lunes, 15 de diciembre de 2008

Furor criminal

Furor criminal  

 

La impunidad instaurada en nuestro país (Argentina) contribuye a formar hordas poseídas de un incontenible furor criminal.

 

Comentario por Nélida Rebollo de Montes

(columnista de Radio La Red en su Revista Plural)

 

Por estos días hemos oído, pero también leímos manifestaciones de la Dra. Carmen María Argibay, ministra de la Corte Suprema de Justicia, quien agredía a la sociedad argentina, calificándola de esquizofrénica porque algunos sectores, ante el creciente aumento de crímenes y todo tipo de delitos protagonizados por menores, proponen bajar la edad para la condena de los delincuentes juveniles.

Otro ministro de la Corte Suprema de Justicia, el Dr. Carlos Santiago Fait, pidió que se dejara en paz a los jueces; y, en respuesta a un periodista que lo entrevistaba acerca de los sin número de fusilamientos, despojos, agresiones y declaración de una verdadera guerra provocada por menores y mayores, con matanzas indiscriminadas, le dijo que: “Consulte a los psicólogos, a los neurólogos sobre estos hechos y después de esa consulta, le daré mi opinión sobre los chicos que pasan hambre y privaciones de todo tipo”.

El Dr. Fait, evidentemente, estaba absolviendo a los feroces delincuentes juveniles por la presunta miseria material de ellos. Nadie que se guié por sentimientos normales puede olvidar a los “excluidos” como dice el Dr. Fait, pero en honor a la verdad, muchísimos de los que salen resueltos a matar, aún recibiendo el dinero que reclaman no son precísamente los desposeídos, son una nueva versión de la ferocidad del animal en dos patas.

Insultar a una sociedad agredida, atemorizada que vive poco menos que encarcelada en su propio hogar provisto de rejas y de todo tipo de elementos de posible seguridad, puesto que hasta para entrar y salir de sus casas tiene también que valerse de ciertas estrategias que les permita advertir si van a ser atacados o fusilados, además de llevarles valiosas pertenencias por los delincuentes que están siempre en acecho. En este momento me viene a la memoria que el escritor y filósofo francés comunista Jean Paul Sartre en la pieza teatral “Le Diable et le Bon Dieu” hacia una apología del estalinismo, que, como todos recuerdan mató con toda frialdad a millones de inocentes. ¿Se repetirá la historia?.

Pero hay algo más, estamos de acuerdo en que no hay que ser indiferente con la juventud delincuente pero también pensamos que tampoco se debe ser inclemente con sus semejantes. Todos debemos velar por el orden social, el respeto a las normas de convivencia humana; por la estimación de los valores morales y espirituales. De ahí que pretender que se le de una libertad ilimitada y una impunidad tremendamente irresponsable al que delinque, es prepararles el camino, como ya ha sucedido, para volver a matar, a violar, a robar, a torturar a las víctimas, a secuestrar, convirtiéndose con la regalía de no cumplir las penas, en cómplices de rufianes, de traficantes y de truhanes de toda laya.

Esto lo saben todos, aún las madres que en estado de desesperación han entregado a la policía a sus hijos para rescatarlos de la droga mortífera y degradante. Hay madres que han salido con un valor ejemplar a investigar quién les vende la droga, informándose cómo proceder con los traficantes que han reducido a sus hijos a la imbecilidad. Han visitado medios de información para que continúen ayudándoles con urgencia para salvar a la juventud.

Algunos políticos, no oficialistas, trabajan, sin descanso, para contribuir a destruir el flagelo que está enloqueciendo a los jóvenes y aumentando el crimen, convirtiéndolos en verdaderas hordas.

Hay jueces que permiten la salida de prisión sin cumplir la pena del condenado, a los que han cometido reiteradamente desbordes criminales. Es una temeridad seguir pasando por alto la siniestra matanza, robos, fusilamientos, conculcando las leyes jurídicas para darles a los descarriados no sólo la soberanía sobre sí mismo sino también impunidad, a los que no demuestran responsabilidad civil, criminal ni social, pero les sobra vanidad, envidia y codicia para aprovecharse de los bienes ajenos a sangre y fuego.

Las casas de menores delincuentes deben retenerlos para hacerles ver la culpabilidad; formarlos en la cultura del trabajo desde abajo para que agudicen su habilidad en la práctica del esfuerzo.

Las bandas juveniles han desatado el horror en la sociedad; y, están pletóricos de vanidad, pavoneo, insolencia y crueldad con una tolerancia que se vuelve cómplice. Las altas jerarquías de la justicia que han agredido a la sociedad han mostrado una verdadera caricatura del drama que conmueve a los familiares de millares de víctimas al pretender defender al enemigo cruel y dejar librada a su suerte a sus víctimas.

La adolescencia descarriada necesita comprensión; pero también corrección. Es tiempo de que se tomen medidas inflexibles, y no favorecer la libertad para delinquir.

A la gente normal que aspira a que la sociedad sea defendida y resguardada no se la debe ofender insultándola con el calificativo de esquizofrénica, como lo ha hecho la Dra. Argibay.

A los jóvenes no se los debe considerar como una abstracción bio-psíquica. No es momento para el fanatismo doctrinario ni infantilismo mesiánico.

Muchos eligen el odio y la violencia. Justificar esto culpando a los demás es ayudar a convertir a nuestro país en guarida de jóvenes criminales, vividores que buscan cobardemente la impunidad. Ya se han constituido en hordas poseídas de un incontenible furor disolvente, con frecuencia criminal. De ahí que exaltar la rebeldía es estimular la disolución social puesto que la rebeldía representa una permanente negación arbitraria de todos los valores. 

(Nélida Rebollo de Montes, laureada  Profesora y periodista argentina.)


Este interesante comentario de la Señora Rebollo se refiere a la Argentina, pero podría aplicarse, cambiando solo nombres y locaciones, a toda nuestra América Latina

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