martes, 19 de mayo de 2009

DOS COMENTARIOS DE ACTUALIDAD, DE PLENA CONTINGENCIA.


Dios nos libre de los iluminados
José Ramón Valente

El sábado recién pasado tuve la oportunidad de participar como expositor invitado en el congreso doctrinario organizado por la UDI en Punta de Tralca. Me siento especialmente honrado por la invitación considerando que no soy militante de dicho partido, y que los temas que los dirigentes pusieron en la tabla para el debate son de particular importancia para el futuro de dicha colectividad. La UDI se juntó a debatir respecto de si los principios que la inspiraron a comienzos de los ’80 permanecían todavía vigentes. En mi caso particular la invitación fue a presentar mi punto de vista en relación a si la economía social de mercado tenía o no méritos suficientes como para permanecer como uno de los pilares fundamentales de la doctrina del partido. La pregunta es pertinente, en el contexto de los ataques que está sufriendo la economía de mercado a partir del año pasado y como consecuencia del advenimiento de la crisis económica internacional.

Durante la preparación de mi exposición, me pareció particularmente atractivo retrotraerme al Chile de comienzos de los ‘80. ¡Cómo hemos cambiado! Mirando en perspectiva, nuestro país ha generado un progreso económico durante los últimos 30 años que no tiene parangón en nuestra historia. En alguna medida, la popular serie de televisión ambientada en los ‘80 da cuenta de dicho cambio.

Pero fue el análisis de los acontecimientos mundiales donde realmente encontré la inspiración para mi charla. La caída del muro de Berlín, la irrupción de China como un actor relevante en el concierto de la economía mundial, el letargo de Japón a partir de 1990 y la aparición de nuevas naciones desarrolladas en Asia, son todos fenómenos de los últimos 25 años. Estos megaeventos de finales del siglo 20 y comienzos del siglo 21 no sólo validaron la economía de mercado por sobre cualquier otra forma de organización de las actividades económicas de los hombres, sino que además nos recuerdan que los principios fundamentales sobre los que descansa este sistema son mucho más profundos que la buena o mala regulación del sistema bancario, o la colusión o no de un par de empresarios farmacéuticos.

La caída del muro de Berlín no marca solamente el triunfo de la economía de mercado por sobre la centralmente planificada, es el triunfo de los hombres libres por sobre iluminados. Los iluminados son esas capas dirigentes que por sentirse moral e intelectualmente superiores al resto creen tener derecho a decidir cómo las personas deben vivir sus propias vidas. Si deben o no estudiar y qué deben estudiar, si pueden o no tener hijos y cuántos, cómo deben vestirse, dónde deben trabajar y dónde deben vivir. Este triunfo gigantesco de los hombres a favor de una sociedad libre está grabado con fuego en las conciencias de las actuales generaciones. Su solidez se la otorga el sufrimiento y las injusticias a las que fueron sometidos sus padres y abuelos que vivieron bajo el yugo de los iluminados. Quienes ponen en duda el sistema de economía de mercado sobre la base de una recesión como la actual, con la quiebra de Lehman Brothers incluida, están tratando de derribar los pilares de la sociedad libre con un martillo de goma.

Los millones de chinos que han salido de la pobreza durante los últimos 20 años lo hicieron porque Deng Tsiao Ping dejó de lado su ideología y abrazó con pragmatismo y decisión el sistema económico de libre mercado. El letargo japonés a partir de comienzos de los ‘90 se debe en gran medida a que los gobernantes de dicho país pensaban que eran más inteligentes que el resto y eligieron apoyar las industrias que creyeron les brindaría la hegemonía económica del mundo. Y se equivocaron porque nadie podía prever que las empresas que triunfarían durante los ‘90 eran compañías de software informático. Si EE.UU. hubiese hecho lo mismo que los japoneses, hoy día Google y Microsoft probablemente no existirían e IBM sería un gigante de siete cabezas que tendría problemas similares a los de General Motors. El emprendimiento libre de los jóvenes de Silicon Valley demostró ser más poderoso que el dirigismo de las autoridades económicas japonesas.

