jueves, 2 de abril de 2009

Dos comentarios excelentes sobre Jaime Guzmán E.


Guzmán, el joven combatiente
Gonzalo Rojas

A los 20 años fundó el Movimiento Gremial en su universidad; poco después era presidente de su centro de alumnos, candidato a la FEUC y, apenas egresado, profesor ayudante. Antes, aún niño, ya había publicado sus primeros artículos en revistas escolares.

Cuando cumplió 25, recibió un curso parcialmente a su cargo; un año después, era panelista en el más importante programa de TV, coordinador de los gremios en el paro de octubre del 72, polemista en cuanto foro y asamblea se realizaba (y eran muchos), formador de líderes por cientos.

Con apenas 27 años, se incorporó a la comisión de estudios de la nueva Constitución y pasó a ser columnista de variados medios escritos (si hoy estuviera vivo, este espacio sería suyo, en paralelo con Hermógenes).

Asesor del Presidente Pinochet con menos de 30 años, se activó para evitar abusos a personas, como para defender su propia libertad de conciencia, con graves consecuencias para su prestigio personal ante algunos poderosos de variados mundos. A los 37 fundaba un movimiento que devendría en partido, lo refundaba a los 43 y era elegido senador; con 44, inesperadamente para los demás, enfrentaba el juicio de Dios, asesinado en plena juventud.

Hoy, el magnífico monumento que lo recuerda, lo muestra abrazado a decenas de chilenos, al país total. Ciertamente fueron los deseos de concordia, de acuerdo, de paz, de bien común, los que lo movieron, pero para lograr esas metas siempre se planteó la vida como un desafío, como una lucha. Jaime Guzmán vivió y murió como un joven combatiente. Sus luchas fueron, ante todo, las que da el buen cristiano contra los propios defectos.

Dicen sus amigos que un día se propuso no enojarse más: ellos mismos lo vieron combatir desde entonces, denodadamente, para convertir su carácter filoso en más amable presencia. Y era evidente cómo se esforzaba por dominar su intolerancia al frío o la impuntualidad que lo acechaba en el cumplimiento de su exigente agenda. Para todo eso contaba, como pocos, con la ayuda confiada de la gracia de Dios. Pero, además, se implicaba en combatir seriamente los defectos ajenos. Cómo olvidar ese adecuado reproche: "¿Por qué tienes tan mal genio? ¡Corrígete!".

Más allá de lo fundamental, sus luchas juveniles se expresaron siempre a través de tres medios complementarios. En la docencia, el combate contra la ignorancia; en las comunicaciones, la pelea contra la mentira y la demagogia; en la política, la lucha contra la pobreza de cuerpo y de alma. Nunca una claudicación, nunca un temor invencible (y ciertamente debe haber pasado muchos miedos), jamás una excusa para postergar el combate o bajar la puntería.

¿Falto de caridad por buscar siempre el conflicto y enfrentarlo? No, por el contrario; sólo los pusilánimes, aquellos que confunden caridad con entreguismo, pueden criticarlo, incómodos al compararse, ellos siempre tan falsamente prudentes, con quien habitualmente enfrentaba cara a cara el peligro, argumentando enérgicamente. Pero nunca devolvió odio por odio: llamaba adversarios a los que lo trataban como enemigo.

Y es justamente esa capacidad de meterse a defender convicciones la que tantos extrañan cuando recitan el consabido: "Ah, si Guzmán estuviera vivo, nada de esto o aquello sucedería".

Porque es cierto que algunos de sus seguidores se aburguesaron, que hicieron del consenso su paraíso, del diálogo estéril su manual. Pero también lo es que un Rodrigo Álvarez y un José Antonio Kast, luchadores cada uno en sus respectivos estilos, bondadosos y cordiales, conservan bien el legado de Guzmán.



Sentimientos contradictorios
Miguel Flores Vargas (*)

Sensaciones y sentimientos contradictorios son los que experimentan este 1 de abril todos quienes conocieron y fueron amigos de Jaime Guzmán Errázuriz, los que fueron sus alumnos y también aquellos que, aun sin conocerlo personalmente, tuvieron la oportunidad de tomar contacto con él a través de su pensamiento y de sus obras, particularmente en la pervivencia de las instituciones que él contribuyó decisivamente a crear: ahí están el Movimiento Gremial y sus más de cuarenta años de constante lucha por el respeto de las autonomías sociales; la Unión Demócrata Independiente, convertido en el principal partido político chileno, con arraigo y representación transversal, y actualmente presidiendo ambas corporaciones del Poder Legislativo, y, finalmente, la Constitución Política, donde se plasmaron los valores y principios fundamentales de una sociedad libre.

Sentimientos contradictorios porque, por una parte, nos entristece recordar su alevoso asesinato, la ardua y dilatada investigación que terminó en la condena de sólo dos de los terroristas del FPMR que planearon y ejecutaron su brutal crimen, la ineptitud pasmosa de los gobiernos chilenos, primero ante la fuga de los frentistas desde la Cárcel de Alta Seguridad, donde cumplían condena, y luego frente a la actitud de un gobierno extranjero que brindó amparo y protección a los asesinos, asegurando su impunidad. El ominoso asesinato de Jaime Guzmán es el único cometido en la historia de nuestro país en contra de una autoridad parlamentaria en plena democracia, por lo que su impunidad cobra una significación y oprobio aún mayores.

Contradictorios, por otra parte, porque nos entusiasma comprobar que a dieciocho años de su asesinato hoy siguen plenamente vigentes las ideas y principios que él difundió, y el espíritu de servicio público al que llamó a los jóvenes y que personalmente practicó. Esas ideas que postulan una sociedad libre, donde imperan la justicia, el respeto irrestricto a los derechos esenciales de las personas, y la servicialidad y orientación al bien común del Estado, y ese espíritu de servicio público que convoca a los mejores y que enseña que el liderazgo consiste en guiar a la opinión pública y no en halagarla servilmente o dejarse llevar por sus vaivenes.

Porque hace dieciocho años nos arrebataron brutalmente a Jaime Guzmán Errázuriz, hoy honramos su alma, sus principios y el espíritu de servicio público al cual nos convoca diariamente.


(*) Director Ejecutivo Fundación Jaime Guzmán E.

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