viernes, 24 de abril de 2009

Dos excelentes comentarios


Fiat lux

por Leonidas Montes


Al inicio del escándalo de Ferrocarriles, Patricio Rojas, quien fuera el zar de nuestras empresas públicas, nos explicaba con cierta arrogancia que los trenes habían sido utilizados con fines políticos “desde el Presidente Balmaceda en adelante, y eso no tiene nada de extraordinario”. Al doctor Rojas no le parecía extraordinario el despilfarro del plan trienal 2003-2005 por casi mil millones de dólares. Hoy el ex ministro de Defensa de Aylwin enfrenta un escenario complejo (ver investigación de Ciper en www.ciperchile.cl).


Eso sí, debemos reconocer el carácter solidario de la DC. Aylwin puso las manos al fuego por su ministro. Y nos enteramos de que Bartolomé Dezeraga y Patricio Rojas, involucrados en el Caso Mirage, son íntimos amigos. En 1990, Rojas llevó a Dezeraga a la gerencia de TVN. Un par de años después, Alejandro Dezeraga, hijo de Bartolomé, entró a trabajar con Rojas en el Ministerio de Defensa. Después de una meteórica carrera —estuvo menos de un año en el ministerio— partió becado por Defensa para seguir estudios de postgrado en California.


Al parecer, como era común para la élite de la Concertación, la beca iba con marraqueta y mantequilla. El programa habría durado un año y medio. Eso sí, regresó a Chile. Al Ministerio de Defensa. Con su experiencia y los conocimientos adquiridos en el extranjero, habría aprovechado de participar, junto al tío Patricio, en la Corporación de Estudios Estratégicos (CEES). Esta sociedad fue creada por Patricio Rojas mientras era ministro de Defensa. Su objetivo era realizar estudios y proyectos en temas relacionados con defensa. La idea, claro está, era venderlos a potenciales interesados. Y el cliente más interesado fue, adivine Ud., el Ministerio de Defensa.


Pero el ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, quien sucediera a Rojas en la cartera, nos explicó con lógica preclara esta situación. Las asesorías del CEES eran necesarias ya que “veníamos de 17 años de gobierno militar, donde los civiles habían estado absolutamente fuera del tema militar”. En otras palabras, este inexplicable conflicto de intereses sería culpa de Pinochet.


Los estudios que realizaba CEES eran bien pagados. Y alcanzaron prestigio académico. De hecho, se ganaron un proyecto Fondecyt por unos 22 millones de pesos. Para sorpresa de la comunidad académica, el investigador responsable del proyecto titulado “De la seguridad hemisférica colectiva a la cooperación para la paz en el continente” habría sido el doctor Patricio Rojas. Aunque uno no deja de sorprenderse con la versatilidad intelectual de algunos destacados próceres de la Concertación, es posible que algún miembro de Fondecyt haya confundido Dr. Rojas con PhD Rojas. En todo caso, se cumplió con todos los requisitos académicos exigidos por Fondecyt. El trabajo se presentó en un seminario y también hubo publicación; “se editó un folleto”, nos aclaró el académico Dr. Rojas.


La acuciosa investigación de Ciper, entre una serie de otros sabrosos pormenores, revela algunos detalles del proyecto “Laguna Carén”. Días antes de que terminara el gobierno de Aylwin, el Ministerio de Bienes Nacionales le traspasó 1.033 hectáreas de terreno en Pudahuel a la Universidad de Chile. Es un área cuatro veces el tamaño del controvertido proyecto Bicentenario en Cerrillos. Sería interesante preguntarle al rector Pérez, frente a las demandas por un nuevo trato, qué ha sucedido durante estos 15 años con estos valiosos terrenos. Laguna Carén prometía ser el “futuro Silicon Valley chileno”. En todo caso, parece que este gigantesco predio urbano estuvo bien administrado. El Dr. Rojas habría recibido un sueldo de 211 UTM; esto es, más de $7 millones mensuales por esta tarea.