El nivel de bienestar material alcanzado por los ciudadanos de países como Hong Kong, Corea del Sur y Nueva Zelandia en los últimos 20 años es una paliza de magnitudes para los intelectuales de la izquierda latinoamericana que pregonaban que los países pobres estaban condenados a dicha condición por la opresión de los países ricos del hemisferio norte. La excusa de ser países chicos, sin muchos recursos naturales y alejados de los centros mundiales de consumo, no fue suficiente para impedir que los países mencionados anteriormente lograran derrotar la pobreza y transformarse en países desarrollados. Tampoco debiera serlo para Chile.

Ellos lo hicieron abrazando los principios de una sociedad libre y un sistema de economía de libre mercado. Nosotros no debemos ceder ante los cantos de sirena de los iluminados de turno. Chile ya eligió el camino de la libertad económica y debemos perseverar en esa elección. La historia de los últimos 50 años nos da la razón.


Rebelde con causa
Cristina Bitar

Que no da gobernabilidad, que sus propuestas económicas no son progresistas, que está traicionando a la Concertación, que es un díscolo sin proyecto claro... Esto y mucho más le han dicho a Marco Enríquez-Ominami en las últimas semanas, y lejos de hacerle daño en su popularidad, la verdad es que esta crece y crece sin que nadie se atreva, a estas alturas, a asegurar hasta dónde va a llegar. Pero más allá del evidente desconcierto que está provocando en la Concertación, es interesante analizar qué significa este crecimiento de un candidato joven, rebelde, mediático, con apellidos que llevan el ADN de la izquierda chilena y que, sin embargo, se atreve a proponer vender a manos privadas el 10% de las empresas del Estado.

La clase política no alcanza a comprender el cansancio que provoca en la gente ver los mismos rostros durante veinte años, cada noche en la televisión, cada día en los diarios matutinos, cada tarde en los diarios de la tarde. Son los mismos mañana, tarde y noche. Es el mismo discurso, son las mismas discusiones, son hasta los mismos viejos trucos: ¿no me va a decir usted que no está esperando ver cuál va a ser el proyecto de ley que va a mandar el Gobierno para poner en aprietos a Piñera y ganar la elección en el último minuto, cómo ocurrió el 2000? Ya nos sabemos el libreto.

Se ha dicho que esta elección no será la del cambio, porque la Presidenta tiene un apoyo de casi el 70%, porque el Gobierno tiene más del 50% de respaldo, porque en las crisis la gente no quiere cambios, sino estabilidad. Todo eso es cierto, pero la verdad es que los dos candidatos que “la llevan” en esta elección son los que representan un cambio en sí mismos: Piñera y Enríquez-Ominami. El candidato de la Alianza, por razones obvias; pero Enríquez-Ominami representa un cambio diferente, un quiebre de paradigmas. Está en la izquierda más liberal en lo valórico y privatizando empresas en lo económico, es de una generación que conoce los códigos de la comunicación masiva; creo que es indudable que no hay ningún político que se maneje mejor que él en la TV. Es políticamente incorrecto, reconoce haber fumado marihuana y probado la coca, de derechos humanos nadie le da lecciones y da por superado el pasado de una plumada.

A Eduardo Frei le molestó mucho una encuesta que dice que Marco obtiene mejor resultado frente a Piñera en segunda vuelta que él. A estas alturas, ese dato es bastante plausible y la reacción destemplada contra la encuesta no apunta al problema de fondo de la Concertación: ella y su candidato son el oficialismo, la conservación del statu quo, el establishment. Enríquez-Ominami les quitó la esencia de lo que es la izquierda: transgresión, rebeldía y los convirtió en los conservadores de esta elección. Mientras más escucho y leo a Escalona, lo encuentro más “momio”.

Si Marco no se baja y no transa en apoyos recíprocos, o acuerdos con olor a arreglín que le quiten esa identidad transgresora, me parece que Frei la tiene muy difícil, no ya para ganar la elección, que se le aleja con cada encuesta nueva que se publica, sino para ser él quien pasa a segunda vuelta. No es para nada un escenario descabellado pensar en una segunda vuelta Piñera-Enríquez Ominami.

Cuando Lagos dijo que la política chilena lo aburría todos interpretaron esas palabras como un misil a Frei. Probablemente si la encuesta CEP ratifica lo que ha venido ocurriendo con Marco, el ex Presidente ya no debiera encontrarla tan aburrida.

Acount