miércoles, 18 de junio de 2008

Gonzalo Vial

Celco (II): El último hecho
Gonzalo Vial

La semana pasada explicamos el desarrollo del caso Celco... la planta de celulosa de esta firma en Valdivia. Fue acusada, el año 2004, de dañar con sus aguas de desecho el humedal del río Cruces, extinguiendo el luchecillo, alimento de los legendarios cisnes de cuello negro que habitaban ese santuario de la naturaleza, los cuales por ello —se afirmó— habían perecido o abandonado el lugar.

Resumimos cronológicamente esta saga, que representó enormes perjuicios materiales y morales para la empresa dueña y también para la sociedad y el Estado. Todo al compás de una campaña ecológica estilo chileno, mezcla de acciones legales, insultos, despliegue mediático y violencia física.

Nos queda por explicar por qué y cómo ha terminado este caso, y quiénes son los responsables de los platos rotos (responsables que, naturalmente, no los pagarán).

Terminó el caso porque la Conaf (institución autónoma, pero del Estado) y la Secretaría de la Convención Ramsar (tratado que protege los humedales de importancia mundial) encargaron a la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile un estudio sobre las causas de lo ocurrido.

El segundo informe de avance del estudio acaba de conocerse y sus conclusiones son claras: a) efectivamente la causa de lo sucedido fue la falta de luchecillo; b) ésta se debió a la concurrencia de tres factores físicos que afectaron el año 2004 al río Cruces y su entorno: bajo caudal, déficit de lluvias y tres eventos fríos con temperaturas iguales o inferiores a cero grado, y c) las aguas de desecho de la planta Celco no aparecen siquiera mencionadas en el informe de la Universidad de Chile.

La inmensa tempestad alrededor de esa planta industrial, pues, no tuvo ningún fundamento. Sería tentador dar vuelta la hoja, de no ser por los daños causados. Preguntémonos, pues, quiénes son los culpables de esas averías.

1. Primero que nada, los seudoecólogos que iniciaron el movimiento y le dieron su carácter agresivo y descalificador sin poseer —ahora está a la vista— suficiente respaldo científico. La ecología chilena, tan respetable, no puede dejar que tomen su nombre y la embarquen en insensateces energúmenos lanzadores de mierda (literal, no metafóricamente: ver columna anterior) que le causan sólo desprestigio. Los expertos serios, aunque creyeran —eventualidad que no era posible, supongo, descartar a priori— en la culpa de la planta, debieron separar aguas perentoriamente del juicio precipitado, la gritería y, sobre todo, las violencias verbales y físicas de los seudoecólogos.

Asimilables a violencias tales, los anuncios de boicot exterior a los productos de Celco. Por ejemplo, del presidente del Instituto de Ecología Política —¡qué nombre lindo y sonoro!—, aquí mismo (8 de junio de 2005). ¿Se retractará? ¿O fue apenas una irresponsabilidad de tantas?

Un párrafo del informe de la Universidad de Chile es sugestivo respecto a la colaboración prestada por esos personajes e “institutos” a su estudio:

“Llama la atención la BAJA PARTICIPACION DE LAS ORGANIZACIONES NO GUBERNAMENTALES (ONG), puesto que éstas fueron las que denunciaron el problema...

Traducción: es fácil (y entretiene) armar escándalo en la calle, difícil (y aburre) investigar seriamente las cosas.

2. Luego, son responsables las autoridades políticas del más alto nivel, al tomar iniciativas y resoluciones, adoptar actitudes y formular declaraciones que —siendo muy lesivas para el prestigio e intereses de la empresa afectada— no se fundaron en hechos, sino en antecedentes incompletos. Es la maldición, hoy tan común, de anticipar juicio de un modo frívolo, por razones mediáticas, de “encuestas” y “popularidad”, políticas, etc.

Atención deshonrosa merece el grupo de parlamentarios —transversal a todos los partidos— que tomó el bando de los seudoecólogos con idéntica audacia e ignorancia. Llamaron “gravísima” la situación de Celco, pidieron comisión investigadora y aseguraron en conferencia de prensa que lo sucedido “afectaba la imagen internacional del país (!) y podía destruir la actividad lechera, agrícola y ganadera” (!!) (La Segunda, 8 de junio de 2005). ¿Vendrá una nueva conferencia de prensa para las disculpas de rigor?

