martes, 12 de mayo de 2009

DOS COMENTARIOS DE LUJO.


¿Cambio? No, gracias
Alejandro Ferreiro.

Estados Unidos emitirá deuda pública este año por la inédita suma de 1,7 trillones de dólares (millón de millones). No menos se necesitará para financiar el déficit que generan dos guerras en oriente, costosos planes de rescate financiero y de estímulo económico en tiempos de recesión y caídas de ingresos tributarios. Cuando el Tesoro norteamericano salga a buscar fondos en las magnitudes señaladas, todo el mercado de deuda mundial se remecerá. Poco espacio quedará para las muchas otras naciones que esperan y necesitarán recurrir a la emisión de deuda para capear el temporal de la crisis económica. Los excedentes de China y de otros fondos soberanos, decrecientes por cierto, tendrán un exceso de pretendientes y podrán regodearse. El dinero se hará más caro para todos y especialmente para los países emergentes con debilidades macroeconómicas.

No será fácil ni barato para América Latina colocar deuda en estas condiciones. Pero cuando los ingresos por exportaciones y tributarios bajan y el gasto público se hace imprescindible como agente reactivador, endeudarse será inevitable si no se cuenta con ahorros propios. El “keynesianismo” fiscal resultará cada vez más caro, si no derechamente insostenible, a medida que aumenta el costo de endeudarse para los países de la región. Es cierto, la crisis económica aún no golpea a Latinoamérica con la fuerza que deprime hoy a las economías desarrolladas. De hecho, y sorprendentemente, las bolsas del continente han subido un 33% en lo que va corrido del 2009 y para ningún país se pronostican caídas del producto cercanas al 6% que se espera para Japón y el Reino Unido. Sin embargo, será muy difícil que América Latina pueda evitar recurrir a los mercados de deuda para sostener un gasto fiscal expansivo cuando caen sus ingresos. En los próximos meses veremos la necesidad, y dificultad, de pedir dinero prestado en mercados casi copados por las emisiones de deuda de Estados Unidos.

¿Y cómo se ve Chile en ese escenario? Notablemente ajeno a ese riesgo. Chile, desde luego, podrá gastar en tiempos de vacas flacas, lo que ahorró en la bonanza. Pero aún si decidiera endeudarse, tiene la opción de recurrir primero al mercado local de deuda, puesto que las AFP y las compañías de seguro son demandantes naturales de deuda de largo plazo y prefieren aquella emitida en moneda local. No hay en la región —ni sobran en el mundo— naciones que puedan exhibir los excedentes fiscales o la profundidad del mercado de deuda que generan los actores previsionales en Chile. Y cuando se avizoran tiempos difíciles para colocar deuda en los mercados mundiales, estas dos fortalezas estructurales de Chile hacen una gran diferencia.

Pero también los chinos son fuente de buenas noticias para nosotros. El rápido despliegue de su plan de estímulo fiscal basado en el desarrollo de infraestructura ya se hace sentir en el repunte de la demanda y precio del cobre. Nótese que la libra de cobre ya se transa a US$ 2,15, valor que es un 30% superior al promedio del año 2005 (US$1,67) previo al boom de las materias primas. Y ese nivel, más sorprendentemente aún, supera —¡en medio de la crisis!— al estimado por el grupo de expertos que proyecta el precio de largo plazo o tendencia, y que hoy alcanza a US$ 1,99 la libra. Esto hace pensar que el cobre ayudará a equilibrar los ingresos y gastos fiscales más rápido de lo esperado, reduciendo la necesidad de recurrir a los ahorros acumulados.

Por otro lado, la rápida caída de la inflación, acentuada con el sorpresivo -0,2% de abril, permitió al Banco Central bajar las tasas al mínimo histórico de 1,25%, con lo que el Central extrema su contribución posible a la reactivación y ayuda a mejorar las expectativas de empresas y consumidores.

Finalmente, el gobierno ha logrado la semana pasada un inédito y promisorio acuerdo nacional tripartito para capacitar y mejorar la productividad de los trabajadores, aprovechando las jornadas que se liberan cuando cae la demanda por trabajo. Si el plan tiene éxito, los ingresos permanentes de los trabajadores aumentarán en la medida de la mayor productividad conseguida, conciliando de modo sustentable una mejor distribución del ingreso con mayor crecimiento.

En suma, Chile hizo y sigue haciendo bien sus tareas fundamentales en el manejo de su economía. Y ello se hace más evidente, valorable y necesario en tiempos difíciles. Resaltar las fortalezas chilenas no debe confundirse con subestimar la magnitud de una crisis que por primera vez en sesenta años significará una caída del producto planetario que se estima entre 1,5 y 2% para este año. Tampoco tiene precedente la contracción del comercio mundial del 20% como la observada en el último trimestre de 2008, ni el deterioro acelerado y simultáneo de las finanzas públicas de los países desarrollados.

