martes, 14 de abril de 2009

Dos comentarios imperdibles....


La ética y el capitalismo deben ir de la mano
Karin Ebensperger

Adam Smith publicó en 1772 "La riqueza de las naciones", fundamento teórico del capitalismo y origen del sistema de economía de mercado actual. Pero se suele olvidar que Smith publicó también tratados sobre ética, y que él impartía el curso de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow. En esos tiempos, la Economía Política -sabiamente- formaba parte de la filosofía moral que incluía comportamiento humano, ética y jurisprudencia. Se estudiaba al ser humano en forma integral, no sólo como consumidor.


Smith decía que la ética debe estar inseparablemente unida al capitalismo, pues de lo contrario éste se desvirtúa y se aleja del bien común. Explicaba que "no es aceptable enriquecerse de cualquier forma, debe hacerse de manera legítima, de acuerdo a principios morales".


Él observó que el libre mercado no se creó, sino que se fue desarrollando debido a la superioridad del orden espontáneo sobre el decretado. A través de los siglos y por un sistema de prueba y error, por descarte, se hizo evidente que los pueblos que respetan la iniciativa privada, la propiedad y los contratos, se tornan más prósperos. Fue un proceso histórico, no una imposición.


Sin principios como la honestidad, se rompe algo esencial para el modelo de mercado: la confianza. Quienes ahorran, y que aportan así el capital al sistema, empiezan a temer por sus depósitos. Sin confianza se reducen los recursos, viene el desempleo y cae el bienestar.


Los que no creen en la ética en sí misma deberían entender, aunque sea por razones pragmáticas, que su falta produce la temida desconfianza.


Volvamos a Adam Smith: cuando se refiere a la "mano invisible", quiere decir que los esfuerzos del empresario, guiado por sus propios intereses y por la legítima ganancia, sin que él lo advierta promueven la riqueza y el bien común con más eficacia que cualquier planificación estatal. Pero también Smith destacaba las obligaciones que tiene el Estado de aplicar regulaciones y de proteger a los más débiles. Todos conceptos olvidados en los casos Enron, Madoff o en Chile en la colusión de las cadenas farmacéuticas para subir el precio de medicamentos esenciales.


Adam Smith jamás defendió la idea de una sociedad guiada por la moral del máximo beneficio al mínimo costo sin respeto por el ser humano. En su "Teoría de los Sentimientos Morales" aclaró que si bien las personas persiguen sus intereses, eso no es sinónimo de un egoísmo desenfrenado.

Tal vez sería bueno que en las facultades de economía se empiece a enseñar el aporte integral de Adam Smith, y el alto concepto que él tenía de la solidaridad y de la compasión.




Progresismo
Adolfo Ibáñez


La idea del progresismo constituye una falacia notable y perniciosa. A través del tiempo ha pretendido ser una corriente de pensamiento que haría progresar al mundo. Lo cierto es que en Chile este concepto tuvo mucha vigencia entre quienes se consideraron la "avanzada" de la civilización durante el siglo XIX, y los que se erigieron en la "avanzada" de los derechos sociales durante el siglo XX.


La historia nos enseña que el que floreció entre 1924 y 1973 empobreció a los chilenos. La propaganda política en torno a sus conquistas sociales y a su industrialización (sus ejes fundamentales) no ha podido ocultar el hecho esencial de que en 1973 el país estaba destruido, porque los revolucionarios de entonces lo repudiaban para construir el país revolucionario que predicaban.


Hoy afirman que el progresismo busca los mismos objetivos que el común de las personas, pero con un plus, o valor agregado, que apunta a finalidades bellas y altruistas para mejorar a las sociedades. Para lograrlo necesitan "más Estado"; es decir, más intervención para realizar los planes de los iluminados para guiar a la sociedad. A esta cruda realidad se le agregan componentes bellos como garantizar gobernabilidad, desarrollo inclusivo y bienestar de los pueblos para hacerlo seductor.


En la práctica, esta ideología abrió ancho cauce al "creacionismo" que se practicó hace medio siglo y más, persiguiendo infructuosamente la protección social y económica, y que introdujo distorsiones que entorpecieron la marcha del país en beneficio de los más fuertes y cercanos al poder. Peor aún, lo congelaron: la crisis económica de 1931 no se superó hasta 1975 con todas sus secuelas de empobrecimiento generalizado, mientras que la de 1982 se dejó atrás en 1985, abriendo paso al mayor ciclo de prosperidad conocido. En la actualidad, la de 1998 aún no se supera.


El progresismo creacionista con su belleza irreal, tan superada como los poemas surrealistas, expresa un mundo de buenas intenciones en algunos casos, y de ambiciones de poder en los más (como el caso del abanderado presidencial de la Concertación). Esto deriva del hecho de que todas las decisiones son negociables y que los acuerdos que se alcancen son positivos con el fin de mantener el poder. La propaganda mediática se encarga de realzar sus bondades y esconder sus contradicciones internas. Detrás del socialismo de balneario se esconde una mentira luciferina que intenta revivir un pasado que produjo miseria, dolor y frustración.

Acount