jueves, 7 de agosto de 2008

Comentarios excelentes que obligan a la reflexión

Señoras y caballeros
Hermógenes Pérez de Arce
El primer requisito para que exista un pacto de caballeros es, obviamente, que ambas partes se comporten como tales. Si no, ¿qué garantía hay de cumplimiento?

En la práctica chilena actual, sin un acuerdo de esa índole es imposible tener quórum para designaciones en la Corte Suprema. Así, para llenar dos vacantes, Alianza y Concertación lograron un consenso: nombrar sucesivamente a los ministros Pfeiffer, favorecido por la primera, y Brito, por la segunda.

Andrés Chadwick y Alberto Espina, aliancistas, creyeron que Camilo Escalona y Juan Pablo Letelier tenían personería para pactar por el oficialismo. Más aún, cuando éstos propusieron cambiar el acuerdo original de nombrar primero a Pfeiffer y después a Brito, aduciendo el temor de que este último no figurara en la siguiente quina, mientras era seguro que Pfeiffer sí figuraría, Chadwick y Espina accedieron. No podían imaginar una trampa, es decir, que, ya nombrado Brito, se iba a rechazar a Pfeiffer. Tampoco que Escalona y Letelier carecieran del respaldo de sus senadores. Y menos aún que los propios dos negociadores faltarían a su palabra al votar.

Tampoco nadie podía imaginar que los senadores DC, entre ellos Frei y Alvear, iban a alegar el jueves ignorancia del acuerdo si nada habían objetado el martes, cuando la Presidenta, ostensiblemente dándole cumplimiento, propuso a Pfeiffer.

Ningún sistema político puede funcionar sin buena fe elemental. Acá se trataba de sacar adelante nombramientos que no se podían hacer sin acuerdo. Pues la Concertación estima que sólo deben ascender a la Suprema ministros que den preeminencia a la legislación internacional sobre la interna, en materia de prescripción y amnistía por hechos del pasado. La Alianza opina, en cambio, que sólo son dignos de ascenso los jueces que respetan la ley vigente interna, pues ésta prevalece sobre los tratados.

Debe añadirse que, de hecho, hay un consenso implícito unánime en el sentido de que esta última es la recta doctrina. La Concertación tácitamente lo reconoce así, pues no de otro modo se puede explicar que parlamentarios suyos hayan presentado no una, sino dos mociones -la de Viera-Gallo-Navarro y la de Bustos- para derogar la amnistía y la prescripción en esos casos. Nadie deroga leyes sin validez. El propio Presidente Aylwin, cuando en 1991 ofició a la Corte Suprema para que no se aplicara la amnistía hasta la sentencia definitiva, reconoció expresamente la vigencia de dicha ley.

Bien, si se probó que en la Concertación no había suficientes caballeros que cumplieran su palabra, las señoras no lo hicieron mejor. Nadie se da por satisfecho cuando la Presidenta dice que "cumplió su parte". Es imposible que el político socialista más leal a ella, Camilo Escalona, desconociera su compromiso, haciendo fracasar la propuesta presidencial, sin la aquiescencia de la Mandataria. Pues ello no ha suscitado rompimiento político alguno entre ambos ni crítica de parte de ella.

Por su lado, la señora Alvear lo ha hecho peor: justificó su deserción con una "inveracidad" -como se dice ahora-, argumentando que el ministro Pfeiffer "no respeta los tratados internacionales", siendo que éste jamás ha faltado a ellos y se ha limitado a sostener que la ley interna prevalece sobre los mismos en ciertos casos.

No nos engañemos. Sólo nos hallamos ante otro testimonio del progresivo decaimiento moral chileno, obra de la Concertación. Sentido del honor, cumplimiento de la palabra empeñada, verdad, justicia y legalidad, ya poco o nada significan. Y si todavía la letra de la ley dice que la buena fe se presume, la realidad nos manda ir acostumbrándonos a todo lo contrario.

Alexandr Solzhenitsyn (1918-2008)
Gonzalo Rojas Sánchez

Ha muerto un coloso. Después de casi 90 años intensos y fecundos, Alexandr Solzhenitsyn ha sellado su vida de modo paradojal: le ha fallado el corazón a uno de los hombres de mayor fuerza cordial del siglo XX.

Un héroe, eso fue el ruso más importante de la centuria pasada. Ante todo -y lo dejaremos hablar a él en estas líneas- fue heroico en la crítica, porque después de lograr sobrevivir a 8 años de trabajos forzados, dio a conocer al mundo el stalinismo, el sistema más opresivo y criminal que jamás se haya diseñado y practicado. Ese sistema por el que "Iván Denisovich había perdido la costumbre de pensar en lo que ocurría al día o al año siguiente, y de qué alimentaría a su familia; la dirección del campo lo pensaba todo por él." Ese sistema en el que "el plato de sopa importa más que la vida que llevaron antes y la que todavía les queda."