El libro del Génesis se inicia con un “hágase la luz” (fiat lux). La implementación de la nueva ley de transparencia tiene algo de esto. Con este big bang se abrieron las ventanas. Pero seguirán apareciendo sorpresas en algunos rincones




No más venas abiertas para América Latina

Angel Soto, Director Instituto Democracia y Mercado

En la reciente cumbre de las Américas, el Presidente venezolano, Hugo Chávez, en un acto en el que quizás pretendió pasarse de listo, entregó al Mandatario norteamericano, Barack Obama, un ejemplar del libro Las venas abiertas de América Latina, obra escrita por Eduardo Galeano en el siglo pasado.


Obama, como es su costumbre, lo recibió con una amplia sonrisa, que más bien habla de su educación, cordialidad y espíritu de recomponer las relaciones con el subcontinente, pero también de su desconocimiento de lo que se le entregaba. Porque, de saberlo, más bien debiera ser tema para preocupar a sus agentes de seguridad, dada la toxicidad del contenido. Un verdadero atentado a la seguridad nacional.


Nos hizo recordar otro arranque literario de Chávez, cuando descubrió a un “tal Noam Chomsky”, que, parecía ser, le abrió (cerró) su espectro cultural.


Efectivamente, el libro de Galeano es uno de los que más daño le han hecho a nuestro continente. Su argumentación elemental sostiene que somos pobres porque ellos son ricos. El clásico discurso del imperio que succiona la sangre de las venas hasta acabar con su víctima. Un decálogo revolucionario antiimperialista que culpa de nuestro atraso, primero, a los españoles; luego, a los ingleses, y en el siglo pasado, a Estados Unidos. De haber sido escrito en el siglo XXI, seguramente culparía a Coca-Cola, Google, Amazon, Internet, Starbucks, McDonald’s y alguna otra transnacional que “nos roba”... claro que los argumentos tendrían la misma seriedad que culpar a las rosquillas.


Un libro que resume los agravios sufridos por los latinoamericanos y que los victimiza, exculpándolos de toda responsabilidad en su fracasada historia. Transmite un odio visceral a cualquier cosa que huela a democracia y mercado; en definitiva, a la libertad, para retorcerse en el igualitarismo estrecho de mente que impide alcanzar el desarrollo.


En una próxima cita, Obama tendrá que cuidarse de recibir otros pasquines que invadan la Casa Blanca. Los hay muchos, desde La historia me absolverá, de Fidel Castro; La guerra de guerrillas, de Ernesto “Che” Guevara; ¿Revolución dentro de la revolución?, de Regis Debray, pasando por Dependencia y desarrollo en América Latina, de Fernando Cardoso y Enzo Faletto, hasta Hacia una teología de la liberación, de Gustavo Gutiérrez, para concluir en el que quizás por el título sorprenderá al Mandatario norteamericano: Para leer al Pato Donald, de Ariel Dorfman y Armand Mattelard, incubado en las propias universidades norteamericanas.


Por el bien de nuestro continente y del efectivo espíritu de relanzamiento de las relaciones entre nuestros países, es de esperar que el librito de Galeano se le haya quedado a Obama en el hotel.


Ojalá que el Presidente norteamericano, en una próxima oportunidad, le devuelva la mano regalándole a Chávez Camino de servidumbre, de Friedrich Hayek, o La acción humana, de Ludwig von Mises. Mientras tanto, si alguien me dice cómo puedo enviarle un libro al Presidente norteamericano, feliz le mando Del buen salvaje al buen revolucionario, de Carlos Rangel, que, como escribió el célebre Jean-François Revel, es el primer ensayo sobre la civilización latinoamericana que disipa las interpretaciones falsas, las descripciones mentirosas y las excusas complacientes.


Mientras tanto digamos: ¡No más venas abiertas para América Latina!

Acount