miércoles, 19 de marzo de 2008
Algunas divagaciones sobre lo divino......
Pechoño, beato, cándido, se han transformado en malas palabras que se asemejan mucho, en cuanto al significado que le da nuestro pueblo, al actuar que tenían los despreciados fariseos.
Beato, pechoño, es aquel que asiste al templo para ser visto en actividades piadosas, para aparentar una vida pía que está lejos de tener o para se bien mirado por una sociedad mas preocupada de las formas que de los hechos.
Lamentablemente esta depravación filosófica, verdadera perversión de la predica religiosa, se está acrecentando en forma exponencial y así nos encontramos con exhibicionistas y con gente que va a ver quienes van.
Existe otra variante, igualmente despreciable, de aquellos que van a la “cacería” de hermosas muchachas o en la búsqueda de panoramas para las salidas nocturnas o la entretención vespertina.
Creemos, que contrario a esta degradante manera de enfrentar lo religioso, lo necesario es la adoración de Dios o en el peor de los casos la petición de aquella fe que no se posee y que tanto necesitamos.
Nadie racionalmente puede seguir diciendo que el mundo se creo solo ni que el humano ha sido solo la evolución de pequeños seres o células aisladas, que por generación espontánea dieron vida a seres pensantes.
Nadie puede sostener seriamente que el universo salió de la nada, pues la nada es incapaz de producir nada. Este solo argumento debiera bastar para afirmar que ha habido un creador, independiente del nombre que le demos.
Si Dios existe, llamémosle creador o gran arquitecto, le debemos respeto como creador de la maravillosa sincronía que es el universo y de la extraordinaria máquina que es el cuerpo humano.
Si creemos en la creación divina es porque aceptamos que el hombre es materia y espíritu, dualidad en la que no dudamos tiene preeminencia en valor supremo de la mente y el alma, por sobre el del mero cuerpo.
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