jueves, 24 de septiembre de 2009

Columna de Gonzalo Rojas.


Si eres Guzmán, perdiste,
por Gonzalo Rojas

Lo comentaba un buen amigo pocos días atrás: "La política es para llenarse los bolsillos; y la justicia, para llenarse la boca".
Entre ambas realidades hay, eso sí, una importante diferencia: mientras la política sólo llena las billeteras de una parte significativa de quienes la cultivan, todo ciudadano puede realizar el baratísimo ejercicio de hacer gárgaras con las diversas dimensiones de la justicia.

Y si el caso se refiere a los derechos humanos o a crímenes políticos, la boca se hace agua.

Palabras y más palabras.

Sale una sentencia, la explican los abogados, la interpretan ciertos comunicadores, la comentan los ciudadanos de a pie en sus conversaciones, y así difunden su conformidad o rechazo con el contenido del fallo; poco después, esos mismos chilenos comunes y corrientes llenan una encuesta que apoya mayoritariamente una determinada postura judicial, ciertos comunicadores difunden ese sondeo, y los abogados ajustan sus posiciones, sabiendo que los jueces, por cierto, han leído también la encuesta. La justicia ha salido pura (supongamos) desde su sede original -el tribunal- y ha vuelto manchada (comprobamos) hasta su punto de origen.

Entonces, en la causa siguiente, esos mismos jueces ya habrán cambiado algo de parecer; y más adelante, otro poco; y un buen tiempo después, casi completamente...
Así se ha transitado: desde la aplicación de la amnistía y del rechazo de la ficción del secuestro permanente, a la derogación práctica de la amnistía y a la consolidación de la loca fantasía consistente en que unos desaparecidos están custodiados por unos detenidos que permanecen aislados en sus celdas. Eso, porque de los derechos humanos de los terroristas y guerrilleros se trata, y esa sacrosanta condición se impone por sí sola.

Y, en paralelo, justamente porque del crimen político de Jaime Guzmán se trata, se ha transitado desde la detención y procesamiento de unos implicados materiales o intelectuales, al relajamiento de las búsquedas de los prófugos, a permitir que se escapen los detenidos y, finalmente, a la decisión de que no existen indicios que permitan atribuir al eventual autor intelectual alguna participación en el asesinato del senador -delito al que, por lo demás, se declara prescrito.

¿El crimen de Jaime Guzmán quedará impune? Bueno, si ya algunos de los suyos no se desviven para que se haga justicia, no parece que vaya a haber otros empeñados en lograrla.

A esto hemos llegado. Retórica sobre la justicia, demagogia sobre la justicia y mentiras sobre la justicia: son las tres etapas por las que se ha deslizado buena parte del discurso público sobre este tema, emitido desde los poderes, amplificado por los instrumentos de comunicación y repetido con sensiblería por ciudadanos-masa. Todo, porque comentar los fallos es gratis y deja un buen sabor en el paladar.

Retórica, porque durante 20 años se ha escrito y hablado de la justicia con más elocuencia y fervor que lo que se ha pensado y escrito, por ejemplo, sobre familia o trabajo. Demagogia, porque han sobrado los inventos ideológicos para llevar adelante procesos inicuos pero disfrazados de sutileza. Y mentiras, porque se ha ocultado sistemáticamente parte importante de la verdad: hay querellantes y demandantes a quienes sólo les interesan la venganza y la retribución económica; hay abogados que buscan dividendos políticos con esas actuaciones, y hay jueces que desarrollan y consolidan sus carreras en ese contexto.

Y todos se llenan la boca con la justicia. Pero, con comportamientos tan injustos, no sería raro que esta sociedad termine intoxicada y haciendo arcadas.

Acount