jueves, 31 de julio de 2008

Somos el país que somos



Somos el país que somos
Hermógenes Pérez de Arce

He visto a gente agobiada por el hecho de que Salvador Allende aparezca a punto de ser consagrado como el más grande chileno de todos los tiempos, en una votación por internet promovida por el canal estatal.

Por supuesto, quien encabezó el proceso de reconstruir el país que había demolido precisamente Allende ni siquiera aparece entre los 10 primeros. El propio padre de la Patria, Bernardo O'Higgins, no reunió votos para quedar entre ellos.

-¿En qué país estamos? -me interpela un consternado amigo-. Él, como un gran número de compatriotas, todavía no se ha dado bien cuenta.

-En el viejo Chile de siempre -le respondo con la tranquilidad que da el conocer nuestra historia y nuestra gente-. El mismo Chile que, caso único, dicen, hace 38 años eligió por voto popular a un marxista-leninista para conducir los destinos nacionales. El país donde, mil días después de lo anterior, la mayoría aplaudió cuando al mismo marxista-leninista lo sacaron del poder. El país que, hace 77 años, aplaudió, aparentemente por unanimidad, la caída de Ibáñez, para, 20 años después, elegirlo Presidente casi por mayoría absoluta. El país que, entre 1931 y 1932, se dio el lujo de tener nueve gobiernos en menos de dos años, uno de los cuales duró apenas dos semanas (y fue fácilmente destituido, no obstante que enormes masas desfilaban diariamente vitoreando a su líder por las calles, debido a que había dispuesto medidas tan geniales como la devolución gratuita de las especies empeñadas en la Casa de Crédito Prendario).

-Pero lo peor -insiste mi amigo- es que los partidarios de Allende pueden votar hasta 10 veces por él; en cambio a uno, que es un caballero, le da vergüenza hacerlo más de una vez, porque siempre ha sido trampa votar tantas veces.

-Bueno, claro, por eso a los verdaderos caballeros en todas partes les cuesta mucho ganar elecciones populares. Ésa siempre ha sido una gran ventaja de los que no lo son. Acuérdate del fraude de las parlamentarias de 1973, que descubrió el ingeniero Santiago Morán. La UP llevaba a sus electores en buses, votando en todas las mesas cercanas al camino a Melipilla. Sufragaban más de 10 veces cada uno. Así, en las mesas cercanas al camino obtuvieron hasta el 90 por ciento de los votos, mientras en las alejadas apenas lograban un tercio. Fue un fraude maestro, preparado con mucha anticipación. Yo estuve en la comisión de la Cámara que lo investigó, pero, claro, después los militares cerraron la Cámara y se acabó la comisión.

-No me acordaba de nada de eso.

-Normal, normal, no te preocupes. Ha sido lavado del cerebro de los chilenos, como tantas otras cosas.

-Pero, te insisto: ¿cómo se puede vivir en un país donde, por votación popular, se consagra co-mo el más grande chileno de todos los tiempos al peor Presidente de su historia? Si eso es descabellado. La gente está loca. Para cualquiera que examine las cosas con objetividad, eso nos hará quedar como tontos de capirote.

-No, en eso estás equivocado. La fama que tenemos es de tontos pillos, que es una cosa distinta. Por eso encontramos problemas para entrar en países civilizados. No por lo tontos, sino por lo pillos. Y esta elección de Allende como el más grande de todos es otra pillería más. Si resulta elegido, los chilenos por unanimidad nos vamos a reír de eso en nuestro interior, aunque no lo digamos. Tranquilo. Somos el país que somos. Al final, siempre alguien arregla las cosas, aunque después, una y otra vez, no votemos por él, sino por quien las echó a perder. Y, a pesar de eso, hemos sobrevivido más o menos bien. ¿O no?

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