sábado, 25 de octubre de 2008

Economía y valores morales

2008 no es 1998
Juan Andrés Fontaine

Ni la hazaña futbolística sobre Argentina ni la llegada de la Reina Rania de Jordania ni la contienda electoral del próximo domingo han podido distraer la atención acerca del derrumbe de los mercados internacionales y sus secuelas. El fantasma que recorre las mesas de dinero y salas de directorio es que revivamos en Chile la triste experiencia de la crisis asiática. ¿Nos encaminamos acaso a una recesión como la que entonces echó por tierra expectativas y proyectos? No debiéramos.

Nadie esperaba que la crisis de confianza aterrizara en Pudahuel. Sin embargo, el remezón internacional ha sido tan fuerte que ha puesto en duda el normal financiamiento de nuestras cuentas externas. En condiciones normales, los pasivos se renuevan o refinancian en forma rutinaria. En situaciones de crisis, esa tarea se hace más ardua. Adicionalmente, la violenta caída del cobre y otras exportaciones ha borrado nuestra holgura comercial y hace prever para 2009 la necesidad de financiar un importante déficit de cuenta corriente. En la incertidumbre, el dólar ha brincado y el crédito interno se ha hecho más restringido y caro. Es la reacción natural del mercado y señal inequívoca de que la bonanza ha terminado. Pero el desconcierto y el pesimismo excesivo pueden resultar en profecía autocumplida.

Fríamente analizadas, las circunstancias del 2008 no son tan desfavorables como las de 1998. Diez años atrás, el epicentro de la crisis estaba en el Asia. Chile, visto como una suerte de tigre latinoamericano y con intenso comercio con esa región, no podía sino ser afectado severamente. En esta ocasión, el foco de la epidemia está en el mercado financiero de los países desarrollados. Aunque se viene un fuerte enfriamiento global, todos los pronósticos hablan de un crecimiento positivo en los países emergentes, mientras el mundo desarrollado se debate en recesión. Este inédito escenario resulta ser mucho menos desfavorable que el de la crisis asiática: hoy nos alarmamos con un precio del cobre de US$ 1,8 por libra, pero entonces vimos uno de US$ 0,90, en dólares de hoy; también nos sobresalta el alza de la prima de riesgo de los países latinoamericanos a un promedio de 5 puntos porcentuales sobre la tasa de los bonos gubernamentales de EE.UU., pero en 1998 llegó incluso más arriba. Desde luego, siempre es concebible que las cosas se den aún peor, pero lo más probable es que el mundo emergente sufra tan sólo una desaceleración y que los inversionistas internacionales crecientemente tomen ello en cuenta a la hora de asignar sus capitales.

Como sabemos, hoy estamos bien apertrechados de reservas internacionales y ahorros fiscales. Pero, contrariamente a lo que comúnmente se cree, ese “blindaje” no es hoy superior en relación al tamaño de nuestras importaciones o del endeudamiento de corto plazo del que teníamos en 1997, en la antesala de la crisis asiática. En cambio, donde sí hay una ostensible mejoría es en la disponibilidad de ahorros privados en el exterior. A 1998 éstos eran virtualmente inexistentes. Diez años más tarde, gracias a la apertura de la cuenta de capitales, la ampliación de los límites de los fondos de pensiones y la flotación del tipo de cambio, lo acumulado afuera por inversionistas chilenos institucionales es similar a lo mantenido por el Estado. Desde luego, cualquier intento de forzar el regreso a Chile de esos capitales sería expropiatorio y fatalmente contraproducente, pero podemos atraerlos y retenerlos con buenas políticas económicas. En verdad es el único blindaje que cuenta.

Nada más apropiado para enfrentar una crisis de confianza que la libre flotación cambiaria. Ha hecho muy bien el Banco Central en tolerar la violenta alza del dólar de los últimos días porque ello es la mejor válvula de escape ante la incertidumbre. Ello contrasta con la estrategia seguida en 1998, cuando la autoridad intentó vanamente mantener el dólar a un precio equivalente a $ 460, en dólares y pesos de hoy. El alza del dólar mejora la capacidad competitiva de los exportadores, estimula la inversión productiva en esos sectores y atrae del exterior capitales nacionales y extranjeros.