Pero así como nunca el escenario externo fue peor, nunca ha sido más nítido su contraste con las políticas públicas, cuentas fiscales, fortalezas y perspectivas de Chile.

Los tiempos de campaña electoral son propicios para el despliegue de ofertas de cambio, muchas veces ambiguas o flacas en sustancia y contenido. Los discursos suelen subestimar lo logrado y sobrevaloran lo que se promete lograr. Sin embargo, no sobra decir que las fortalezas que Chile exhibe hoy son el resultado de políticas, consensos y estrategias de desarrollo que merecen más continuidad que cambio... aunque no sea glamoroso decirlo en tiempos de campaña.




Más interesantes que aburridos
Margarita María Errázuriz

El Presidente Lagos dijo que la política en Chile es aburrida. No sé si sólo la política es así o si su apreciación vale para toda nuestra vida social. Son aburridas las polémicas, las noticias, nuestra forma de entender el acontecer nacional. Mi hipótesis es que si merecemos ese mote es porque vivimos “en permanente proceso de…”; siempre estamos a punto de cruzar un umbral, aún no parimos. Porque vivimos en espera constante, porque estamos en vías de… creemos que no tenemos características potentes que nos destaquen; que no nos podemos permitir debates sobre temas de fondo que nos desafíen, porque no queremos retrasar la llegada a la meta; no damos motivos para que se nos ame o rechace mientras no demos a luz. Bajo esta óptica, es difícil que nos consideremos entretenidos o, al menos, interesantes. Nuestro mundo está en espera, sin visión ni destino ciertos.

En mi opinión, para cambiar nuestra autoimagen tenemos que poner la mirada en nuestros logros y dejar de lado esa obsesión por centrarnos en los procesos. Por supuesto que éstos son valiosos, porque iluminan futuros posibles. Pero, para mirar hacia adelante sin perderse, hay que tener un piso firme desde donde proyectarse. Lo curioso es que tenemos bases sólidas para estar bien parados —buena trayectoria de desarrollo, gobernabilidad, políticas que nos han permitido reducir la pobreza y contar con una importante red de protección social, entre otras— y no somos capaces de atesorarlas como nuestros mejores recursos.

Para mí, una gran ayuda para entender lo que tenemos como país es tomar nota de nuestra posición en el ranking mundial de desarrollo humano. Chile se encuentra en un lugar destacado en el índice de desarrollo humano —IDH—. Actualmente ocupa el lugar 40 en esa clasificación. Este índice, elaborado por el PNUD, define el desarrollo humano como el proceso de ampliación de las oportunidades y de las capacidades de las personas cuando la sociedad se inspira en valores democráticos y en el respeto a los derechos humanos. Lo interesante es que, si bien reconoce que el foco del desarrollo es la persona y su capacidad para transformar sus oportunidades en resultados concretos, supone a su vez que la persona puede lograr este objetivo solamente gracias a la cooperación y a los bienes generados en forma colectiva y socialmente distribuidos. Vale la pena destacar que estas dimensiones morales son factores determinantes, hoy en día, para medir el progreso de los países.

En buenas cuentas, nuestra posición en el IDH señala que, con todas nuestras deficiencias, a pesar de nuestra mala distribución del ingreso y de que no nos consideramos una sociedad muy integrada, los chilenos hemos alcanzado resultados concretos en nuestra vida personal, debido a que el país ha progresado a partir del ejercicio de un conjunto de valores vinculados con una convivencia solidaria, en un marco de estabilidad democrática y de respeto ciudadano.

Lo malo es que los chilenos estamos lejos de valorar esas dimensiones morales. Seguramente las encontramos aburridas. Por ello, no damos importancia a nuestra ubicación en ese ranking y ésta seguramente nos sorprende. No creo que la gran mayoría de los chilenos perciba que vive en una sociedad solidaria y respetuosa, y que en conjunto hemos abierto oportunidades para todos. El fantasma de la corrupción que nos persigue, la tentación de hacer intervención electoral por los supuestos beneficios que genera, y la descalificación y la pequeñez que nos rondan en medio de la campaña presidencial afectan nuestra comprensión de la realidad.

No podemos dejarnos abatir ni por el aburrimiento ni por comportamientos que tenemos que superar. A mi juicio, somos interesantes porque siendo chicos y pobretones, sin habérnoslo propuesto, nuestros logros están en sintonía con los signos que marcan el progreso de la humanidad. Ya es hora de reconocerlo.

Acount