miércoles, 1 de octubre de 2008

Reabriendo el eterno debate

Reabriendo el eterno debate
Gonzalo Vial

Se reabre el debate sobre la pobreza en Chile (nos referimos a la que antes llamábamos «EXTREMA pobreza», es decir, a la miseria. Hemos suprimido pudorosamente el «extrema», por ese afán de maquillaje y marqueteo que es nuestra maldición. Pero sigue siendo miseria).

1. La pobreza/miseria, según la encuesta CASEN última, la de 2006, incluida la indigencia, suma el 13,7% de la población, es decir, afecta a poco más de dos millones de personas.

Un estudio que data ya de algunos meses dice que en realidad es el 29% de los chilenos, o sea, afectaría a cuatro millones y medio de compatriotas.

El estudio es obra de un economista reconocidamente serio y prestigioso.

La ministra de Mideplán las emprende contra el estudio, imputándole mala intención política, irresponsabilidad y errores metodológicos (El Mercurio, 14 de septiembre).

Esta sería una lucha de titanes y no correspondería a los legos sino escondernos, de no ser porque el economista y el estudio impugnado hacen una acusación precisa. Aquél la reitera en la actualidad (El Mercurio, 25 de septiembre): Mideplan, dice, sigue fijando la línea o límite de la pobreza conforme a la IV Encuesta de Presupuestos Familiares, EFP (de 1988... hace veinte años), siendo que existe la V EFP, diez años posterior (1996/1997). “Y en una década (afirma el economista) hay numerosos cambios de patrones de consumo; en breve, las necesidades no cambian, pero sí las formas de satisfacerlas”. Agreguemos que los patrones de consumo no siempre se modifican por decisión libre del afectado, sino que a menudo la antigua «forma de satisfacer la necesidad» desaparece. Así, el año 1988 se podía comprar aceite a granel en el almacén de la esquina. Hoy no existen ni almacén de la esquina ni aceite a granel; hay que comprarlo envasado, quizás mejor, pero más caro.

El estudio, que indigna tanto a Mideplán, rehace el cálculo de la línea/límite de pobreza con su mismo método, pero aplicado a las cifras «nuevas» (nuevas de diez años), y llega a 29% de pobreza y 4.500.000 pobres.

Mideplán necesita explicar por qué determina la pobreza con cifras de 1988, y no con cifras igualmente oficiales de 1996/1997. Es muy inquietante, ¿a santo de qué vivir en un mundo imaginario... en el año del plebiscito del Sí y el No y en plena «dictadura» del anatemizado Pinochet? Estamos en 2008.

Quizá Mideplán no quiera perder la posibilidad de comparar la pobreza 2009 con la 2006 y anteriores. Sería razonable. Pero, supongo, es cosa de durante varios años hacer doble cálculo —con la IV y con la V encuesta—, y así se sabrá la pobreza real, y también si su tendencia a la baja, medida por el antiguo parámetro, es efectiva y continúa. ¿Mayor gasto de proceder así? Una bicoca, apenas una fracción de la pérdida del Transantiago.

Mientras tanto, Mideplán no tiene razón para indignarse sino consigo mismo y su flojera. ¿Para qué hacer una encuesta, y no usarla sino cuando ella también, corridos diez años, está un poco obsoleta?

2. Pero hay otro aspecto a considerar.

El economista asegura que, de todos modos, “la pobreza ha ido disminuyendo en el tiempo”, “un importante logro para el país”.

Y el 26 de septiembre, también en El Mercurio, otra economista de categoría, investigadora de Libertad y Desarrollo, afirma que “no se puede pensar que la pobreza hoy resulte superior a la que existía en Chile hace 20 ó 30 años”, cuando “había niños que se morían por desnutrición, debido a la falta de alimentos, o las familias más pobres no disponían de una vivienda propia, agua potable o luz eléctrica. La gente tiene hoy más bienes, y las alternativas de consumo para satisfacer necesidades básicas son mucho mayores. Hoy, incluso muchos pobres tienen acceso al internet o son los primeros en su familia en llegar a la educación superior. Las líneas de pobreza, por tanto, debieran reflejar esos nuevos patrones”.

Todo esto me resulta un tanto inquietante y confundidor.

