viernes, 20 de junio de 2008

Dos certeras columnas.....

¿Es realmente democrática la izquierda?
Sergio Melnick


Qué pena tan grande ha sido escuchar a algunos diputados de la Concertación en el “debate” sobre la Ley de Educación. Todo este guirigay es por un concepto de educación pública, a mi juicio, erróneo. La responsabilidad estatal en la educación es evidente. La administración directa de establecimientos educacionales, un grave error. Los gobiernos son malos administradores en el largo plazo. Su rol es hacer las políticas públicas, establecer los controles, estándares, regular, mantener la seguridad, garantizar la información y transparencia, y otras cosas de esa naturaleza. Los funcionarios estatales no deben producir telenovelas, recoger la basura, sacar cobre o petróleo, o construir caminos. Eso no es el “servicio público”.

Los parlamentarios que defienden los colegios fiscales han quintuplicado el presupuesto, pero no mandan a sus hijos ahí. ¿Quién los entiende entonces? Jamás tocan la frase «estatuto docente», que es el origen de la mayoría de todos los problemas actuales, particularmente en las municipalidades. La discusión de la izquierda es un eterno discurso de los “hay que”, “alguien tiene que”, y se olvidan que han estado a cargo del tema por dos décadas. ¿Cuál es la pelea de fondo? ¿Por qué los profesores que han protestado sólo quieren ser empleados del gobierno? Simple: porque es más fácil, menos exigente, porque no deja que nadie se destaque mucho, protege a los pencas y no premia a los buenos.

La exaltación y sofoco del diputado Paredes fueron insólitos, más aun cuando se habla de educación, donde se esperaría un poco de reflexión y profundidad. Se avergüenza —en sus palabras— de Viera-Gallo y de su propio gobierno. Alejandra Sepúlveda, más prudente, pero nos dice que la Concertación se perdió en el camino. Que la educación es un fracaso. Y acusa: “Nos vendimos a los intereses de algunos”. Ya no está en la Concertación.

Ximena Vidal, PPD, recalca correctamente que los parlamentarios no representan a gremios, sino a ciudadanos. Que el sistema político no da para más. Exige respeto al Parlamento. La discusión de estos días, dice, ha sido trasnochada y reiterativa. Acusa directamente a los profesores que movilizan estudiantes. Tuma, también muy exaltado, sostiene que no necesitan los votos de la derecha para legislar. Es decir, que hay que pasar la aplanadora cada vez que se pueda. Por eso van matando a la democracia, como ya lo hicieron una vez. Denise Pascal, del PS, ponderada, acuña un nuevo concepto: educación «pública pública». Cree que se acabará la educación pública en 40 años y que el sistema «público público» debe educar a la mitad del país a lo menos. Una cifra que proviene de alguna iluminación, un voluntarismo típico.

La intolerancia de algunos era sorprendente. Igual de sorprendente era la defensa a la gratuidad, incluso universitaria, para todos, y hasta usaban su ejemplo personal. Es decir, fundamentando subsidios a los ricos igual que a los pobres.

Por otro lado, los griteríos de los profesores desde las graderías del Congreso no eran de maestros propiamente tales, sino de activistas, incapaces de escuchar con respeto. Y después quieren que los escuchen en las clases, donde se dedican más bien a adoctrinar.

En mi opinión, lo único que realmente interesa es, primero, educación de calidad para todos, sin excepción. Segundo, con máxima libertad de elección de los padres. Tercero, con la administración lo más descentralizada posible, siempre lo más cerca que se pueda a la influencia de los padres. Cuarto, con la máxima diversidad, no con homogeneidad. Quinto, que todos tengan acceso a alguna forma de educación superior, lo que requiere serios cambios al modelo actual. Por cierto estoy pensando en una educación para el siglo 21, y no para el siglo 19.

No importan los apellidos de la educación, sólo calidad, diversidad e igualdad de oportunidades.

