miércoles, 23 de septiembre de 2009

Comentarios de lujo.....


Joven, ¿están buenos sus duraznos?,
por Jose Ramón Valente.

Siempre me ha parecido muy cómico cuando las personas le preguntan al mozo del restaurante en que están sentados si la comida esta buena. ¡Por supuesto! Es la respuesta del mozo en el cien por ciento de los casos. ¿Qué más podría decir? Pero a pesar de la obviedad, la gente sigue preguntando. Parece que a las personas les gusta que le refuercen sus propias elecciones, aunque racionalmente sepan que el valor de la respuesta que obtendrán de su pregunta es casi nulo, producto del grosero conflicto de intereses del entrevistado. Así las mujeres le preguntan al casero de la feria si están buenos sus duraznos y los hombres al vendedor de autos si el modelo que ellos eligieron es también del gusto del vendedor.

Este comportamiento es el mismo que observamos en muchos inversionistas. Desde los más modestos hasta los más empingorotados, le preguntan a las corredoras de bolsa si el mercado está atractivo para comprar acciones y a su ejecutivo bancario si es buena la tasa de su depósito a plazo. Para colmo, cuando los llaman para ofrecerles un fondo mutuo, le preguntan a la misma vendedora que los está llamando si será buena la inversión en ese fondo.

Luego, cuando las cosas andan mal, es decir cuando bajan las acciones, se desploma el fondo mutuo o la tasa de interés del depósito a plazo termina siendo muy baja, resulta que los analistas financieros o economistas (la gente no distingue mucho entre unos y otros) no le achuntan nunca.

Durante la primera mitad del año pasado, antes de la agudización de la crisis causada por la quiebra de Lehman Brothers, cuando el precio del petróleo rozaba los US$ 150 el barril y el cobre se empinaba casi hasta los US$ 4 la libra, muchos analistas de bancos de inversión insistían en la teoría del desacople y seguían recomendando comprar commodities, acciones chinas y monedas de mercados emergentes. Era lo único que estaba subiendo y lo único que los clientes estaban dispuestos y gustosos de escuchar.

Igual que en el caso del mozo y el vendedor de la feria, la información que entregaban dichas recomendaciones debió haber sido considerada como totalmente irrelevante por los inversionistas, pero no lo fue. Más aun, cuando los commodities y las bolsas y monedas de los países emergentes se desplomaron, siguiendo la misma suerte que los precios de los activos de los países desarrollados, los medios y los inversionistas se preguntaban cómo podían haber fallado tanto las recomendaciones de los especialistas.

De la misma manera que Ud. no le puede pedir una recomendación sobre qué remedio usar al médico jefe del laboratorio que lo produce, tampoco le puede pedir una recomendación de inversión a quien está interesado en venderle los instrumentos financieros que Ud. está analizando para comprar.

El que la recomendación del médico del laboratorio no resulte ser la más adecuada, no es razón para argumentar que todos los médicos son malos. Es simplemente el reflejo de su conflicto de intereses. Esto es exactamente lo que están intentando probar algunos medios y otros connotados columnistas internacionales respecto a los economistas y las predicciones, o mejor dicho la falta de éstas, durante y antes de la crisis económica.

No se trata de ser pitoniso y predecir el momento y la magnitud exacta de los acontecimientos. Nadie tiene una bola de cristal. Habida consideración de lo anterior, hubo muchos economistas y analistas que hicieron un buen trabajo, señalando los riesgos que se percibían en los mercados financieros y en la economía previos a la crisis. Pero ello no fue lo que los clientes querían escuchar, ni lo que la prensa quería destacar. De ahí la impresión generalizada de que el diagnóstico y las predicciones previos a la crisis fueron errados. A raíz de esta percepción, hoy somos testigos de una absurda polémica que pone en entredicho a todos los economistas e incluso a la ciencia económica misma.

Como en todas las profesiones, hay buenos y malos economistas y buenos y malos analistas financieros.