Inicialmente, el estallido de la desconfianza se reflejó en un fuerte incremento de los intereses bancarios. Aunque las nuevas circunstancias aconsejan cautela, la reacción fue avivada por las imprevisibles consecuencias del eventual colapso de los principales bancos extranjeros. De a poco, la calma ha retornado. En ello ha sido crucial la rápida reacción del Banco Central y del fisco destinada a evitar un innecesario apretón crediticio. En cambio, durante la crisis asiática la tasa de corto plazo subió hasta el 14% real. El Banco Central debe seguir administrando su política monetaria de acuerdo con la tasa de interés compatible con el control de la inflación y utilizar toda la batería de operaciones disponibles para que esa tasa continúe siendo el referente apropiado del costo del crédito. En situaciones de alta incertidumbre respecto de la provisión de liquidez o la capacidad de pago de los deudores —como ocurrió días atrás—, suele surgir una cuña anormal entre las tasas de interés pertinentes y la tasa de política monetaria. El Banco Central debe actuar ágilmente para evitar o neutralizar los dañinos efectos de un encarecimiento artificial del crédito.

La inevitable desaceleración de la actividad económica va a poner a la política fiscal nuevamente en tela de juicio. Van a surgir voces a favor de una mayor expansión del gasto público a fin de paliar el desánimo del sector privado. Esa fue la estrategia de 1998 y no dio resultado. El proyecto de ley de presupuestos para 2009 pretendió ser sólo moderadamente expansivo. Sin embargo, basado en una estimación del precio del cobre de largo plazo de US$ 1,99 por libra, 45% superior a la utilizada en 2008, plantea una expansión del gasto de casi 6% real. A la luz del nuevo escenario mundial y nacional, sería altamente recomendable que el ministro de Hacienda consultara a su comité de expertos si mantienen su optimismo de largo plazo. Alternativamente, y ante la razonable incertidumbre acerca de dicho pronóstico, conviene administrar el presupuesto 2009 en forma especialmente conservadora durante los primeros meses del próximo año a fin de introducir los ajustes correspondientes si las perspectivas del cobre continúan deteriorándose.

Puede objetarse que sería inoportuno que una restricción fiscal acentuara la caída de la demanda interna. La observación es atendible, pero en lugar de impulsar la actividad económica mediante el gasto público, conviene hacerlo con una política monetaria atenta a las necesidades de liquidez, un tipo de cambio libre y el levantamiento de las trabas reglamentarias y tributarias que obstaculizan la inversión. Hay que aprovechar la crisis para hacer nuevamente de Chile un destino favorito de los inversionistas internacionales

Decadencia cultural, vivimos ante falsedades criminales
Nélida Rebollo de Montes (*)
Un tema cada vez más preocupante en la República Argentina tiende a escandalizar a los mayores con una grosera pornografía y a pervertir a niños y jóvenes con expresiones absolutamente incitadoras al desborde sexual.

Hay en estos tiempos una confusión, imperdonablemente, premeditada sobre los valores. Figuras sobresalientes de nuestra historia son incluidas en ficciones que los alejan de la realidad. Los opinólogos los juzgan con toda liviandad al atribuirles ciertos desenfados, deslices y frivolidades que inducen al error, prestándose a todo tipo de equívocos. No mencionan esos “revisionistas” de la historia las obras de los que se dieron a engrandecer a la patria fundando escuelas y universidades con objetivos determinados para atender exigencias espirituales y materiales propios del país.

Belgrano, Rivadavia y Sarmiento figuran entre los grandes orientadores de nuestra política educacional y propulsores de la escuela. Alberdi, Mitre, Avellaneda, Juan María Gutiérrez, Joaquín V. González y otros tuvieron un papel eficiente y superior en la organización de nuestra estructura educacional y sus objetivos a cumplir. A los esfuerzos constructores de esos hombres se deben los instrumentos legales y jurídicos que contribuyeron a dar existencia a un país avanzado.

Por otra parte, otros han difundido falsedades criminales sobre un tramo doloroso de nuestra historia reciente, que no es otro que el de los años de la violencia armada para tomar el poder a sangre y fuego. Se emplearon métodos inhumanos de los que el pueblo argentino guarda memoria. A unos se los ha acompañado en la mentira de sentirse víctimas con el respaldo del poder político actual, para erigir un santuario a la violencia, negando toda bestialidad consumada. Como contrapartida a los que detenían la expansión de la violencia han sido castigados con odio irreconciliable, planificado por una superestructura ideológica que ha tergiversado los hechos.