La Presidenta ha sido literalmente traicionada por sus propios seguidores. Una parte de la izquierda recurre a la violencia cuando la mayoría opta por un camino que no le acomoda. Veremos en estos días la evidencia de ello. Personalmente, creo que el famoso acuerdo hará muy poco por la educación. Pero es lo que nuestros líderes, de ambas coaliciones, mayoritariamente, han acordado por ahora, y es lo que debemos hacer. La capacidad de lograr acuerdos es un capital social invaluable para el futuro, que la izquierda nunca ha valorado adecuadamente.

¡El chileno E!
Claudio Fuentes Bravo

Para nadie es un misterio que los chilenos nos hemos lanzado tras el consumo compulsivo de casi todo lo que se puede poner en una vitrina, sea ésta física o digital. Con el tiempo, los bienes se han ido diversificando y los gustos también. Así, hoy el consumo de entretenimiento es un negocio de muchos millones de dólares. Vinculado a éste, la necesidad de reconocimiento se juega su oportunidad en innumerables escenarios digitales: facebook, webs, blogs, etc.

Cuando presenciamos el fenómeno mediático del funeral del general Bernales fue difícil explicarse racionalmente qué hacía allí tanta gente. ¿Lo conocían? ¿Lo estimaban? ¿Lo admiraban? Alguien tituló en televisión a Bernales como el “General del Pueblo”. Esto ya había dado resultado mediático en Inglaterra con Lady Di. Resultó acá también.

Al respecto, quiero llamar la atención sobre la existencia de “un nuevo chileno”; ávido de consumir entretenimiento, pero de un entretenimiento con características especiales: “masivo, circunstancial y gratuito”. Da lo mismo que el entretenimiento sea “político” (marcha), “rocanrolero” (concierto), “religioso” (funeral), o “institucional” (discurso presidencial), debe estar centrado en idolatrías frenéticas y efímeras para las cuales, un tipo de nuevo chileno, el ¡chileno E!, está dispuesto a presentarse y sacarse una foto para compartirla con sus amigos por Internet.

Hay millones de todas las edades que están queriendo hacer un “collage-biográfico-digitalizado” para salir del anonimato social. Esta estrategia de la industria digital de las llamadas “redes sociales” fomenta lamentablemente una asociatividad vacía. El objetivo pareciera ser sólo exhibir un número ridículamente grande de “amigos”.

El ¡chileno E! se ha mostrado emocional e histriónicamente más dúctil que antaño: si es funeral, podrá llorar desconsoladamente; si es concierto, se aprenderá todas las letras; si es aclamación del candidato, llevará banderas aunque haya votado por el opositor. Al ¡chileno E! le da lo mismo que sea el funeral de Pinochet, Bernales o Julio Martínez, el trofeo es ser parte de un hito, sacar la foto y subirla a la web.


No se confundan con el comentario de TV, no se trata de que en Chile de pronto adoremos a los carabineros, o que cambiaremos a Violeta Parra por Don Omar. Sólo estamos haciendo humanos esfuerzos para pensar que somos un poquito menos convencionales, un poquito menos insignificantes.

Nota de la Redacción:
Aunque no estamos del todo de acuerdo con el Sr Claudio Fuentes, creemos que la imagen que proyecta de nosotros es sumamente acertada y la creemos el resulta de un consumismo exacerbado y de una competitividad exagerada, que llega en muchos casos a terribles deslealtades.

Estamos enfermos de la facha, todos quieren aparentar ser más de lo que son, queremos en realidad, y todos queremos exhibir poderes, riquezas, que están lejos de nuestras posibilidades satisfacer, lo que nos ha llevado a poner nuestras “almas” a la venta en el mercado.

Pensamos que esta situación, que sencillamente nos ha deshumanizado, debe llevarnos a profundas reflexiones, como sociedad, y a comenzar, por nosotros mismos, a cambiar actitudes que solo nos conducen a una esquizofrenia compradora y a situaciones de estrés permanente.

Acount