3. CONAMA y sus COREMAS ratifican, con lo sucedido esta vez, su inefectividad. Son juguetes de las pasiones de abajo y órdenes de arriba. No tienen estructura ni personal para lo que se les pide. Su desidia es ya legendaria. Y penoso el terror que le infunden los seudoecólogos, y todo quien les hable golpeado (salvo las empresas que fiscalizan, naturalmente).

Recordaré que una de las alternativas para no verter aguas de desecho en el río Cruces era llevarlas por un ducto al mar cerca de Caleta Mehuín. El solo ESTUDIO de esta opción motivó que los buques respectivos fueran atacados a balazos por los pescadores locales los días 30 de noviembre de 2005 y 25 de julio y 17 de agosto del 2006. (La Tercera, 18 de agosto de 2006. El Mercurio, 3 de enero de 2007). Todo esto a la entonces directora de Conama, y hoy ministra del rubro, no la emocionaba en absoluto:

“Hemos seguido atentamente todos los hechos y escenarios... No corresponde que el servicio dé su opinión sobre los diversos aspectos que no tocan el tema ambiental”.

Pero a la empresa, sí... aplicarle el peso de la ley: “La compañía tiene la responsabilidad ...de generar una alternativa distinta a la que hoy día está empleando para el tratamiento de sus riles (aguas de desecho)” (La Segunda, l de septiembre de 2006). ¿Que no la dejan, a balazos, estudiar esa “alternativa distinta”? Que se las arregle, es cosa suya, no de Conama.

4. Hace años, la región de Valdivia se hallaba en un agudo estado de postración económica. Hacía falta actividad nueva. Los valdivianos, recuerdo, esperaban, como los judíos el maná en el desierto, la instalación de la planta Celco. Quizás me equivoque, pero no he advertido, de 2004 hasta hoy, ni de las autoridades ni de las “fuerzas vivas” de esa región —especialmente empresarios— ninguna defensa enérgica, ningún reclamo vigoroso por los vulnerados derechos de Celco.

5. Lamento tener que consignar que la “timidez” de los empresarios valdivianos, se reprodujo a nivel nacional. No recuerdo ningún gremio de empresarios que haya censurado el linchamiento sin juicio de los presuntos asesinos de cisnes.

En cambio, menudearon los mea culpa empresariales... referidos a Celco, por supuesto; no a quienes hacían las declaraciones. Que las empresas debieran tener una “cultura medioambiental”, estar atentas y afines al tema, establecer una comunicación constante y fluida con las comunidades potencialmente afectadas, y con las autoridades encargadas de la materia, etc. Incluso se criticó que un gerente fuera “pesado”, “prepotente”, etc. Nadie tuvo la honestidad de decir que todos esos aspectos se hallan expresa y detalladamente cubiertos por las leyes y reglamentaciones del ramo, y que a empresas y ejecutivos —livianos o pesados— sólo se les puede exigir que las cumplan.

Lo siento, pero este caso me recordaba y me sigue recordando el abandono total de los agricultores por los otros gremios de la producción, cuando los primeros fueron injusta y discriminatoriamente atacados por la reforma agraria.

P.D. Hermógenes Pérez de Arce descubrió y reveló en su columna mercurial un hecho estupefaciente: que la ministra de Corte que procesó a unos ex marinos por la detención-desaparición el año 1973 de un ciudadano norteamericano, decía en el auto de procesamiento que esta persona CONTINUABA DETENIDA EN DEPENDENCIAS DE LA ARMADA... TRES DECADAS Y MEDIA DESPUES.

Destaqué barbaridad tal en mi columna, y Pérez de Arce entendió que la estaba desmintiendo. No es así. El primer párrafo que molesta a Pérez de Arce, es uno que comienza: “No puede ser. Tiene que haber un error de copia...” —palabras obviamente irónicas— y su simple lectura deja clarísimo que condena la enormidad cometida, no la desmiente. Y en cuanto a la frase “de ser (la enormidad) efectiva”, su explicación es sencilla: yo no conocía ni conozco el fallo completo, sólo la cita que hizo Pérez de Arce, y en el resto del documento pudiera haber existido alguna atenuante del disparate, que le diera el carácter de error de pluma. Obviamente no lo había, ya que nadie lo ha hecho notar hasta hoy

Hago esta aclaración porque: a)deseo dejar claro que no desmentí a Pérez de Arce, sino que reiteré y amplifiqué su grave y asombrosa denuncia, la cual continúa en pie, y b) me entristece pensar que Hermógenes Pérez de Arce, a quien debo gestos de deferencia personal muy importantes, pueda pensar que quise ofenderlo.

Acount