La próxima vez que le pregunte a su marido “¿cómo me veo?”, antes de salir a una fiesta con un vestido o un peinado que luego no resulta ser del gusto de sus amigas, por favor no elabore una teoría respecto a que todos los hombres son mentirosos o tienen mal gusto.


¿Campaña sin descalificaciones?,
por Eugenio Guzmán (*)

El deseo de evitar las críticas y las descalificaciones en la próxima campaña electoral obedece a un objetivo noble, propio de un Te Deum, y nos recuerda esos dichos en los juegos infantiles de “no pegar fuerte”. No obstante, a riesgo de aparecer en una posición aliada del cinismo, la verdad es que es también pedirle peras al olmo. Hay que entender que se trata de competencia electoral y no de una celebración de cumpleaños. Más aun: si una campaña política no tuviera componentes de disputa y debate (de todo tipo), de crítica y descalificación (señalar que el oponente no tiene las condiciones para ser Presidente), no sólo sería extraño sino hasta poco deseable y sospechoso.

¿Significa esto que las campañas electorales no tienen límites? La verdad es que sí los tienen y están dados por el escrutinio ciudadano; vale decir, no toda crítica resulta aceptable y en esto la cultura y experiencia de cada sociedad parecen claves. A veces, las críticas pueden parecer ingenuas, incluso “sin intención”, como el recordarle a un candidato lo que declaró en una antigua entrevista —el caso de un reciente twitteo—; sin embargo, lo importante es cuándo y en qué contexto se dicen. De allí que la gravedad de una crítica radique más bien en lo aguda que resulte para el criticado. En tal sentido, casi cualquier declaración de un candidato puede ser entendida como descalificación.

De igual modo, si aludiendo a consideraciones protocolares no se invita a dos candidatos presidenciales a la Parada Militar, no puede esperarse que éstos, sin más, señalen que “hay que respetar el protocolo”. Se trata de individuos que, nada menos, cumplen con ciertos requisitos legales para tener dicho carácter de postulantes y es absurdo no invitarlos.

Pero eso no es todo. La actual campaña es además parlamentaria y en tal sentido es obvio que se presta para toda suerte de descalificaciones, particularmente en tres casos. Primero, los candidatos que van a la reelección pero que no consiguieron ser ratificados por sus partidos o al menos no se les protegió electoralmente, lo que en algunos casos se tradujo en que compitieran fuera del pacto. Segundo, distritos donde un bloque haya doblado al otro. Y tercero, aquellos candidatos débiles de un pacto, que no les queda más que el “retiro glorioso”, pero que en esa tarea su única labor será la de hacer el máximo daño posible a costa de su compañero de lista. En todos estos casos es evidente que la descalificación será poco evitable: todas las cosas están dadas para ello.

Por otra parte —y tal vez lo más importante, tratándose de una elección donde una coalición puede perder el gobierno después de 20 años—, es obvio que se harán todos los esfuerzos posibles para evitar la derrota. ¿Qué más puede significar la invitación del candidato DC, Eduardo Frei, a los ministros de Estado al debate? Eso, por mencionar lo más ingenuo. Asimismo, las presiones a la Presidenta para que intervenga en la campaña simplemente no pueden dejar paralizada la crítica de parte de la oposición de ocurrir esto.

Adicionalmente, “hacer campaña sin descalificaciones” es un muy buen slogan, una muy buena estrategia de campaña, desde el momento que permite culpar al resto de este tipo de conductas, o incluso una forma de exculparse cuando se hacen críticas, señalando que éstas son respuestas a los ataques recibidos.

Ahora bien: en todo este contexto, ¿qué podríamos esperar del próximo debate? Aparentemente, siguiendo esta lógica, mucho nivel de conflicto. No obstante, no tiene por qué necesariamente ser así. La razón es muy sencilla: hay momentos y circunstancias para el ataque, y éste no necesariamente lo es. Nadie espera una batalla campal, sino capacidad para interpelar al público, el que, sabemos, conforme pasan los minutos comienza a migrar a otras actividades y canales.

(*) Decano, Facultad de Gobierno-UDD.

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