Me parece que —sin mala intención desde luego— los que no somos pobres, los privilegiados, “silbamos en la oscuridad” respecto de la miseria nacional... silbamos para que la oscuridad no nos dé miedo. Pero no porque silbemos deja de estar oscuro. NO PUEDE SER QUE LA POBREZA NO ESTE DISMINUYENDO, porque de ser así el esquema económico no estaría dando resultado. NO PUEDE SER QUE LA POBREZA NO ESTE DISMINUYENDO, porque de ser así veinte años de Concertación habrían sido inútiles. «La Izquierda y la Derecha unidas, jamás serán vencidas».

Razones de mi inquietud y confusión:

A. Esto de los porcentajes es engañoso. En NUMERO DE POBRES, las cifras oficiales de Mideplán en 1982 y en 2006 son las mismas: dos millones. Cada pobre y todos los pobres... he ahí el problema. ¿Qué les importan los tanto por ciento a los que hoy están sumidos en la miseria?

B. La disminución de los porcentajes se calcula respecto al año 1987, que es un año de pobreza completamente atípico por lo alto. A saber, cuando Chile comenzaba recién a emerger de la crisis de 1982 —la más devastadora del siglo XX después de la de 1929—, caracterizada por fulminantes caídas en el producto y un desempleo gigantesco. ¿Cómo va a ser la miseria de ese año, 45%, un nivel «normal» de comparación... una pobreza «normal» de Chile? Para Mideplán (entonces Odeplán), la pobreza de 1982 era de 14%. ¿Se equivocaba, era más del triple? ¿Terminó Eduardo Frei padre su presidencia, en 1970, con un 45% de pobreza? ¿Esa fue la Revolución en Libertad?

En 1929, Chile era un país próspero. Lo golpeó la Gran Crisis y cayó al abismo de la recesión. Tocamos fondo en 1932, y solamente recuperamos el nivel de 1929 hacia 1938. La pobreza/miseria, seguramente, subió y luego bajó a ritmo parecido. ¿Hubiera sido lógico, el año ’38, jactarnos de nuestra fantástica disminución de la miseria comparándonos con 1932 —el año negro de la Gran Crisis— y no con 1929, el último año normal antes de ella?

C. Con la encuesta CASEN, medimos la pobreza según el ingreso monetario de los hogares. No es lógico salir de este dato «duro», objetivo, para matizarlo —para mejor o para peor— con datos distintos, quizás significativos en sí mismos, pero aislados y mucho menos medibles. Peor aun si añadimos sólo datos positivos. Así se llega a «nuevos patrones» consoladores y optimistas, pero escasamente dignos de fe.

¿Cómo están hoy los pobres, respecto de «hace 20 ó 30 años», en materia de narcotráfico y drogadicción, alcoholismo, delincuencia, desempleo juvenil, explotación sexual, nacimiento fuera de matrimonio, desintegración de la familia y ausencia de uno o de ambos padres, calidad de la enseñanza básica y media en relación con las exigencias del mundo y la economía actuales,etc., etc.? ¿No deberíamos considerarlo al hablar de los «nuevos patrones»?

Y los datos favorables, ¿en qué y cuánto influyen sobre la condición de los miserables? El 25% de los chilenos que carece de casa propia, ¿dónde buscarlo sino en la extrema pobreza? ¿Cuántos de ésta tienen acceso a internet, y de qué les sirve? ¿Y cuántos entran a la enseñanza superior, en qué carreras, cuántos terminan esos estudios y para qué les sirven?

El hecho es que los pronósticos de término de la pobreza/miseria se dilatan indefinidamente. Antes la fecha clave era el Bicentenario. Ahora se habla de 2015, de 2020, pero ya tenemos una crisis mundial, flamante, a la cual echarle la culpa de nuevas postergaciones. El 2020 llevaremos (aproximadamente), medio siglo de «economía libre», un tercio de siglo de «retorno a la democracia», y el mismo tercio de siglo desde que Juan Pablo II dijo que los pobres no podían esperar. No estaré para verlo, pero me da curiosidad qué dirán entonces los economistas, los políticos y los cristianos, explicando por qué la «ex extrema pobreza», 14,1% en 1982, 13,7% en 2006, todavía es más o menos la misma.

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