miércoles, 16 de julio de 2008

Tres comentarios imperdibles

Margarita María Errázuriz
El poder de un cambio

La noticia de la liberación de Ingrid Betancourt fue conmovedora. Pero este episodio nos puede proyectar más allá de la emoción que nos provoca ver en libertad a esa mujer, que recordamos con la cabeza inclinada y con un gesto de total entrega.

Nos da la oportunidad de reflexionar sobre temas que nos atañen. Por mi parte, veo claramente que la situación permite observar la vigencia de una vieja polémica en el mundo de las ciencias sociales que a mí siempre me ha interesado. Ese debate se centra en qué es lo primero que debemos cambiar: las estructuras sociales o las personas.

Recuerdo esta vieja polémica porque me ha llamado la atención que lo primero que hacen muchas personas es sacar cuentas políticas frente a este episodio. En nuestro país, la sospecha ronda en los comentarios: que esto no debe haber sido así… qué es lo que se nos oculta… cuántos habrán muerto que no sabemos… Frente a esas dudas, yo también sospecho. No puedo dejar de preguntarme por qué se dicen estas cosas o cualquier otra de este tipo, en lugar de celebrar a la mujer que simboliza el valor y un nuevo tipo de liderazgo: directo, sin aspavientos, liviano, sereno, manso y fuerte, aunque este conjunto nos parezca contradictorio.

Leyendo algunos blogs de artículos colombianos, salta a la vista que la ideología está presente en sus comentarios: que Ingrid decida con quién está… que no hable de Chávez… que se calle su mamá… que Uribe no se vanaglorie… que es un democradura. No conocía la palabra, pero imagino su significado. O sea, la reacción ante un acto heroico y sorprendente es preguntarse a qué estructuras o sistemas beneficia y evitar que la leña se vaya a otra hoguera.

Ninguna de esas personas se detiene ante el hecho humano. Para mí, el principal mensaje de este acontecimiento es poner de relieve el carácter humano. La gran inspiración que aporta esta mujer después de seis años de cautiverio es su valor moral, sus recursos espirituales. Su capacidad para sobrevivir y llegar a lo más profundo de su mundo interno me da fuerza en lo personal, y recupero una mirada de la naturaleza humana que me hace bien y que muchas veces pierdo. Ese amor sin límites por su mamá y sus hijos; la solidaridad con sus compañeros; esa entereza, humildad y prudencia, todo a la vez, son ejemplares; cómo la alimentó esa fe profunda y a flor de piel, me parece algo difícil de imaginar o de alcanzar.

Ese cambio radical en la persona, luego de compartir con otros en medio de la violencia, el desprecio por el ser humano y sus derechos mínimos; con gente que vive la contradicción de prometer un nuevo orden social, mientras abusa de la autoridad —la que se ejerce con despotismo, exigiendo prebendas y en medio de un dinero fácil—, como han descrito a las FARC los cautivos ahora libres, tiene proyecciones sociales incalculables.

Frases que suenan tan ajenas a nuestra realidad social, como “vivir es comprometerse”, “la única respuesta a la violencia es el amor”, “pienso que he podido perdonar de verdad”, “es necesario cambiar el vocabulario, los insultos nos alejan… hay que derrotar con grandeza”, nos puede parecer que pertenecen a una persona de otro planeta. Sin embargo, si uno presta atención a su sentido, en una mujer que dice que lo de ella es la política, se puede pensar que en Colombia cabe la posibilidad de una revolución distinta a las que conocemos, pero no muy distinta a la que muchos aspiran aquí y que ven tan lejana.

Tengo la impresión de que el ideario político de Ingrid Betancourt es “pactar una negociación de paz”, frase que ha dicho frecuentemente. Una paz que se imprime con proyecciones impredecibles, como, por ejemplo, ¿qué tipo de condiciones sociales y económicas se requieren para lograr paz? ¿Cómo ellas se logran a partir de la negociación?

Difícil tener una respuesta inmediata, pero no hay duda de que ese ideario es un cable a tierra. Para la sociedad, la transformación personal es más revolucionaria y definitiva que los cambios de estructuras que no la consideran. Esto último, ya lo hemos vivido.
Raúl Torrealba
Con mirada de futuro
El reciente estudio de opinión del CEP ha puesto definitivamente a Sebastián Piñera en una posición de evidente liderazgo en la Alianza por Chile. La actitud del nuevo presidente de la UDI ha sido en ese sentido elocuente y realista. En efecto, no se vislumbran en nuestro sector liderazgos alternativos con reales posibilidades, por lo que vale la pena poner todos los esfuerzos en fortalecer a Piñera y apoyar con decisión su opción presidencial, para que logre posicionarse con la primera mayoría, ojalá en primera vuelta.

