viernes, 22 de agosto de 2008

Dos comentarios clarificadores

El fin de la Odisea
Leonidas Montes

Homero nos narra, en la Ilíada y la Odisea, las andanzas de Ulises. Todo partió con la épica lucha de diez años contra Troya. Después de la victoria, sigue la Odisea: el regreso de Ulises a su hogar en Itaca. Es una larga aventura navegando por el Mediterráneo. Esta etapa también duró diez años. Después de todo, Ulises, cansado y más viejo tras sus asombrosas peripecias durante veinte años, logró volver junto a su querida Penélope.

La historia de la Concertación tiene algunas similitudes con la trama homérica. Ha sido un largo y aventurado viaje de casi veinte años. Y podemos distinguir dos períodos de diez años: la Ilíada (Aylwin, Frei) y la Odisea (Lagos, Bachelet).

La Ilíada de la Concertación se inicia con la recuperación de la democracia. Las elecciones le dieron 55% a Patricio Aylwin. La alegría y el entusiasmo llegaron a las playas de Troya. Era la joven, prometedora y colorida imagen del arco iris. La Concertación iniciaba una larga batalla de reconstrucción de la democracia. Fue una verdadera lucha, llena de esperanzas y dificultades (sólo recuerde el boinazo del 93).

En ese entonces existía una épica, un sentido de lucha en este proceso de democratización. Había una inspiración tras la carta de navegación de la Concertación. La figura de Patricio Aylwin es un fiel reflejo de ello. Lo siguió Eduardo Frei. Pero quizá después de 10 años de lucha, llegamos al fin de la Ilíada de la Concertación. Eso sí, no se necesitó de un caballo de Troya. Pinochet fue detenido en Inglaterra. Este episodio puede considerarse un punto de quiebre. Incluso algunos plantearon que al fin se había cumplido la transición.

Así comienza la segunda etapa, la Odisea: el largo viaje de regreso. Es el período de las aventuras de Ulises navegando por aguas turbulentas. Aquí surgen algunos inconvenientes. Ricardo Lagos fue elegido después de una peligrosa tormenta. Durante su gobierno se escucharon algunos cantos de sirenas. Y pasamos, casi en estado bipolar, de un Lagos autoritario a una Bachelet acogedora. Este cambio de marea ocasionó nuevas amenazas a la travesía. Desde las profundidades surgieron los cíclopes políticos. Estos monstruos mitológicos fueron bautizados como díscolos. Y en lo poco que queda, las aguas se ven crispadas y revueltas.

Se ha debatido si en la Concertación existen dos almas. La respuesta políticamente correcta es decir que dentro de la coalición gobernante existen varias. Lo cierto es que este gobierno se ha debatido entre sus dos almas. Una entiende el mercado, y lo valora. Otra no lo entiende, y desconfía. Un sector progresivo cree en la iniciativa individual. Otro, en la mano dura de un poderoso Estado fiscalizador. Nos debatimos en esta dualidad irreconciliable. Y así el bote de la Concertación navega, con inesperados giros de timón, de un lado para otro.

A casi un año de las próximas elecciones presidenciales, después de casi veinte de navegación, la metáfora de la épica de Ulises parece pertinente. La Concertación termina su larga travesía. La revista The Economist ya mencionó un giro del péndulo político hacia la derecha en Latinoamérica. Y Chile fue citado como ejemplo. La fatiga después del viaje es evidente.

Pero esta última etapa ha sido también dolorosa para la Concertación. Al terminar con el histórico subsidio electoral a la DC, Pepe Auth dio una poderosa señal de bienvenida al cruel mercado de la política. Ya casi no quedan figuras como la de un emblemático Edgardo Boeninger, símbolo moral de esa épica de recuperación de la democracia.


En lo que queda de esta navegación, muchos miembros de aquella homérica Concertación hoy reman para su lado. Ya no existe una épica en la Concertación que los una. Más bien parece el síndrome del desembarco. Y quién sabe si Penélope se encontrará tejiendo.

Bolivia, luces y sombras
Oscar Fuentes

Desde 1982 los bolivianos vienen ininterrumpidamente votando para dirimir diferencias y liderazgos. En diciembre de 2005, un 54% eligió a Evo Morales para la Presidencia de Bolivia. Una amplia expresión popular quería cambiar la forma tradicional de hacer política en Bolivia y construir un país mejor.

Fortalecer la unidad nacional, permitir más inclusión social y racial, más dialogo, más trabajo y mejores condiciones de vida. La gente no entendía ni aceptaba que Bolivia, con tantos recursos y con buena capacidad laboral, siguiera siendo el país más pobre y atrasado de Sudamérica.

El nuevo Gobierno no leyó bien el mensaje. No se trataba de refundar Bolivia como un país indígena mirando al pasado ni tampoco convertirla en un Estado socialista totalitario con olor al Caribe. El tema no era escribir una nueva Constitución para hacer tabla rasa de toda una tradición republicana del país, sino darle a Bolivia una motivación que trajera una dinámica creativa, una gestión correcta y confianza nacional.

En lugar de ello, se le subió artificialmente la temperatura al país, no se avanzo en ninguna dirección y solamente se fue creando un escenario de violencia. Muchos olvidaron que Bolivia es mestiza, tampoco recordaron que los grandes objetivos nacionales, en todos los países, no se alcanzan sin diálogo y sin consenso.

Este fue un olvido de todos los sectores políticos y en agosto 2008 nuevamente el pueblo, que es el soberano, les volvió a recordar que había que buscar unidad en la diversidad. Mayorías aún más altas no aceptaron revocar los mandatos del Ejecutivo ni de las fuertes prefecturas regionales opositoras y autonomistas. En una jornada tranquila, se volvió a pedir diálogo y unidad nacional. Espacios para un gobierno central dinámico y más agil, junto con mayor autonomía para las regiones.

El Gobierno había sido el principal responsable de que se malograra el escenario inicial y se perdiera mucho tiempo en debates inconducentes. Pese a ello, el pueblo reiteró su confianza a la clase política y abrió en las urnas una segunda oportunidad para crear una Bolivia en que quepan todos los bolivianos.

Se desarrollan las capacidades, crece la confianza, se fortalecen las instituciones y el país quedaría en mejores condiciones para hacer frente a sus verdaderos enemigos, que son la corrupción y la droga. Cuando en Bolivia cambiaban los actores políticos, el escepticismo popular solía decir “es la misma chola con distinta pollera”. Una convicción compartida es indispensable para recuperar la fe y la confianza.

La región sudamericana debe ayudar a Bolivia a salirse del viejo discurso. La emergencia indígena no es algo nuevo. En 1927, el indígena Manuel Chachawayna postuló a una diputación regional, y si bien no ganó, pudo anticipar que en el futuro vencerían porque eran mayoría. La revolución del 52 dejo en claro que nunca más habría en Bolivia política sin indios.

Al ser elegido, Evo Morales dijo “…primero vencer, luego convencer”.


Si bien la segunda parte aún la está debiendo, éste podría ser un camino para que Bolivia se encuentre a sí misma.

“…primero vencer, luego convencer…”. Si bien la segunda parte aún la está debiendo, ha hecho una tibia apertura al diálogo y los sectores opositores no deberían restarse. A estas alturas, todos deben tener muy claras sus posibilidades y limitaciones. Un diálogo sensato y realista puede ser el camino hacia lo que Bolivia quiere.

Acount