Es el Gulag, esa palabra ya indeleblemente asociada a Solzhenitsyn y que desde su valiente denuncia estremece a todos, menos a los pocos comunistas aún vigentes.
Además, el premio Nobel practicó más adelante el heroísmo para criticar, cuando ya había sido acusado de antisoviético y corría el riesgo de ser nuevamente encarcelado o proscrito. ¿Quién sino él podía decirle por escrito a los líderes soviéticos que "no abrigo muchas esperanzas de que ustedes se dignen examinar ideas que no me han sido formalmente solicitadas, aun cuando provienen de un compatriota de rara índole; uno que no está en una escala subordinado al mandato de ustedes, que no puede ser despedido de su puesto, ni degradado o promovido o recompensado por Uds.?" Sólo podía hablar así a esos burócratas del crimen un hombre heroico en el dominio y en el ejercicio de su libertad interior. Lo hacía porque tenía claro que "el marxismo siempre se ha opuesto a la libertad; el comunismo jamás ha ocultado el hecho de que rechaza todos los conceptos absolutos de moralidad; se mofa de toda estimación del 'bien' y del 'mal'."

Una vez expulsado de la URSS, Solzhenitsyn fue heroico para denunciar a Occidente y a sus mediocridades: "Soy critico de un hecho que no podemos comprender: cómo se puede perder el vigor espiritual, la fuerza de la propia voluntad y, teniendo libertad, no apreciarla, no estar dispuesto a hacer sacrificios por ella."

Vuelto a la Rusia post soviética en 1995, no vaciló en criticar su estado lamentable. "Rusia está pisoteada, hecha jirones; han saqueado a Rusia, la han vendido a precio vil, pero hay algo más aún terrible: ¿de dónde vino esta tribu, cruel, bestial, estos ladrones codiciosos que se apropiaron hasta del título de nuevos rusos, que engordaron con tanto placer y elegancia con la desgracia de nuestro pueblo? Más funesta que nuestra miseria es esta deshonra ostensible, esta vulgaridad depravada y triunfal que se ha infllitrado en las capas superiores del Estado."

Pero la suya no fue una voz siempre ácida, sino que también iluminó caminos futuros y propuso nobles desafíos.

A los soviéticos les dijo: "Desechen esta ideología llena de grietas; cédansela a los rivales de ustedes: dejen que se vaya donde quiera; déjenla que siga de largo y se aleje de nuestro país como la nube de una tormenta, como una epidemia."

Y a Occidente lo interpeló: "Si no aprendemos a limitar drásticamente nuestros deseos y demandas y subordinar nuestros intereses a criterios morales, nosotros, la humanidad, sencillamente nos desgarraremos, ya que los peores aspectos de la naturaleza humana sacarán a relucir sus colmillos; en la circunstancias cada vez más complejas de nuestra modernidad, el imponernos límites a nosotros mismos es la única senda que verdaderamente hará posible nuestra preservación; la felicidad no reinará en nuestro planeta, no nos será concedida con tanta facilidad."

Pero sobre todo, en su patria clamó: "El camino es largo, muy largo. Si bajamos por la pendiente durante casi un siglo, ¿cuánto tiempo nos llevará subirla? Años y años, sólo para tomar conciencia de todas las pérdidas, de todos los males. (Š) En la Rusia actual, pervertida, arruinada, desconcertada, aplastada, es evidente que sin el apoyo espiritual de la Iglesia Ortodoxa jamás nos levantaremos; si no somos una manada de seres irracionales, necesitamos un fundamento respetable para nuestra unidad."
Se fue una presencia; quedó una voz rotunda, colosal.

La importancia de las preguntas.
Alberto Medina Méndez
Corrientes – Corrientes – Argentina

La anunciada conferencia de prensa a la que convocó la actual Presidente de la Nación, finalmente se concretó.

Hay que celebrar el regreso de este contacto mas abierto con los medios de comunicación. Parecía un importante cambio de actitud en el gobierno. Muchos esperaban que se convirtiera en un punto de inflexión.

Tal vez fueron demasiadas las expectativas depositadas en un oficialismo que ya demostró como razona, que está dispuesto a hacer y que cosas no hará jamás.

Muchos creyeron que esta saludable costumbre de las democracias mas maduras, era como un hito que nos permitiría ver esa transparencia, humildad y autocrítica reflexiva que buena parte de la sociedad reclama al oficialismo.