Una marea de tinieblas interminable ha enrarecido el ambiente que tiende poco a poco a recuperar la verdad para vencer la mentira. Se está apelando en estos últimos tiempos a la fuerza vital de los valores humanos que ya han comenzado a concretar una prometedora resurrección basada en el esclarecimiento de los hechos.

En los tiempos que corren, la crónica periodística diaria da cuenta de la prolongada inseguridad que se vive en nuestro país en el que se consumen crímenes monstruosos; privación de la libertad de ciudadanos de todas las clases sociales a los que torturan en forma siniestra con el solo fin de apoderarse de sus bienes tras rematarlos con inverosímil impiedad sin tener en cuenta la atribulada desesperación de la familia en cuya presencia consuman los más deleznables hechos. Si a esto le sumamos el crecimiento de redes de pedófilos incrustados en diversos “negocios” tales como los ciber que les sirve de anzuelo para reclutar niños engañados y someterlos a sus más bajos instintos, es el colmo.

La droga también se ha enseñoreado en nuestro país en el que ya operan narcotraficantes favorecidos en la entrada y salida de la Argentina por su amplísima frontera que linda con países cercanos sin la protección y vigilancia que la responsabilidad de la seguridad impone. La mafia de la droga está haciendo estragos con las víctimas de todas las edades, en especial niños y jovencitos entregados al vicio de la consumición alocada de alcohol y droga. Esta práctica tiende a diezmar la población sin que los padres tengan la ayuda que reclaman, desesperadamente, para contener el avance de la drogadicción con la que se está envileciendo a la juventud.

Si a esto le sumamos la descarada promoción de gente de la farándula que participa en determinados programas televisivos en los que se muestra todo tipo de depravaciones más la suma de frivolidad de cuantos se prestan a esos espectáculos, el panorama se enrarece aún más.

La crítica que han ejercido algunos periodistas responsables no es tenida en cuenta en el ámbito gubernamental que dice velar por los derechos del niño y de los jóvenes ante el avance de la corrupción.

Evidentemente hay gente que se acostumbra a convivir con la barbarie, la trasgresión, la ordinariez y la chabacanería, a punto tal, que no se unen para poner límites a la miseria moral que avanza y entra en sus hogares con la televisión en horarios inconvenientes. La radio también ha sido invadida por palabrotas y alusiones incalificables.

Se suman al grupo corruptor otros descarriados con títulos de “sexólogos” que, amparándose en la invocación de la democracia emprenden la obsesión sexual como tema obligatorio en programas, en vivo y en directo. Han desterrado la suprema naturalidad en la finura del humor y la agilidad mental para hacer o festejar un chiste con el que se puede disfrutar sin el condimento degradante y ofensivo generalmente en contra de la dignidad de la mujer.

Los imitadores aumentan peligrosamente, no sólo se faltan el respeto así mismo sino que también se lo faltan a los demás. No saben resistir a la “honda” de prostitución ni siquiera por higiene mental.

La obstinación por mostrar la degradación perversa como algo natural y una visión en la que sobresale la recreación de las desviaciones sexuales y furias lascivas resultan propicios para estimular a los que protagonizan hechos execrables. La degeneración en los vicios es recreada incansablemente en un clima en que cabe todo tipo exceso carnal prostituible.

Está de moda desdeñar, en lo que algunos llaman arte, la emoción que une lo antiguo con lo más fresco poniendo de relieve la sensibilidad, imaginación, gusto y la inspiración con una acción emparentada con la sublimación que transmuta en ideas e imágenes los impulsos y las pasiones moderadas. Ignoran que los pocos que prefiguran en sus obras un orden justo son capaces de llevar el mundo a la concordia.

Nos está haciendo falta, ante tanto desatino, una música espiritual en las palabras, en los argumentos, en las imágenes para serenar el ambiente nefasto. Ha llegado el momento de decir basta al vituperio, al escupitajo, a los rituales sacrílegos, a la furia vengativa, a la liturgia de la tortura; a la violencia pasional; al monólogo erótico en el que se entremezclan asesinatos, vicios; ritos interminables de la pasión, incrustados en los escritos y en infinidad de representaciones teatrales enmascaradas con el “arte”.

Basta ya de toda esa basura. Es hora de promover el abrazo y la prueba de amor en una franca resurrección en la que resplandezca la decencia y la virtud que nos haga responsablemente libres y decentes.


(*)Nélida Rebollo de Montes, Profesora y periodista, llena de premios en Argentina y el mundo.

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