La inestable situación económica del país, el creciente costo de la vida, el recrudecimiento de la delincuencia, el descontento social y la evidente falta de liderazgo que se advierte en las actuales autoridades son hechos que la Alianza debe abordar de manera responsable. Es evidente que el descontento respecto del actual Gobierno puede en cierta manera capitalizarlo la Alianza. Sin embargo, nuestra obligación, y en particular la de Sebastián Piñera, debe ser, más que vanagloriarnos del fracaso de las actuales autoridades, demostrar y convencer al electorado de que los problemas que hoy nos afectan tienen solución y que sabemos cómo hacerlo.

Más que concentrarnos en las debilidades de nuestros adversarios, debemos mirar hacia el futuro. Si bien el rol de la oposición debe ser siempre fiscalizador, un exceso de aquello, casi confrontacional, está visto que no reditúa mayor apoyo ciudadano, sino todo lo contrario. La gran tarea entonces debe estar en el futuro. En mostrar qué es lo que queremos para Chile y por qué aquello significa mayores posibilidades de prosperidad para sus habitantes.

Se necesita reencantar a un electorado que de verdad hoy tiene muchísimas razones para no creer nuevamente en la Concertación, y convencer a las nuevas fuerzas políticas, hoy decepcionadas de la Concertación, de que tenemos mucho en común para trabajar por Chile.

El estudio de opinión del CEP deja en evidencia que se valoran las capacidades de Sebastián Piñera. Ello, incluidos sus atributos empresariales, los mismos con los que la Concertación también han tratado de estigmatizarlo, en una estrategia que por lo visto tampoco les ha redituado. Siendo aquello un dato, claramente esta próxima elección presidencial debiera estar dirigida principalmente a mostrar un futuro esperanzador para Chile, con buenas y efectivas soluciones a los fracasos actuales y con innovadoras ideas presentadas por una coalición distinta a la tradicional Alianza por Chile, que permita control de la inflación, eficiencia en el gasto fiscal, mayor productividad; en definitiva, confianza en el país.

En efecto, se trata de plantear una coalición más amplia, con gente que, aunque en el pasado fue discrepante, hoy la une una mirada de futuro... la misma mirada que la actual Concertación ya no es capaz de vislumbrar, por encontrarse anclada en un pasado que nos desune y en el terror de perder los mal entendidos privilegios del poder.

José Ramón Valente
El regreso de los nerds

A comienzos de los años 70 el precio del petróleo subió rápidamente al igual que ahora. En Estados Unidos y otros países desarrollados, la inflación se aceleró, de la misma forma que hoy ocurre en los mercados emergentes. Entonces, muchos economistas (no todos) y la mayoría de los políticos decidieron no prestarle mucha atención al aumento de la inflación. Se argumentaba, al igual que ahora, que un aumento en la tasa de interés o una reducción en el gasto de gobierno no haría que los árabes bajaran el precio del petróleo, pero que sí conseguiría enfriar la economía y llevarla a una recesión, incrementando así inútilmente el sufrimiento de la gente.

En los 70 los políticos ganaron, pero la gente perdió. Efectivamente, el gobierno de EE.UU. mantuvo una agresiva política de crecimiento del gasto público y la Reserva Federal no incrementó mucho la tasa de interés, tal como querían los políticos. El resultado fue que la inflación escaló más allá de los dos dígitos, hasta el 14%, y la tasa de crecimiento de la economía languideció. Fue en esos años que se acuñó el ahora tristemente famoso término “estanflación”, es decir, inflación sin crecimiento.

A comienzos de los 80 la inflación estaba desbocada y no quedó más remedio que hacer lo que muchos años antes algunos economistas y muy pocos políticos habían recetado, es decir, subir las tasas de interés y reducir el ritmo de crecimiento del gasto. Pero la dosis del remedio necesariamente fue mucho mayor que antes. Las tasa de interés subieron al 20% y EE.UU. entró en una severa recesión que arrastró también al resto del mundo. Hoy nos preguntamos si los políticos, las autoridades y los economistas de los países emergentes, incluido Chile, aprendieron la lección de los 70 o si van a cometer los mismos errores.

En Chile, hasta hace pocas semanas, estábamos encaminados a repetir los errores de hace 30 años. Hemos dejado que la inflación suba hasta más de 9% al año en los últimos 12 meses, mientras las tasas de interés apenas superaban el 6% y el crecimiento del gasto para este año se había programado en un exorbitante 8,9%. Afortunadamente, hoy contamos con encuestas de opinión que nos revelan el descontento que genera la inflación, especialmente entre los más pobres. Esto permite hacer un poco más fácil la labor de los nunca bien ponderados tácticos. Estos nerds de la economía que pregonan recetas aparentemente impopulares para controlar la inflación.

Probablemente, a raíz de esas encuestas que hoy ponen a la inflación entre las mayores preocupaciones de la población, es que el ministro de Hacienda ha logrado el apoyo de la Presidenta para anunciar que el gobierno se va a poner en campaña para reducir el ritmo de incremento del gasto público, y el presidente del Banco Central ha podido subir la tasa de interés por sobre el 7% sin que le lluevan las críticas de los políticos. Bien por las encuestas, bien por Chile y bien por el regreso de los nerds.

Acount