y con la generosidad de la entrega.

San Alberto Hurtado, amó a Dios sobre todas las cosas, desde el estudio, pasando por los pobres, aprovechando la enfermedad, creando instituciones; amó a Dios sobre todas las cosas en la oración y en los sacramentos.

Gabriela Mistral, delicadísima en su tosquedad, finísima en su terquedad, pedagoga en el gesto y en la palabra; maestra, reformadora, embajadora; resignada y paciente ante la desidia con que la tratamos; orgullosa del polvo natal.

Pablo Neruda, mucha voz, mucho verbo, mucho Parral; y tanta inconsecuencia y tanta adhesión a lo insustancial del vocablo ideológico, a la mentira del discurso marxista, a Stalin, a la vanidad y al placer contrarrevolucionarios.

Violeta Parra, ¿le dio de verdad gracias a la vida? Misterio insondable del fondo de alma que no admite juicio, pero sí causa perplejidad; miembro de una familia fundamental para la comprensión del ser nacional.

Víctor Jara, ocupa en realidad el lugar 1.549 entre los chilenos más destacados; una muerte dramática que infló su mediana contribución a un canto tan político como musicalmente discutido; cantautor anticipado de su propio destino.

Salvador Allende, el fracaso.

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