Nada de eso sucedió. Sobrevino una nueva desilusión. Todos los sentidos intentaron registrar las palabras, los gestos y hasta las miradas de la protagonista, a partir de la inquietud expresada por cada medio.

Lamentablemente reapareció la soberbia, cierta actitud poco democrática, y hasta la inoportuna ironía con algunos periodistas. Más de lo mismo, solo eso. No se podía esperar otra cosa de quienes no han ofrecido más que señales en un mismo sentido.

Es probable que este celebrado gesto de la conferencia de prensa haya sido la consecuencia de una maniobra oportunista, para mejorar en algo la alicaída imagen que muestran las encuestas ya inocultables.

Incluso, como ya dijo algún editorialista, es posible que la fecha haya sido intencionalmente elegida para opacar el impacto mediático del acto de la Sociedad Rural, o porque no, para demostrar que no son tan inflexibles a determinadas críticas.

Juzgar la calidad institucional de un país, según las respuestas en una rueda de periodistas, por más disgusto que las mismas generen, no es el camino adecuado.

Nuestra madurez democrática, esa capacidad para construir un país en serio, no se mide por el contenido, estilo, locuacidad e intelectualidad de las respuestas que brinda un funcionario. Si queremos analizar seriamente lo que sucedió en estas horas, mas vale que miremos del otro lado.

Las respuestas de nuestra Presidente, fueron casi una obviedad. Nada diferente a lo que suelen decir sus voceros de siempre, a esos que se ocupan de difundir la verdad oficial. Esperar que una reunión de prensa, modifique el contenido ideológico del oficialismo, es una verdadera ingenuidad.

Para analizar como hemos evolucionado en este transitar democrático, es preciso prestar mas atención a la actitud de los periodistas, de los medios de comunicación, poniendo énfasis en interpretar las preguntas. Importan las inquietudes, los intereses de quienes tuvieron la responsabilidad de obtener el mejor resultado en las palabras de la protagonista.

La conferencia de prensa, mostró a pocos periodistas del máximo nivel. Participar en ella, la primera otorgada en años, no ameritaba que las "vedettes del ambiente" se quitaran las plumas. Estuvieron muchos excelentes periodistas de gran trayectoria protagonizando este hecho, casi histórico.

Sin embargo, la calidad de las preguntas, ofrecieron demasiados matices. Por un lado, se hizo evidente la presencia de profesionales que privilegiaron la pregunta por sobre su momento de gloria. Se enfocaron en provocar una respuesta que pudiera mostrar algo hasta ahora desconocido en su interlocutora. No lo lograron, pero lo intentaron.

La curiosidad periodística, estuvo allí. Esos periodistas, no necesariamente pertenecían a los medios más importantes. Solo pudieron demostrar que las circunstancias no los marearon. Evitaron convertirse en los protagonistas que no debían ser.

También se pudo presenciar a los otros, a los que quisieron ser el centro de la escena, haciendo más afirmaciones que preguntas, priorizando mucho más sus aseveraciones que la consulta en concreto. Después de todo en el periodismo, como en todas las profesiones, hay mejores y peores. Tampoco deberíamos sorprendernos.

Finalmente estuvieron, como no, los alcahuetes de siempre. Esos que mientras preguntan recuerdan, ya no su posición ideológica, ni su profesionalismo, sino la pauta que reciben a cambio de esa "alquilada" forma de ver las cosas. Fue indigna su participación. Más triste aún, es saber que algunos solo pueden conseguir preguntas para lucirse "pagando", ni siquiera con sus propios recursos, sino con el dinero de todos.

Juzgar lo que ha sucedido por las respuestas, no es lo correcto. Lo trascendente es ver como avanzamos en esto de ser una "república democrática" interpretando las preguntas. Cuando muchas de ellas apuntan a la presencia de provocadores funcionarios en el gabinete, o cuestiones que tienen que ver con la credibilidad de los organismos oficiales, es una señal.

Faltaron preguntas, tal vez demasiadas. Las mas incomodas estuvieron ausentes. Falta de gimnasia de los comunicadores, exceso de respeto a la investidura presidencial mezclado con cierto pudor en perturbar la calma de los poderosos, pueden ser algunas de las explicaciones.

Esperemos que este nuevo hábito de convocar a los medios de comunicación, no haya sido un simple hecho aislado, y esta práctica se multiplique. Tal vez entonces, mejore la calidad periodística y no sea el patrimonio de los menos. De los aduladores de turno no se puede esperar mucho, pero algunos, probablemente reflexionen y entiendan que la República necesita de adecuadas preguntas más que de excelentes respuestas.

Acount